Los niños que sufren
¿Quién los protegerá?
Davion Henry, ataviado con un elegante traje, se levantó durante un servicio religioso, se paró ante el púlpito e hizo una impactante solicitud. Él rogó que alguien lo adoptara, diciendo: “No importa si es anciano o joven, padre o madre, blanco, negro o morado. Aceptaré a quien sea”.
Davion fue abandonado cuando era solo un bebé y pasó toda su vida en hogares de acogida. A los 15 años se enteró de que su verdadera madre había muerto en prisión, y ahora está buscando una familia propia con tantas ansias, que estuvo dispuesto a humillarse y rogar a las personas de su congregación que lo adoptaran (“Old or Young, Dad or Mom, Black, White, Purple. I’ll Take Anyone” [No importa si es anciano o joven, padre o madre, blanco, negro o morado. Aceptaré a quien sea], Daily Mail, oct. 16, 2013].
Esta historia me conmovió profundamente y de manera muy personal, porque puedo identificarme muy bien con Davion y su dolor: al igual que él, pasé mi infancia y gran parte de mi adolescencia en hogares de acogida.
Desde que tenía 4 años hasta que cumplí 14, fui transferida de un hogar de acogida a otro; afortunadamente, mi hermano gemelo estuvo conmigo durante esos años tan traumáticos. Jim y yo vivimos en ocho hogares distintos en un periodo de diez años, y justo cuando me sentía con la confianza suficiente como para dirigirme a mis nuevos padres sustitutos como Mamá y Papá, teníamos que mudarnos nuevamente.
Todavía recuerdo aquellas noches previas a la mudanza, cuando me invadía la angustia y me preguntaba quiénes serían nuestros nuevos padres, cómo nos tratarían, a qué colegio iríamos. Desafortunadamente, como evidencian las estadísticas, yo no soy la única que ha debido soportar una infancia trágica.
¡En el mundo hay más de 150 millones de huérfanos! Esta escalofriante cifra debe hacernos meditar — hay cientos de miles de niños que, al igual que Davion, ansían ser parte de una familia. ¿Por qué hay tantos huérfanos? Existen varias razones: guerras, padres que no pueden o no quieren cuidar a sus hijos, hambrunas y enfermedades graves como el SIDA. Según los cálculos de agencias de la ONU, posiblemente hay más de 40 millones de huérfanos solo a causa del SIDA.
De acuerdo a las cifras correspondientes al año 2013, solo en los Estados Unidos existen más de 400.000 niños que viven en hogares sustitutos, y el gobierno gasta casi 20 mil millones de dólares al año en su cuidado y atención. Lamentablemente, esta cifra aumenta año tras año en la medida que más niños ingresan al sistema.
¿Intervendrá Dios para resolver estos problemas y los muchos otros que enfrentan estos niños desamparados?
Un mundo peligroso y la perspectiva divina
Pero junto con lamentar la dramática situación que afecta a muchos de nuestros niños en el mundo actual, no podemos olvidar a los muchos otros que son asesinados anualmente mediante el aborto. Cada año, aproximadamente 1.2 millones de mujeres en los Estados Unidos interrumpen su embarazo de forma voluntaria. ¿Sabía usted que casi el 89 por ciento de todos los abortos son llevados a cabo a finales del primer trimestre de embarazo? Entre las naciones occidentales desarrolladas, Estados Unidos lidera la tasa de abortos (con 19.4 por cada 1.000 nacimientos) y se estima que desde 1973, en este país se han realizado más de 55 millones de abortos.
A esto se suman los 15 millones de niños que mueren de hambre cada año en el mundo. En el mismo periodo mueren aproximadamente 10 millones debido a malformaciones congénitas, desnutrición, accidentes, enfermedades, SIMS (Síndrome Infantil de Muerte Súbita), cáncer, hambre, homicidios y guerras. Y esta cifra ni siquiera incluye a los niños que crecen con padres negligentes y abusivos. Más de 28 millones de estadounidenses son hijos de padres alcohólicos, y de ellos, casi 11 millones son menores de 18 años.
Frente a estas estadísticas, uno no puede evitar preguntarse “¿dónde está Dios?”, “¿cómo puede él permitir el sufrimiento de tantos niños?” Pero la verdad es que la mayoría de las personas no quieren que Dios esté presente en sus vidas. Sin embargo, ellas creen que pueden controlar la vida de los demás y culpar a Dios de negligencia y de todo el sufrimiento que existe. Dios sí se preocupa, pero él está llevando a cabo un plan supremo, y debemos recordar los siguientes principios:
1. Dios le ha dado al hombre libre albedrío para que tome sus propias decisiones. La humanidad fue la que escogió legalizar el aborto de bebés en gestación. La humanidad es la que ha decidido embarcarse en guerras por codicia y odio. La humanidad es la que ha optado por seguir su propio camino en vez de someterse a la voluntad amorosa y omnisapiente de Dios. Como ya dijimos, la mayoría de los seres humanos no quiere a Dios en sus vidas y él, como un padre amoroso, les dice: “Está bien, tomen sus propias decisiones y vean cómo les va”.
2. Dios ha permitido que Satanás influencie a la humanidad y ejerza control sobre el mundo.Satanás es el que tiene la culpa. El apóstol Pablo se refirió a él en Efesios 2:2 como al “príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”. El poder de Satanás es muy inferior al de Dios, pero nuestro Padre le ha permitido controlar este mundo temporalmente. Sin embargo, Dios interviene en nuestras vidas si lo llamamos, si reconocemos sinceramente su existencia y lo buscamos genuinamente, con una actitud obediente.
3. Dios posee una visión panorámica. Él está trabajando con nosotros de diferentes maneras, y algunas veces lo hace a través del sufrimiento. Dios también desea que las personas se den cuenta de que sus vidas no producen buenos resultados si no tienen fe en él y desobedecen su ley de amor. Por ello es que a veces pasan cosas malas a personas y niños aparentemente buenos. El plan de Dios comprende mucho más de lo que nos sucede temporalmente. El Todopoderoso ve todo el sufrimiento del mundo y, a diferencia de los gobiernos actuales, él traerá soluciones reales y duraderas (para más información sobre este tema, solicite y lea nuestro folleto ¿Por qué Dios permite el sufrimiento?).
Pero a pesar de toda la fatalidad y el pesimismo que nos rodea, hay verdadera esperanza para el futuro, y yo la encontré. Cuando sentí un vacío profundo en mi corazón por mi necesidad de tener un padre, Dios acudió en mi ayuda y lo llenó. David escribió en Salmos 68:5: “Padre de huérfanos y defensor de viudas, es Dios en su santa morada”.
Entiendo muy bien por qué me han pasado cosas malas en mi vida, ya que en última instancia, la culpa es de Satanás (Efesios 2:2; 2 Corintios 4:4). Pero con ello he aprendido a ser empática y soy capaz de entender el dolor de alguien como Davion, que ha sufrido tanto dolor y carencias. Sé cuál es la solución porque ya he pasado por ello y conozco el proceso, sé lo que Dios ha hecho por mí, sé que él es el Sanador de los que sufren, y que él es el Padre de los huérfanos, porque he visto su asombroso amor en mi vida.
Muchas personas toman la iniciativa de ayudar y defender a otras porque entienden su dolor, conocen el proceso de sanación y saben que se puede salir fortalecido del sufrimiento. Estas personas son grandes defensoras de los que sufren porque ya han pasado por lo mismo, y en parte esta es la razón de por qué sufrimos: para poder entender y ayudar a otros.
El esmerado cuidado de Dios hacia los niños
Jesucristo es nuestro gran Defensor. Él experimentó enormes sufrimientos para poder abogar por todos nosotros ante el Padre. Soportó un inconcebible dolor físico y emocional, y es capaz de entender nuestro sufrimiento y apelar por nosotros ante Dios cuando Satanás nos esté acusando.
El apóstol Pablo escribió: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16-17). Solo un Padre muy excepcional hubiera permitido que su único Hijo muriera por todos nosotros a fin de que pudiéramos ser parte de su familia.
Dios se preocupa en gran manera de nuestros hijos. Mateo escribió: “Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18:3-6).
Jesús continuó: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos” (v. 10). ¡Qué increíble mensaje en defensa de los niños! Dios no quiere apartarlos, sino que desea que tengan todas las oportunidades de buscarlo y seguir su camino.
¡Dios sí se preocupa de los niños! Si usted siente un vacío en su corazón, al igual que Davion, busque al verdadero Dios. Nunca se es demasiado joven para empezar: yo conocí a Dios cuando tenía 9 años. Pídale que forme parte de su vida y que sea su Padre, porque él es el Padre de los huérfanos y se preocupa profundamente por usted; él es el Sanador de todos los niños que sufren y los sanará a todos en su debido momento, según su plan para la humanidad. ¡Él es el único que puede corregir las cosas!
Por lo tanto, ore por el advenimiento de un mundo mejor y para que Satanás, la causa principal de todos nuestros males, sea erradicado (Apocalipsis 20:1-3) y nuestro magnífico Padre gobierne la Tierra por medio de su Hijo, Jesucristo. En aquel entonces, Dios se encargará de todo y será un verdadero Padre para todos nosotros. ¡Él es quién arreglará todos los problemas de este mundo! ¡Por el bien de nuestros niños, ore por el pronto retorno de Jesucristo!