Salud mental de los adolescentes
Luz al final del túnel
Es el primer día de clases, pero para Kari, de 13 años, es un día aterrador. Mientras llena su mochila, piensa en el grupo de muchachas que la atormentaron el año anterior. Suelen agruparse en una parte del colegio por donde ella obligadamente debe pasar, así que ruega que ninguna de ellas esté en su clase.
Kari termina de tomar su jugo de naranja antes de despedirse de su madre, que le responde ásperamente. Es alcohólica, y Kari sabe que este pernicioso hábito ha empeorado desde que sus padres se divorciaron hace un par de años.
Para llegar a la parada del bus debe recorrer una considerable distancia por una carretera de cuatro pistas atestada de tráfico. Ve un camión de gran tonelaje que circula a más de 100 kilómetros por hora. Kari sabe de otros jóvenes que se suicidaron, y vuelve a pensar, como en tantas otras ocasiones, cuán rápido acabaría todo si se lanzara al paso de uno de esos camiones.
Kari en realidad no está viviendo. Solo existe, y cada día es un infierno. No obstante, su situación se repite trágicamente y con muchas variantes en la vida de millones de personas. Es importante que evaluemos algunos de los retos a los que se enfrentan los jóvenes hoy en día y que examinemos la esperanza que ofrecen los medios disponibles para escapar de las tinieblas.
Bajo ataque desde muchos flancos
Una gran ironía de la vida moderna es que muchos adolescentes disfrutan vidas de abundancia material, pero se ahogan en el caos mental y emocional y padecen un sinfín de problemas: depresión clínica, familias deshechas, acoso escolar, presión de sus pares, baja autoestima. Y hoy en día luchan contra una infinidad de nuevos problemas, casi desconocidos para la generación de sus abuelos: consumo de drogas, presión académica a menudo agobiante, y lo que hoy se denomina “disforia de género”.
La adolescencia debiera ser una época en la que los jóvenes desarrollan habilidades sociales y de otro tipo, basadas en una salud mental sólida. Debiera ser una época de exploración y descubrimiento, de tomar conciencia del mundo, de aprender a enfrentarse a los problemas y afrontar la vida de forma positiva. Los adolescentes deberían beneficiarse de entornos hogareños estables y amorosos en los que puedan acudir a sus padres y a otras personas para que les ayuden a superar las tensiones de la transición de niños a adultos.
Sin embargo, para muchos la vida es una lucha diaria contra la soledad, la depresión y la desdicha. La vida hogareña, que debería ser una fuente de amor y apoyo, está, por el contrario, llena de luchas. La escuela no hace sino agravar los problemas cuando los profesores adoctrinan a los alumnos con falsos valores y enseñan a los jóvenes a cuestionar incluso su identidad sexual biológica.
Estos retos afectan a muchas naciones de todo el mundo. En Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) llevan más de una década haciendo un seguimiento de la creciente crisis nacional de salud mental entre los adolescentes, y sus conclusiones son muy preocupantes. Es abrumadora la cifra de jóvenes que experimentan sentimientos de desesperanza y depresión. A las jovencitas les va peor que a los jóvenes, ya que el 57 por ciento de las adolescentes se ve acosada por estos sentimientos. Alrededor del 30 por ciento de ellas considera seriamente el suicidio y, trágicamente, muchas mueren al dejarse arrastrar por estos pensamientos. Y en otras naciones occidentales se observan tendencias similares.
La situación es aún peor para los adolescentes confundidos sobre la identidad de género. En muchos distritos escolares se les dice a los niños que se cuestionen si el sexo con el que nacieron es el que les corresponde. Para muchos niños sensibles o fácilmente influenciables, esto se convierte en una fuente de tremenda confusión mental. Los que empiezan a considerarse un varón en el cuerpo de una mujer, o viceversa, se enfrentan a tasas aún más elevadas de enfermedades mentales que pueden llevarlos al límite emocional, e incluso al suicidio.
Pegados a las redes sociales
Como la mayoría de los adolescentes que conoce, Kari es adicta a su teléfono inteligente y mira fijamente su diminuta pantalla casi constantemente. Es su posesión más valiosa porque la pone en contacto, y en contexto, con el mundo que la rodea. Tiene pocos amigos, pero Instagram, Snapchat y TikTok son sus compañeros permanentes. Estas redes sociales, más que ninguna otra cosa, moldean la imagen que Kari tiene de sí misma, y no le gusta lo que le dicen: que no está a la altura de esas jóvenes que ve en Internet. Sabe que tiene un poco de sobrepeso y está convencida de no ser muy atractiva. Y mientras pasa de una imagen a otra, su sensación de
desánimo no hace más que aumentar.
Hace varios años, el respetado Centro de Investigación Pew empezó a hacer estudios anuales sobre los adolescentes y las redes sociales. Su encuesta de 2023, en la que participaron más de 1450 adolescentes de entre 13 y 17 años, reveló que el 95 por ciento de los adolescentes posee o tiene fácil acceso a un teléfono inteligente, y el 46 por ciento afirma que los utiliza constantemente. Alrededor del 65 por ciento utiliza Instagram, Snapchat, YouTube o TikTok todos los días, y uno de cada cinco dice a los investigadores que utiliza estas plataformas “casi constantemente” (“Teens, Social Media and Technology 2023” [“Adolescentes, redes sociales y tecnología 2023”]).
Y aunque es probable que el debate sobre los medios de comunicación social y sus efectos en los adolescentes se prolongue durante años, no se puede ignorar la abrumadora evidencia del daño que causa la adicción a estas redes. Decenas de estudios realizados en los últimos años han documentado este daño:
“Hay amplios indicios de que las redes sociales también pueden encerrar un profundo riesgo de daño para la salud mental y el bienestar de niños y adolescentes” (Cirujano General de EE.UU. Vivek Murthy, reporte de The New York Times, 23 de mayo de 2023).
“Desde que las redes sociales debutaron como fenómeno popular a principios de la década de 2000, la tasa de depresión en adolescentes se ha disparado dramáticamente. Según los informes, entre 2005 y 2017 la depresión entre los jóvenes aumentó un 52 %” (“Is Social Media Causing Psychological Harm to Youth and Young Adults?” [“¿Están causando las redes sociales daños psicológicos a los adolescentes y adultos jóvenes?”] UCLA Health, 18 de enero de 2023).
“Las redes sociales están diseñadas para seducir nuestros cerebros, y los adolescentes son especialmente susceptibles a su efecto adictivo” (Nancy DeAngelis, directora de salud conductual de un hospital de Pensilvania, citada en “The Addictiveness of Social Media: How Teens Get Hooked” [“La adicción a las redes sociales: Cómo son cautivados los adolescentes”], Jefferson Health, 2 de junio de 2022).
Este último punto es especialmente revelador. En una mezcla verdaderamente diabólica de mercadeo y psicología, los creadores de estas plataformas han descubierto cómo diseñar algoritmos que cautiven los cerebros aún en desarrollo de los jóvenes adolescentes. Para citar de nuevo a la Dra. DeAngelis: “Las plataformas de redes sociales generan oleadas de dopamina en el cerebro para que los consumidores vuelvan una y otra vez. Cada vez que se comparte algo, se hace clic a ‘me gusta’ o se comenta en estas plataformas, en el cerebro se gatilla el estímulo del bienestar, que produce una sensación similar a la que experimentan las personas cuando apuestan o consumen drogas. De hecho, el uso excesivo de las redes sociales puede reestructurar el cerebro de un niño o adolescente para que busque constantemente la gratificación inmediata, lo que conduce a comportamientos obsesivos, compulsivos y adictivos”.
Un estudio realizado en 2022 por la Clínica Mayo descubrió que si bien las redes sociales pueden tener algunos efectos beneficiosos, como proporcionar compañía y entretenimiento, los efectos perjudiciales superan esos beneficios. Dicho estudio señala que las redes sociales distraen a los adolescentes, interrumpen su sueño y los exponen al acoso, los rumores, la presión grupal y las percepciones poco realistas sobre la vida de otras personas. Sus conclusiones revelan que existe una estrecha relación entre el elevado uso de las redes sociales y los altos niveles de ansiedad y depresión.
También aumenta el peligro de exposición a interacciones y material de contenido sexual, comportamientos abusivos y otras influencias negativas o perversas.
De la angustia profunda a la esperanza que ofrecen Dios y su Palabra
Los pensamientos suicidas de Kari son comunes en millones de adolescentes hoy en día. En Estados Unidos, el suicidio entre jóvenes de este grupo etario crece a un ritmo mucho más rápido que entre cualquier otro rango de edad. Un estudio realizado en 2022 por el Departamento de Servicios de Salud de Carolina del Norte reveló la impactante verdad: entre los niños y jóvenes estadounidenses de 10 a 17 años, las tasas de suicidio aumentaron más del doble entre 2007 y 2018. El mayor aumento se encontró en el grupo de entre 10 y 14 años, triplicándose de 0.9 a 2.9 por cada 100 000 habitantes. Esto no incluye las cifras desde los confinamientos causados por el covid-19.
No hay duda de que la salud mental de los jóvenes estadounidenses está siendo atacada a niveles jamás experimentados en esta nación, y lo mismo ocurre en muchos otros países. Sin embargo, hay formas en que los adolescentes y sus padres pueden reaccionar: buscando ayuda y aprendiendo a tomar el control de su propia salud mental.
Los adolescentes con dificultades, como Kari, necesitan saber que hay esperanza, que hay gente que se preocupa. Y necesitan que realmente se les muestre amabilidad y se les escuche. Y, aún más importante, necesitan saber que hay un Dios que los ama y que tiene un plan para ellos y para toda la humanidad. Sin un sentido de propósito y una razón para existir, la gente está perdida.
La Palabra de Dios, la Biblia, es una fuente de gran aliento, donde Dios muestra que está lleno de compasión y mucha misericordia, que brinda ayuda y consuelo y concede perdón, sanidad y redención (Salmo 86:16-17; Mateo 14:14; Santiago 5:11).
Buscar primero a Dios es un gran paso para encontrar la salida de la oscuridad y los problemas (Mateo 6:33-34). Como dijo Jesucristo en Mateo 11:28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. El apóstol Pedro afirmó: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios . . . echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6-7).
Los padres que tratan de ayudar a sus hijos a enfrentar la situación, también tienen que empezar de la misma forma. Dios les ha dado la responsabilidad de guiar e intervenir en la vida de sus hijos para protegerlos y ayudarlos a navegar por esta sociedad influenciada por Satanás (véase Génesis 18:19; Deuteronomio 6:6-9; Efesios 6:4). Y a quienes quieran seguirlo, él está dispuesto a dirigirlos (compare Jeremías 29:13).
Cómo desarrollar un entorno fuerte y seguro
El esfuerzo por rescatar a nuestros jóvenes puede requerir, en palabras de Winston Churchill poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, “muchos, muchos largos meses de lucha y sufrimiento”. Sin embargo, tenemos ayuda para librar estas batallas, la ayuda de una Fuente muy poderosa. Nuestro Creador quiere que seamos felices, que vivamos correctamente y que tengamos una mente saludable. Quiere que tengamos familias fuertes y sanas, en las que los niños puedan crecer desde la infancia hasta la edad adulta en entornos cariñosos y prósperos.
Un entorno familiar fuerte y seguro depende de que los padres se preocupen por la salud mental, emocional y espiritual de sus hijos tanto como por su salud física. Dichos padres se esfuerzan por ser ellos mismos buenos ejemplos y dirigir bien sus hogares.
Observe las instrucciones del apóstol Pablo a Timoteo sobre las características de los ministros de la Iglesia: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador . . . que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad” (1 Timoteo 3:2-4).
Todos los padres deberían aspirar a ser esos líderes amorosos. Un entorno hogareño sólido, en el que los niños sientan el cariño y la seguridad de poder acudir siempre a sus padres (o abuelos) con cualquier problema que se les presente, es el punto de partida.
Nuestros adolescentes y preadolescentes necesitan ver que Dios es lo primero en nuestras vidas. Al igual que nosotros encontramos propósito y protección en su ley, nuestros adolescentes y preadolescentes deberían encontrar protección en sus hogares. Así como podemos hablar con nuestro Padre celestial sobre nuestros problemas, nuestros jóvenes deberían poder hablar con sus padres físicos sobre los problemas a los que se enfrentan.
Cuando nuestros jóvenes son víctimas de acoso en línea o en la vida real, cuando se sienten el blanco de los depredadores en línea, cuando creen ser poca cosa debido a las imágenes que ven en las redes sociales (presentadas de forma selectiva y a menudo alteradas), es preciso que se sientan cómodos hablando con papá y mamá sobre estas preocupaciones.
Otras personas solidarias también pueden ser de gran ayuda. Los que asistimos a una iglesia local que incluya jóvenes, deberíamos esforzarnos por conocerlos y ofrecerles ayuda, especialmente a aquellos que según sabemos sufren de depresión, trastornos bipolares y soledad. Quizá tengamos que esforzarnos por tenderles la mano ya que posiblemente sean renuentes a responder, pero a veces solo una breve conversación para demostrar que alguien se interesa por ellos puede marcar toda la diferencia.
Pablo nos exhorta: “Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás”. Aconsejar no consiste en ser entrometidos, y de hecho se nos insta a no serlo (1 Tesalonicenses 4:11;
1 Timoteo 5:13), sino en interesarnos sinceramente por el bienestar de los demás para consolarlos y edificarlos
(1 Tesalonicenses 5:11).
Controle el uso que hacen sus hijos adolescentes de las redes sociales
En gran parte del mundo occidental los padres han renunciado en gran medida a su responsabilidad de vigilar el uso que hacen los niños de las redes sociales. Es hora de tomar el control, que puede ser la diferencia entre un adolescente socialmente sano y otro que se dirige a la resbaladiza pendiente de la depresión, convirtiéndose en objetivo de depredadores sexuales o algo peor.
Esto también significa afrontar el hecho de que algunos de nuestros hijos adolescentes o preadolescentes pueden ser adictos a las redes sociales. Si este es el caso, ¿qué estamos dispuestos a hacer al respecto en nuestro papel de padres?
Para muchos padres, asumir el control puede ser un reto desalentador. Probablemente hemos escuchado sobre ciertos adolescentes que reaccionan violentamente ante la mera sugerencia de restringirles el uso de sus celulares. Decirles que eviten Snapchat o TikTok hará que algunos adolescentes pongan el grito en el cielo.
Como dijimos, podría tratarse de una verdadera adicción. Sean Parker, uno de los fundadores de Facebook, explicó hace varios años cómo esta y otras plataformas de redes sociales están diseñadas deliberadamente para ser adictivas y robarles el tiempo a los usuarios:
“El razonamiento que se utilizó para desarrollar estos medios sociales, el primero de los cuales fue Facebook, principalmente se basó en esto: ¿Cómo podemos consumir la mayor cantidad de tu tiempo y atención, tanto como sea posible? Eso significa que tenemos que darte una pequeña dosis de dopamina de vez en cuando, porque a alguien le ha gustado tu publicación, ha comentado sobre una foto, una entrada o lo que sea . . . Es un círculo vicioso de validación social . . . porque estamos explotando un aspecto vulnerable de la psicología humana. Los inventores . . . sabíamos muy bien todo esto, y lo hicimos de todos modos” (“Sean Parker arremete contra Facebook: ‘Solo Dios sabe lo que se está haciendo a los cerebros de nuestros hijos’”, Axios.com, 9 de noviembre de 2017).
El apóstol Pablo se dio cuenta del peligro de dejarse dominar por ciertas conductas. Sabía que es un error dejarse controlar por algo por el solo hecho de que parezca aceptable (1 Corintios 6:12).
Los adolescentes de hoy en día hace tiempo que dejaron atrás Facebook para pasarse a otras plataformas como Instagram, Snapchat y TikTok. Si se considera lo que sus creadores han aprendido en casi dos décadas de Facebook, uno se pregunta, con toda razón, si estas podrían ser ahora incluso más adictivas. Recuerde que estas empresas ganan sus miles de millones añadiendo millones más de usuarios adictos para beneficiar a los anunciadores.
A muchos de nosotros nos incomoda la idea de afrontar un conflicto con nuestros adolescentes sobre cuánto usan sus teléfonos inteligentes o tabletas, pero es una batalla que merece la pena librar. Enseguida presentamos algunas sugerencias sencillas para empezar.
• Establezca límites al tiempo que sus hijos adolescentes o preadolescentes pueden pasar cada día en las redes sociales.
• Procure que en algunos momentos familiares, la hora de comer por ejemplo, se prohíba el uso del celular.
• Hágales ver a los adolescentes que ya manejan los peligros de enviar mensajes de texto mientras conducen un vehículo.
• Designe una tarde a la semana como tiempo familiar dedicado a actividades que no incluyan el uso del teléfono.
• Asegúrese de que sus hijos adolescentes reciban comentarios positivos sobre ellos mismos que no provengan de las redes sociales.
Busque ayuda profesional
Tanto para los padres como para los adolescentes es muy difícil librar solos estas batallas. Sin embargo, en vista de la creciente gravedad de la crisis de salud mental entre los adolescentes, han surgido muchos grupos para ayudar a padres y jóvenes a enfrentar estos problemas. En muchos países hay disponibles asesores capacitados en salud mental, muchos de los cuales ofrecen servicios gratuitos o a muy bajo costo. La mejor asesoría es de tipo cristiana, pues promueve los principios de este camino de vida. Incluso puede haber algunos casos de depresión clínica que requieran algún tipo de tratamiento nutricional o médico. Asegúrese de consultar a su médico o al de su hijo sobre estos asuntos, y no tema investigar por su cuenta y obtener una segunda opinión.
Por supuesto, la mayor ayuda sigue siendo Dios y su Palabra. Disponemos de muchos recursos que proporcionan orientación al respecto. Haga una búsqueda en
LasBN.org sobre cómo enfrentarse a los problemas, desá-
nimo, esperanza, acoso, redes sociales, suicidio, sufrimiento o muchos otros temas similares, y encontrará artículos y sermones que los abordan.
También contamos con ministros en muchos países que pueden ofrecer asesoramiento bíblico (consulte nuestra lista de contactos en la página 2, o busque una congregación local en nuestro sitio web).
Nuestros jóvenes son un patrimonio precioso, pero hoy están siendo agredidos como nunca antes en la historia. Es hora de que hagamos frente al creciente problema de la depresión, la ansiedad y el suicidio juvenil y otras tragedias derivadas de una salud mental deteriorada. ¡Afrontemos el problema y tomemos medidas eficaces! BN