¿Qué es el infierno?

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¿Qué es el infierno?

¿Qué cree usted que les sucede a las personas malas cuando mueren? Ahora, dejando fuera el aspecto moral de la ecuación, ¿qué les sucede a las personas que no son cristianas cuando mueren? ¿Se queman para siempre en un infierno ardiente?

Eso es lo que muchos cristianos suponen. Pero medite en ello por un instante. ¿Por qué Dios castigaría a la gente para siempre en el infierno de esa manera? Después de todo, la vida es bastante corta. Entonces, ¿sería justo que la pena por una breve vida de mala conducta se convierta en una eternidad de tortura y dolor? ¿No sería excesivo un tormento eterno y consciente en el fuego del infierno? ¿Por qué haría eso un Dios amoroso?

Si reflexiona, es algo que no se puede tomar a la ligera. Estas y otras inquietudes sobre la doctrina del infierno son desconcertantes para muchos cristianos, y deben ser respondidas. Por ahí circulan muchas ideas erróneas que enseñan las iglesias cristianas.

¿Sabía usted que la Biblia no describe un infierno como la mayoría de las personas supone? Ahora, antes de que se sienta frustrado y deje de leer, permítame explicarle a qué me refiero. La Biblia usa el término “infierno” en las traducciones al español, pero no como el lugar donde se sufre un tormento interminable. Las Escrituras enseñan que todo ser humano será juzgado y que habrá un castigo final para aquellos que no se arrepientan. Pero, ¿cuál es ese castigo final?

Examinemos las preguntas claves relacionadas con el concepto del infierno, analizando lo que la Biblia dice al respecto y cómo se relaciona con la naturaleza de Dios y lo que sucederá en el futuro.

¿Coincide el concepto del infierno tradicional con el carácter de Dios?

Tortura eterna; agonía sin fin; aflicción infinita. Esto es lo que muchos creen que es el infierno. ¡Pero la Biblia no enseña eso! Si esa es su visión del infierno, espero que acepte el desafío y estudie lo que la Palabra de Dios realmente dice. Descubramos lo que las Escrituras realmente enseñan y comprendamos que es algo que difiere mucho de la visión tradicional del infierno.

Una encuesta reciente ha demostrado que un tercio de los estadounidenses cree que el infierno es “un lugar real de tormento y sufrimiento al cual van las almas de las personas una vez que mueren”. Muchas personas nunca se han dedicado a meditar con mayor detenimiento acerca del infierno y estudiar la Palabra de Dios para comparar lo que les han enseñado con lo que la Biblia realmente dice. ¿Acepta usted el desafío de hacer esa comparación?

Una enseñanza cristiana común basada en la Biblia es que Dios ama a todo el mundo. Entonces, ¿por qué tantos piensan que un Dios amoroso ha creado un infierno ardiente? Algunos incluso creen que los justos que se salven podrán observar para siempre los sufrimientos de los malvados.

¡Imagínese tal cosa! Según ese tipo de razonamiento, los padres serían testigos del sufrimiento interminable de sus propios hijos y se complacerían en ello. Esposos y esposas de alguna manera sentirían alegría al ver a sus cónyuges incrédulos en una tortura sin fin. Y esta es la peor parte: la idea del infierno describe a Dios como sádico, cruel y despiadado.

¿Puede ser cierto este concepto del infierno? Tengamos en cuenta un aspecto crucial en cuanto a la idea errónea de que las personas que no se salvan son torturadas eternamente.

La Biblia afirma que “Dios es amor” (1 Juan 4:8, 16, énfasis nuestro en todo este artículo). Ese es su carácter, su personalidad, su naturaleza. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Constantemente se nos recuerda esto a lo largo de la Biblia: “Por cuanto el Eterno os amó . . . Conoce, pues, que el Eterno tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:8-9).

Siglos más tarde, el apóstol Pablo también escribió acerca de las cualidades maravillosas del carácter de nuestro Padre: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:4-5).

La Biblia describe de principio a fin y reiteradamente la esencia de Dios, su propia naturaleza de amor. Al comienzo del libro del Apocalipsis leemos: “Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir . . . y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén” (Apocalipsis 1:4-6).

¿Armonizan estos pasajes con la idea de un Dios amoroso que castigará eternamente a la gente en un infierno de tortura y miseria? ¿Acaso es razonable que la pena por una corta vida de pecado sea un tormento agonizante que nunca acaba?

¿Por qué un Dios amoroso enviaría gente al infierno para siempre? Se nos dice: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Ese es el corazón de Dios: quiere lo mejor para todos, e incluso nos dice que amemos a nuestros enemigos (Mateo 5:44). Sin embargo, la visión tradicional del infierno quiere hacernos creer que Dios se vengará atormentando a la gente malvada de todos los tiempos, ¡no solo durante unas pocas décadas y ni siquiera unos pocos siglos, sino por toda una eternidad! La percepción de que Dios condena a las personas a una tortura constante y eterna es tan repugnante, que incluso ha hecho que algunos dejen de creer en él.

¿Cuál es la perspectiva bíblica del infierno?

Esta es una escritura familiar, una que quizá haya memorizado. En ella, el mismo Jesús enseñó: “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16, Dios Habla Hoy). ¿Hay algo significativo en este famoso versículo que tal vez haya pasado por alto?

¿Qué nos sucede sin el sacrificio de Cristo? Jesús dijo que morimos. Perecemos, no vivimos para siempre. De hecho, la palabra morir no significa simplemente dejar de vivir, sino ser destruido, o “volverse nada” — el fin de la existencia. Aquí vemos que hay una gran diferencia entre lo que Dios dice y lo que mucha gente cree. La Biblia no dice que seguimos viviendo para siempre, ni en el cielo ni en el infierno. Jesús dice que no tenemos vida eterna en nosotros, sino que debe sernos obsequiada.

Veamos otra poderosa escritura que revela esta misma gran verdad: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). ¿Nota el contraste que hay en este versículo? La pena por el pecado es la muerte, no la vida eterna en el infierno. La muerte significa la terminación de la vida, no la separación consciente de Dios, como muchos intentan redefinirla. Aquellos que pecan, o desobedecen a Dios, no reciben torturas incesantes, sufrimiento sin fin o agonía eterna. Simplemente mueren. Su vida termina.

Pero, por otro lado, al que se arrepiente Dios le ofrece la dádiva de la vida eterna en el Reino de Dios a través de nuestro Salvador Jesucristo. Como puede ver, no obtenemos vida eterna de forma natural. No tenemos un alma inmortal. La vida eterna, o existencia consciente eterna, es algo que recibimos. Es por eso que tenemos que entender la sencilla enseñanza de Dios de que “la paga del pecado es muerte”, no una vida de sufrimiento incesante.

Observe cuán clara y consistentemente la Escritura describe este hecho: “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Unos versículos más adelante, Dios repite enfáticamente: “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:20).

¡Esto es revelador! ¡Qué diferencia entre lo que Dios dice y lo que muchos creen! Dios nos dice que las almas pueden morir. ¿Alguna vez ha oído eso? ¿Se da cuenta de que la Biblia enseña que las almas dejan de vivir? Jesucristo dijo: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel [Dios] que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Entonces sí hay una especie de “infierno”, pero sus consecuencias son la destrucción total del cuerpo y del alma, no simplemente una vida de tormento y separación eterna de Dios.

Este es el punto: Dios es el sustentador de la vida; todas las vidas le pertenecen. Las almas son en sí lo que somos. De acuerdo con su Palabra, somos almas o seres vivientes. No tenemos un alma que de alguna manera se separa de nuestra mente y cuerpo. Ahora, ¿qué le sucede al pecador, al alma, que no se arrepiente? Nuevamente, la Biblia claramente dice que los pecadores no continúan viviendo para siempre en el castigo del infierno, sino que mueren.

La justicia de Dios es perfecta

Al reconocer que la idea bíblica del infierno no es el tormento consciente eterno, debemos tener cuidado de no irnos al otro extremo y pensar que no existe un castigo final para los malvados. Considerando que Dios es amor, ¿hay acaso algún tipo de castigo que contradiga su carácter? Definitivamente no. Los pecadores no arrepentidos serán castigados, pero con justicia y equidad, no en el tipo de infierno eterno en el que la mayoría de la gente cree.

La Biblia profetiza el juicio de Dios sobre los malvados. Como castigo, el pecador endurecido e impenitente será arrojado a un lago de fuego y se quemará, pero no será torturado eternamente sino que morirá de forma rápida y misericordiosa. Este es el verdadero fuego del infierno. Los impíos no arrepentidos no arderán para siempre en este fuego. En cambio, serán destruidos completamente, quemados y reducidos a cenizas por las llamas del lago de fuego.

¿Alguna vez ha leído este pasaje de la Biblia?: “Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho el Eterno de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama . . . Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho el Eterno de los ejércitos” (Malaquías 4:1-3).

La Palabra de Dios es clara: aquellos que finalmente decidan no arrepentirse de su maldad y pecado serán consumidos por el fuego, pero no en el infierno mítico de la imaginación humana. No es un fuego infernal eterno. No es un estado consciente de aislamiento de Dios. No es un tormento emocional, mental o físico sin fin. No es una humillación, condena o tortura permanentes. Es la pena capital con la que acaba la vida; de hecho, es el fin de la existencia, la aniquilación absoluta, la desaparición total y definitiva de la conciencia.

La verdad sobre el infierno evidencia la misericordia de Dios

Dios respeta la elección humana. Debido a su carácter amoroso y la intención de que seamos como él, no fuerza a nadie a creerle. En cambio, quiere que nosotros escojamos voluntariamente su camino. Quienes sean irremediablemente malos serán castigados, pero no porque Dios se niegue a perdonarlos. Será una elección consciente de su parte rechazar la misericordia de Dios y no arrepentirse. Puesto que los malvados elegirán no obedecerle, serán consumidos por el fuego y no existirán más. No serán torturados por toda la eternidad. De hecho, Dios los ama tanto que quiere que su sufrimiento termine.

No hay contradicción: Dios es un Dios de amor y compasión, y en su misericordia, siendo la fuente de toda vida y bondad, acabará con el sufrimiento de todos los que lo rechacen. Dios es el Dios de gran sabiduría, benignidad y juicio justo. Cuando se trata del tema del castigo eterno y el infierno, lo más importante que se debe recordar es que Dios es amor y misericordia.

El infierno es un tema controversial y a menudo mal comprendido. ¿Cuál es la verdad? Su Biblia claramente establece que los malvados serán consumidos, destruidos por el fuego. Dejarán de existir, y no sufrirán un tormento eterno consciente. Cuando el plan de Dios para salvar la humanidad culmine, no habrá más llanto ni más lágrimas, ni más tristeza, ni más dolor (Apocalipsis 21:4). La muerte definitiva de los malvados incorregibles en un lago de fuego es un acto amoroso de la justicia y misericordia de Dios.

Podemos estar agradecidos por su justicia y gran plan de salvación a través de Jesucristo. Él ha planeado un futuro maravilloso para aquellos que lo aman y aceptan su misericordia. ¡Esperamos que decida aprender más sobre esto! BN