¿Está pensando en abortar? ¡No lo haga!

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¿Está pensando en abortar? ¡No lo haga!

¿Sabía que destruir un huevo de águila en los Estados Unidos es un crimen? Sin embargo, está permitido matar a un bebé que aún no ha nacido. ¡La sociedad actual está totalmente trastocada!

Pero el flagelo del aborto es un problema mundial. Varios años atrás se reveló que “casi un tercio de los embarazos en Europa terminan en aborto” (Claire Bates, Daily Mail, 19 enero de 2012). En China, increíblemente, se efectúan 23 millones de abortos al año (“China comete 23 millones de abortos anuales, una cifra ‘abrumadora’, según el Departamento de los Estados Unidos”, LifeSiteNews, 15 de abril de 2016).

¿Cómo es posible que acabar con una vida de esta forma encuentre tanta aceptación? Muchos de los que están a favor del aborto usan el lamentable argumento de que lo que está creciendo en el vientre de la mujer no es realmente un ser humano.

Sin embargo, un bebé en el vientre materno es un ser humano, no un pedazo de tejido. “Los latidos del corazón del futuro bebé se pueden escuchar a partir del día 22, el hipo a los 52, y la función de los órganos se inicia a la octava semana después de la concepción. En resumen . . . abortar es matar a un ser humano” (“Thirty-Six Couples Wait for Every One Baby Who is Adopted” [Por cada bebé que es adoptado, treinta y seis parejas esperan su turno], Keith Ryler, LifeNews.com, 9 de julio de 2012). ¡El bebé en gestación incluso puede escuchar sonidos musicales y reaccionar a ellos!

Para aquellas mujeres que están enfrentando un embarazo no deseado, el aborto es la respuesta equivocada. Todos debemos aprender a buscar la ayuda de Dios (y su perdón cuando nos hayamos ido por el mal camino) y a valorar la vida humana tal como él lo hace.

¿Qué nos dice la Biblia al respecto?

La sociedad puede considerar que el bebé que está por nacer es nada más que un “tejido”, pero las Escrituras claramente nos señalan que es un niño. Éxodo 21:22-23 dice respecto a las embarazadas: “Si varios hombres se pelean entre sí, y en su lucha golpean a una mujer embarazada, se hará lo siguiente: Si a la mujer no le pasa nada, pero muere el niño que llevaba en su vientre, el que resulte culpable deberá pagarle al esposo de la mujer lo que él pida, siempre y cuando los jueces consideren que lo que pide es justo. Pero si a ella le pasa algo, se castigará al culpable haciéndole el mismo daño que le hizo a la mujer. Es decir, si mata a la mujer, será condenado a muerte . . .” (Traducción en Lenguaje Actual, énfasis nuestro en todo este artículo). Esto significaba la pena de muerte en caso de que la mujer o su hijo nonato murieran. Algunos pueden discrepar al respecto, pero cabe notar que aquí el ser en gestación es descrito como un niño.

En Lucas 1-2, que registra la historia de los nacimientos de Juan el Bautista y de Jesucristo, leemos que María, embarazada de Jesús, se encontró con su prima Elizabet, que estaba embarazada de Juan: “Y aconteció que cuando oyó Elizabet la salutación de María, la criatura [Juan] saltó en su vientre” (Lucas 1:41). Elizabet dijo: “Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (v. 44). La palabra griega traducida como “criatura” es la misma que encontramos en Lucas 2 y que se refiere a Jesucristo como el “niño . . . acostado en el pesebre” (vv. 12, 16).

Juan saltó de gozo en el vientre de su madre. Claramente ya se le consideraba una persona, al igual que a Jesucristo. ¿Hubiera sido correcto que María o Elizabet hubieran abortado entonces?

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento afirman que las criaturas nonatas son bebés pequeños, ¡y que tienen derecho a vivir!

Desastre en la Corte Suprema de Estados Unidos

Una de las decisiones más controvertidas que ha enfrentado la Corte Suprema de los Estados Unidos fue la histórica sentencia del caso judicial Roe contra Wade en enero de 1973, que permitió que las mujeres de todo el país tuvieran derecho a abortar la vida que llevaban en sus vientres. Esta sentencia ha sido usada como argumento para demostrar que el feto no tiene derechos constitucionales.

¡Qué triste y qué espantoso! Si el bebé que está por nacer no tiene derechos constitucionales, ¿quién lo va a proteger, entonces?

El argumento de que cada mujer tiene el derecho a decidir qué es lo mejor para su propio cuerpo es bastante superficial. ¿Es que acaso los niños en el vientre de sus madres no tienen derechos respecto a lo que se les hace a sus cuerpos, ya sea para vivir o morir? ¿Quién hablará por ellos?

Con el tiempo, “Jane Roe”, la parte demandante en el caso Roe contra Wade, cuyo nombre verdadero era Norma McCorvey, se arrepintió, tuvo un cambio radical de opinión y lamentó profundamente su rol en la legalización del aborto. A mediados de los años noventa se convirtió al cristianismo y en defensora de la vida, participando en campañas para hacer ilegal el aborto hasta su muerte en 2017. Respecto de su rol en el controvertido caso judicial, afirmó que “fue el mayor error de mi vida” (“Little-Known Facts About Roe v. Wade” [Hechos poco conocidos respecto al caso Roe contra Wade], Alexandra DeSanctis, National Review, 23 de enero de 2017).

No solo peca la mujer

Con frecuencia se piensa que la que comete pecado es la mujer porque es ella quien pone fin a su embarazo, pero el padre del niño también tiene su parte de culpa: muchos lo incitan, e incluso lo financian. Algunas adolescentes y jóvenes adultas a menudo ceden ante la presión de sus parejas por temor a perder esa relación, y también hay muchos esposos que son responsables de que sus esposas aborten por conveniencia, ya que no quieren tener otra boca que alimentar.

A todo lo anterior se suman también los doctores y los centros que suministran el servicio, junto con la industria y los grupos políticos que los apoyan. De hecho, la sociedad también es culpable de este pecado.

En Estados Unidos existe una actitud muy despectiva y presuntuosa respecto a este cáncer espiritual. Una consejera en cierta clínica de abortos llegó al extremo de filmar su propio aborto para “erradicar el estigma que rodea las decisiones prenatales y luchar por el derecho de cada persona a llevar a cabo esas decisiones sin vergüenza, deshonra o coerción” (“New Jersey Abortion Clinic Counselor Explains Why I Filmed My Abortion’” [Consejera de una clínica de aborto de New Jersey explica “Por qué filmé mi propio aborto”], Lindsey Beaver, The Washington Post, 8 de mayo de 2014).

¿Qué tan enferma está nuestra sociedad? Si uno considera cuán ampliamente se difunde y fomenta el aborto, no cabe duda de que no solo la mujer que se somete a uno es quien peca.

“Yo aborté. ¿Puede Dios perdonarme?“

Mientras que algunas mujeres no tienen problemas de conciencia y justifican el hecho de haber abortado una o más veces, muchas otras quedan con mucho dolor, culpa y arrepentimiento, y las persigue el remordimiento de haber cometido el mayor error de sus vidas. Con miedo, y aterradas por la situación que están viviendo, se convencen de que el aborto es la mejor solución al problema que están enfrentando. Más tarde, al mirar atrás, ven las cosas de manera distinta. Después de meses o años, algunas se preguntan: “¿Puede Dios perdonarme? ¿Podrá él perdonarme algún día?”

Algunos de nosotros hemos hecho cosas muy malas, y no podemos olvidar el pasado que nos persigue hasta nuestros días. ¿Puede Dios perdonar el adulterio? ¡Sí! ¿Puede Dios perdonar el asesinato? ¡Sí! ¿Puede perdonar el aborto? ¡Por supuesto que sí!

Leamos lo que nos dice Miqueas acerca de la voluntad que Dios tiene para perdonar en el capítulo 7: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (vv. 18-19).

El patriarca Job dijo: “Tienes sellada en saco mi prevaricación, y tienes cosida mi iniquidad” (Job 14:17). Hebreos 8:12 afirma, nuevamente dentro del contexto del arrepentimiento: “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”.

Siempre y cuando respondamos apropiadamente a la gracia de Dios, ¡no existe pecado que él no nos pueda perdonar! Dios quiere que nosotros respondamos a su misericordia, que estemos bajo ella y no bajo su condena.

Por otro lado, no hay que irse al otro extremo y pensar: “Bueno, voy a abortar y luego le pediré a Dios que me perdone”. Romanos 6:1-2 dice: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”

¡Por favor, nunca dé por sentada la gracia y misericordia de Dios!

El arrepentimiento es el camino hacia el perdón

Algunos pueden sentir profundo pesar por los pecados que han cometido y llegar hasta el punto de la desesperación. El apóstol Pablo mencionó la necesidad de expulsar de la Iglesia a un miembro que mantenía una relación con su madrastra
(1 Corintios 5:1-5). Sin embargo, este hombre después se arrepintió y Pablo le dijo a la congregación, “así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza” (2 Corintios 2:7).

Pablo conocía muy bien el proceso de sanación del arrepentimiento y el perdón. Él afirmó “Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (vv. 10-11). Lo que más se destaca aquí es que debemos aceptar el perdón de Dios por nuestros horribles pecados para que Satanás no saque ventaja de nosotros a través de la duda y el desaliento. Efectivamente, Dios está dispuesto a perdonar el pecado del aborto siempre y cuando estemos arrepentidos.

El rey David, autor del libro de los Salmos, confesó sus pecados ante Dios. “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Eterno. Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmos 32:5). Durante su vida David cometió adulterio y homicidio, sin embargo se aferró al entendimiento de que Dios quita nuestros pecados: “Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente” (Salmos 103:12, Nueva Versión Internacional).

Nuestro folleto Transforme su vida: La verdadera conversión cristiana explica el verdadero arrepentimiento bíblico: “Tanto en el idioma griego como en el hebreo las palabras traducidas para arrepentirse y arrepentimiento se refieren a un cambio de actitud, un cambio explícito en nuestra forma de pensar, una transformación cuyo propósito principal es modificar nuestro comportamiento . . . cuando nos arrepentimos, pues, nos volvemos de los pecados que hemos cometido y nos sometemos incondicionalmente a Dios” (lo invitamos a descargar o a solicitar este folleto gratuito en iduai.org/folletos).

El arrepentimiento también significa que una persona con verdadero remordimiento dice: “Si tuviera que hacerlo todo de nuevo, definitivamente no lo haría”. Pero para ser perdonados debemos someternos a la gracia de Dios aceptando la sangre derramada de Jesucristo, quien dio su vida por la nuestra y está dispuesto a cubrir nuestros pecados.

A nadie le gusta enfrentar sus propios pecados o admitir que tiene que arrepentirse. De hecho, el verdadero arrepentimiento es una de las experiencias internas más dolorosas que una persona puede experimentar, pero es también una de las experiencias humanas más sanadoras. Recalcamos lo que David dijo respecto al verdadero arrepentido: “Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño” (Salmos 32:1-2, NVI).

Toda la humanidad arrepentida puede ser perdonada de todos sus pecados. Una persona arrepentida puede suplicar como lo hizo Jeremías: “Sáname, oh Todopoderoso, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza” (Jeremías 17:14).

¡Valore la vida!

Si está pensando en abortar, no lo haga. Procure encontrar ayuda, porque la hay. Busque a un ministro a favor de la vida y a su esposa y pídales consejo, o a un consejero cristiano provida. Si ya ha tenido un aborto, tenga la certeza de que Dios está dispuesto a perdonarla. Acepte el apoyo y el llamamiento que hace nuestro Salvador a la mujer adúltera de Juan 8:11: “Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

Dios nuestro Padre es el gran Dador de vida. Como hijos de Dios, debemos comprometernos a preservar la vida de los bebés en gestación, quienes sin lugar a ninguna duda también son sus hijos.  BN