¿Por qué tiene que volver Jesucristo?: Segunda parte

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¿Por qué tiene que volver Jesucristo?

Segunda parte

La mayor parte del mundo cristiano cree que Jesús regresará a la Tierra, pero muchos no entienden con qué propósito. En la primera parte de este artículo, en la edición anterior, vimos seis razones por las cuales Jesucristo debe regresar a la Tierra. Es recomendable leer esa primera parte antes de continuar con la segunda, donde explicamos seis razones más para completar un total de doce.

Haciendo una breve síntesis, las primeras seis razones fueron: 1) cumplir profecías y promesas; 2) salvar a la humanidad de la destrucción total; 3) resucitar y transformar a sus seguidores en seres inmortales; 4) venir en gloria para ser reivindicado y reverenciado; 5) reinar como Rey sobre todas las naciones; y 6) liberar y enaltecer a Israel.

Sin embargo, estas no son las únicas razones por las que Jesús volverá. Como se puede ver a lo largo de las Escrituras, él aún tiene muchas cosas que llevar a cabo. En esta ocasión examinaremos otras seis, pero aun así este sigue siendo un resumen muy general de la inmensa labor por hacer en el mundo venidero.

Sin duda, se podrían destacar muchos más aspectos. Pero, de acuerdo a lo que ya hemos visto, ¿qué más viene a hacer Jesús? Y nuevamente preguntamos, ¿por qué volverá a la Tierra?

7. Para establecer su trono en Jerusalén

En lo concerniente a lo que pasará con la nación de Israel a su regreso (el último punto que mencionamos), el Señor declaró además: “. . . los estableceré y los multiplicaré, y pondré mi santuario [o lugar santo] entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo [o morada], y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las naciones que yo el Eterno santifico a Israel, estando mi santuario en medio de ellos para siempre” (Ezequiel 37:26-28).

Los capítulos finales de Ezequiel, a partir del 40, muestran que durante el Milenio se reedificará el templo físico y volverá a operar en Jerusalén. Algunos piensan que se trata solo de un simbolismo espiritual; no obstante, la detallada descripción que hay en estos capítulos hacen insostenible tal idea. La estructura del templo siempre tuvo aspectos simbólicos, pero aun así fue un edificio literal, tal como lo será el nuevo.

El templo físico es considerado como el lugar del trono de Dios en la Tierra: el propiciatorio del arca del pacto entre los querubines es un símbolo del trono de Dios en el cielo. En ese entonces Jerusalén será la capital del mundo: “En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono del Eterno, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre del Eterno en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón” (Jeremías 3:17, énfasis nuestro en todo este artículo). Desde ahí gobernará Cristo: “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor” (Isaías 2:3).

8. Para juzgar al mundo, recompensar a los fieles y eliminar la maldad

El mundo de hoy está lleno de corrupción e injusticia. Los justos sufren inmerecidamente, mientras que los malvados a menudo prosperan. ¿Permitirá un Dios justo y bondadoso que esto continúe indefinidamente, al tiempo que sigue llevando a los buenos a vivir al cielo cuando mueren? Como Abraham preguntó: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” (Génesis 18:25).

Como sabemos, la maldad en el mundo actual se usa como argumento en contra de la existencia de Dios. Pero quienes entendemos que Jesús vino a morir por nuestros pecados, ¿creemos acaso que Dios tolerará eternamente el pecado y sus consecuencias? ¿Qué jamás acabarán la muerte, la miseria y el dolor? ¡No! Estos males han sido permitidos temporalmente para que desarrollemos fe y carácter, ¡pero finalmente serán erradicados! Deben llegar a su fin, ¡y eso es precisamente lo que sucederá!

Cuando Jesús regrese traerá justicia al mundo y enderezará todas las cosas. Él recompensará al justo y castigará al incorregible a fin de librar al mundo de todo pecado.

Ya habíamos visto en Judas 14-15 y Salmos 96:13 que el Señor viene para juzgar al mundo. Esto se refiere a Cristo, porque él dijo que “el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo” (Juan 5:22). Por medio de Cristo, Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad; pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad” (Romanos 2:6-8).

Jesús advirtió en una parábola que a su regreso recompensará a sus siervos dándoles diferentes cargos de autoridad en su reino, de acuerdo a como hayan usado sus dones espirituales para su servicio y desarrollado un carácter como el suyo; pero los que no obedezcan sus instrucciones perderán su recompensa (ver Lucas 19:11-26). Y sus enemigos, los que a fin de cuentas se rebelen contra su gobierno, serán destruidos (versículo 27).

A su regreso, Jesús triunfará sobre sus enemigos. Las naciones del mundo, influenciadas por Satanás el diablo (1 Juan 5:19), se enojarán por el regreso del Salvador y al desafiarlo deberán enfrentarse a su juicio (Apocalipsis 11:18; Joel 3:2). Una alianza de gobernantes “peleará contra el Cordero, y el Cordero los vencerá” (Apocalipsis 17:12-14). Pablo escribe acerca de cierto líder humano del sistema caótico que luego dominará el mundo, “a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2 Tesalonicenses 2:8).

Entonces, Satanás mismo y sus demonios serán capturados y desterrados del mundo a un abismo o pozo sin fondo durante los mil años de gobierno de Cristo, acabando así con su engaño a las naciones y su influencia espiritual en las mentes de las personas que produce actitudes erradas y desobediencia. (Apocalipsis 20:1-3; ver Efesios 2:1-3). Posteriormente será liberado por poco tiempo y engañará nuevamente a las naciones, pero finalmente será arrojado a un lago de fuego donde permanecerá eternamente (Apocalipsis 20:3, 7-10). Después, los seres humanos incorregibles también serán arrojados y destruidos en el lago de fuego, y la muerte y el sepulcro, los enemigos postreros, desaparecerán para siempre (versículos 14-15; 21:8; 1 Corintios 15:25-26).

Una vez que Satanás y la maldad desaparezcan, todos los seres humanos podrán aprender lo que es la justicia y vivir en armonía con Dios y entre sí. Jesús finalmente recibirá toda la alabanza y el honor que le corresponden, y aquellos que lo sigan compartirán su gloria. Y Satanás y los que se nieguen a arrepentirse sufrirán el juicio y el castigo que merecen. ¡Esto comenzará cuando Cristo regrese a juzgar y arreglar todo para traer sanidad a nuestro mundo deshecho y caótico!

9. Para enseñar al mundo sus caminos y traer la paz mundial

Cuando Jesús gobierne el mundo desde Jerusalén, “vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque [como ya leímos] de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:1-3). En lugar de guerra, se le enseñará al mundo el camino de la paz (versículo 4). En efecto, como resultado de los cambios que Jesús implementará, el viejo sueño de la paz mundial finalmente será una realidad. Los intentos del hombre por alcanzarla han fracasado, y debemos llegar a esta conclusión: “Señor, tú nos darás paz, porque también hiciste en nosotros todas nuestras obras” (Isaías 26:12). Cristo obrará en las personas y a través de ellas para lograrlo, y entonces el Espíritu de Dios será derramado sobre toda la humanidad (Joel 2:28).

Jesús y sus seguidores resucitados, como un sacerdocio real, serán los maestros del mundo, y le dirán a la gente: “Este es el camino, andad por él” (Isaías 30:20-21). Pronto “la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).

10. Para restaurar toda la creación

Con la transformación que llevará a cabo Jesús, hasta los animales vivirán en paz: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará . . . No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte” (vv. 6-9). Este “monte” se refiere al reino soberano de Dios, que se expandirá y abarcará toda la Tierra (compare con Daniel 2:35, 44).

Este mundo devastado por la guerra será transformado en un paraíso similar al huerto del Edén, comenzando con Jerusalén: “Ciertamente consolará el Eterno a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto del Eterno” (Isaías 51:3). “Y dirán: Esta tierra que era asolada ha venido a ser como huerto del Edén; y estas ciudades que eran desiertas y asoladas y arruinadas, están fortificadas y habitadas” (Ezequiel 36:35).

En aquel entonces, tanto la naturaleza como la humanidad experimentarán una renovación asombrosa: “El yermo se gozará y florecerá como la rosa . . .” (Isaías 35:1). “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. El lugar seco se convertirá en estanque, y el sequedal en manaderos de aguas” (vv. 5-7). Esta agua vigorizante es literal, pero también simboliza el Espíritu Santo y todas las bendiciones de Dios. Como él dice: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Isaías 44:3).

Los abundantes árboles a lo largo de la ribera del río que fluye desde el nuevo templo de Dios en Jerusalén serán para alimento y sanidad (Ezequiel 47:1-12); esta descripción es a la vez literal y simbólica. Debido al pecado, la humanidad fue sacada del huerto del Edén y ya no tuvo acceso al árbol de la vida, pero ese acceso finalmente será restablecido (ver Apocalipsis 22:1-3, 14).

Cuando Jesús regrese del cielo, traerá “los tiempos de la restauración de todas las cosas” proclamados por todos los profetas de Dios (Hechos 3:21), y toda la creación será liberada de su esclavitud de corrupción (ver Romanos 8:18-23).

11. Para ofrecer la salvación a todos

Ya vimos la intención de Dios de salvar a todo Israel (Romanos 11:26; compárese con Isaías 45:17). Y él quiere lo mismo para toda la humanidad, como se expresa en la oración inspirada de Salmos 67:2: “Para que sea conocido en la tierra tu camino, en todas las naciones tu salvación”. Estaba profetizado que Jesús, como Mesías, además de perdonar y restaurar a Israel, traería la salvación a todo el mundo: “También te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra” (Isaías 49:6).

Cuando Jesús reine con poder y gloria sobre las naciones, se le ofrecerá la salvación al mundo entero. Sin embargo, podríamos preguntarnos, ¿qué pasará con todos los que murieron en épocas pasadas sin tener la oportunidad de salvación en Cristo? Por ejemplo, leemos en Zacarías 12:10 que aquellos que traspasaron a Cristo lo lamentarán y se arrepentirán. En cierto sentido, esto se refiere a la nación judía del tiempo del fin, e incluso a la humanidad entera, ya que todos somos responsables de la muerte de Cristo. Pero, ¿qué pasará con los que participaron personalmente en su crucifixión? ¿Están perdidos para siempre, aun si no entendieron o no cayeron en cuenta de lo que estaban haciendo? (compare con Lucas 23:34).

La verdad es que estas personas también tendrán la oportunidad de que se les ofrezca la salvación. Jesús resucitará del sepulcro a sus seguidores tan pronto regrese, “pero el resto de los muertos”, como dice Apocalipsis 20:5, no volverá a vivir “hasta que se cumplan los mil años”. Entonces ellos también serán resucitados y aunque muchos piensan que será para recibir una condena inmediata, sin duda ese no es el caso. Por el contrario, habrá un período de juicio (versículos 11-12), un período de evaluación en que el Libro de la Vida estará abierto, lo que representa una oportunidad para todos.

Por lo tanto, Jesús viene no solo para ofrecer salvación a todos los que estén vivos a su regreso y a las generaciones siguientes, sino además para ofrecer salvación a todos los que han existido y que nunca tuvieron suficiente entendimiento u oportunidad. (Para aprender más sobre esta asombrosa verdad, lea “El Último Gran Día: Se ofrecerá la vida eterna a toda la humanidad” en nuestro folleto gratuito Las fiestas santas de Dios: Esperanza segura para toda la humanidad).

12. Para traer un cielo nuevo y una Tierra nueva

Por último, después del Milenio y el período del juicio final y de condenar a todos los que se nieguen a arrepentirse y obedecer, los que aún vivan serán testigos de una experiencia extraordinaria de transformación en toda la creación, pues la Tierra y el cielo cambiarán del deterioro físico a una condición eterna (Apocalipsis 21:1). En aquel entonces no iremos a una Tierra diferente, sino que Dios renovará nuestro planeta junto con todas las cosas (versículo 5). Entonces la Nueva Jerusalén, una ciudad de extraordinarias dimensiones, descenderá a la Tierra con Dios Padre.

Es irónico que muchos interpreten la descripción de esta ciudad en la visión de Apocalipsis 21-22 como si se tratara de la vida en el cielo, cuando la verdad es que la ciudad descenderá a la Tierra renovada, como morada permanente del Padre y de Cristo y de todos los salvos de la humanidad. ¡Entonces el cielo vendrá a la Tierra y el árbol de la vida estará disponible aquí para las naciones! (Apocalipsis 22:1-2, 14).

“Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán” (v. 3). En la visión no se ve ningún templo, “porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero es su templo” (Apocalipsis 21:22), y brilla en él como una luz más radiante que el Sol (versículo 23). Lo que esto significa es que Cristo no solo tiene mucho trabajo que hacer aquí en la Tierra cuando regrese, como hemos visto, ¡sino que su trabajo aquí nunca terminará! El reinará aquí con el Padre y todos sus seguidores en una existencia asombrosa y gozosa en la eternidad futura, un mundo sin fin.

Sí, la esperanza del regreso de Cristo es segura. La Biblia finaliza con la afirmación de esta promesa permanente y una oración (a la que todos debemos unirnos) por su rápido cumplimiento. Apocalipsis 22:20 concluye: “El que da testimonio de estas cosas [Jesucristo], dice: “Ciertamente vengo en breve. Amén; ¡sí, ven, Señor Jesús!” BN