El debate sobre el aborto
¿Qué nos dice Dios?
A cuarenta años de su legalización en los Estados Unidos, el aborto continúa siendo un tema polémico que divide a la sociedad y a la política. Los jueces nominados para la Corte Suprema de este país son evaluados de acuerdo a su perspectiva a favor o en contra del aborto. Éste se ha convertido en un conflictivo tema de opinión pública que enciende los ánimos y divide a la sociedad en grupos antagónicos, exaltando las emociones de todos.
El continuo debate sobre el aborto deja al descubierto la existencia de profundos temores y divisiones, y es dolorosamente trágico ver cómo la vida de un niño en el vientre de su madre, algo que debería unir a la gente, divide y destruye la fibra moral de los pueblos.
En 1973, en el histórico caso Roe contra Wade, Jane Roe, una mujer soltera y embarazada residente en Texas, Estados Unidos, desafió la constitucionalidad de un estatuto de ese estado que prohibía el aborto. Según Roe, ella deseaba un aborto “hecho por un médico competente y licenciado, bajo condiciones clínicas seguras”. Alegaba que el estatuto de Texas era inconstitucionalmente vago, y que violentaba su derecho a la intimidad protegido por las enmiendas primera, cuarta, quinta, novena y decimocuarta. La Corte Suprema dictaminó que el derecho a la privacidad de la mujer se extendía a su decisión de continuar o no con el embarazo, y este fallo legalizó oficialmente el aborto. El resultado ha sido más de 50 millones de abortos en los Estados Unidos durante los últimos 40 años.
Más de un millón de bebés son abortados en los Estados Unidos cada año, cifra muy superior a la población de cualquier ciudad estadounidense (con excepción de las nueve más grandes) y muy similar a la cantidad de militares fallecidos a raíz de todas las guerras en los 237 años de historia de la nación.
A nivel mundial, la cantidad anual de abortos supera con mucho las estadísticas estadounidenses, alcanzando la horrorosa cifra de 44 millones. Solo China reconoce tener más de 13 millones de abortos al año. Y desde 1980, alrededor del mundo se han llevado a cabo entre 1.2 y 1.3 mil millones de abortos, cifra equivalente a casi una sexta parte de la población mundial actual. Esta cifra sobrepasa ampliamente la cantidad total de muertes en todas las guerras de los últimos siglos.
Mentalmente, nos cuesta procesar estas cifras. Pero, ¿cuál debe ser nuestra perspectiva respecto al aborto? ¿Con qué bando simpatizamos? ¿Apoyamos el derecho de la mujer sobre su cuerpo? ¿Apoyamos el aborto solo en caso de violación, incesto, o cuando la vida de la mujer está en peligro? ¿O, como muchos lo hacen, nos oponemos a él sin importar las circunstancias? ¿Quién tiene derecho a emitir juicio en este asunto?
Mucho más que política
El aborto no es solo un asunto emocional, sino también un tema que puede adquirir estatus legal si el estado así lo determina. También es un asunto moral, pero por sobre todas las cosas, espiritual. Lamentablemente, la mayoría no se da cuenta de esto. Dios es el Creador de la vida, y lo que él dice es la última palabra. Su Palabra, emitida desde su trono en el cielo, es la máxima “corte suprema”: ningún hombre ni corte de justicia podrá jamás invalidarla.
El debate sobre el aborto, que es quitar la vida a un ser no nacido en el vientre de su madre, debe entenderse a la luz de lo que el Creador de la vida dice en cuanto a su creación. La Palabra de Dios, la Biblia, es nuestro fundamento, nuestro punto de partida para entender este tema.
Quitarle la vida a alguien no es un tema meramente político. Si usted lo piensa así, está equivocado. Es un tema ético y moral, porque la vida le pertenece a Dios. Él la creó y la sostiene en este planeta, por lo tanto, solamente su Palabra es la fuente para comprender verdaderamente este asunto.
Repasemos la Biblia, que comienza con el relato de la creación, para entender lo que dice respecto a la vida.
“Entonces Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7). Aquí se nos dice que Dios creó la vida humana y dio aliento de vida a Adán, el primer hombre. Dios, como Creador de la vida, tiene derecho a regirla.
Un poco más adelante, en Éxodo, encontramos los Diez Mandamientos. El sexto dice “No matarás” (Éxodo 20:13, énfasis agregado en todo este artículo). Este mandamiento habla enérgicamente sobre la santidad de la vida creada. Solo Dios, quien da la vida, tiene la autoridad de quitarla u ordenar a otros que lo hagan.
¿Qué pasa con los nonatos?
¿Se aplica este versículo a los fetos? Si uno considera al niño nonato como un ser humano con vida, la respuesta es sí.
Dios fue particularmente cuidadoso al redactar estos documentos fundamentales para la humanidad. Estos mandatos fueron escritos en un mundo diferente al nuestro y revelan la perspectiva que Dios tiene del ser humano. Las Escrituras dicen que los seres humanos son creados a su imagen, y que la vida comenzó cuando él infundió su aliento de vida al primer hombre, Adán. La vida humana es de Dios, y por lo tanto, es sagrada.
Dios se esmeró por demostrar que la vida humana debe ser protegida, incluso en el vientre. Observe este ejemplo, nuevamente en Éxodo: “Si dos hombres mientras pelean golpean a una mujer embarazada y hacen que pierda su bebé [en hebreo dice y sus hijos salen], pero la mujer no queda gravemente herida, el responsable pagará una multa. El esposo de la mujer, con la ayuda de los jueces, decidirá de cuánto es la multa” (Éxodo 21:22, versión Palabra de Dios para Todos).
En este versículo se menciona a una mujer embarazada cuyo “hijo o hijos” salen, en otras palabras, en su vientre tenía un ser humano, ¡no una masa o glóbulo de células!
El versículo 23 dice: “Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida”. En otras palabras, si al golpear a una mujer embarazada tal acción provoca la muerte del no nacido, al que se considera como un ser viviente, esto cae en la categoría de asesinato.
Según la Biblia, ¡el feto que está en el vientre de su madre no es ni más ni menos que una vida humana, y dice que es un crimen dar muerte a este ser en gestación!
En el libro de Jeremías, uno de los profetas mayores de la Biblia, encontramos otra referencia bíblica acerca de la vida en el vientre. Dios dice: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:5).
En la Biblia encontramos numerosas referencias a la vida intrauterina, que nos ayudan a entender que Dios considera al no nacido como un ser viviente. Veamos también el caso de Juan el Bautista, quien saltó de gozo en el vientre de Elizabet, su madre, cuando María se acercó llevando a Jesús en su propio vientre (Lucas 1:39-45).
El argumento de que un niño nonato no es un ser humano, o de que en realidad no puede considerársele vivo, es una de las excusas más insidiosas esgrimidas por quienes están a favor del aborto. Para ser francos, este argumento pretende eliminar cualquier culpa frente a la decisión de acabar con una inocente vida humana.
Dios, el Creador de todos los seres vivos, supervisa todos los aspectos de la vida concernientes a su creación. Él toma en cuenta la existencia de un niño desde que éste se encuentra en el vientre materno, incluso en este nivel de su desarrollo. Si Dios conoce al niño en el vientre de su madre, quiere decir que él es un ser vivo que debe ser protegido y cuidado.
El gran propósito para la vida humana
¿Cuán importante es una vida humana? ¿Qué tan crucial es toda vida humana para el Creador?
La respuesta es que la vida humana es la médula misma del plan de Dios y su propósito para el universo. Observe este pasaje que el rey David escribió en Salmos:
“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies” (Salmos 8:3-6).
En Hebreos 2 este pasaje es citado y desarrollado con una revelación y explicación más detalladas del destino del hombre:
“Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Hebreos 2:8-9).
El siguiente versículo explica que parte de la misión y propósito de Jesucristo era“llevar muchos hijos a la gloria”. Pero, ¿qué significa esto?
El propósito de Dios para los seres humanos es expandir su familia divina con “hijos e hijas” (2 Corintios 6:18), mediante un proceso que culmina con un cambio que va desde la carne física a un espíritu glorificado por medio de la resurrección. Esta es la razón divina para la vida, y el acto humano de la reproducción es un modelo de aquel gran proceso que permitirá el nacimiento de hijos dentro de la familia espiritual e inmortal de Dios.
Cuando los seres humanos deciden intervenir e interrumpir el proceso de la vida humana, equivocadamente deciden acabar con la vida de alguien creado para convertirse en parte de la familia de Dios. (Para profundizar este tema, vea El misterio de la existencia humana: ¿Por qué estamos aquí? ).
Una cultura de endiosamiento personal y muerte
El aborto es quitarle la vida de forma deliberada a un inocente, un asesinato. Los argumentos que intentan rebuscadamente esclarecer cuándo comienza la vida y determinar si un bebé en el vientre de una mujer es una “vida viable”, son manifestaciones del exagerado orgullo humano. Los argumentos sobre los “derechos” y “libertades” que tiene una mujer sobre su cuerpo y si algún gobierno puede definir la vida, son una torre de Babel, un insulto a Dios y a su divina Palabra. Es una forma moderna de idolatría personal en la cual el yo, y los supuestos derechos del yo, son idolatrados y estimados más que Dios.
Con el aborto hemos creado una cultura de endiosamiento personal. Creemos que somos como Dios (Génesis 3:5), que podemos determinar qué es bueno y qué es malo, lo correcto y lo incorrecto, que la vida humana no es más que un tejido insignificante del que podemos deshacernos a voluntad y en cualquier momento de los nueve meses de gestación, y que un hombre y una mujer pueden decidir si un ser creado a la imagen de Dios, con el potencial de convertirse en su hijo o hija, debe vivir o no.
Si usted conoce a alguna persona que esté pensando en abortar, muéstrele este artículo o anímela a buscar ayuda apropiada. La vida de los no nacidos debe ser considerada como algo sagrado y digno de ser protegido, no como algo que puede eliminarse despiadadamente mediante este horroroso acto.
Esta transformación debe comenzar con y en usted. Usted es quien debe optar por cambiar, quien debe decidir darle la espalda a la muerte y la maldad características de esta cultura, y volverse al Dios de la vida. El Creador de todos los seres vivientes le ofrece la posibilidad de amarlo y obedecer sus enseñanzas.
Al tomar esta decisión de manera consciente, usted puede mejorar la calidad de su vida. Cuando se aferre a Dios, a sus enseñanzas y leyes, podrá comenzar un viaje que lo sacará del abismo creado por este mundo sin ley. Usted puede alejarse de esta cultura egocéntrica que se atreve a redefinir la vida según sus propios términos.
Lo que le estamos sugiriendo es que examine sus valores y acuda a Dios para pedirle ayuda. Lea lo que la Biblia le dice acerca de su destino, descubra el plan de Dios para su vida y comience hoy a vivir de acuerdo a los propósitos de su Creador, permitiendo que ellos guíen su vida.
¿Ha optado por terminar un embarazo alguna vez en su vida? Dios le ofrece perdón y esperanza. Su gracia está disponible cuando hay arrepentimiento y cambio de corazón. Usted puede superar ese episodio y construir una vida basada en el conocimiento de Dios.
Dios, el Creador de la vida, nos ha ofrecido la increíble promesa de vida divina dentro de su familia. La vida que él sustenta actualmente en este planeta es la semilla de su familia espiritual y eterna. Toda vida humana es preciosa para Dios, incluso la vida de los no nacidos, ¡y no debemos transar en este sentido!
Dios estableció las enseñanzas que protegen la vida. Él nos dice que debemos escoger la vida. Cuando lo hacemos, honramos al Creador mismo de la vida.