Manual de instrucciones de Dios para el sexo y el matrimonio

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Manual de instrucciones de Dios para el sexo y el matrimonio

Cuando compramos un nuevo electrodoméstico o herramienta, por lo general en el exterior de la caja dice: “Requiere ensamblaje. Siga las instrucciones que vienen adentro”. Desde luego, muchos de nosotros ni siquiera nos molestamos en leer tales instrucciones y nos limitamos a armar el artículo lo mejor que podemos. A veces esto funciona, pero si no, tenemos que leer las instrucciones para saber qué hicimos mal. Como dice el viejo refrán: “Cuando todo lo demás falla, lea las instrucciones”.

Y cuando se trata del sexo y el matrimonio, muchos hacen prácticamente lo mismo, es decir, no se molestan en leer las instrucciones. Tristemente, el resultado es que muchas relaciones y matrimonios no están funcionando. Esposos y esposas descubren que no pueden convivir en paz. Por no leer ni prestar atención a las instrucciones, numerosos matrimonios están fracasando a un ritmo pasmoso.

Durante la última parte del siglo pasado, las tasas de divorcio se dispararon en muchos países, y el trágico resultado es que cada vez más niños están siendo criados en hogares monoparentales.

Las estadísticas relativas a las tasas de matrimonios fracasados de todo el mundo llenan volúmenes, pero el panorama general sigue siendo el mismo: el divorcio, o la disolución del matrimonio como algunos prefieren llamarlo, afecta a la humanidad en casi todas las naciones.

Ante esta impactante realidad, muchos optan por evitar el matrimonio y limitarse a vivir juntos. Por tanto, al no haber matrimonios, no hay divorcios que reportar cuando las parejas se separan. Pero incluso cuando este tipo de relaciones fracasan, causan dolor a adultos y niños por igual, siendo estos últimos quienes más sufren cuando tienen que alejarse de uno de sus padres biológicos. Este es un hecho innegable, independientemente de la edad de los niños cuando sus padres se separan.

Instrucciones para el matrimonio

Considerando el índice de fracaso de tantos matrimonios hoy en día, una persona cauta haría bien en investigar las causas detrás de ello para ver qué puede hacer y así evitar que le suceda lo mismo a su relación.

Cuando tomamos la decisión de leer las instrucciones, también nos enfrentamos al hecho crucial de a dónde acudir para obtener dichas instrucciones. Si el hombre es simplemente un animal y Dios no existe, ¡entonces quiere decir que no hay instrucciones divinas! Y si no hay instrucciones divinas, lo lógico sería que procuráramos obtener la mejor información estadística disponible para tomar decisiones basadas en las mayores probabilidades de felicidad y éxito.

Sin embargo, algunas personas no quieren que se les diga qué es lo que sí funciona. Aparentemente prefieren correr el riesgo por cuenta propia, con pocas probabilidades de éxito y sin ningún tipo de orientación. ¿Qué sentido tiene algo así?

Sin embargo, podemos estar agradecidos de encontrar en la Biblia instrucciones sobre el matrimonio. Más aún, la validez de estas instrucciones es continuamente corroborada por la investigación. ¿Quiere saber cuáles son estas instrucciones? ¿Está dispuesto a vivir según las normas bíblicas? ¿O prefiere escoger el camino de menor esfuerzo y sufrir las inevitables consecuencias de infringir las leyes divinas?

Cada uno de nosotros debe elegir qué hacer. Recuerde que no elegir también es una opción, aunque generalmente una mala. Entonces, ¿qué dice Dios? ¿Dónde podemos encontrar sus instrucciones?

Historia del primer matrimonio

Cuando Dios creó a los seres humanos, hizo dos “moldes”: uno masculino y otro femenino. Génesis 1:27 dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Al reflexionar sobre su creación, que incluye el habernos hecho hombre y mujer, el versículo 31 dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”.

La sexualidad en los seres humanos no fue diseñada solamente para ser buena, ¡sino para que fuera muy buena! Y es grandiosa y maravillosa cuando usamos este don especial de Dios en la forma en que él quiso. Lamentablemente, muchas personas no respetan su sexualidad (o la de otros) como debieran. Al tener un comportamiento sexual inadecuado, menosprecian lo que Dios quiso que fuera una experiencia muy especial.

En Génesis 2 encontramos la historia del primer matrimonio. Ahí leemos que Dios inicialmente creó a Adán como único ser humano. En el comienzo mismo de la humanidad no había una Eva: “. . . mas para Adán no se halló ayuda idónea para él” (v. 20). Así que Adán estaba solo, aislado, el único ser humano que existía.

La Biblia muestra que faltaba algo en este escenario. Después de crear a Adán, Dios “lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (v. 15). Adán tenía una tarea por hacer, y por tanto exploró y aprendió todo sobre el mundo y lo que en él había: animales, plantas, y la belleza e intrincada variedad de la creación de Dios. Pero no solo aprendía, sino que Dios le concedió el privilegio de ponerle nombre a todas las aves, animales, y a otros seres vivos (versículo 19).

Se diera cuenta Adán o no, Dios sabía que había algo incompleto en él. “Y dijo el Eterno Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (v. 18). Reflexionemos un poco en la razón por la que no era bueno que Adán estuviera solo: de toda la creación física viviente, él era el único que no tenía una ayuda idónea (versículo 20).

Imaginemos cómo debió sentirse Adán al darse cuenta de que todos los animales tenían sus parejas. Al observar el reino animal en toda su femineidad y masculinidad, debe haber notado que era el único ser humano del planeta: un macho sin su correspondiente hembra.

Dios crea a Eva

Los solteros a menudo se encuentran solos; desean tener amistades y se sienten aislados. Pero debido a situaciones muy comunes en nuestro mundo, incluso las personas casadas pueden experimentar soledad. Dios reconoció que Adán tenía un problema y le proporcionó la solución perfecta: una mujer para que fuera su esposa. Dios sabía exactamente cómo crear a la mujer.

La Escritura destaca otro aspecto de la primera relación matrimonial. Como Dios hizo a Eva de una de las costillas de Adán, existía un vínculo innegable entre ambos. Este hecho sin duda fue muy significativo para Adán, ya que sus primeras palabras registradas con respecto a Eva fueron: “Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; será llamada Varona [hebreo ishah] porque del Varón fue tomada [hebreo ish]”
(v. 23). Adán reconoció su vínculo con esta maravillosa criatura llamada Eva. Ella era parte de él, y él era parte de ella.

El primer matrimonio

Este relato no nos dice qué pensaban Adán y Eva ni qué sintieron al conocerse, pero en los dos versículos siguientes encontramos la estructura del matrimonio como Dios la dispuso.

“Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban” (vv. 24-25). Examinemos esta estructura más de cerca.

Dejar al padre y a la madre

Un aspecto importante del matrimonio es dejar “al padre y a la madre”, como Dios lo ordenó, para establecer una nueva unidad familiar. Adán y Eva no tenían padres físicos, pero las generaciones futuras necesitarían poner en práctica esta instrucción. Honrar a los padres y buscar su consejo es conveniente, pero los recién casados deben recordar que son un nuevo núcleo familiar. El hecho de que una persona hiciera las cosas de cierta manera en su casa paterna no significa que su cónyuge quiera hacerlas exactamente igual.

En el matrimonio la pareja debe aprender a trabajar en equipo, mostrando respeto y amor mutuos. Este concepto está en armonía con los principios bíblicos de que las esposas se sometan a sus maridos y los maridos amen y honren a sus esposas (Efesios 5:22, 25; 1 Pedro 3:1, 7). Establecer pautas y tradiciones familiares en una atmósfera de amor y respeto proporciona al hombre y a la mujer recién casados una base sobre la cual construir sus vidas.

Serán una sola carne

Otro principio de Génesis 2:24 es que el marido será “una sola carne” con su mujer. Hoy diríamos que debe fusionarse con ella. Aparte de Dios, ella debe ser su principal prioridad. El hombre debe forjar una relación especial e íntima con su esposa. La idea de involucrarse con múltiples parejas está ausente en este relato.

Aunque Dios permitió la práctica de la poligamia durante el período del Antiguo Testamento y algunos personajes bíblicos tuvieron varias esposas al mismo tiempo, tales uniones no fueron la intención de Dios desde el principio. Al describir las características que deben tener los obispos de la Iglesia, 1 Timoteo 3:2 deja claro que tal hombre debe seguir las instrucciones de Dios y que deber ser “irreprensible, marido de una sola mujer”.

¿Cómo pueden los maridos y las esposas ser “una sola carne” y hacer que sus relaciones sean amorosas y duraderas? Actos sencillos como los abrazos, los besos y la reafirmación de su amor desarrollan y fortalecen el vínculo que Dios quiso para los cónyuges. Cuando los esposos se esfuerzan continuamente en mejorar su relación, les resulta más fácil llegar a acuerdos prácticos para resolver sus conflictos familiares.

Algunas personas creen que el amor es una emoción mágica y misteriosa en la que dos individuos entran y salen por casualidad, pero la verdad es muy diferente: las relaciones amorosas hay que cultivarlas y requieren esfuerzo. El amor es el cuidado y la consideración enfocados en otra persona, no solo una emoción etérea sobre la que no se tiene control.

No obstante, el trabajo que implica construir y preservar el vínculo matrimonial bien vale el tiempo y el esfuerzo. Las parejas que se comprometen con este proceso suelen considerar a su cónyuge como su mejor amigo. Esta es simplemente otra forma de describir el tipo de vínculo que Dios desea para cada matrimonio.

Un matrimonio que manifiesta este vínculo de fidelidad se compone de dos personas que están dispuestas a escucharse mutuamente y a hablar de sus diferencias o problemas con actitud humilde. Si no pueden resolver sus problemas por sí mismos buscan consejo, porque valoran su relación y no quieren perderla.

Ciertos estudios confirman que la medición del nivel de conflicto en una relación puede predecir con exactitud si un matrimonio sobrevivirá. Las personas cuyos matrimonios están fracasando suelen decir que han perdido el deseo de tener una relación especial con su pareja.

Algunos cónyuges han reavivado este deseo pidiéndole a Dios una actitud cariñosa y humilde, y haciendo lo necesario para mostrar amor a su pareja aunque no tengan ganas de hacerlo. Muchas personas casadas han descubierto que los sentimientos que anhelan regresan cuando empiezan a hacer aquellas cosas que mantienen unidas a dos personas.

Convertirse en una sola carne

El siguiente principio de Génesis 2 dice que el marido y la mujer serán una sola carne; es decir, que disfrutarán de una relación sexual íntima el uno con el otro (versículo 24; compárese con 1 Corintios 6:16).

Los pasos que conducen a una relación sexual amorosa son vitales para un matrimonio exitoso. Aunque Dios quiere que los que planean casarse desarrollen una amistad profunda y duradera, también enseña que no debemos permitirnos tener relaciones sexuales hasta después de la ceremonia matrimonial. Lamentablemente, muchas personas hoy en día no siguen las instrucciones de Dios en este aspecto. Actualmente, “salir” con alguien a menudo significa tener una relación sexual con esa persona.

En las sociedades occidentales, la mayoría de los jóvenes adultos de ambos sexos tienen relaciones sexuales antes del matrimonio. Muchas parejas creen que deben hacerlo antes de casarse para saber si son “sexualmente compatibles”, pensando que esto mejorará las probabilidades de que su matrimonio tenga éxito. Sin embargo, los estudios han demostrado de manera concluyente que cuando las personas viven juntas teniendo relaciones sexuales antes del matrimonio, en realidad aumenta la probabilidad de que cuando se casen su matrimonio fracase.

La intención de Dios era que el sexo formara parte de la relación matrimonial y que no ocurriera fuera de este vínculo. Dios ordenó que las relaciones sexuales fueran solo en el matrimonio (Hebreos 13:4; 1 Corintios 6:9-10, 18; 7:2-5). Sus instrucciones para que nos abstengamos de cualquier tipo de actividad sexual antes o fuera del matrimonio son salvaguardas para la relación conyugal.

Dios quiso que el sexo fuera una experiencia íntima que uniera al hombre con su mujer, y esto es verdaderamente posible en el matrimonio; seguir estas instrucciones ayuda a que los matrimonios sobrevivan y prosperen.

Pero ignorar las instrucciones de Dios tiene un precio. Mantener relaciones sexuales con múltiples parejas antes del matrimonio disminuye drásticamente la capacidad de formar ese tipo de vínculo estrecho y duradero después de casarse. Como tantos hombres y mujeres tienen relaciones sexuales antes del matrimonio, no es de extrañar que a muchos les resulte difícil desarrollar y mantener ese tipo de intimidad después de casarse.

La manera de revertir la tendencia de los matrimonios deteriorados y salvaguardar la propia relación es sencilla: aceptar y practicar la instrucción de Dios de restringir el sexo al matrimonio. Obedecer esto es honrar y respetar la sexualidad que Dios nos ha dado.

Al ser obedientes, el sexo no se desvaloriza ni se rebaja a un simple comportamiento animal. Por el contrario, es un acto honorable reservado para la más íntima de todas las relaciones humanas, que debe iniciarse con las intenciones más sinceras.

No avergonzarse

El último principio de las primeras directrices de Dios para el matrimonio revela que Adán y Eva estaban desnudos, pero no se avergonzaban de su desnudez (Génesis 2:25). Como eran las únicas dos personas en el planeta, la privacidad no era un problema. La sexualidad no era ni es intrínsecamente obscena o vergonzosa.

Dentro del matrimonio, un marido y una mujer deben sentirse cómodos con la masculinidad o la feminidad de su pareja. Pero revelar demasiado del propio cuerpo a otros miembros del sexo opuesto fuera del matrimonio promueve la desobediencia a los mandatos de Dios contra la lujuria y las relaciones sexuales ilícitas.

Jesús advirtió que “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Tanto los hombres como las mujeres necesitan controlar sus mentes y vestirse modestamente para desalentar la excitación sexual y la tentación fuera del matrimonio.

Liderazgo dentro del matrimonio según el modelo divino

Cuando Pablo explica que el matrimonio se inspira en la relación que finalmente existirá entre Cristo y la Iglesia, también nos enseña sobre el liderazgo en la relación entre marido y mujer. Así como Jesús es la cabeza de la Iglesia, los esposos deben ser los líderes dentro de sus matrimonios: “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia . . .” (Efesios 5:23).

La forma en que Jesús dirige la Iglesia es la forma en que los maridos deben dirigir a sus esposas. Jesús fue y es “el Salvador del cuerpo”, es decir, la Iglesia (mismo versículo). Literalmente, él dio su vida por amor a la Iglesia.

Con este pensamiento en mente, Pablo instruyó a los esposos sobre cómo debe ser su liderazgo: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

“Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (vv. 25-29).

Cuando un líder muestra el tipo de amor y compromiso que Jesús mostró por la Iglesia, es fácil seguirlo porque no cabe duda de que siempre tiene las mejores intenciones en cuanto a nuestros intereses. La enseñanza de Pablo a los hombres fue que debían ser la clase de líderes que hicieran fácil a sus esposas seguirlos.

Basándose en lo que se espera de los hombres, Pablo enseñó a las mujeres a “someterse a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (vv. 22-24).

Sumisión mutua en amor

Por no entender el hermoso contexto y el liderazgo amoroso en los que se basan estas instrucciones, algunas esposas se niegan a someterse a sus esposos. A veces, tanto hombres como mujeres suponen erróneamente que estas instrucciones son sexistas y degradantes para las mujeres. Pero en el contexto de la explicación de Pablo, esta instrucción es muy respetuosa de  ambos sexos y representa una clave importante para la felicidad de los matrimonios.

Las parejas que continuamente pelean por la autoridad y el control experimentan un nivel de conflicto e infelicidad que con frecuencia conduce al divorcio. Los cónyuges que se someten plena y mutuamente al modelo que revela Pablo suelen encontrar felicidad y paz.

Cuando en un matrimonio prevalecen el amor y el respeto genuinos, el hombre y la mujer aprenden mucho el uno del otro y cada uno aporta sus puntos fuertes a la relación. Por ejemplo, las esposas suelen destacar en el área de las relaciones sociales, mientras que los esposos suelen tener una fuerte inclinación hacia la resolución de problemas.

Los cónyuges que se dan cuenta desde que se casan de que cada uno aporta sus fortalezas al matrimonio y deciden utilizarlas en beneficio mutuo, son los que más aprovechan las instrucciones de Dios.

Pero los cónyuges que se “fustigan” mutuamente con escrituras que en realidad son para beneficio de su relación, no entienden el punto. Algunos esposos abusivos, con poco o ningún respeto por los sentimientos o aportes de sus esposas, les ordenan que se sometan, y algunas esposas indignadas replican que solo se someterán cuando sus maridos empiecen a actuar como deberían. La clave aquí es que cada persona haga su parte.

Cada uno debe practicar la instrucción que se le ha dado. Y si bien los individuos pueden influir positivamente en sus cónyuges con sus propias iniciativas, es mucho mejor cuando tanto el esposo como la esposa aceptan las instrucciones de Dios y cumplen sus respectivos roles en el matrimonio.

Como es de esperar, las instrucciones de Dios para el matrimonio han demostrado ser la mejor manera de experimentar la paz y la felicidad. El matrimonio es uno de los regalos más maravillosos de Dios a la humanidad, un tesoro digno de cuidar y mantener y que requiere esfuerzo. Sus instrucciones son tan válidas hoy como siempre, y seguirlas es hacer una elección honorable y buena. No hay que avergonzarse por seguir las instrucciones de Dios, ¡porque solo producen recompensas y beneficios duraderos!  BN