Siete formas constructivas de combatir la soledad

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Siete formas constructivas de combatir la soledad

En una conversación telefónica, una amiga me decía entre sollozos: “Me siento tan sola y deprimida”. Unos meses antes, ciertos problemas de salud la habían obligado a renunciar a su trabajo y permanecer básicamente confinada en su casa. Su esposo, debido a la clase de empleo que tenía, debía viajar cinco días de la semana, y sus tres hijos adultos viven en otros lugares. “Hace años que no recibo visitas”, continuó, “y casi ninguno de mis amigos me ha llamado para saber cómo estoy. Mi esposo nunca puede hablar mucho cuando llama porque está bajo mucha presión en su trabajo. Es como si tuviera que enfrentar mis problemas yo sola”.

Mi amiga no es la única persona que se encuentra en  esta situación. La soledad es un problema característico de nuestra época, y muchas personas luchan con episodios de soledad al menos ocasionales. Puede que pasemos por periodos en los que ansiamos compañía, pero pareciera que nadie tiene un poco de tiempo para dedicarnos. Quizá conozcamos a muchas personas, pero nadie a quien podamos considerar realmente un buen amigo o en el que podamos apoyarnos para tener compañía. La soledad puede ser un problema genuino de aislamiento, o puede que a pesar de estar rodeados de otras personas sintamos que es imposible relacionarnos con ellas a un nivel significativo.

A menudo la soledad puede ser provocada por cambios en nuestra vida personal; por ejemplo, la muerte de un ser querido, la disolución de un matrimonio o de una amistad muy cercana, el alejamiento de buenos amigos o parientes, una mudanza a otra ciudad o estado, o el comienzo de  una etapa diferente de la vida (como cuando el nido queda vacío o nos jubilamos del trabajo). Este tipo de soledad suele ser temporal y termina cuando se inician nuevas relaciones.

Otras veces, la soledad refleja ciertas tendencias sociales. La carga de trabajo ha aumentado drásticamente en los últimos años y muchas personas piensan que ya no tienen tiempo para los amigos. Cambiamos frecuentemente de trabajo y nos trasladamos a otros lugares, dejando atrás familiares y amigos. Cada vez son más los empleados que trabajan desde sus casas, lo que tiene sus ventajas pero también disminuye las oportunidades de entablar amistades en el lugar de trabajo. La mayoría de la gente ya casi no se relaciona con sus vecinos o ni siquiera los conoce. Para mantenernos en contacto, con frecuencia nos valemos de las tecnologías digitales en lugar de la comunicación cara a cara, lo que da lugar a relaciones menos profundas. Al vivir de esta manera, la soledad puede convertirse en una afección crónica.

Este no fue el plan original de Dios. Él nos creó para ser criaturas sociales, para relacionarnos con los demás. Génesis 2:18 nos dice: “No es bueno que el hombre esté solo”. Eclesiastés 4:9-12 dice que “dos son mejor que uno”, y que la compañía proporciona apoyo para afrontar las dificultades. Necesitamos relaciones cálidas y afectuosas con amigos y familiares.

Sin embargo, aunque la soledad es una tendencia creciente, usted no tiene por qué ser una cifra más de las estadísticas. Puede tomar medidas efectivas para aumentar y profundizar sus relaciones con los demás, e incluso convertir los periodos de soledad en oportunidades de crecimiento. A continuación presentamos siete sugerencias:

1. Busque oportunidades que propicien el desarrollo de relaciones cercanas.

Las amistades rara vez surgen como resultado de un encuentro casual, así que es útil proponerse desarrollarlas. Una de las mejores oportunidades es asistir con regularidad a los servicios de la iglesia. Hebreos 10:25 hace hincapié en la importancia de “no dejar de congregarnos”. No solo debemos asistir para escuchar los mensajes, sino además para disfrutar de la camaradería después de los servicios y asistir a cualquier actividad social que se organice en la iglesia. Formar parte de una comunidad de personas que tienen las mismas creencias fundamentales es un eficaz antídoto contra la soledad.

Considere también la posibilidad de unirse a un equipo recreativo local, un gimnasio, un club de debate de libros, un club de jardinería u otro grupo de interés especial. O bien organice sus propias actividades. A lo largo de los años, he organizado regularmente eventos femeninos en mi casa: disfrutar un té por la tarde, una tarde de spa en casa, clases de cocina y repostería, lecciones de elaboración de conservas y demostraciones de fabricación de jabón. Participar con otras personas en aficiones y actividades sociales puede ayudar a establecer vínculos con ellas. Si no conoce a nadie que organice este tipo de eventos, propóngase iniciarlos y hacerlos realidad. Si la edad o los problemas de salud hacen que permanezca la mayor parte del tiempo confinada en casa, considere la posibilidad de invitar personas a tomar un café y un postre, siempre que esté en condiciones de hacerlo.

2. Enfoque su atención en los que necesitan ayuda.

La Biblia nos anima a atender las necesidades de otros además de las nuestras (Filipenses 2:4). Si conoce a alguien que está pasando por una situación difícil, envíele una tarjeta que lo alegre o llámelo para saludarlo. Pregúntele a su pastor si sabe de personas que permanecen solas por mucho tiempo o que estén enfermas, a quienes les vendría bien una reanimadora visita (Santiago 1:27). O trabaje como voluntario en un albergue para personas sin hogar, en una residencia de ancianos o en un hospicio. El hecho de mostrar nuestro apoyo a los demás no solo los anima, sino que también nos ayuda a sentirnos más unidos a ellos, lo que a su vez contribuye a aliviar nuestra propia soledad.

3. Reevalúe sus compromisos de tiempo.

Si siempre está ocupado y cree que no tiene tiempo para los amigos, reevalúe su agenda para que pueda crear y mantener este tipo de vínculos. Examine su horario semanal y pregúntese: ¿Realmente necesito trabajar tanto? ¿Puedo reducir las horas de trabajo para no estar tan ocupado? ¿Hay áreas de mi vida que están consumiendo gran cantidad de tiempo y que deberían ser menos prioritarias?

Sin duda necesitamos trabajar para poder pagar nuestras cuentas, y a veces hasta hace falta un segundo trabajo para tener estabilidad económica. En el momento en que empezamos a trabajar muchas horas extras solo para comprar más “cosas”, es cuando debemos reflexionar acerca de cuánto tiempo dedicamos al trabajo. Efesios 5:16 nos dice que “aprovechemos” nuestro tiempo al máximo. Dios no quiere que estemos tan ocupados o que trabajemos tantas horas adicionales al punto de que no podamos mantener una conversación sincera con un familiar, disponer de suficiente tiempo para visitar a una viuda solitaria, o salir a comer y conversar con un buen amigo.

4. Aléjese de sus dispositivos digitales.

Otra forma de “redimir el tiempo” y fomentar amistades es limitar las horas que dedicamos al entretenimiento tecnológico. Hoy en día mucha gente invierte bastante tiempo en lo que podríamos denominar “modo entretenimiento”: consultando las publicaciones de las redes sociales, jugando videojuegos o simplemente navegando sin rumbo por Internet. Nuestros teléfonos inteligentes y dispositivos tecnológicos están siempre a nuestro alcance y es fácil que este tipo distracciones nos absorban.

Para ser objetivos, las redes sociales pueden ayudarnos a sentirnos conectados. Pero a menudo es algo superficial y desde luego no sustituye el contacto personal, ni tampoco las llamadas telefónicas. Actualizar el perfil personal en las redes sobre las vacaciones o los restaurantes visitados para obtener algunos “me gusta” difícilmente puede considerarse una interacción social significativa. A veces, además, ver las publicaciones en las redes sociales de otras personas sobre sus fiestas (a las que no hemos sido invitados) puede causar un sentimiento de exclusión, intensificando nuestros sentimientos de soledad.

¿Y qué tal si usted no usa redes sociales, pero lo seducen los juegos en línea? Lo preocupante de esto es que se trata de un entretenimiento pasivo, lo que significa que está “atrapado” por un dispositivo digital y no interactuando con otra persona (como ocurriría si, por ejemplo, estuviera disfrutando un juego de mesa), lo que le resta interacciones reales con su familia y amigos.

Esto no quiere decir que debamos desechar por completo la tecnología. Pero si empezamos a sentir que no tenemos contacto “real” con nadie, o si pasamos más tiempo socializando en línea que en persona, entonces definitivamente es el momento de empezar a limitar nuestro uso del entretenimiento tecnológico.

5. Programe “citas telefónicas”.

He vivido en cinco estados diferentes. En consecuencia, muchas de las personas más importantes para mí viven lejos y rara vez podemos vernos. Y aunque en mi caso el contacto personal siempre ha sido la mejor forma de satisfacer mi “necesidad de gente”, hablar por teléfono contribuye a aliviar la soledad.

Recomiendo programar este tipo de llamadas telefónicas con anticipación, de manera que ambas partes reserven tiempo suficiente para hablar. Casi todas las semanas tengo prevista al menos una charla telefónica con un amigo que vive lejos.

Estas llamadas telefónicas fortalecen nuestras relaciones, porque compartimos mucho más que noticias sobre el desarrollo de nuestras ocupaciones cotidianas y también tratamos temas del tipo “el hierro se afila con el hierro” (Proverbios 27:17). Procuramos ver las perspectivas de la otra persona sobre lo que hemos estado investigando en nuestros estudios bíblicos personales, la información que hemos encontrado en libros y artículos, las luchas y preocupaciones personales y las lecciones de vida que hemos estado aprendiendo. He descubierto que incluso una sola conversación profunda con una amiga íntima cada cierto tiempo basta para mantener la cercanía con ella.

6. Haga amistad con personas mayores o menores que usted.

La mayoría de nosotros gravitamos de forma natural hacia otras personas de la misma edad y etapa de la vida. Las madres de niños en edad preescolar tienden a querer pasar tiempo con mujeres que también tienen niños pequeños. A los adolescentes les gusta salir con otros adolescentes y los jubilados suelen socializar con otros jubilados. Todo esto es normal; sin embargo, no deberíamos limitar nuestras amistades a las personas cercanas en edad o circunstancias, sobre todo si estamos luchando contra la soledad. Quizá nos sorprenda hasta qué punto estar con alguien mucho mayor o más joven puede llenar nuestra necesidad de compañía.

Todos podemos beneficiarnos de la amistad intergeneracional. La Biblia señala que los adultos más jóvenes pueden beneficiarse de la sabiduría, experiencia y habilidades de las personas mayores (Job 12:12; 1 Timoteo 4:12; 5:1-2; Tito 2:3-5). Y los mayores pueden beneficiarse sin duda de escuchar los puntos de vista de los jóvenes. Además, cuando los jóvenes dedican tiempo a las personas mayores, las hacen sentirse queridas y valoradas. Verdaderamente, cada persona puede ser una fuente de aliento para la otra.

Conozco un excelente ejemplo de alguien que busca este tipo de vínculo. Se trata de una joven universitaria de la iglesia. Aparte de sus hermanos, no hay otros adultos jóvenes en la congregación. Sin embargo, ella ha tomado la iniciativa de establecer conexiones con las señoras de la iglesia que tienen edad suficiente para ser su madre (incluida yo misma). Ha salido a comer y de compras con nosotras, ayuda regularmente a una de las señoras con proyectos de manualidades, ha venido a mi casa a dar clases de tejido y ha pasado fines de semana en nuestras casas solo para socializar. Yo, que acabo de quedarme con el nido vacío y que echo mucho de menos tener a mis hijos cerca, he apreciado tener una “sobrina adoptiva” a la cual conocer.

7. Utilice su tiempo a solas para acercarse a Dios.

Las seis sugerencias anteriores suelen ayudar mucho a aliviar la soledad. Sin embargo, a veces parece que hacemos todo lo que podemos y seguimos enfrentándonos a la sensación de soledad. Dese cuenta de que hay otra estrategia muy importante que se debe usar, y es realmente la más importante de todas: convierta su tiempo a solas en una ventaja para acercarse a Dios. Llévele sus preocupaciones en oración, medite en las Escrituras, haga algunos estudios bíblicos en profundidad y manténgase en contacto con él. Esta es la estrategia que ha adoptado la amiga que mencioné al principio, y dice que le ha ayudado grandemente.

El apóstol Pablo dejó claro que con Dios podemos ser fuertes, aunque nos sintamos débiles: “Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10, Nueva Versión Internacional). Cuando estemos verdaderamente cerca de Dios, ya no sentiremos que afrontamos la vida solos y nuestra tristeza y desánimo se desvanecerán. Muchas veces la soledad es un vacío que solo Dios puede llenar.

Aunque apreciemos a nuestros familiares y amigos, la gente se aleja, muere o se distancia de nosotros. A veces hay desencuentros con los amigos sin que la contraparte tenga interés en arreglar las cosas, y esto puede hacernos sentir muy abandonados. Necesitamos recordarnos a nosotros mismos que mientras tengamos una relación con Dios, nunca estamos completamente solos.

Incluso Jesucristo fue incomprendido por sus más allegados, pero sabía que el Padre estaba siempre con él (Juan 8: 29; 16: 32). E incluso cuando estaba rodeado de multitudes que habían acudido a escucharlo, a menudo se retiraba a “lugares solitarios” para orar a su Padre (Lucas 5: 16, NVI). Nosotros también deberíamos aprender a aprovechar nuestra soledad. Todos podemos beneficiarnos de al menos un momento a solas cada día para reflexionar y reavivarnos.

Puede haber ocasiones en las que tengamos que soportar periodos de aislamiento más largos de lo que quisiéramos, pero aun así algo bueno puede resultar finalmente. Si no dedicamos suficiente tiempo a Dios, la soledad es una forma con la que él llama nuestra atención. La verdad es que a menudo, cuando nuestras vidas se sienten vacías y no tenemos a nadie con quien socializar ni nada que hacer, es cuando nos sentimos motivados para echar un vistazo honesto a quiénes somos. Entonces tenemos la oportunidad de ordenar nuestros pensamientos y prioridades, ¡y Dios abre una oportunidad para atraernos a una relación más íntima con él y animarnos con su amor! BN