#193 - Ezequiel 8-11
"La Gloria de Dios deja el templo"
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#193 - Ezequiel 8-11: "La Gloria de Dios deja el templo"
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En el capítulo 8, Dios ahora lleva a Ezequiel en visión a Jerusalén. Dice el Comentario Exegético: “Las visiones unidas de Ezequiel 3:12 hasta el fin del cap. 7 incluyen a Judá e Israel; pero las visiones del cap. 8-11, enfocan en Jerusalén y al remanente de Judá bajo Sedequías” (p. 754). Según las fechas dadas aquí, la visión tiene lugar a fines de 592 a.C. un año después de recibir Ezequiel la primera visión.
Ezequiel relata: “Aconteció que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la mano del Eterno del Señor. Y miré, y he aquí una figura que parecía de hombre; desde sus lomos para abajo, fuego; y desde sus lomos para arriba parecía resplandor, el aspecto de bronce refulgente. Y aquella figura extendió la mano, y me tomó por las guedejas [la cabellera] de mi cabeza; y el Espíritu me alzó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la puerta de adentro que mira hacia el norte, donde estaba la habitación de la imagen del celo, la que provoca a celos” (Ezequiel 8:1-3).
Es arrebatado “en visión” frente a los judíos ancianos que estaban en su casa cuando Dios lo lleva “en espíritu” a Jerusalén. Es el mismo tipo de visión que Isaías experimentó (Isaías 6), y siglos más tarde Pablo (2 Corintios 12) y Juan, en la isla de Patmos (Apocalipsis 1:9-10). Este tipo de viaje no es corporal, sino mental. La persona parece quedar en un trance mientras Dios lo lleva en visión a otra parte.
La razón por este viaje mental es que Dios estaba tan indignado con la idolatría y la inmoralidad en Jerusalén que lo lleva para que vea la maldad con sus propios ojos. Así servirá como testigo de los castigos justos que vienen de Dios.
“La imagen que provoca a celos” es una estatua de Asera puesta en frente del Templo de Dios y que profana el Segundo Mandamiento: “No te harás imagen… No te inclinarás a ellas; porque yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso…” (Éxodo 20:4-5). Dios quiere que la adoración a él sea exclusiva y no mezclada con estos dioses falsos.
Dice el Comentario Exegético: “La imagen de celo, Astarte o Asera, del hebreo “bosque” (semen). Fue erigida por Manasés [“Y puso una imagen de Asera que él había hecho, en la casa del Eterno…” (2 Reyes 21:7). Fue sacada más tarde (2 Reyes 23:4-7), pero aparentemente vuelta a poner bajo otros reyes malvados]. Era un tipo de “rival” del Eterno en su templo, y llamaba la atención de todos los adoradores cuando entraban. Otros nombres de Asera era la Venus siria, adorada con ritos disolutos o la “reina del cielo” esposa de Baal de los fenicios” (p. 754).
Ahora entendemos cómo se sentía Dios completamente humillado, A la entrada de su santuario santo, lo primero que se veía era esa imagen abominable que adoraba su pueblo.
Dios entonces le muestra a Ezequiel más abominaciones. “Me dijo entonces: Hijo de hombre. ¿No ves lo que éstos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aquí para alejarme de mi santuario? Pero vuélvete aún, y verás abominaciones mayores. Y me llevó a la entrada del atrio [recinto interior del Templo]… me dijo, Entra, y ve las malvadas abominaciones que éstos hacen allí. Entré pues, y miré; y he aquí toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ídolos de la casa de Israel, que estaban pintados en la pared por todo alrededor” (Ezequiel 8:6-10). Dentro del Templo, en este recinto sagrado de Dios, habían pintado imágenes a otros dioses paganos que tenían forma de animales como lo hacían los egipcios, babilonios y cananeos.
¿Qué estaban haciendo los sacerdotes y los líderes de Israel que se suponía estaban enseñándole al pueblo la verdadera religión? Dios le muestra a Ezequiel: “Y delante de ellos estaban setenta varones de los ancianos de la casa de Israel… cada uno con su incendiario en su mano… Y me dijo: Hijo de hombre, ¿Has visto las cosas que los ancianos de la casa de Israel hacen en tinieblas, cada uno en sus cámaras pintadas de imágenes? Porque dicen ellos: “No nos ve el Eterno; el Eterno ha abandonado la tierra” (Ezequiel 8:11-12).
Sobre estos setenta ancianos, dice el Comentario Exegético: “Eran los setenta miembros que componían el sanedrín o el gran consejo de la nación, el origen del cual hallamos en los setenta ancianos, representantes de la congregación, quienes subieron con Moisés a la montaña para contemplar la gloria del Eterno… El ofrecer incienso no pertenecía a los ancianos, sino a los sacerdotes y esta usurpación agravaba la culpa de aquellos. “Cada uno en sus cámaras pintadas”, se refiere a los misterios religiosos, como en la adoración de Tamuz y la reina del cielo babilónico, la Isis en Egipto y en los misterios eleusinos en Grecia” (p. 755).
La antigua religión de Babilonia había penetrado fuertemente en la religión de Dios. También pasaría lo mismo en la Iglesia del Nuevo Testamento y el resto de la historia. Entrarían hombres inconversos en la iglesia, se apoderan del liderazgo y luego mezclarán las enseñanzas con las costumbres paganas (Judas 3-4). Por eso Dios le dice a su iglesia que nunca se mezcle con este falso sistema babilónico: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas… Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata… y en su frente un nombre escrito, un misterio: Babilonia la Grande…” (Apocalipsis 18:4; Apocalipsis 17:4). Es la falsa iglesia cristiana que reina sobre la tierra.
Noten algunas costumbres babilónicas que habían aceptado hasta el sacerdocio de Dios en los tiempos de Ezequiel: “Y me llevó a la entrada de la puerta de la casa del Eterno, que está al norte; y he aquí, mujeres que estaban allí sentadas endechando a Tamuz” (Ezequiel 8:14).
Dice el Nuevo Comentario Bíblico: “Tamuz, un dios babilonio de la vegetación, cuya muerte era endechada anualmente, cuya resurrección se celebraba en la primavera” (p. 670). Dice La Enciclopedia de la antigüedad: “Tamuz: En cada primavera se celebraban ritos para festejar el renacimiento de Tamuz… El dios tenía como esposa y amante a la famosa Istar, diosa del amor y de la fecundidad. El mito de Tamuz es casi exactamente igual al del dios fenicio Adón (o Adonis)” (p.750). Era consorte de Istar o Asera, y amante de Venus. De estas endechas proviene la costumbre romana de un ayuno parcial o endecha de 40 días llamado la Cuaresma (las cuadragésimas).
Según el arqueólogo Ausitn Layard, el ayuno de los babilonios “era de 40 días en la primavera del año” (Nínive y Babilonia, cap. 4). El mes del calendario babilónico correspondiente a junio – julio llevaba el nombre de aquel falso Mesías. Los 40 días anteriores a la fiesta de Tamuz (que generalmente caía en junio) ¡Eran el período cuaresmal de los paganos! Ezequiel lo describe vívidamente… Estas endechas precedían el festival en honor a la supuesta resurrección de Tamuz. El ayuno y el llanto se prolongaban por espacio de 40 días en la primavera del año, antes de la fiesta de Tamuz. Y la actual Cuaresma no era otra cosa que una continuación de esa misma costumbre en la que se abstenía de ciertos alimentos antes de conmemorar la resurrección de un dios babilónico” (p.2).
Como podemos ver, todavía se practican estas costumbres paganas bajo el nombre de cristianismo.
Dios ahora le muestra a Ezequiel otra costumbre pagana en Jerusalén – la adoración al sol. “Y me llevó al atrio de adentro, de la casa del Eterno; y he aquí junto a la entrada del templo del Eterno, entre la entrada y el altar, como veinticinco varones, sus espaldas vueltas al templo del Eterno y sus rostros hacia al oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente” (Ezequiel 8:16). Tenían que ser sacerdotes para poder entrar en el Templo, pero ya no se postraban ante Dios sino al sol.
El Comentario Exegético menciona: “Representaban a las veinticuatro órdenes de los sacerdotes y el sumo sacerdote (1 Corintios 24:18-19) como representantes de todo el sacerdocio, al igual que los setenta ancianos representaban a todo el pueblo, y allí estaban ellos, sus espaldas vueltas al templo y sus rostros hacia el este, rindiendo culto al sol naciente” (p. 756).
Lamentablemente, hoy día, hay muchos “ancianos religiosos” que enseñan a sus seguidores a postrarse al oriente, a la salida del sol en la mañana del Domingo de Resurrección.
Dios le pregunta a Ezequiel: “¿Es cosa liviana para la casa de Judá hacer las abominaciones que hacen aquí? Después que han llenado de maldad la tierra, se volvieron a mí para irritarme; he aquí que aplican el ramo a sus narices.” ¿Qué significa esto? Dice el Comentario Exegético: “Eran árboles sagrados, símbolos frecuentes del culto a los ídolos” (Ídem, p 756). Tal como se menciona en Jeremías 10, aquí también se encuentran referencias al culto al árbol sagrado, de donde proviene la costumbre del arbolito navideño.
Ahora Dios le revela a Ezequiel la destrucción próxima de Jerusalén, por los siete ángeles que le acompañan en la triste tarea. Les dice: “Los verdugos de la ciudad han llegado y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir y llamó… el Eterno al varón vestido de lino [el ángel jefe que señala a los justos]… Pasa por el medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y ponles señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella… Matad… pero a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no os acercaréis; y comenzaréis por mi santuario. Comenzaron, pues, desde los varones ancianos que estaban delante del templo… aconteció que cuando ellos iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro, y clamé y dije: ¡Ah, Señor Eterno! ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén? Y me dijo: La maldad de la casa de Israel y de Judá es grande sobremanera… Así, pues, haré yo; mi ojo no perdonará… Y he aquí que el varón vestido de lino, que tenía el tintero a su cintura dijo: He hecho conforme a todo lo que me mandaste” (Ezequiel 9:1-11).
Llama la atención la similitud con lo que pasará en los tiempos del fin descrito en Apocalipsis. Allí también hay siete ángeles que desatan la destrucción futura sobre la tierra (Apocalipsis 8:1-13). Sin embargo, antes de la destrucción, también deben poner señal en la frente de los siervos de Dios (los miembros) para protegerlos junto con los suyos de las calamidades venideras (Ezequiel 7:2-4). Tal como eran sellados los israelitas fieles en los tiempos de Ezequiel, en Apocalipsis, es ahora el Israel espiritual que incluye a los gentiles incorporados a ella.
Una vez que empiezan a morir los habitantes, quizás por una plaga horrible, como en la noche de la Pascua en Egipto, Dios se apresta a abandonar su Templo. “Miré, y he aquí en la expansión que había sobre la cabeza de los querubines… un trono que se mostró sobre ellos. Y habló al varón vestido de lino, y le dijo: Entra en medio de las ruedas… Y los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube llenaba el atrio de adentro. Entonces la gloria del Eterno se elevó de encima del querubín… y la casa fue llena de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria del Eterno… Entonces la gloria del Eterno se elevó de encima del umbral de la casa, y se puso sobre los querubines. Y alzando los querubines sus alas… se pararon…y la gloria del Dios de Israel estaba por encima sobre ellos… Y se elevó de en medio de la ciudad, y se puso sobre el monte que está al oriente de la ciudad [el monte de los Olivos]” (Ezequiel 10:1-19; Ezequiel 11:23). Luego se eleva y sube al cielo.
Cuando se reconstruyó el templo en los tiempos de Esdras y Nehemías, nunca se ve la nube resplandeciente entrar de nuevo. Es interesante que la última vez que se ve, está posada sobre el monte de los olivos. Pero algo mejor llegó, Cristo, no a entrar como resplandor en el Templo sino ahora a vivir entre nosotros. Juan dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria [resplandor] gloria como del unigénito del Padre)” (Juan 1:14). Al finalizar su misión, Cristo se elevó al cielo del mismo lugar, el monte de los Olivos (Hechos 1:9-12). Ahora bien, cuando Cristo vuelva, sus pies se asentarán de nuevo en el mismo monte (Zacarías 14:3-4) y establecerá su reino y Templo en Jerusalén. En ese entonces, no tendremos sólo el resplandor de Dios, sino el mismo Dios, el Verbo o Cristo, que estará gobernando sobre la tierra en el Milenio.
El capítulo 11 es importante porque es una referencia a la casa de Israel que se encuentra exiliada y más allá del Éufrates. “Hijo de hombre, tus hermanos… los hombres de tu parentesco y toda la casa de Israel, toda ella es aquellos a quienes dijeron los moradores de Jerusalén: Alejaos del Eterno; a nosotros es dada la tierra en posesión” (Ezequiel 11:15). Dice el Nuevo Comentario Bíblico: “Tus hermanos se refieren a los compañeros exiliados de Judá que están junto a Ezequiel. Toda la casa de Israel se refiere a los descendientes de los que fueron transportados desde el norte de Israel [las 10 tribus norteñas] en 722 d.C. Los habitantes de Jerusalén se burlaban de ellos al considerar que Dios los había abandonado al pensar que dios sólo podía operar dentro de su territorio de Israel. “Alejarse” significa ser echado de su presencia, pero aquí, la promesa de Dios a la casa desterrada de Israel muestra que sigue con ellos” (p. 671).
Noten que, en estos capítulos, Dios a veces usa el término, “casa de Israel” para el remanente que huyó a Jerusalén o que estaban junto a Ezequiel y a veces se refiere a las 10 tribus que están todavía en Asiria del Norte, en ese entonces llamada Escitia, región al norte del Mar Negro.
Dios dice sobre las 10 tribus exiliadas de Asiria y los judíos ya exiliados a Babilonia: “Por tanto, di: Así ha dicho el Eterno el Señor: Aunque les he arrojado lejos entre las naciones [plural], y les he esparcido por las tierras, con todo eso les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen… Yo os recogeré de los pueblos, y os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos, y os daré la tierra de Israel. Y volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios (Ezequiel 11:16-20). Vemos que estas mismas expresiones en Ezequiel 36:9-38 se refieren a las condiciones en el Milenio, no antes. Dios todavía tiene en cuenta a estas 10 tribus de Israel, y aunque el mundo y otras iglesias lo ignoren, su verdadera iglesia mantiene estas preciosas verdades vigentes.