¿Por qué tiene que volver Jesucristo?

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¿Por qué tiene que volver Jesucristo?

En medio de las pruebas de la vida y estos tiempos cada vez peores, siempre se mantiene viva ante nosotros una maravillosa esperanza. Aunque el mundo se encuentre abrumado por la oscuridad, que seguirá en aumento, está por ocurrir algo verdaderamente crucial: la venida del Salvador del mundo, que en realidad es su segunda venida según lo entienden los cristianos. Pero, ¿va a suceder esto realmente? Y de ser así, ¿por qué?

Entre aquellos que se identifican como cristianos, comúnmente se cree que Jesucristo murió, resucitó de la muerte, se fue al cielo, y un día volverá como prometió. Desde luego, los detalles de este regreso son lo que provoca controversia. Por ejemplo, algunos piensan que su regreso es solo en forma espiritual a través de la iglesia. Sin embargo, la mayoría de los cristianos cree que él regresará literalmente en poder y gloria, y las encuestas revelan que un gran porcentaje cree que su regreso se llevará a cabo dentro de unas cuantas décadas.

Aun así, hay quienes ridiculizan tal idea. La Biblia advirtió que en los últimos días vendrían burladores diciendo: “¿Qué pasó con la promesa de que Jesús iba a volver? Desde tiempos antes de nuestros antepasados, el mundo sigue igual que al principio de la creación” (2 Pedro 3:3-4, Nueva Traducción Viviente).

Extrañamente, sin embargo, y por muy importante que sea la creencia en el regreso de Cristo, se opone a otro concepto popular de la teología tradicional: que las personas tienen un alma inmortal que vuela para estar con Cristo inmediatamente después de la muerte. Esto aparentemente no deja ninguna buena razón para el regreso de Jesús y para la resurrección de sus seguidores que supuestamente ocurrirá entonces. Hay explicaciones que intentan unir estos conceptos, pero realmente no encajan muy bien entre sí.

De hecho, la mayoría de quienes dan especial importancia al regreso de Cristo todavía piensan que este es solo un paso más en el camino al cielo.

En medio de tanta confusión, necesitamos entender: ¿Por qué regresa Jesús? ¿Tiene aún asuntos pendientes por resolver aquí en la Tierra? ¿Qué tiene planeado hacer cuando llegue aquí? Y por último, ¿qué significa esto para nuestro futuro? Examinaremos 12 razones desde el punto de vista bíblico, comenzando con seis en esta edición y cubriendo las otras seis en la próxima.

1. Para cumplir la profecía y las promesas

En primer lugar, Jesús dijo específicamente que volvería, y debe ser fiel a su palabra. Les dijo a sus discípulos: “. . . vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Dijo además que en el tiempo final “lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mateo 24:30; véase también 26:64). Las naciones en ese entonces serán hostiles a su regreso.

Como parte de “la revelación de Jesucristo” (Apocalipsis 1:1), el apóstol Juan reiteró: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron. Y todas las tribus de la tierra harán lamentación por él” (v. 7).

Cuando los discípulos de Jesús le vieron subir a las nubes desde el monte de los Olivos, en las afueras de Jerusalén, dos ángeles les dijeron: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como que le habéis visto subir al cielo” (Hechos 1:11). Esto era una parte importante de su rol como testigos (versículo 8), y lo cumplieron fielmente.

Encontramos que el retorno prometido de Cristo fue predicho a lo largo del Nuevo Testamento (en los cuatro evangelios y en el libro de los Hechos), y por cada escritor del Nuevo Testamento.

Pero tal promesa no comenzó en el Nuevo Testamento. La venida del Mesías en poder y gloria es el mensaje de toda la Biblia, comenzando con los profetas de los tiempos del Antiguo Testamento. Como dice Judas 14-15, “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares [o santos], para hacer juicio contra todos . . .”

Salmos 96:13 también dice: “¡Canten delante del Señor, que ya viene! ¡Viene ya para juzgar la tierra! Y juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con fidelidad” (Nueva Versión Internacional, énfasis nuestro en todo este artículo).

Muchas profecías hablan de la venida del Señor con todo su poder y de los grandes cambios que traerá al mundo. Algunas de estas profecías mencionan juntas tanto la primera como la segunda venida de Cristo, aunque con un intervalo entre ambas.

Por ejemplo, Isaías 9:6 comienza: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado . . .”, en referencia a la primera venida de Jesús. Pero entonces la profecía da un gran salto al futuro: “. . . y el principado sobre su hombro [como Gobernante]; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre” (vv. 6-7). La última parte de esta profecía no se cumplió en la primera venida de Cristo, pero se cumplirá a su regreso.

Aquel que vino como el Cordero sacrificial regresará como el poderoso León de Judá (ver Apocalipsis 5:5, 11-13). Como nos dice Hebreos 9:28, “así también Cristo fue ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado [esta vez, no para morir como portador del pecado], para salvar a los que le esperan”.

Las promesas y profecías del regreso de Cristo son innegables. Se nos asegura que “Dios . . . no miente” (Tito 1:2) y que, como dijo Jesús, “la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). Dios es el “Dios de verdad” (Deuteronomio 32:4; Salmos 31:5; Isaías 65:16). Juan 17:17 dice “tu palabra es verdad”.

El mismo Jesús, el Dios que se hizo carne, fue el Verbo que inspiró el Antiguo Testamento y magnificó el mensaje de Dios en el Nuevo. Él declaró ser la encarnación misma de la verdad (Juan 14:6), y sobre esa verdad vino a dar testimonio (Juan 18:37). El apóstol Pablo habló de “la verdad que está en Jesús” (Efesios 4:21). Cristo y el Padre enviaron el Espíritu Santo de la verdad para guiarnos a toda verdad (Juan 16:13), el mismo Espíritu que inspiró a los escritores de la Biblia (1 Pedro 1:10-12; 2 Pedro 1:20-21).

Naturalmente, si no podemos contar con la verdad de que Jesús va a volver, ¡entonces no existe nada en lo que podemos confiar! Pero sí podemos contar con ello de manera absoluta, “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Pablo expresó este anhelo con lo que aparentemente era una oración aramea común en la Iglesia primitiva: Maran ata, que significa “Ven, Señor”, o “El Señor viene” (ver 1 Corintios 16:22, NVI).

Jesús debe regresar para mantener la integridad y el honor del Padre y de sí mismo, y para defender la verdad de todo lo que ellos han proclamado. Pero, por supuesto, la promesa de la venida de Cristo no solamente intenta demostrar la veracidad de su cumplimiento. Otros grandes propósitos detrás del regreso de Cristo se revelan en muchas promesas y profecías específicas. ¡Él definitivamente tiene una obra crucial que llevar a cabo aquí, como veremos!

2. Para salvar a la humanidad de la destrucción total

Necesitamos desesperadamente el regreso de Cristo, o la raza humana desaparecerá.

El mundo está empeorando cada vez más. Pablo nos dijo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1), es decir, tiempos de creciente peligro y angustia. A continuación él entrega una lista de actitudes y conductas egoístas, despiadadas y perversas que irían en aumento (vv. 2-5).

Esta época en la que vivimos es cada vez más parecida a los días de Noé, cuando los pensamientos de la gente eran continuamente malvados y Dios decidió destruir al mundo mediante un diluvio global, exceptuando únicamente a la familia de Noé (Génesis 6:5, 11-13). Jesús dijo que antes de su regreso las condiciones serían como en los días de Noé, cuando la gente llevaba a cabo sus actividades normales en medio del desastre, sin tener en cuenta la catastrófica destrucción que se avecinaba (Mateo 24:37-39).

De hecho, Jesús dijo que el final de la era se convertiría en el peor momento antes de su regreso, advirtiendo que “habrá entonces gran tribulación [horrible prueba y angustia], cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21).

Las condiciones serán tan malas, que “a menos que se acorte ese tiempo de calamidad [que se interrumpa su curso], ni una sola persona sobrevivirá; pero se acortará por los elegidos de Dios” (v. 22, NTV).

La humanidad ha llegado ahora al punto en el que somos capaces de exterminarnos del planeta mediante dispositivos nucleares y otras armas de destrucción masiva. Y muchas profecías muestran que las naciones están avanzando inexorablemente hacia un tiempo venidero de una terrible guerra mundial en la que usarán tales armas. Además, otras profecías advierten que Dios enviará desastres catastróficos a una humanidad impenitente que acabará con cualquier cosa que quede si no se interrumpen los efectos de estos desastres.

Felizmente, por el bien de los elegidos o escogidos de Dios, una vez más Jesús intervendrá como prometió para evitar que la humanidad sea borrada de la faz de la Tierra.

3. Para resucitar a sus seguidores y transformarlos en seres inmortales

Jesús prometió la vida eterna a sus seguidores, afirmando que los levantaría en el día postrero (Juan 6:39-40, 44, 54).

Inmediatamente después de explicar que todos los habitantes de la Tierra presenciarían su regreso (Mateo 24:30), Jesús dijo de sí mismo: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo [el cielo que rodea la Tierra] hasta el otro” (v. 31).

Esto incluye a los verdaderos seguidores de Cristo que aún estén vivos cuando él venga, así como a los que ya hayan muerto: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire . . .” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Así pues, Jesús viene por su Novia espiritual, la Iglesia (su cuerpo colectivo de creyentes). Él será el Esposo y ella será su Esposa (compare con Mateo 25:1-13 y Efesios 5:25-33).

Muchos creen que Jesús vendrá solamente para llevarnos a todos lejos de aquí y que vivamos permanentemente en el cielo. pero esto no es lo que la Biblia enseña; por el contrario, ella muestra que viviremos con Cristo en la Tierra, como veremos más adelante.

Cuando nos levantemos para encontrarnos con Cristo, él nos transformará en seres inmortales con cuerpos glorificados como los de los seres espirituales, tal como sucedió con él. Él “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:21). “Amados . . . sabemos que cuando él se manifieste [en su venida], seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Tal como Jesús “fue hecho espíritu vivificante” en su resurrección (1 Corintios 15:45), así seremos nosotros (versículos 47-49) cuando seamos convertidos en seres inmortales e incorruptibles (versículos 52-55).

En esta transformación, Jesús completará nuestra redención iniciada en su primera venida. Por medio de su propio sacrificio él nos redimió y compró de nuevo, salvándonos de la muerte (Gálatas 3:13; 1 Pedro 1:18-19; Apocalipsis 5:9). Sin embargo, igual morimos, así que la redención completa es algo que todavía esperamos. Jesús dijo que con la llegada de los eventos del tiempo del fin, “vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28). Esperamos “la redención de la posesión adquirida” (Efesios 1:14), “la redención de nuestro cuerpo” en la venida de Cristo (Romanos 8:23). ¡Esto corresponde a la salvación final, cuando seremos libres del pecado y la muerte y viviremos para siempre con Cristo y el Padre!

4. Para aparecer en gloria y ser reivindicado y honrado

A pesar de ser el Dios Creador hecho carne que vino a salvarnos a todos, en su primera venida Jesús fue ridiculizado, perseguido, torturado y ejecutado cruelmente en medio de gran vergüenza y humillación. Y a pesar de haberse levantado de la tumba, solo fue visto por unos pocos (la mayoría de los cuales eran sus seguidores) y aun así fue rechazado por su nación. Mucha gente hoy en día todavía se burla de él e incluso usa su nombre para maldecir a otros.

Y si bien los padecimientos de Cristo y el continuo rechazo que ha sufrido de parte de muchos es una parte del plan de Dios que se está llevando a cabo, esta forma de tratar al Creador y Salvador de la humanidad obviamente no es lo que él se merece. Él merece el honor, gloria, adoración, devoción y veneración de todos. Aquellos que se le resistan, un día se asombrarán de él y deberán sometérsele.

Jesús renunció a su majestad y poderío divinos para humillarse a sí mismo hasta el punto de morir crucificado, como un criminal (Filipenses 2:5-8). “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos [los ángeles], y en la tierra, y debajo de la tierra [los muertos y enterrados que luego resucitarán]; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-10).

Dios nunca quiso que la última imagen pública que el mundo tuviera de Jesús fuera la de un criminal condenado a muerte e inmolado en una cruz, y que solo unos cuantos testigos presenciaran su resurrección. Por el contrario, él será completamente reivindicado y se aparecerá al mundo como el Dios vivo y todopoderoso que es, manifestando su magnífico poder a su venida. Esto también reivindicará a sus seguidores.

Esperamos con ansias aquel momento en el que “el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles” (Mateo 16:27). Pablo habla de “cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron” (2 Tesalonicenses 1:10; compare con Juan 17:24). En ese entonces también mostrará su gloria a las naciones: “Por eso reuniré a todas las naciones y a todos los pueblos, y ellos verán mi gloria” (Isaías 66:18, NTV). De hecho, como leímos antes, “todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7). ¡Jesús finalmente recibirá el respeto y honor que le corresponden!

5. Para reinar como Rey de todas las naciones

Se nos dice además: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones” (Mateo 25:31-32). Al sonar la séptima y última trompeta del Apocalipsis, no solo resucitarán los muertos en Cristo, sino que se hará un maravilloso anuncio: “Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15). Y entonces, por fin, vendrá el Reino de Dios.

Jesús volverá con gran poder para tomar posesión de las naciones y gobernarlas como “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:15-16; compare con 17:14). “Y el Eterno será Rey sobre toda la tierra” (Zacarías 14:9). En Salmos 67:4 leemos esta plegaria: “Alégrense y canten con júbilo las naciones, porque tú las gobiernas con rectitud; ¡tú guías a las naciones de la tierra!”.

Los seguidores de Cristo de esta era, que ya estarán glorificados con él, “reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6) –durante el Milenio– “y reinarán sobre la tierra” (Apocalipsis 5:10, NTV). En lugar de irse al cielo y quedarse allí, vivirán aquí y llevarán a cabo una obra crucial: producir una maravillosa transformación en todo el mundo. Jesús llamó a este tiempo “el siglo venidero” (Marcos 10:30; Lucas 18:30) y “la regeneración [o renacimiento], cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria” y sus doce apóstoles también se sienten “sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28).

¡Este será un tiempo de increíble renovación que comenzará con Israel y luego se extenderá a todo el mundo!

6. Para liberar y enaltecer a Israel

Como hemos visto, Jesús heredará el trono de David sobre Israel (Isaías 9:6-7; ver también Lucas 1:32). Al sentarse en este trono, él gobernará sobre todo el mundo e Israel será exaltado sobre todas las naciones.

El regreso de Jesús permitirá el cumplimiento del plan de Dios para Israel.

En los últimos siglos, las naciones que descienden del antiguo Israel han sido muy bendecidas mediante el cumplimiento de las promesas hechas a los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob (lea nuestro folleto gratuito Estados Unidos y Gran Bretaña en la profecía bíblica para aprender más). No se trata de una cuestión de preferencia racial, sino de herencia y responsabilidad familiar. La intención de Dios es bendecir a todas las naciones a través de los descendientes de Abraham (Génesis 12:1-3; 26:4; 28:14).

Sin embargo, las profecías muestran que poco antes de que Jesús regrese, las naciones israelitas –aquellas que descienden de Europa noroccidental, y también el pueblo judío– experimentarán un tiempo de terrible prueba, llamada la gran tribulación, debido a sus atroces pecados nacionales. “Será un tiempo de angustia para Jacob [o Israel], pero será librado de ella” (Jeremías 30:7), es decir, después de pasar por la prueba.

Los israelitas y el pueblo judío se enfrentarán a la animosidad y los devastadores ataques de otras naciones. Dios advirtió a los israelitas: “Dondequiera que habitéis, serán desiertas las ciudades” (Ezequiel 6:6). Jerusalén será asediada y “todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella” (Zacarías 12:1-3).

Sin embargo, Jesús intervendrá para defender a su pueblo: “Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos” (Zacarías 14:3-4). Jesús regresará al mismo lugar del cual partió, pero ahora como guerrero divino.

Varias profecías muestran que él reunirá a los exiliados dispersos de Israel y los llevará de vuelta a la Tierra Prometida. Las dos divisiones de la nación, las tribus del norte de Israel dirigidas por Efraín, y la tribu sureña, Judá, se fusionarán de nuevo en una sola nación unida y gobernada nuevamente por el rey David, ahora resucitado (Ezequiel 37:15-28). Como ya se ha mencionado, cada tribu será gobernada por uno de los doce apóstoles (Mateo 19:28) y estos, junto con David, reinarán bajo el gobierno general de Cristo en el mundo.

Jesús liberará a los israelitas tanto física como espiritualmente. Muchos piensan que el nuevo pacto que Jesús trajo (por medio del cual la gente es perdonada gracias a su sacrificio y puede obedecer verdaderamente a Dios por medio de su Espíritu), solo se aplicaba a la Iglesia en aquella época. Pero Dios dijo que estaba haciendo un nuevo pacto “con la casa de Israel y la casa de Judá”, por lo cual él pondría sus leyes en sus corazones y mentes (Jeremías 31:31-34).

El Señor también predijo que su Espíritu sería derramado sobre el pueblo judío en Jerusalén y que ellos mirarían a Aquel “a quien traspasaron”, profundamente afligidos por haberlo rechazado durante todo este tiempo, y ahora se dispondrían a arrepentirse y seguirlo (Zacarías 12:10-11).

Y como escribe Pablo, “luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados” (Romanos 11:26-27). Esto será maravilloso para el resto de las naciones (Romanos 11:11-12). Israel estaba destinado a ser un ejemplo santo para el mundo, ¡y lo será cuando Cristo regrese!

Asegúrese de leer la segunda y última parte de esta serie en nuestro próximo número, donde examinaremos más razones por las cuales Cristo debe retornar a la Tierra. Como vimos, todavía hay muchas cosas que él y sus seguidores deben llevar a cabo a su regreso. Confíe en sus promesas. Como nos asegura Hebreos 10:37, “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. BN