Un mundo en crisis: ¿Qué es lo que se avecina?

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Un mundo en crisis: ¿Qué es lo que se avecina?

Para mí, el año 2020 comenzó con un vuelo a Hong Kong el 1 de enero. Decenas de miles de manifestantes se encontraban en las calles de la ciudad aquel día, después de un mes de protestas contra el Partido Comunista Chino (PCCh). Cuatro días después nuestro grupo voló de vuelta a los Estados Unidos, justo cuando China admitía ante el mundo que una nueva cepa de virus llamada covid-19 se había escapado de su control en la ciudad de Wuhan y representaba una seria amenaza.

Fue un comienzo siniestro del que se convertiría en el año más tumultuoso de la historia reciente. A medida que nos acercamos al final de este año, este es un buen momento para examinar lo que ha sucedido en el panorama mundial y comprender lo que ello significa en el contexto más amplio de la profecía bíblica y el propósito de Dios en la historia. Ninguno de los sucesos de este año ocurrió en un vacío, aislado de la participación divina.

Muchos se preguntan, y con mucha razón, si estamos llegando al momento de la intervención de Cristo en los asuntos mundiales para establecer el Reino de Dios en la Tierra.

Visión del profeta bíblico Habacuc

A lo largo del año, a menudo he recordado un pasaje de la profecía bíblica acerca del gobierno de Dios sobre las naciones. En el libro de Habacuc el profeta ve a Dios en visión, de pie entre las naciones, mientras estas se hallan en crisis y son sacudidas por los acontecimientos. Él escribe: “He oído todo acerca de ti, Señor. Estoy maravillado por tus hechos asombrosos. En este momento de profunda necesidad, ayúdanos otra vez como lo hiciste en el pasado. Y en tu enojo, recuerda tu misericordia. ¡Veo a Dios cruzando el desierto de Edom, el Santo viene desde el Monte Parán! Su brillante esplendor llena los cielos, y la tierra se llena de su alabanza. Su llegada es tan radiante como la salida del sol. Rayos de luz salen de sus manos, donde se esconde su imponente poder. La pestilencia marcha delante de él; la plaga lo sigue de cerca. Cuando él se detiene, la tierra se estremece. Cuando mira, las naciones tiemblan. Él derrumba las montañas perpetuas y arrasa las antiguas colinas. ¡Él es el Eterno!” (Habacuc 3:2-6, Nueva Traducción Viviente).

Esta visión muestra a Dios marchando entre las naciones y ejecutando juicio. Es como si estuviera haciendo un balance, una medición de los acontecimientos entre los pueblos de la Tierra. Hay agitación y estremecimiento entre las naciones y, curiosamente, peste y plaga. Ciertas cosas que parecen seguras e inamovibles, como montañas y colinas, se hacen añicos y se desmoronan.

La escena muestra un enorme caos entre las naciones. Dios está juzgando en lo que parece ser un preludio de más eventos que están por venir. Este relato nos dice que Dios está siempre presente, y que nada escapa a su conocimiento. Él es el juez de toda la Tierra, y su propósito en la historia y la profecía se desarrolla a su ritmo y de acuerdo a su propio calendario.

Esta imagen tiene la intención de consolarnos, ya que podríamos “temblar” frente a la incertidumbre de los acontecimientos de este año, preguntándonos qué nos espera y ansiando un retorno a la “normalidad”, cualquiera que esta sea. También procura darnos esperanza en un momento conflictivo. Examinemos algunos de estos “temblores” entre las naciones de hoy.

El covid-19 y sus consecuencias

Mientras escribo esto (a principios de septiembre), vemos que muchas naciones están saliendo del cierre mundial decretado en marzo en respuesta a la amenaza de cientos de miles, incluso millones de muertes proyectadas por la pandemia del covid-19. El mundo rápidamente suspendió viajes, cerró negocios y restaurantes, y canceló deportes y actividades de esparcimiento para contener el virus.

En el plazo de un mes, millones de personas quedaron desempleadas. Las naciones organizaron masivos esfuerzos médicos para diagnosticar, tratar y manejar este nuevo virus para el cual no había cura ni vacuna conocida. Felizmente, las muertes reales fueron muy inferiores a las proyectadas y el mundo se está reabriendo gradualmente.

Pero algo peor sucedió: las consecuencias económicas de la pandemia y el cierre son enormes. Nos invade el temor a una depresión al tiempo que persiste la realidad de una recesión. El desempleo sigue siendo alto y parece que muchos segmentos de la economía se recuperarán muy lentamente, si es que llegan a recuperarse. Miles de restaurantes han cerrado sus puertas, y aquellos que han reabierto lo han hecho con capacidad muy reducida debido a las reglas de distanciamiento social. Muchos negocios pequeños que proveen servicios básicos no soportaron el cierre a pesar de los billones de dólares de ayuda gubernamental. Los comerciantes minoristas privados, e incluso grandes cadenas de negocios que han funcionado por décadas, se han declarado en bancarrota. Las aerolíneas, los hoteles y la industria de turismo y de convenciones no esperan reponerse y volver a los niveles prepandémicos por años.

A pesar de todo esto, la Bolsa de Nueva York tuvo una buena racha a finales del verano al superar los 29 000 puntos, cerca de su máximo histórico alcanzado a principios de año, lo cual es una paradoja. ¿Se hundirá la economía mundial en una recesión prolongada, o peor aún, en una depresión? ¿O se recuperará más rápido de lo esperado gracias a una demanda reprimida y la resiliencia de los mercados, la manufactura y la tecnología? Si se descubre una vacuna, la economía mundial podría empezar a reponerse más rápido de lo esperado.

Pero el daño ya está hecho, y en estos momentos el efecto de la creciente deuda de Estados Unidos es incalculable. Esta nación, y en cierta medida el resto del mundo, continúa desafiando la ley de gravedad de la sólida teoría económica. Esto es un testimonio de la gran riqueza económica del mundo desarrollado y, como ya dijimos, de la intervención de Dios incluso en los asuntos financieros. El impacto mental y el trastorno económico y social causados por la pandemia aún están por determinarse. El confinamiento de las familias y el cierre de las escuelas han creado condiciones en las que el abuso de mujeres, ancianos y niños puede perpetrarse sin ser detectado. Los funcionarios de salud temen ver un aumento de suicidios y trastornos mentales entre los grupos más jóvenes de la población, como los adolescentes y los hombres blancos de mediana edad.

¿Dominará China?

El virus se originó en China, y el gobierno de este país negó el peligro y se mantuvo al margen mientras turistas, trabajadores y empresarios chinos propagaban el virus en todo el mundo por medio del transporte moderno.

La pregunta es hasta qué punto China aprovechará esta crisis y continuará su campaña para lograr ejercer dominio en Asia, el Medio Oriente, e incluso en los Estados Unidos. La ambición de China de convertirse en el número uno del mundo no es ningún secreto. Si sus líderes logran su objetivo, se desataría una crisis importante no solo para Estados Unidos sino también para Europa, el resto de Asia y el mundo.

Un reciente informe del Departamento de Defensa de los Estados Unidos sobre el ejército chino reveló el crecimiento de las fuerzas armadas de China. Este país es la potencia militar de más rápido crecimiento en el mundo actual y recientemente alcanzó el objetivo de construir la flota marítima más grande del mundo. Para 2035, China podría ser la potencia global dominante. Para lograrlo debe ser capaz de proyectar su poder en todo el orbe, algo que actualmente no puede hacer porque carece de las bases militares necesarias. Por el contrario, Estados Unidos tiene 80 bases alrededor del mundo, lo que le da una considerable ventaja sobre China. Pero la nación asiática sigue creciendo en cada categoría de importancia con la intención de superar a Estados Unidos. Esto tiene una influencia desestabilizadora en Asia y en las áreas al oeste donde China se está expandiendo.

A principios de este año China tomó drásticas medidas contra Hong Kong, imponiendo cambios en la ley que hacen que cualquier disidencia contra el Partido Comunista sea un crimen. Las protestas en Hong Kong casi han desaparecido, y cuando se producen, es bajo una mirada mucho más atenta de las autoridades y con acciones punitivas más estrictas. El Hong Kong que visité en enero ya no existe.

El siguiente paso que China podría dar para reafirmar su control es apoderarse de Taiwán, el estado separado de la China continental por el estrecho de Taiwán, de 322 km de ancho. La independencia de Taiwán ha sido una espina clavada durante décadas en el costado del PCCh. Taiwán está protegido por tratados con los Estados Unidos que se remontan a 1982, pero si los chinos comunistas invadieran la isla, y se sabe que tienen planes para ello, ¿acudirían los Estados Unidos o cualquier otra nación a defender a los taiwaneses?

China podría eliminar las bases estadounidenses y mantener a raya a la marina de guerra de Estados Unidos si decidiera invadir Taiwán, y esta amenaza podría tener éxito: el mundo no hizo nada mientras China aplastó la disidencia en Hong Kong. ¿Será que los chinos han calculado que otras naciones se quedarán nuevamente al margen y no harán nada en caso de que anexen a Taiwán?

Este podría ser el próximo chispazo en la región, capaz de desatar una crisis de grandes proporciones para las naciones asiáticas y para el dominio de Estados Unidos en el Pacífico.

Las ambiciones de China son reales y de gran alcance. Esta nación está extendiendo su influencia más allá de África y el Medio Oriente. A través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta ha hecho préstamos y construido infraestructuras en las naciones africanas, dándoles acceso a la extracción de valiosos minerales y otros recursos naturales, al tiempo que ha ganado influencia territorial que le permite la proyección de su poder. Las relaciones de China con Irán reflejan el deseo de prestar un valioso apoyo a un país maniatado por las sanciones estadounidenses y considerado un paria por los otros Estados musulmanes de la zona. Las acciones de Irán han puesto en peligro la región, influyendo incluso en el reciente acuerdo de paz entre los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y el Estado de Israel. La influencia de China sobre Irán desestabiliza una vez más el delicado equilibrio de la política del Medio Oriente.

Estabilidad asiática

Los objetivos de China de dominar en Asia son contraproducentes para los intereses de Estados Unidos, Australia, India y otras naciones. La forma en que se gestione este conflicto afectará al comercio mundial. Mi viaje a Hong Kong este año incluyó una escala en Singapur y una oportunidad para entender mejor la economía global.

Singapur se encuentra a lo largo del estrecho de Malaca y es el segundo puerto más grande del mundo. El transporte marítimo entre China, Japón y Occidente fluye a través de esta región. Es además el quinto centro bancario más grande del mundo. Singapur, clave para la estabilidad de Asia, no aprecia las ambiciones de China ni el conflicto entre Estados Unidos y China y no quiere elegir un bando en esta batalla. Ansía orden y estabilidad para cumplir un papel histórico que es un legado de la colonización británica en los siglos xix y xx.

Durante mi estancia en Singapur, mis conversaciones con los habitantes del lugar revelaron claramente sus sentimientos positivos hacia los Estados Unidos y otras partes del mundo de habla inglesa. Singapur no quiere que una potencia asiática dominante vuelva a abrirse camino, ya que recuerda muy bien la Segunda Guerra Mundial y la invasión japonesa. Singapur entiende que Estados Unidos debe permanecer enfocado en Asia y mantener una fuerte presencia naval, y al mismo tiempo sabe que una “guerra fría” entre China y Estados Unidos sería desastrosa. Naciones como Singapur, Filipinas, Vietnam y otras se benefician de una fuerte presencia estadounidense que impide el dominio de China.

Volví de mi viaje a Asia, que se extendió desde fines de 2019 hasta principios de 2020, con una mejor comprensión del rol de Estados Unidos en Asia y el mundo, y también con una creciente sensación de que los acontecimientos probablemente harán que ese rol continúe a corto plazo.

La revelación de Dios en la Biblia proporciona información crucial sobre el papel de la geopolítica en el mundo moderno. Las naciones angloparlantes de Estados Unidos y Gran Bretaña han tenido un impacto significativo no solo en las naciones asiáticas, sino también sobre el equilibrio global de poder en nuestro tiempo. Para entender lo que surgirá del actual período de crisis de 2020 debemos basarnos en las promesas proféticas de Dios a los patriarcas bíblicos Abraham, Isaac, Jacob y José.

Los historiadores y expertos geopolíticos de hoy en día carecen de esta comprensión crucial. A esto se debe que ni siquiera los más capacitados de ellos logren discernir por qué se producen ciertos acontecimientos importantes y adónde conducirán. La profecía bíblica es una clave para entender los tiempos actuales y los eventos mundiales futuros, y un ejemplo de ello es China y el orden global emergente. El objetivo principal de China debe conformarse a lo que la profecía bíblica revela, y esta muestra que China no será la potencia mundial dominante al final de los tiempos. Si bien la creciente influencia de China indudablemente tendrá un gran peso, otra potencia global surgirá de un tiempo de crisis que asombrará al mundo (vea nuestras guías de estudio gratuitas El Apocalipsis sin velos y ¿Estamos viviendo en los últimos días?). Para comprender mejor esto debemos analizar otra tendencia actual poco comprendida.

Globalismo en marcha

En los últimos cuatro años hemos observado la firme marcha hacia un nuevo orden mundial que se ha visto algo obstaculizado por la elección del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y sus políticas. El énfasis del presidente Trump en los intereses globales de los Estados Unidos ha sido una espina en el costado de aquellos líderes mundiales que han estado dirigiendo el mundo hacia una unión cada vez más estrecha de naciones sin las restricciones impuestas por las fronteras, leyes e intereses nacionales y locales.

La política exterior de los Estados Unidos ha criticado a las Naciones Unidas, a la OTAN, y más recientemente durante la pandemia, a la Organización Mundial de la Salud. Un gran número de tropas han sido retiradas de Irak y Alemania. El histórico y trascendental pacto comercial del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre los Estados Unidos, Canadá y México, fue renegociado a fin de lograr términos más favorables para los fabricantes y trabajadores estadounidenses.

Las políticas de la administración Trump han desviado temporalmente el deseo de eliminar las fronteras nacionales –esencialmente los Estados nación modernos– y crear un orden mundial único dirigido por organismos transnacionales encargados de la justicia, la economía y la política. Esto ha contribuido a generar sentimientos hostiles hacia el presidente y ha creado incertidumbre sobre el compromiso de los Estados Unidos con los tratados que sostienen el proyecto mundial.

Añádase a esto la decisión de Gran Bretaña de abandonar la Unión Europea, prevista para finales de año. El deseo de Gran Bretaña de conservar su autonomía en el comercio y la política mundiales, pero aparte de la cambiante burocracia de la UE, ha presionado a Europa para que reevalúe su intención de crear una unión cada vez más estrecha de Estados que actúen según un solo acuerdo.

El futuro del Reino Unido en el comercio y las alianzas mundiales encierra la posibilidad de una unión más cercana con sus otros grandes socios de la Mancomunidad de Naciones (Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Si Estados Unidos llegara a integrar una alianza de países angloparlantes, el mundo podría ser testigo de la creación de un bloque de Estados con un PBI (Producto Bruto Interno) que, combinado, duplicaría el de la Unión Europea.

Estos dos acontecimientos –la reafirmación por parte de Estados Unidos de sus propios intereses nacionales como prioridad, y el brexit– representan un gran obstáculo para quienes desean crear un orden mundial basado en normas transnacionales. Este objetivo de los líderes y pensadores en los escaños de poder es un deseo utópico de larga data: el sueño de una paz mundial bajo un régimen mundial benévolo.

La UE es el mejor ejemplo de esto. Trátese de la lucha entre naciones, la pobreza, las enfermedades o el cambio climático global, sus ideales consideran que las soluciones a problemas universales tan enormes solo pueden encontrarse en un poderoso superestado en el que se abandonen los intereses nacionales en aras de un bien mayor.

Este proyecto mundial, que se ha estado gestando desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se ha visto impedido por estos dos acontecimientos en los últimos cinco años. Debido a que Estados Unidos es la potencia dominante, su participación es fundamental para los objetivos de este orden mundial. Los expertos entienden que para que dicho sistema entre en vigor, Estados Unidos tendría que replantearse y ceder voluntariamente su soberanía nacional a tal potencia global. Pero el actual dominio geopolítico de los Estados Unidos, junto con las políticas de la actual administración, impiden que esto suceda en este momento.

Sin embargo, el panorama podría cambiar rápidamente. Un presidente y una administración diferentes podrían alterar el curso actual y restablecer políticas que permitirían que Estados Unidos sea absorbido por las fuerzas del globalismo. Un cambio financiero provocado por la excesiva deuda de Estados Unidos podría hacer que este perdiera su supremacía económica.

O una nueva potencia en Europa, una con profundas raíces históricas que se remonten a la época del Imperio romano, podría resucitar y presentarse como la fuerza para restaurar el orden en un mundo en crisis y sustituir a Estados Unidos y las naciones de habla inglesa en el orden mundial. Esto llevaría a lo que la Biblia describe como “tiempo de angustia para Jacob” (Jeremías 30:7), un tiempo durante el cual las principales naciones de habla inglesa parecen “desaparecer” de la línea de tiempo profética de la Biblia como la fuerza histórica para el bien del mundo.

La crisis de Estados Unidos

Este último escenario es precisamente lo que la profecía bíblica predice. Podríamos muy bien estar presenciando las causas sistémicas de tal colapso, las cuales han surgido de las organizaciones políticas de Estados Unidos en 2020. Desde mayo, muchas de las principales ciudades estadounidenses han visto cómo la anarquía se ha apoderado de las calles. Disturbios por motivos raciales en Mineápolis, Seattle, Portland, Chicago y Nueva York han dejado al descubierto una masa cancerosa de corrupción social interna que amenaza con destruir la nación desde dentro.

En nombre de la justicia social y de la resistencia al “racismo sistémico”, Estados Unidos ha sido lanzado a un período de agitación que constituye la mayor amenaza para la cohesión social en el último medio siglo. La putrefacción de la corrupción política, la decadencia social y el fracaso institucional ha quedado al descubierto de manera impactante ante una generación entrada en años, con suficiente memoria para entender la amenaza de tal comportamiento.

El mundo en general ha contemplado lo que está sucediendo y se pregunta si Estados Unidos tendrá suficiente autoconciencia y fuerza de carácter nacional para recuperarse y seguir adelante como líder mundial. Si el autodesprecio y la anarquía continúan dominando, la capacidad de Estados Unidos para liderar al mundo podría verse gravemente disminuida.

La descripción que hace el profeta Isaías de la agonía de una nación es siniestramente similar a los titulares de los Estados Unidos de hoy: “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron al Eterno, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños” (Isaías 1:4-7).

Tal vez una de las mayores crisis del mundo actual sea este escenario de polarización y disturbios civiles sin precedentes en los Estados Unidos. Las acusaciones de que Estados Unidos es irremediablemente racista y de que su historia es la de una sociedad malvada que lo único que ha hecho es empeorar el mundo, lo están llevando al borde de una división nacional irreversible. Si esta campaña de falsedades continúa, sofocará el espíritu de un pueblo que ha defendido la libertad y la justicia a lo largo de su historia excepcional, aunque imperfecta. Estados Unidos ha tenido graves defectos, pero es la única nación en la historia que ha consagrado los valores y principios de la libertad en sus documentos fundamentales.

La Declaración de Independencia de los Estados Unidos afirma que “todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables”. Sus más de 240 años de historia son la crónica de un pueblo que procura crear una sociedad en la que se logre este noble y sublime objetivo. Ha luchado por sí mismo por estos ideales y dos veces ha ido a la guerra en Europa para liberar a otras naciones de gobiernos totalitarios que intentaban aplastar esos ideales en su ambición de conquista mundial.

Si en este momento Estados Unidos logra ser engañado y convencido de que es irremediablemente racista, injusto e indigno de dirigir, se creará un vacío de liderazgo en el mundo. Dentro de ese vacío se establecerá una potencia mundial que prometerá paz y orden, pero esa potencia, como revela la profecía bíblica, aplastará a todos los que se le opongan. Esto es lo que vemos al evaluar cómo se ha reconfigurado el mundo en 2020.

Esta es su oportunidad

Si el mundo a finales de 2020 está en un momento de pausa como el descrito en Habacuc, donde Dios está midiendo a las naciones asombradas, quiere decir que cada uno de nosotros tiene a su disposición una oportunidad.

Ahora es el momento de buscar la comprensión y ayuda de Dios. Es hora de que lo busque con todo su corazón y de que pida perdón al Dios de la gracia y la misericordia. Mediante Las Buenas Noticias usted está recibiendo un mensaje de advertencia y un llamado a entender al verdadero Dios y a su Hijo, Jesús de Nazaret. Se le está ofreciendo la oportunidad de conocer a este Dios en toda su plenitud y también el propósito que él tiene para su vida. Al fin y al cabo, Dios es quien gobierna las naciones y está dirigiendo toda la historia para que se cumpla su propósito. Lo que estamos viendo en los acontecimientos mundiales de hoy es más que un ciclo histórico de intereses políticos y nacionales.

¡Estamos viendo los capítulos finales de la experiencia humana que conducen al momento mismo de la aparición gloriosa de Jesucristo en su segunda venida! En aquel momento él traerá a esta Tierra el Reino de Dios para reemplazar a todos los reinos de este mundo. Las Buenas Noticias presenta las claves bíblicas de entendimiento que pueden conducirlo a someter fielmente su vida a Cristo, el Rey de ese reino venidero. Esas claves le muestran el camino para someter su vida a él hoy y confiar en que él, el Cristo viviente, es el juez apostado en el umbral celestial esperando que el Padre le dé la orden de intervenir visiblemente y a escala mundial en la historia.

Comencé este artículo con la visión del profeta Habacuc. Volvamos al final de esa visión sobre el juicio de Dios y su intervención. A pesar del tiempo de prueba, el profeta concluye con estas palabras: “Con todo, yo me alegraré en el Eterno, y me gozaré en el Dios de mi salvación. El Eterno el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de cierva, y en mis alturas me hace andar” (Habacuc 3:18-19).

Ahora es el momento en nuestra vida de que caminemos con Dios el Señor y con Jesús el Cristo, con fuerza y confianza. Sin importar lo que nos deparen los próximos meses, ¡Dios está dirigiendo la historia y conduciéndola hacia el día en que Cristo aparecerá en la gloria de su reino! BN