La clave para que la mujer tenga un matrimonio feliz
Larisa creía en Dios y deseaba vivir una vida cristiana. Sin embargo, cuando leyó algunos de los pasajes del Nuevo Testamento que hablan acerca de la relación entre esposos y esposas, se sintió incómoda. Estos versículos le parecieron anticuados y escritos para una cultura muy diferente.
Por ejemplo, el apóstol Pablo escribió en Efesios 5:22-24: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo”.
Marisa tuvo la impresión de que, con toda seguridad, Dios no consideraría este pasaje válido para nuestros tiempos. Después de todo, Pablo vivió en una cultura dominantemente masculina, donde las mujeres dependían de sus padres y esposos para sobrevivir. Hoy en día, las mujeres pueden sostenerse a sí mismas y en muchos casos son tanto o más educadas que sus maridos.
Marisa había estado casada con Antonio durante tres años. Él también compartía sus creencias cristianas y trataba de vivir una vida de acuerdo al camino de Dios. Si bien ella amaba mucho a su marido, el someterse a sus decisiones a veces se le hacía muy difícil y a menudo sentía que sus opciones y metas personales eran superiores a las de él. Después de tener acaloradas “discusiones”, Marisa a veces se resignaba a hacer la voluntad de Antonio; pero la mayoría de las veces, ella insistía en hacer las cosas a su manera.
El matrimonio de Antonio y Marisa se había convertido en una rutina bastante insípida. Ambos trabajaban durante el día y juntos compartían las tareas domésticas en las tardes y los fines de semana. Sin embargo, Marisa se acordaba de cómo Antonio solía traerle regalos especiales o la sorprendía con un poema que había escrito para ella. Ahora ya no hacía ninguna de esas cosas y pasaba la mayor parte de su tiempo libre con sus hermanos y amigos.
Además, recientemente Antonio le había expresado su impresión de que ella ya no lo respetaba. Marisa se sorprendió al oír esto, y se preguntó si su matrimonio duraría. ¿Podría estar saboteando su matrimonio al rehusarse a someterse a Antonio? Pero, ¿cómo podría ella ceder a la voluntad de él cuando no estaba de acuerdo con muchas de sus decisiones? Marisa decidió examinar una vez más lo que las Escrituras decían en cuanto a la relación matrimonial.
¿Han pasado de moda estas instrucciones bíblicas?
Quizás usted también se haya cuestionado si estas instrucciones bíblicas en cuanto al matrimonio son aún válidas en la actualidad. Para ser más específicos, ¿son las palabras del apóstol Pablo anticuadas, o pueden ser usadas como fundamento para nuestros matrimonios cristianos?
Primero, debemos entender que el punto de vista bíblico respecto a los roles maritales no derivan de nuestra antigua cultura patriarcal, sino del orden establecido por Dios al momento de crear al hombre y a la mujer (Génesis 2:21-24). Cuando las parejas se someten al modelo matrimonial de Dios, el resultado es paz y felicidad.
Lamentablemente, nuestra sociedad occidental enseña a las mujeres a rechazar la perspectiva bíblica de que el hombre es la cabeza del hogar, y también sus principios sobre la sumisión de la mujer. El ignorar esta distinción de roles dentro del matrimonio es una de las principales causas de muchas separaciones en la actualidad.
Tanto los hombres como las mujeres pueden malentender lo que Dios realmente quiso para la relación entre marido y mujer. El rol de líder del esposo no significa tener dominio sobre su esposa, sino que es más bien la responsabilidad divina de proveer un liderazgo amoroso para satisfacer las necesidades físicas, emocionales y espirituales de su esposa e hijos.
La sumisión de la mujer a su marido no significa que ella debe servirle como alguien “inferior”, sino que debe estar dispuesta a aceptar su liderazgo amoroso.
Pero, ¿significa esto que todas las decisiones familiares deben ser tomadas por el esposo? De ninguna manera, ya que existen muchas instancias en las que el esposo debe ceder sabiamente a los deseos de su esposa (lea Efesios 5:21, y compare el principio de los cristianos que se someten los unos a los otros). Esto es especialmente cierto cuando se trata de áreas en que la esposa sabe más que el esposo. Ambos deben discutir siempre las decisiones y metas más importantes, sin embargo, Dios ha instruido que si sus opiniones difieren, el esposo debe tomar la decisión final y todos los miembros de la familia deben acatarla y respetarla (Colosenses 3:18).
¿Son las mujeres inferiores a los hombres?
Una de las razones que dificulta a las mujeres el someterse a sus maridos es que en nuestra sociedad el concepto de “sumisión” suena como una relación imperfecta entre subordinados y superiores. ¿Dicen acaso las Escrituras que las mujeres son inferiores a los hombres? ¿Son los hombres los favoritos de Dios? ¿Fueron creadas las mujeres solo para servir a los hombres? Estas preguntas son muy relevantes para determinar el crucial papel de una esposa cristiana.
Tomemos como ejemplo Génesis 2:18: “Y dijo el Eterno Dios: ‘No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él’”. Al leer este versículo, algunos pueden asumir que el rol de la esposa se limita a ayudar a su esposo a alcanzar sus metas. Pero un análisis más cuidadoso del texto revela que el rol divino de la mujer implica mucho más que desempeñarse como la asistente de su marido.
La palabra hebrea traducida como ayuda en Génesis 2:18 es ezer. Curiosamente, esta palabra se usa frecuentemente para describir a Dios mismo y significa dar fuerzas. Note el Salmo 115:11: “Los que teméis al Eterno, confiad en el Eterno; él es vuestra ayuda [ezer] y vuestro escudo”. Otros versículos, como Deuteronomio 33:26, Salmos 33:20, 70:5 y Oseas 13:9, también usan el mismo término hebreo para referirse a Dios como nuestra ayuda o ayudante.
Es indudable que si la palabra hebrea ezer tuviera una connotación de rango o posición inferior, no sería usada para describir a Dios. Dios es nuestra ayuda ¡y él ciertamente no es inferior a los seres humanos! Similarmente, una esposa no es inferior a su marido simplemente porque el Creador le dio el rol de ser su ayudante. Tanto hombres como mujeres son iguales ante Dios, ya que ambos fueron hechos a su imagen (Génesis 1:27). De la misma manera, las mujeres y los hombres cristianos son iguales ante Dios porque son “uno en Cristo” (Gálatas 3:28).
En el caso del matrimonio, ambos esposos son iguales ante Dios, pero sus roles y responsabilidades son diferentes.
¿Espera Dios la sumisión?
Muchas escrituras revelan que la esposa está bajo la autoridad de su esposo. Considere, por ejemplo, 1 Corintios 11:3: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo”.
Esta escritura claramente explica que el hombre es la cabeza de la mujer. Pero algunas esposas sienten que no están bajo la autoridad de sus esposos porque ellos no se someten completamente a Cristo. Además, ellas pueden considerar que sus esposos tampoco cumplen con el mandamiento de amarlas como Cristo amó a la Iglesia (Efesios 5:25-29).
Como acabamos de leer en 1 Corintios 11:3, un esposo debe someterse al liderazgo de Jesucristo para poder liderar como corresponde a su esposa. Además, el marido debe amar a su mujer tal como Cristo amó a la Iglesia (Efesios 5:25; Colosenses 3:19).
Jesús nos dio un maravilloso ejemplo de amor y sacrificio. Cuando el marido le muestra a su esposa el mismo amor y compromiso que Jesucristo le mostró a la Iglesia, a ella se le hace mucho más fácil aceptar su liderazgo, porque sabe que él quiere lo mejor para ella. De igual manera, si un esposo no se somete a Cristo, o no ama a su esposa como Cristo amó a la Iglesia, a su esposa le puede resultar muy difícil someterse a él.
Por supuesto, ningún esposo puede someterse a Jesucristo y amar a su esposa de manera perfecta. Pero, ¿les da esto derecho a las esposas de ignorar los mandamientos bíblicos de someterse? Algunas esposas incluso llegan al punto de tener dificultad para amar y aceptar a sus esposos.
¿Cómo puede una esposa someterse a un esposo que es humanamente imperfecto? ¿Qué pasa si ella está convencida de que las decisiones que él toma no son las más convenientes para ella o sus hijos? ¿Y qué acerca de sus derechos como persona? ¿Y qué puede hacer si él quiere que ella haga algo inmoral o éticamente censurable?
La Biblia revela que siempre debemos obedecer a Dios por encima de los hombres (Hechos 5:29). Él no pone a ningún ser humano bajo la autoridad incondicional de otro, y solo la obediencia a Dios es absoluta. No se debe esperar que una esposa desobedezca a Dios para someterse a la mala guía de su esposo. Por ejemplo, si un esposo le pide a su esposa que firme un documento de impuestos fraudulento, o que no informe a las autoridades policiales acerca del abuso que él inflige a sus hijos, ella no está obligada a obedecerle.
Las Escrituras son claras en cuanto a que las esposas deben someterse a sus maridos y obedecerles, siempre y cuando esta obediencia no implique quebrantar las leyes y principios bíblicos de Dios. Pero, lamentablemente, puede que haya situaciones en las cuales la esposa deba oponerse a la voluntad de su marido (1 Samuel 25:3-38).
Una esposa que no está segura de si debe someterse a su esposo o no en determinadas circunstancias debe buscar la ayuda de Dios mediante el estudio y la oración y, si es necesario, el consejo de un ministro. En algunos casos, solo el exponerle humildemente sus sentimientos y preocupaciones a su esposo puede hacer que éste reconsidere su decisión (1 Pedro 3:1).
La clave para la sumisión
La clave para comprender la sumisión reside en darse cuenta de que, en última instancia, la esposa sirve a Dios, no al hombre. Note lo que Pablo escribió en Colosenses 3: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor . . . Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (vv. 18, 23-24).
Jesús mismo fue el modelo perfecto, tanto de un líder amoroso como de una sumisión correcta. Pablo habla acerca de la actitud de Cristo en Filipenses 2:5-9, y enfatiza que Cristo fue obediente a su Padre hasta la muerte.
De igual forma, la esposa debe tratar de someterse al liderazgo de su esposo con la misma actitud de Cristo hacia su Padre. Aunque a los ojos de Dios ambos cónyuges son iguales, ella no debe cuestionar el derecho a liderar que Dios les dio a los esposos, tal como hizo Jesús, quien compartió la divinidad con Dios el Padre y nunca cuestionó su autoridad (Juan 6:38).
Es necesario confiar en Dios
Si bien la sumisión de Cristo al Padre es un maravilloso ejemplo para ayudarnos a comprender cómo debe someterse una esposa a su marido según la voluntad de Dios, a muchas mujeres les cuesta muchísimo hacerlo. Esto es particularmente difícil cuando la esposa está convencida de que ciertas decisiones de su esposo son poco sabias. La respuesta a este dilema se encuentra en 1 Pedro 3:5: “Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos”. La frase clave aquí es “esperaban en Dios”.
Al seguir el liderazgo de su esposo, la esposa está confiando en que Dios la protegerá y librará. Esto es una analogía de la sumisión de Cristo a Dios, incluso hasta en su muerte (Lucas 22:42). Si el esposo realmente está perjudicando a su esposa con sus decisiones, a la larga ella será bendecida, siempre que confíe en Dios y obedezca la exhortación bíblica de someterse a su esposo.
La sumisión exige tener fe en Dios (1 Pedro 1:21) y creer que la obediencia a los mandamientos bíblicos en cuanto al matrimonio, inspirados por Dios, producirán finalmente resultados exitosos. Satanás el diablo quiere que las esposas piensen que el camino de Dios no siempre funciona, y que deben rehusar someterse a menos que estén en completo acuerdo con las decisiones de su marido.
Dios requiere el tipo de sumisión que necesita tener fe en su eterno poder y bondad. ¡El camino de Dios no siempre es el nuestro! Una esposa puede sentir, con toda razón, que la única manera de alcanzar la seguridad que desea es controlando su propia vida, e incluso la de su marido, hasta donde él lo permita. Sin embargo, lo cierto es que ella puede alcanzar mejor la verdadera felicidad y seguridad si confía en Dios y se somete, incluso cuando en el momento ello no parezca ser lo mejor.
Dios ha llamado a sus seguidores a caminar por un sendero distinto al que recorre la sociedad que los rodea (Mateo 7:13-14). A los cristianos se les exhorta a hacer el bien a sus enemigos, poner la otra mejilla y perdonar siempre (Mateo 5:44).
¿Debe sorprendernos, entonces, que nuestro gran Dios nos haya entregado un modelo de felicidad matrimonial que exige fe en su omnisciente sabiduría? De hecho, una esposa puede someterse verdaderamente a su esposo en toda situación solo si confía en Dios (1 Pedro 3:5).
Un paso de fe
Ahora, volvamos a la pareja que presentamos al principio. Después de mucha oración y estudio, Marisa decidió seguir el modelo bíblico del matrimonio y se sorprendió gratamente al ver que Antonio respondía mostrándose mucho más atento frente a sus sentimientos y necesidades. Ella había temido no ser feliz si se sometía a él, pero al hacerlo, sintió mucha paz.
Antonio nuevamente se sintió respetado y valorado, porque Marisa empezó a reconocerlo como líder. Lejos de sentirse amenazado, Antonio comenzó a darse cuenta de la increíble responsabilidad que tenía hacia su esposa y de que debía amarla y cuidarla, tal como Jesucristo lo hizo con la Iglesia. Ya no temía complacer a su esposa y convertirse en un esclavo de sus antojos, y en cambio, se volvió más sensible a sus necesidades.
Marisa y Antonio recibieron abundantes bendiciones al seguir las instrucciones de Dios respecto al matrimonio. Marisa encontró el amor y la seguridad que tan profundamente deseaba, y Antonio finalmente vio cumplido su deseo de tener una compañera solidaria que lo apoyara y fortaleciera. Además, ambos sintieron mucho gozo al comprobar que su matrimonio reflejaba de manera más fiel la relación entre Cristo y la Iglesia.
Si usted desea un mejor matrimonio, pídale a Dios que le conceda la fe para creer y confiar en él. La obediencia a la Palabra de Dios no solo bendecirá su matrimonio, sino que también lo preparará a usted para llegar a ser más como Jesucristo, quien vivió una vida de constante sumisión a la voluntad de su Padre.
Jesús explicó que podemos hallar nuestra vida solo cuando la perdemos (Marcos 8:35). El esposo debe tener un genuino espíritu de amor y sacrificio, y la esposa debe esforzarse por cumplir voluntaria y sumisamente con las responsabilidades ordenadas por Dios, en vez de dejarse llevar por sus antojos. ¡Esto se puede lograr confiando en Dios y permitiendo que sus leyes vivientes para un matrimonio feliz produzcan frutos! BN