Un propósito más sublime para el matrimonio
Asombrosamente, la unión matrimonial, divinamente diseñada e instituida por Dios (Génesis 2:24), fue creada para representar de manera física el matrimonio entre Jesucristo y la Iglesia, es decir, la asamblea de quienes Dios ha llamado y se han convertido, conocidos también como verdaderos cristianos o santos.
El apóstol Pablo impartió instrucciones matrimoniales para una relación conyugal buena y saludable en Efesios 5. Hacia el final de este capítulo, él ofrece un vistazo del cumplimiento supremo de la relación marital: “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (vv. 30-32, énfasis nuestro).
El “gran misterio” consiste en que la unión matrimonial humana es una precursora del matrimonio de Cristo con su Novia, la Iglesia (2 Corintios 11:2; Apocalipsis 19:7-8). Pero esto no es todo lo que encierra este gran misterio.
La Jerusalén celestial y el matrimonio
Jesús nos muestra que el cumplimiento supremo de nuestro matrimonio con él, el Cordero, conducirá a todos a la Nueva Jerusalén que bajará del cielo. El apóstol Juan describió una visión de ese futuro, en la cual un ángel le dijo: “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios” (Apocalipsis 21:9-10).
Esto destaca el papel de los santos en la Nueva Jerusalén, pero sabemos también que esta ciudad celestial que todavía está por venir incluirá la salvación de todos los seres humanos que hayan vivido a través de los tiempos y que la deseen: “Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre” (Gálatas 4:26). Esto incluye la salvación de toda la humanidad que finalmente seguirá a Dios (vea 1 Timoteo 2:4; Juan 3:16-17).
Los santos de la Iglesia de esta era actual son las “primicias” de una cosecha considerablemente mayor de vidas humanas (vea Santiago 1:18), la siega mucho más grande que tendrá lugar durante el periodo de mil años del reinado de Cristo sobre las naciones y el último periodo de juicio que seguirá a continuación (Apocalipsis 20:4-6, 11-13).
Las Escrituras nos muestran que Cristo está ahora mismo preparando un lugar para los santos y para toda la humanidad en el futuro (Juan 14:2) en la Jerusalén celestial, la madre de todos los hijos espirituales, por toda la eternidad.
¡El matrimonio es para siempre!
La unión matrimonial fue diseñada para los seres humanos como un pacto entre esposo y esposa y entre ellos y Dios, y será cumplido finalmente cuando todos los seres humanos que deseen ser salvos disfruten una perfecta unidad en un pacto con Jesucristo y el Padre en el futuro (vea 1 Corintios 15:22-28; Apocalipsis 21:22). Esto es lo que el matrimonio humano está destinado a representar.
La unión matrimonial que experimentamos en nuestra vida física actual es un prototipo del matrimonio supremo de la humanidad con Cristo, que nunca tendrá fin (Efesios 5:31-32). Así, según el diseño y la voluntad de Dios, ¡la divina institución del matrimonio es para siempre! No las uniones matrimoniales actuales, sino el matrimonio mismo. (No obstante, indudablemente permaneceremos cerca de nuestro cónyuge terrenal y otros seres queridos en esta vida por toda la eternidad en la familia divina de Dios).BN