Cómo analizar las ventajas y desventajas de la IA usando el discernimiento bíblico

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En mayor o menor grado, la IA se ha convertido en parte de nuestras vidas. Es necesario conocer los pros y los contras de esta tecnología para utilizarla adecuadamente. 


 

La inteligencia artificial (IA), un concepto que antes se limitaba al ámbito de la ciencia ficción, ahora forma parte de nuestra vida cotidiana. Nuestros hogares están equipados con asistentes de voz como Siri y Alexa que responden a nuestras preguntas verbales, controlan nuestros dispositivos inteligentes, encienden la música y programan las alarmas. Los dispositivos de seguimiento de la actividad física, como Fitbit y Apple Watch, miden nuestra frecuencia cardíaca y nos dan consejos de salud personalizados. Si tenemos que escribir una carta o un informe, asistentes de IA como Copilot o ChatGPT pueden editar nuestras palabras o incluso escribir por nosotros. Si no nos satisface una compra y necesitamos servicio al cliente, es posible interactuar con los chatbots con IA de la tienda para intentar resolver nuestro problema.

¿Es esto progreso? ¿Hay algo malo en depender tanto de la IA? ¿Deberían preocuparnos los cambios que la IA está provocando en nuestras vidas? ¿Encontramos en la Biblia algún consejo sobre cómo debemos interpretar estas nuevas tecnologías?

Antes de responder estas preguntas, es importante aclarar exactamente de qué estamos hablando. Cuando mencionamos la IA, por lo general nos referimos a la capacidad de un sistema informático para imitar la inteligencia humana y ejecutar diversas tareas. Esto no quiere decir que realmente piense como lo hace una persona; se trata simplemente de un sofisticado código informático que se procesa a gran velocidad.

La mayoría de los sistemas de IA que se utilizan actualmente se clasifican como IA estrecha (o débil), lo que significa que están diseñados para realizar tareas específicas o una gama limitada de funciones, como identificar imágenes visuales o traducir a otros idiomas. Además, una subclase de IA desarrollada recientemente, conocida como IA generativa, va más allá del simple procesamiento de información y se centra en la creación de nuevos contenidos. Puede producir texto, imágenes, video, audio y código informático. En muchos casos, lo que produce difícilmente se distingue de lo creado por el ser humano.

Que la IA sea un avance “bueno” o “malo” en realidad depende de cómo se utilice. “La mayoría de los avances tecnológicos suelen tener aspectos tanto positivos como negativos: un bisturí puede utilizarse para realizar una cirugía o como arma homicida; un vehículo puede usarse para ir al trabajo o como medio para huir tras cometer un delito”, escribe John Lennox en su libro 2084: Artificial Intelligence and the Future of Humanity (“2084: La inteligencia artificial y el futuro de la humanidad”, Editorial Zondervan, 2020). “Lo mismo ocurre con la IA. En ella hay muchos avances positivos y útiles, pero también algunos aspectos negativos muy inquietantes que requieren una urgente atención ética” (p. 64). Si bien es cierto que quienes tienen malas intenciones pueden hacer uso indebido de la IA con fines peligrosos, la IA puede ser una magnífica herramienta para el bien cuando se utiliza de forma responsable.

Usos positivos

Hoy en día, casi todas las industrias, oficios y profesiones se benefician de diferentes aplicaciones de IA estrechas y generativas. En el ámbito de la salud, las tecnologías de IA se utilizan para analizar la composición genética de los pacientes y crear planes de tratamiento personalizados, así como para evaluar imágenes médicas como tomografías computarizadas y resonancias magnéticas, lo que agiliza el diagnóstico. En el campo educativo, las herramientas de IA generativa crean programas de estudios, planes de clases, cuestionarios y otros materiales didácticos. Diseñadores gráficos y redactores de publicidad utilizan la IA como herramienta para generar nuevas ideas. Agentes de recursos humanos utilizan la IA para filtrar currículos, y diseñadores de productos utilizan algoritmos de IA para detectar fallas en una fase inicial del diseño.

Y ya hemos mencionado algunas de las formas en que se utiliza la IA en nuestra vida personal. Herramientas como asistentes de voz, chatbots generativos de IA, filtros de correo no deseado, administradores de tareas de IA y programadores digitales están diseñados para realizar algunos de los procesos que normalmente tendríamos que hacer nosotros, en particular aquellos triviales o repetitivos; esto nos ayuda a optimizar tiempo y energía para dedicarlos a actividades más importantes. 

Por ejemplo, podemos hacerle una pregunta a Grok (un chatbot de IA) para que la analice, y en cuestión de segundos nos dará la respuesta, lo que nos habría llevado mucho más tiempo averiguar por nuestra cuenta. Nuestros computadores y teclados inteligentes ahora traen componentes de IA integrados que analizan nuestra gramática y estructura sintáctica, sugieren palabras, corrigen automáticamente los errores ortográficos, etc. Estas innovaciones están diseñadas para que ahorremos tiempo y esfuerzo, facilitándonos la vida.

Riesgos latentes

Pero aún con esas ventajas, todavía hay muchos riesgos y problemas que la tecnología de IA de hoy en día, e incluso formas más avanzadas de IA en el futuro, no podrán resolver. A continuación analizamos algunas de las preocupaciones más graves, todas ellas vinculadas de algún modo con la Biblia:

• La IA no siempre “dice la verdad”.

La IA no es intrínsecamente malvada o demoniaca, como algunos creen, pero ha sido creada por personas falibles, con muchas ideas equivocadas, y sujetas a influencias nocivas. Además, tal como ciertas herramientas educativas y de entretenimiento se han corrompido bajo el dominio de Satanás sobre este mundo (Juan 14:30), también puede ocurrir lo mismo con esta. Algunos han comenzado a depositar demasiada confianza en la IA, incluso tratándola como un compañero sentimental en el cual se puede confiar. Más comúnmente, dada la universalidad de la IA en nuestra cultura moderna, esta ofrece vías cada vez más amplias para la difusión de información errónea.

Tal cosa puede suceder si se ingresa y extrae información usando fuentes incorrectas. También puede ocurrir mediante lo que algunos denominan alucinaciones de la IA: situaciones en las que un sistema de IA no puede encontrar una respuesta por sí mismo y por tanto responde sacando una conclusión a partir de la información disponible, lo que puede llevar a deducciones equivocadas. Aun así, la IA responderá algo aparentemente cierto, sin dar ningún indicio de que posiblemente no tenga todos los datos.

En muchas ocasiones le he planteado preguntas sobre temas religiosos tanto a chatbots de IA como a ChatGPT y he recibido respuestas que yo sabía que eran incorrectas. Por supuesto, si hacemos preguntas relacionadas con temas que no conocemos (quizá una cuestión médica o científica compleja), posiblemente no nos demos cuenta de que nos están dando respuestas erróneas.

El desarrollo de la IA generativa ha facilitado nuevas formas de engañar a los demás. Esta nueva tecnología se está utilizando para crear deepfakes (también llamados ultrafalsos), es decir, videos, imágenes o clips de audio generados por IA que imitan de forma convincente los rostros o las voces de personas reales, y hacen que estas digan o hagan cosas impactantes o comprometedoras. Los deepfakes se crean normalmente con fines lascivos y pornográficos, e incluso para manipular la opinión pública, ya sea para dañar la reputación de alguien o para engañar deliberadamente a la audiencia.

Martin Ford observa en su libro Rule of the Robots (“El gobierno de los robots”): “Un deepfake suficientemente verosímil podría, literalmente, cambiar el curso de la historia; y los medios para crear tales falsificaciones pronto podrían caer en manos de asesores políticos, Gobiernos extranjeros o incluso adolescentes traviesos. Y no solo los políticos y las celebridades deben preocuparse: en la era de los videos virales, la humillación pública a través de las redes sociales y la ‘cultura de la cancelación’, prácticamente cualquiera podría ser objeto de un deepfake y ver destruidas tanto su carrera como su vida” (2021, p. 239).

Como mínimo, a medida que proliferan los deepfakes, cada vez es más difícil distinguir entre ficción y realidad, o entre verdad y mentira.

• Las tasas de desempleo podrían aumentar a medida que los puestos de trabajo son reemplazados cada vez más con la IA.

La IA podría eliminar muchos puestos de trabajo que se realizan básicamente con computadores. Estos son en su mayoría los actuales empleos de oficina. Profesiones como analistas de investigación, contadores, agentes de seguros, programadores informáticos, asistentes jurídicos, redactores publicitarios, editores y desarrolladores web, que no requieren trabajo físico ni mucha interacción humana, corren el riesgo de ser sustituidas por la IA. Las empresas están utilizando la IA para hacer el trabajo que antes hacían las personas, con el fin de reducir los gastos de personal y aumentar la productividad (ya que las máquinas suelen hacer el trabajo más rápido y a un costo menor que los empleados humanos).

En los últimos años, numerosos profesionales del sector han emitido declaraciones en las que advierten que la IA podría alterar radicalmente la fuerza laboral. Algunos han pronosticado que entre el 40 y el 60 por ciento de los puestos de trabajo en todo el mundo podrían 
desaparecer o disminuir entre los próximos tres a cinco años debido a la IA (Oxford, Frey/Osborne).

Claramente, esto sería un acontecimiento preocupante. La mayoría de las personas necesitan un trabajo e ingresos para su propio sustento y el de sus familias. Por supuesto, los trabajadores que sean capaces de aprender nuevas destrezas y adaptarse a las últimas tecnologías de IA probablemente conservarán su empleo. Pero no todo el mundo podrá hacerlo y muchas personas se quedarán sin trabajo, sin nada que hacer. Ese no fue el propósito de Dios. Él nos dio el trabajo como una actividad con propósito (Génesis 2:15). No tendría sentido que Dios permitiera el avance de una tecnología al punto de que los seres humanos fueran reemplazados por máquinas.

• La IA puede eliminar la motivación para aprender y trabajar duro.

Dios no solo quiere que trabajemos, sino también que lo hagamos de todo corazón. Eclesiastés 9:10 dice: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas”. Esto significa no hacer las cosas a medias o solamente para salir del paso, sino esforzarnos por dar lo mejor de nosotros mismos, ya sea en el trabajo o en el estudio.

Sin embargo, la disponibilidad de la IA para hacer el trabajo por nosotros puede seducirnos a tomar el camino más fácil. Por ejemplo, en lugar de pasar horas investigando y escribiendo para elaborar un ensayo o un informe, tanto estudiantes como empleados podrían lograr que la IA hiciera todo el trabajo por ellos.

El problema es que “solemos olvidar que el proceso de superar retos es a menudo lo que más nos forma”, escribe Peter Goeman en Artificial Intelligence and the Christian (“La inteligencia artificial y el cristiano”). “Redactar un trabajo requiere asimilar la información, comprenderla, articularla y luego presentarla de manera coherente. Este proceso no solo ayuda a retener la información, sino que también transmite el valor del conocimiento que se está adquiriendo. Cuando se interiorizan los principios y los conocimientos, estos se convierten en parte integral del carácter . . . Comprometerse con el conocimiento e interiorizarlo es crucial para nuestro crecimiento y desarrollo. Al hacerlo, nos aseguramos de que nuestras capacidades y comprensión sigan siendo sólidas” (2024, pp. 41-42). Cuando no hacemos el trabajo duro nosotros mismos, en realidad podemos afectar negativamente nuestras habilidades de pensamiento crítico, explica.

No es que no podamos utilizar la IA como ayuda en nuestras tareas; sí podemos. Conozco muchas personas en el campo de los medios de comunicación que utilizan IA para recopilar información de fondo, elaborar esquemas y editar su trabajo. Sin embargo, son ellos mismos los que desarrollan el proyecto. Dios quiere que utilicemos las mentes que nos ha dado.

• Las relaciones humanas están mermando a medida que la gente se comunica más a través de la IA.

En los últimos años, nuestra dependencia de los teléfonos inteligentes, las redes sociales y otras formas de comunicación digital ha provocado un decrecimiento en las interacciones humanas cara a cara. Ahora, la IA va más allá. Las personas suelen pasar más tiempo “interactuando” con la IA y menos tiempo desarrollando y manteniendo vínculos humanos reales y significativos.

Hoy en día, muchos se sienten atraídos por sitios web que les permiten establecer relaciones artificiales con avatares de IA con los que pueden chatear en cualquier momento. Otros se ponen gafas de realidad virtual y se sumergen en mundos ficticios alimentados por la IA. Los adultos mayores solitarios “socializan” con robots de compañía. Las personas en duelo afrontan su pérdida “interactuando” con simulaciones de IA de sus seres queridos fallecidos. Los estudiantes reciben clases de chatbots de IA en lugar de profesores de carne y hueso. Y en los mostradores de los restaurantes y en los autoservicios 
interactuamos con despachadores de pedidos operados por IA, en lugar de tratar con personas reales.

No obstante, Dios nos diseñó para depender y disfrutar de la compañía de otras personas. En Génesis 2:18 se nos dice que “no es bueno que el hombre esté solo”. Las máquinas nunca podrán brindarnos el amor, el apoyo, el ánimo y la compañía que necesitamos. Ningún chatbot puede realmente “llorar con los que lloran” (Romanos 12:15) u ofrecer sabiduría bíblica a alguien que está pasando por dificultades. Hasta la interacción casual con la cajera del supermercado al momento de pagar puede alegrarnos el día. Pero, lamentablemente, esto se está convirtiendo en cosa del pasado.

Nuestra responsabilidad personal

Nos guste o no, la IA ha llegado para quedarse. Es algo que no podemos cambiar, pero sí podemos esforzarnos por utilizarla de manera acorde con los principios bíblicos. Así que si tiene que entregar un gran proyecto de trabajo, puede ser una buena idea que un chatbot con IA haga una investigación preliminar, pero asegúrese de ser usted mismo quien ejecute la tarea.

Cuando obtenga información de una aplicación de IA, tenga cuidado con las mentiras y los errores. Sea perspicaz. Si no está seguro de lo que es verdad, pídale a Dios “la sabiduría que es de lo alto” (Santiago 3:17). Si se siente solo, no recurra a una aplicación de IA para llenar el vacío. Llame a un amigo real, humano, o reúnanse y mantengan una conversación auténtica. Tal vez puedan salir a comer o hacer alguna actividad juntos.

Si le preocupa perder su trabajo por culpa de la IA, haga lo que dice Proverbios 1:5 y siga aprendiendo. Intente mantenerse a la vanguardia de la IA. Cuanto más preparado y hábil sea, más probabilidades tendrá de colaborar con la IA en lugar de verse derrotado por ella.

El principio general que hay que recordar se explica en 1 Corintios 10:31: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. Si el uso de una aplicación de IA en particular le ayuda a honrar a Dios, úsela. De lo contrario, evítela. Se trata de proceder con sabiduría y discernimiento en un mundo lleno de posibilidades. BN

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Becky Sweat

Becky is a freelance journalist.