¿Estará preparado para la próxima crisis?

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¿Estará preparado para la próxima crisis?

Según todos los cálculos, las naciones del mundo no estaban preparadas para la pandemia del covid-19. Tanto los encargados de la salud pública como de los asuntos políticos fueron sorprendidos durmiendo cuando el siniestro virus detrás de esta enfermedad surgió súbitamente en China y se propagó por un mundo desprevenido. Y si bien el número de muertos ha resultado ser muy inferior a los cálculos y temores iniciales debido a modelos de proyección defectuosos y tal vez a algunas de las medidas de mitigación adoptadas por la mayoría de los gobiernos, las repercusiones han revelado una lista de oportunidades perdidas que podrían haber salvado aún más vidas y probablemente reducido el devastador impacto económico de esta pandemia mundial.

El mundo fue sorprendido con la guardia baja. Las escasas advertencias que fueron emitidas cayeron en los oídos sordos de un mundo atrapado en lo que la Biblia describe como “glotonería y embriaguez y . . . afanes de esta vida” (Lucas 21:34). Sin embargo, junto con el cierre y posterior saqueo de las ciudades se produjo una sensación de premonición. Ahora es el momento de que los lectores de Las Buenas Noticias mediten seriamente en el mensaje que hemos estado proclamando durante décadas. Este es un buen momento para escuchar la advertencia que Dios nos envía por medio de un centinela. Dios ha enviado una advertencia en nuestro tiempo, y a todos nos convendría escuchar lo que él dice en su Palabra.

Sin preparación para la pandemia

Como han dejado claro los noticieros y medios de difusión a lo largo de las semanas de cierre, es obvio que la mayoría de las naciones no estaban preparadas para esta pandemia.

En los Estados Unidos, las tres agencias principales encargadas de promover un ambiente de salud seguro para los estadounidenses –la Agencia de Medicamentos y Alimentación (FDA), los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y los Institutos Nacionales de Salud (NIH)– gastan miles de millones de dólares. Sin embargo, es evidente que no se enfocaron, y no lo habían hecho durante algún tiempo, en las medidas necesarias para proporcionar equipos y planes que pudieran hacer frente a esta crisis de salud.

¿Por qué no había los suficientes ventiladores exigidos por los gobernadores de los estados y los hospitales para satisfacer las necesidades? Los informes dicen que la reserva nacional de ventiladores se agotó durante la epidemia de gripe porcina de 2009. Los suministros y equipos necesarios no fueron repuestos y la producción se retrasó durante varios años porque la FDA no aprobó los nuevos diseños. ¿Quién tiene la culpa? ¿Habrá rendición de cuentas? El presidente Trump ordenó que se incrementara la producción de ventiladores este año, y las reservas se están convirtiendo en excedentes. Sin embargo, la falta de preparación inicial sigue siendo evidente.

Los CDC, la principal agencia de Estados Unidos para combatir y controlar las enfermedades transmisibles, parecían mantenerse al margen en las primeras etapas de la crisis de covid-19. Se les culpó por no disponer de equipos de prueba generalizados y precisos para identificar a los portadores del virus.

La agencia ya había sido objeto de escrutinio en 2007, cuando el senador estadounidense Tom Coburn emitió un informe bien documentado titulado “Los CDC se equivocaron: Reporte de supervisión de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades”. El informe presentó “un análisis de cómo una agencia encargada de combatir y prevenir las enfermedades ha gastado cientos de millones de dólares de los impuestos en esfuerzos fallidos de prevención, cenas internacionales e instalaciones fastuosas, pero no puede demostrar que está controlando las enfermedades”.

Los CDC, que trabajan con un presupuesto anual de 10 000 millones de dólares, parecen haberse concentrado más en proyectos periféricos que en su misión principal. Cuando las máscaras, los equipos de prueba y los ventiladores escasean o no funcionan, hay un problema sistémico. Una vez más, ¿dónde está la rendición de cuentas en el período posterior a esta pandemia?

Advertencias no escuchadas

Sabemos que el virus que causa el covid-19 se originó en China a finales de 2019. La primera alarma parece haberla dado un médico chino residente en Wuhan, Li Wenliang. El Dr. Wenliang fue reprendido por su gobierno por “difundir rumores”, y más tarde murió a causa del virus. Otros médicos chinos que criticaron la reacción del Partido Comunista Chino (PCCh) ante lo sucedido han sido censurados y en algunos casos, desaparecido.

En diciembre de 2019, Taiwán advirtió a la Organización Mundial de la Salud sobre la gravedad del virus. Pero las preocupaciones y advertencias de Taiwán fueron ignoradas. El encubrimiento por parte del gobierno chino y el fracaso de la OMS para tomar medidas tempranas y directas a fin de advertir y prevenir el desastre son asuntos serios que el mundo debe tomar en cuenta en el futuro. El presidente Trump estaba tan enojado con la OMS por su falta de acción, que decidió retener el financiamiento estadounidense a la organización y a continuación se retiró completamente de ella.

Incluso el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (perteneciente a los Institutos Nacionales de Salud), no veía la gravedad de lo que estaba sucediendo en China. En una entrevista el 26 de enero de 2020, dijo que el público estadounidense no debía preocuparse por el coronavirus: “Es un riesgo muy, muy bajo para los Estados Unidos . . . No es algo que deba preocupar o asustar al público de este país”.

Estas palabras pronto demostraron estar muy lejos de la realidad. Unos días después, el 31 de enero, el presidente Trump prohibió los vuelos procedentes de China y luego, a principios de marzo, también los de Europa y el Reino Unido. Dio la impresión de que en 24 horas las naciones comenzaron a cerrar. Escuelas, oficinas y restaurantes clausuraron sus puertas. Las aerolíneas comenzaron a reducir vuelos y los aviones fueron detenidos en tierra porque los pasajeros no tenían a dónde ir. Las escuelas e instituciones educativas se apresuraron a implantar el aprendizaje en línea, y millones de empleados comenzaron a trabajar desde sus casas mientras que millones más perdieron sus empleos.

En poco tiempo el mundo pareció temblar hasta detenerse, y en unas cuantas semanas entró en una gran crisis económica además de una crisis sanitaria.

La polémica sobre si la cura ha sido peor que la enfermedad ha sido feroz. No hay duda de que el covid-19 es una enfermedad letal, con muchas propiedades aún desconocidas y preguntas sin respuesta, para la cual hasta la fecha no hay vacuna. Es posible que el cierre de negocios, la cancelación de reuniones públicas y el confinamiento domiciliario hayan ayudado a “aplanar la curva” y a reducir el número de muertes en algunos lugares, pero lo que es innegable es que el cierre masivo del mundo arruinó un período de prosperidad económica global y que la recuperación tomará años.

Miles de millones de dólares de riqueza desaparecieron. Cientos de miles de negocios no se reabrirán. El costo económico se traducirá en graves consecuencias sociales como depresión, suicidio y disminución de los ingresos personales en los próximos años. Todo esto afectará la capacidad de la gente para llevar una vida sana y productiva y proveer para los suyos, pasando así a depender cada vez más del gobierno. El costo humano es incalculable.

Un mundo transformado en tan solo un mes

Lo que el mundo vivió en el espacio de tan solo un mes fue el colapso masivo de una economía próspera. La tasa de empleo en Estados Unidos era casi total, el promedio industrial Dow Jones del mercado de valores se había disparado a más de 28 000 puntos, y la economía producía salarios más altos y un mejor nivel de vida. La economía global –el tren que estaba siendo tirado por la poderosa economía de Estados Unidos– también estaba funcionando bien.

A principios de marzo, cuando comenzaron a surgir los temores de que millones de personas murieran a causa del coronavirus, vimos cómo la sombra oscura del miedo empezaba a cernirse sobre las naciones. Italia estaba experimentando un aumento de muertes, y el presidente Trump ya había suspendido los viajes a los Estados Unidos desde China.

A pocas horas de un discurso televisado a nivel nacional desde el Despacho Oval en el que anunció que todos los vuelos de pasajeros procedentes de Europa serían cancelados, empezamos a darnos cuenta de lo mucho que estaba cambiando todo. En Estados Unidos, la Asociación Nacional de Baloncesto [NBA, por sus siglas en inglés] canceló el resto de su temporada cuando el examen a un jugador dio positivo al virus, y otras ligas deportivas profesionales siguieron el ejemplo. La cascada de cierres y cancelaciones paralizó a miles de comunidades.

Al profetizar en tiempos del antiguo reino de Israel antes de su destrucción, el profeta bíblico Oseas describió cuán rápidamente puede colapsar una nación debido a sus pecados contra Dios. Dijo que cuando la gente intenta buscar a Dios durante un período de crisis nacional, no es posible encontrarlo. ¿Por qué? Porque “Han obrado perversamente contra el Señor, porque han tenido hijos ilegítimos. Ahora los devorará la luna nueva junto con sus heredades” (Oseas 5:7, Nueva Biblia de las Américas). ¿Qué significa esta mención de “luna nueva”?

El profeta Oseas predijo que en el breve lapso de un mes (un ciclo lunar de un promedio de poco menos de 30 días) puede ocurrir un colapso catastrófico. Y aunque los sucesos recientes no son un cumplimiento directo de la profecía de Oseas, un cambio así de rápido tuvo lugar en marzo de 2020: en el plazo de un mes desaparecieron billones de dólares de riqueza y se frenó una próspera economía mundial.

El primer párrafo de un artículo en el periódico The Wall Street Journal lo decía escuetamente: “La tasa de desempleo de abril aumentó a un 14.7 %, un récord, y las nóminas de pago se redujeron a la histórica cifra de 20.5 millones de trabajadores a medida que la pandemia del coronavirus golpeaba la economía, acabando en un solo mes con una década de aumento del empleo” (Sarah Chaney y Eric Morath, “April Unemployment Rate Rose to a Record 14.7 %” [La tasa de desempleo en abril aumentó a la cifra récord de 14.7 %], 8 de mayo de 2020, énfasis nuestro en todo este artículo). Para junio, la tasa de desempleo había crecido a más del 22 %, o el equivalente aproximado a 40 millones de estadounidenses cesantes.

¿Aprenderemos de esto?

El sabio puede aprender una lección de esto. La escritura citada al principio sobre las distracciones mundanas también lleva una advertencia. Note el contexto más completo de las palabras de Jesucristo aquí:

“Pero mirad por vosotros mismos, no sea que vuestros corazones se carguen con las preocupaciones y borracheras de esta vida, y que ese día [de eventos calamitosos que conducen al regreso de Cristo] venga sobre vosotros inesperadamente. Porque vendrá como una trampa para todos los que habitan sobre la faz de la tierra. Velad, pues, y orad siempre para que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:34-36).

Uno de los artículos de nuestro número de enero-febrero de 2020 de la revista Las Buenas Noticias se titulaba “El año 2020 ya está aquí: ¿Está usted listo?” Bueno, resulta que el mundo no estaba preparado para lo que estaba a punto de suceder. Y, para ser honestos, los que trabajamos en Las Buenas Noticias admitimos francamente que tampoco vimos lo que venía, al menos no en la forma y con la brusquedad con que lo hizo.

Sin embargo, desde hace mucho tiempo hemos instado a nuestros lectores a que lean sus Biblias y entiendan lo que sus profecías dicen sobre la fragilidad de este mundo y nuestros tiempos inciertos. Las Buenas Noticias toma en serio lo que Jesucristo dijo en el pasaje que acabamos de citar.

Entendemos cómo podemos llegar a estar “cargados con las preocupaciones de esta vida”. Nuestra existencia está llena de agitación y detalles que nos distraen, muchos de los cuales pueden desviar nuestra atención del estado de alerta espiritual que necesitamos para estar al tanto de lo que está pasando. Para ser francos, un discípulo de Jesucristo debe vivir su vida en un estado espiritual de alerta máxima. Esto no es fácil de hacer o mantener por un tiempo prolongado.

Me encuentro en esa etapa de la vida en que la gente empieza a pensar en aminorar el ritmo laboral y jubilarse. Tengo nietos, y quisiera pasar más tiempo con ellos y verlos crecer en su adolescencia. Sé que muchos de nuestros lectores comparten los mismos sentimientos respecto a la familia y los planes a futuro, pero estamos atrapados en demasiados detalles que consumen nuestros intereses, tiempo y días.

No hay nada malo o inapropiado en estos deseos, siempre y cuando los equilibremos con el conocimiento y la comprensión de la profecía bíblica. Esta proporciona el marco para entender el esquema general de los eventos que conforman el panorama del mundo actual. Si la usamos debidamente, podemos tomar los pasos adecuados a fin de estar preparados espiritualmente, e incluso físicamente, para lo que ocurra.

He vivido y estudiado la profecía lo suficiente como para saber que hay momentos en que el cumplimiento profético es lento, al menos según lo que uno puede percibir, y momentos en que se acelera. Estamos en un período en el que las condiciones profetizadas se están acelerando. ¡Es un momento para prestar más atención!

Tiempo de vigilar

Leímos más arriba que Jesús dijo a sus discípulos “velad y orad en todo tiempo. ¿Qué significa esto?

El tema de la vigilancia aparece anteriormente en Ezequiel 33, donde Dios le dijo al profeta Ezequiel que le iba a asignar el rol de vigilante del pueblo de Israel:

“Vino a mí palabra del Eterno, diciendo: Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando trajere yo espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tomare un hombre de su territorio y lo pusiere por atalaya, y él viere venir la espada sobre la tierra, y tocare trompeta y avisare al pueblo, cualquiera que oyere el sonido de la trompeta y no se apercibiere, y viniendo la espada lo hiriere, su sangre será sobre su cabeza.

“El sonido de la trompeta oyó, y no se apercibió; su sangre será sobre él; mas el que se apercibiere librará su vida. Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya” (vv. 1-6).

El mensaje de advertencia al pueblo era que se prepararan para un tiempo de asedio y todo lo que eso pudiera significar, incluyendo hambrunas y enfermedades. Debían tomar precauciones para enfrentar la prueba y resistir, soportar y prevalecer. Jesucristo utiliza el término “apercibirse” en el mismo sentido de “vigilar”, advirtiéndonos que estemos atentos y alerta, que discernamos los tiempos de nuestra vida y entendamos dónde estamos en el plan profético de Dios y su propósito para el mundo.

Un discípulo desea entender las señales que Jesús predijo: engaño espiritual, guerras, hambrunas, epidemias y catástrofes naturales (Mateo 24:4-7), y vivir una vida sobria, santa y piadosa. Cuando uno sabe que se avecina un tiempo de problemas y de juicio final sobre el mundo, vive de manera diferente. Sabe que Dios es real, que su Palabra es una guía segura para la vida, y toma medidas para vivir de acuerdo a sus leyes y su verdad. Esto es lo que un verdadero discípulo debe hacer.

Un discípulo también ora a Dios para cumplir su deseo de entablar una relación con nosotros, desarrollando así una conexión espiritual de amor y confianza. La fe en Dios y su amor por nosotros nos permiten manejar nuestra salud emocional en tiempos de estrés, como esta pandemia actual y los disturbios sociales.

Muchos de nosotros nos enfrentamos a la incertidumbre respecto al trabajo, la salud y el panorama general de lo que está sucediendo en nuestro país y en el mundo. Todo esto es desconcertante y aterrador, y puede hacer que algunos se desequilibren emocionalmente. Lo veo en algunas de las personas más fuertes que conozco: la preocupación y el miedo están a las puertas. Pero no se deje abrumar; puede hacerle frente a estas cosas con la ayuda de Dios y confiando en su plan y propósito.

Cuando vemos ciudades encerradas bajo cuarentena o, más recientemente, incendiadas y llenas de alborotadores, estamos frente a cosas que la mayoría de nosotros nunca antes había experimentado. Nuestro mundo ha sido sorprendido e impactado, y se nos ha dado un llamado de atención.

A través de las páginas de la Biblia podemos comprender lo que significan tales crisis. Al hablar con Dios de rodillas en oración, él y Jesucristo le brindarán consuelo y entendimiento basado en la verdad espiritual. Esa es la clave para soportar este momento.

¿Volver a la “normalidad”?

Podríamos preferir que el mundo volviera, al menos en sus diversos aspectos positivos, a la forma en que lo recordamos hace unos pocos meses. Pero en muchos sentidos el mundo que seguirá a continuación será diferente y estaremos recuperándonos por largo tiempo. La vida continuará, pero algo habrá cambiado. Este mundo no será el mismo.

¿De qué manera será diferente su mundo? Los que somos discípulos de Jesucristo no podemos volver a la “normalidad”. Los discípulos de Jesús deben profundizar en lo que nuestro Maestro enseñó y tomar a pecho lo que nos ordenó. Debemos prestar atención, vigilar y orar, y evitar el peligroso lazo que atrapará a todos los que vivan en la Tierra en el tiempo del fin.

¿Podría Dios estar evaluando su vida ahora mismo? Este momento de crisis puede traernos claridad y propósito. Úselo sabiamente. ¡Que la próxima crisis en el horizonte no lo sorprenda desprevenido! BN