El propósito fundamental de la familia
A pesar de las distorsiones que ha sufrido a través de la historia de la humanidad, la familia se ha mantenido como el vínculo más confiable de unidad entre los seres humanos. Hablando en general, la familia de una persona es su apoyo a lo largo de la vida en maneras que nadie más puede ni desea hacerlo.
Desde el comienzo de la humanidad, Dios dejó en claro que él quería que el hombre y la mujer se uniesen para formar una familia. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:27-28).
Dios también instruyó a Adán y a Eva para que se uniesen físicamente y viviesen juntos, convirtiéndose en uno solo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).
Dios les da al esposo y a la esposa una familia: “Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte. Los hijos que le nacen a un hombre joven son como flechas en manos de un guerrero. ¡Qué feliz es el hombre que tiene su aljaba llena de ellos!” (Salmo 127:3-5, Nueva Traducción Viviente).
La familia, según Dios la diseñó, es una fuente de supremo gozo y placer continuo. Pero, ¿es la unidad familiar algo que solo se aplica a la vida física, o es acaso la representación de algo mucho más grande y glorioso? ¿Tiene Dios un propósito fundamental para la unidad familiar, que 7 mil millones de personas no conocen? Exploremos el magnífico propósito que Dios tiene para la familia.
La extraordinaria familia de Rut
Puede que sea una sorpresa para usted enterarse de que una de las familias más fieles del Antiguo Testamento comenzó con una mujer gentil llamada Rut y un israelita altamente respetado, Booz, con quien se casó. Ambos tenían una gran reputación. Rut se ganó la suya de manera difícil, rigurosa y sensata, y Booz se ganó el aprecio de su comunidad por manejar sus negocios de manera respetable, justa y consciente de las necesidades de los demás.
Rut comenzó de la nada, y permitió que su suegra y Dios la convirtieran en algo. Siendo una moabita que creció en medio de una religión falsa, Rut fue guiada a aprender acerca del verdadero Dios, y cuando lo hizo, abandonó a su familia y la religión moabita y adoptó las verdades santas de Dios.
Rut amaba a su suegra, quien por su parte amaba a Dios. Lo que Rut amaba en Noemí en realidad era Dios, porque el amor radiante del Eterno emanaba del carácter amoroso de Noemí. Cuando Rut perdió a su primer marido, quien era uno de los hijos de Noemí, ella se rehusó terminantemente a dejar a su suegra: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga el Eterno, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1:16-17).
La lealtad y la fidelidad caracterizaban la vida de Rut, y su belleza interior era un atributo de Dios, por haberse sometido incondicionalmente a él. ¡Porque no hay nada más hermoso en los seres humanos que vivir según las verdades santas del Dios Todopoderoso!
Dios transformó a Rut, aunque ella demostró tener buen carácter mucho antes de dejar su tierra natal. Ella fue maleable en las manos de Dios y él la transformó en un instrumento de misericordia, asegurándose de que se casara con el famoso Booz, quien era un ejemplo impecable de carácter justo. Con el tiempo, de este matrimonio entre un israelita y una gentil nació Isaí, el padre del rey David, y eventualmente, el Rey de reyes, Jesucristo (Rut 4:22; Mateo 1:5, 16).
La familia fiel de Felipe
El evangelista Felipe evidentemente tuvo una maravillosa familia, con profundas raíces en Dios y su Palabra. La poca información que se tiene de Felipe y su familia dice mucho. Él fue seleccionado por hermanos con gran discernimiento, y ordenado como diácono en la Iglesia primitiva de Jerusalén:
“En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del espíritu santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.
“Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos” (Hechos 6:1-6, énfasis nuestro en todo este artículo).
Felipe es el segundo diácono mencionado en el Nuevo Testamento, después de Esteban, quien murió martirizado (Hechos 7). Felipe fue además un predicador muy eficaz de la verdad de Dios, y muchas personas fueron llamadas mediante sus enseñanzas y observaron cómo Dios llevó a cabo milagros a través de él (Hechos 8:5-13).
Más tarde vemos que el autor de Hechos se refiere a Felipe como a un “evangelista” (Hechos 21:8). En el versículo siguiente se registra que sus cuatro hijas profetizaban (v. 9), insinuando que todas, habiendo sido instruidas por su fiel padre, conocían a cabalidad la verdad de Dios. Y aun cuando nada se dice directamente con respecto a la esposa de Felipe, parece razonable asumir que ella también tuvo mucho que ver con esta extraordinaria familia. Dios elogia grandemente a la familia de Felipe por su dedicada actitud y forma de actuar.
Es evidente que la familia terrenal, que fue diseñada por Dios como una institución para nuestra instrucción espiritual, es muy importante para él. Pero esta familia humana, a pesar de lo maravillosa e importante que puede ser, es eclipsada por otra familia, la familia de Dios.
La familia que Dios engendró en la Tierra
Dios es una familia, y él tiene una familia en la Tierra (Efesios 1:5; 3:14-15). En el presente, la familia divina de Dios está compuesta por el Padre y el Hijo (Romanos 1:1-4; Hebreos 1:1-2; Mateo 3:17). Además, la familia espiritual de Dios también está compuesta por los santos de Dios — es decir, los verdaderos cristianos: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Romanos 8:14, Nueva Versión Internacional).
El libro de Hebreos habla de la familia de Dios, diciendo: “Sin embargo, vemos a Jesús, que fue hecho un poco inferior a los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos.
“En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos. Tanto el que santifica comolos que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:9-11, NVI).
El apóstol Pablo muestra además que la familia espiritual que Dios ha engendrado, constituida de hijos e hijas, se sentará junto a Cristo en el trono de Dios. Si bien permanecemos físicamente en esta Tierra, somos presentados como aquellos que morarán con Cristo gracias a su sacrificio:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales” (Efesios 2:4-6, NVI). Dios se refiere a aquello que él ha planeado, pero que aún no ha acontecido, como algo que ya ocurrió (compare con Romanos 4:17).
Así, vemos en las Escrituras que Dios tiene una familia aquí en la Tierra, compuesta por sus hijos e hijas. Éstos se han arrepentido de sus pecados y se han comprometido a obedecerle, han puesto su fe en él, han creído en sus promesas, se han bautizado en agua para luego emerger de ese “sepulcro líquido”, y han recibido su Espíritu Santo mediante la imposición de manos de un ministro de Cristo. (Para aprender más al respecto, solicite nuestro folleto gratuito Transforme su vida: La verdadera conversión cristiana).
El propósito fundamental de la familia
Parte de la ingeniosa comunicación de Dios con la humanidad se lleva a cabo mediante modelos físicos que representan realidades espirituales. Por ejemplo, las Escrituras describen nuestros cuerpos como templos físicos (2 Corintios 5:1) y también describen a la Iglesia como un templo (1 Corintios 3:16). Dios usa diferentes símbolos para representar la realidad divina, espiritual e inmortal de su plan de salvación.
Así es también el matrimonio. Las relaciones maritales y familiares que los seres humanos tienen el privilegio de disfrutar son simplemente modelos o tipos de la familia espiritual de Dios y de la boda venidera de Jesucristo con su pueblo transformado (Apocalipsis 19:7).
Tanto Jesucristo como los santos de Dios son hijos de Dios, siendo Cristo su Hijo primogénito, el primero en haber sido elevado a la gloria divina (a pesar de que él también preexistió en gloria antes de su vida humana, al contrario de todos nosotros. Lea nuestro folleto gratuito La verdadera historia de Jesucristo). La unión de Jesucristo con la Iglesia del nuevo pacto es representada por la Jerusalén celestial, donde Dios considera que su familia estará sentada. Esta “Jerusalén de arriba” es “la madre de todos nosotros” (Gálatas 4:26), y Dios será nuestro padre por toda la eternidad.
Eventualmente, después de dos períodos de gran salvación —el reino de 1 000 años de Cristo y el subsecuente juicio del gran trono blanco (Apocalipsis 20:4-6, 11-13), Dios el Padre traerá la Nueva Jerusalén a una Tierra renovada, y Cristo le presentará a los miles de millones de hijos de Dios que habrán sido salvados.
El apóstol Pablo describe bien este acontecimiento, mostrando el orden de las personas que serán elevadas a la gloria: “Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre . . .” (1 Corintios 15:23-24).
Por lo tanto, el propósito fundamental de la familia sobre la Tierra es el de proveer una gran familia espiritual y divina para Dios por toda la eternidad.Por ello es que la importancia de la familia física es tan vital para Dios y para nosotros. Cuando comprendemos el propósito fundamental por el cual Dios estableció nuestras familias humanas, adquirimos paz y seguridad y podemos superar la tendencia egoísta de considerar a los hijos como obstáculos o molestias.
También podemos aceptar con mayor facilidad las oportunidades que Dios nos da para dedicarnos diariamente al bienestar de nuestros pequeños. Esto nos traerá gozo y otras recompensas, algunas inmediatas y otras posteriores. Pero todos los seres humanos tenemos una naturaleza humana que lucha contra nosotros, como un enemigo al que debemos vencer. Y podemos vencerlo, por medio de la oración a Dios y la meditación en su Palabra, además de la fortaleza y el consuelo que provienen del Padre y Cristo a través del Espíritu Santo.
La unidad familiar nos ayuda a afianzar la relación conyugal. La relación familiar tiene un propósito fundamental: que todos aquellos que estén dispuestos, lleguen a formar parte de la familia divina de Dios. Ahora usted conoce el propósito fundamental de la unidad familiar. ¡Y con ese conocimiento glorioso, puede ayudar a afianzar su propia familia en la paz del Príncipe de Paz, Cristo Jesús!