La creciente tiranía gubernamental: ¿Presagio del fin de los tiempos?

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La creciente tiranía gubernamental

¿Presagio del fin de los tiempos?

El artículo principal de nuestra edición de septiembre-octubre de 2021, “El Gran Reinicio: ¿Adónde nos llevará?” reveló los planes que se están llevando a cabo para “reiniciar” la estructura política mundial, sustituyendo el centenario sistema de Estados nación de la humanidad por un gobierno global controlado por un equipo de las élites mundiales. Este nuevo sistema dirigiría muchos aspectos de la vida cotidiana de casi todos los habitantes de la Tierra.

Hoy en día, los cimientos de tal cambio ya están siendo echados mediante la creciente tiranía gubernamental sobre la vida de las personas. Los acontecimientos recientes han allanado el camino para ese Gran Reinicio, y ya muchos gobiernos nacionales ejercen un control cada vez mayor sobre las vidas de cientos de millones de personas. Particularmente preocupante es el hecho de que estas políticas dictatoriales se hayan puesto en marcha en democracias occidentales liberales y avanzadas, y no en dictaduras del Tercer Mundo.

Como señalamos, la planificación del Gran Reinicio ha sido bien documentada y muchos están trabajando para llevar a cabo esos planes. Y, lo más importante, en su Biblia se profetiza que un malévolo sistema político de este tipo surgirá en los últimos tiempos. Jesucristo le dio al apóstol Juan un vistazo de cómo sería este sistema. Apocalipsis 13 y 17 hablan de un líder mundial despótico descrito como “la bestia”, que recibe el poder de una coalición de otros diez líderes. Durante un breve tiempo, este líder ejercerá un extraordinario control y poder sobre el mundo.

Covid, una excusa para un amplio control estatal

La pandemia del covid-19 proporcionó a quienes abogan por un mayor poder gubernamental el apoyo perfecto  que necesitaban. Nación tras nación y estado tras estado experimentaron la violación de sus libertades individuales (base de los sistemas democráticos modernos) a medida que los Gobiernos se adjudicaban poderes sin precedentes para controlar la vida cotidiana en nombre de la lucha contra la enfermedad.

En Estados Unidos, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) emitieron directivas en virtud de las cuales la mayoría de los Gobiernos estatales cerraron cientos de miles de negocios privados, mientras permitían que los grandes minoristas nacionales siguieran abiertos. Dictaminaron qué negocios se consideraban “esenciales” y cuáles no. Y como la gran mayoría de los pequeños negocios privados entraban en el segundo grupo, muchos miles de ellos se han ido a la bancarrota desde marzo de 2020.

Se clausuraron restaurantes, centros de diversión y negocios y se decretó el cierre de las escuelas. Y en un momento en el que millones de personas acudían a Dios en busca de fuerza y guía, las iglesias de todas las denominaciones fueron cerradas por el Estado. Al mismo tiempo, a negocios considerados “esenciales”, como las tiendas de licores, tabaco y marihuana, ¡se les permitió permanecer abiertos!

Los insumos de vacunación se desarrollaron en un tiempo récord, en un esfuerzo comparable a la rápida militarización industrial de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. A principios de 2022, la mayoría de los estadounidenses se habían vacunado voluntariamente o habían contraído el covid-19 y se habían recuperado, contribuyendo en gran medida a la “inmunidad de rebaño”. Pero a pesar de ello, los Gobiernos nacionales y estatales aprovecharon la continuidad del covid para exigir la vacunación con estos productos, sin darle importancia a las crecientes pruebas de su ineficacia o incluso de sus efectos secundarios perjudiciales.

Las grandes empresas siguieron los decretos gubernamentales y, en su afán de ser vistas como reflejo de los valores “aceptados” actuales, impusieron a sus empleados el mandato de vacunación. Aquellos que se negaron perdieron sus empleos o fueron objeto de acoso y discriminación. Michael Rectenwald, director académico de la asociación American Scholars (Eruditos estadounidenses) y autor del libro Beyond Woke (Los excesos del movimiento de justicia social y racial), ha mostrado cómo grandes entidades progresistas como Google, Apple y Facebook (ahora Meta Corporation) lideraron los esfuerzos corporativos para imponer la orden de vacunación al tiempo que aplastaban cualquier opinión contraria.

Mientras tanto, grandes minoristas como Amazon y Walmart obtuvieron beneficios astronómicos, incluso cuando las pequeñas empresas consideradas “no esenciales” se marchitaron y murieron. Los beneficios de Amazon se duplicaron con creces en 2021, ya que millones de personas a las que se les prohibió visitar los negocios locales no tuvieron más remedio que utilizar su modelo comercial de compras en línea. Los ingresos de Amazon en el primer trimestre de 2021 aumentaron un 44 % respecto al año anterior, y sus beneficios del primer trimestre se dispararon a más de 108 000 millones de dólares. El fundador y presidente de la compañía, Jeff Bezos, se convirtió rápidamente en uno de los tres hombres más ricos del mundo.

Como algunos han indicado, estos enormes minoristas y empresas de alta tecnología gastan millones en donaciones políticas, un lujo que sus competidores mucho más pequeños no pueden permitirse. Ahora, miles de esos competidores más pequeños simplemente ya no existen.

En todo el mundo, muchos gobiernos impusieron el uso de mascarillas y la vacunación obligatoria. Aquellos que se han negado a conformarse han debido sufrir la restricción  a sus viajes y la denegación de servicio en restaurantes y tiendas. Pareciera que el popular eslogan “Mi cuerpo, mi elección” [esgrimido por los partidarios del aborto] no se aplica cuando los burócratas del gobierno indican lo contrario.

Pisoteo de los derechos personales

Las restricciones europeas fueron especialmente severas. Austria aprobó una legislación que obliga a los ciudadanos no vacunados a pagar multas equivalentes a miles de dólares y a enfrentarse a la pérdida de sus empleos y medios de sustento. En Alemania, el Ministerio Federal del Interior y de la Comunidad instituyó algunas de las políticas de ingreso más estrictas del mundo, exigiendo una prueba de resultados negativos del test de covid y severas normas de cuarentena. Muchas naciones europeas comenzaron a exigir pasaportes de vacunación, y a quienes no lo tenían se les negaban los viajes en avión y no podían alojarse en hoteles ni otros establecimientos del rubro.

Los gobiernos de Asia y el Pacífico se unieron al frenesí. Australia, considerada durante mucho tiempo como un bastión de la libertad personal, conmocionó al mundo con sus políticas, entre ellas el establecimiento de “instalaciones de cuarentena” en todo el país. Inicialmente estaban destinadas a los viajeros no vacunados, pero si tenemos en cuenta que a los no vacunados se les considera “impuros” e “inconformistas”, es fácil ver cómo se puede hacer un mal uso de dichas instalaciones y tergiversar su intención original.

Los decretos del Gobierno de Nueva Zelanda fueron inesperadamente severos. Aquellos que se negaron a seguir las gravosas órdenes se enfrentaron a duras multas, que ascendían a miles de dólares. En algunos sectores, los empleados que siguieran trabajando sin estar vacunados podían ser multados. Las empresas que no cumplieran con los pases de vacunación podían recibir multas de hasta 15 000 dólares.

Aquellos que no pagaban sus multas por infracción al mandato del covid se enfrentaban a otras sanciones: arresto, suspensión de su permiso de conducir, embargo de sus bienes y denegación de pasaportes para viajar al extranjero. Las multas no pagadas se comunicaban a las agencias de crédito, lo que podía afectar la capacidad de la gente para obtener préstamos o tarjetas de crédito.

El control gubernamental puede llegar a ser bastante tiránico, especialmente con el uso de la tecnología moderna. Australia, por ejemplo, utilizó los teléfonos móviles personales de los ciudadanos para rastrear sus movimientos bajo la guisa de verificar su cumplimiento de las restricciones de viaje del Gobierno.

En un artículo del 5 de abril de 2020, el periódico australiano The Sydney Morning Herald informó que un importante proveedor de servicios celulares en Australia entregó voluntariamente a los Gobiernos federal y de Nueva Gales del Sur los datos de millones de australianos “para controlar si la gente sigue las restricciones de distanciamiento social en medio de la pandemia de coronavirus”. Cuando un periodista cuestionó esta invasión de la privacidad, el primer ministro australiano, Scott Morrison, respondió: “Lo que quiero dejar claro es que las políticas y medidas que pondremos en marcha en Australia serán adecuadas para Australia”.

El mensaje implícito aquí y en otros lugares es claro: “Nosotros, el Gobierno, sabemos lo que es mejor para usted”. No se reconoce en absoluto la flagrante invasión de la libertad personal y la privacidad.

Esta tecnología podría utilizarse para hacer cumplir una cantidad ilimitada de mandatos gubernamentales, impidiendo, por ejemplo, que una persona tenga un trabajo, viaje, haga compras o realice cualquier otra actividad económica normal y necesaria para la vida cotidiana.

Esto aviva los temores del surgimiento de “la marca de la bestia” predicha en el libro del Apocalipsis: “Y hacía que a todos, a los pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se pusiese una marca en su mano derecha, o en sus frentes; y que ninguno pudiese comprar o vender, sino el que tuviera la señal, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”. (Apocalipsis 13:16-17). Aunque es obvio que se está hablando figurativamente de someterse a los decretos del sistema maligno que se opondrá a Dios, bien podría haber algún tipo de implementación tecnológica para controlar a la población de esta manera.

Los canadienses desahogan sus frustraciones

En Canadá, donde la tendencia hacia un mayor control gubernamental ha progresado más rápidamente que en Estados Unidos, muchos miles de ciudadanos canadienses amantes de la libertad han dicho y demostrado que están hartos.

En una dramática protesta realizada en febrero y que atrajo la atención mundial, cientos de camioneros canadienses formaron el “Convoy de la Libertad” para protestar contra el nuevo requisito del Gobierno de que todos los conductores de camiones transfronterizos que vuelvan a entrar en Canadá desde Estados Unidos estén completamente vacunados contra el covid-19 o se sometan a una cuarentena de 14 días. Enormes camiones de 18 ruedas procedentes de la mayoría de las provincias convergieron en Ottawa, la capital nacional, en protesta contra los estrictos mandatos de vacunación del Gobierno canadiense, lo que provocó trastornos y un cierre en dicha ciudad.

En respuesta, el primer ministro canadiense Justin Trudeau invocó la Ley de Emergencia de Canadá, que nunca antes se había utilizado y que otorga al Gobierno poderes draconianos destinados únicamente para tiempos de guerra u otras emergencias nacionales graves. Violando claramente la intención de la legislación, Trudeau hizo detener a los manifestantes y ordenó a los bancos que congelaran los activos financieros de quienes participaban en las protestas, por lo demás pacíficas.

Indignados por el trato dado a los camioneros, a principios de marzo miles de canadienses participaron en la Caravana de la Libertad, en la que decenas de miles de ciudadanos intentaron formar una cadena de vehículos que se extendía desde Columbia Británica hasta Labrador, una distancia de más de 6400 km. Otros miles asistieron a concentraciones locales organizadas en diferentes ciudades del país, pidiendo el fin de lo que consideran una tiranía para imponer la vacuna.

Los participantes citaron una variedad de razones personales para unirse a la protesta masiva. “En este momento ni siquiera tiene que ver con una vacuna. Para mí, se trata simplemente de control, y me parece que no quieren soltarlo”, dijo una persona. Otro añadió: “Me preocupa la libertad de todos los canadienses. En Columbia Británica [el gobierno] aún no ha levantado los mandatos para nadie en esta provincia, y como persona no vacunada me resulta muy difícil encontrar trabajo, alimentar a mi familia y vivir mi vida”.

El congresista estadounidense John Kennedy, de Luisiana, resumió de forma conmovedora la frustración de los camioneros y de otros millones de canadienses y estadounidenses: “Lo que estamos viendo en Canadá es la tiranía de la élite empresarial sobre la mayoría de la clase trabajadora. En realidad no tiene nada que ver con la vacuna, ya que la mayoría está vacunada.

“Lo que escucho de parte de ellos es: ‘Hemos tenido dos años de restricciones de covid. Nuestras vidas han dado un vuelco, nuestros medios de sustento se han visto restringidos, nuestros hijos han perdido meses y quizás años de su educación. Nos dicen: ‘Sigan la ciencia’, y vemos que la variante omicron disminuye. La mayoría de nosotros tiene ahora inmunidad natural o está vacunada. Entonces, ¿qué estrategia debemos seguir para quitarnos al Gobierno de encima y que nos dejen volver a la normalidad?”

Los medios de comunicación, portavoz de las élites

La constante intromisión del Gobierno, con sus asfixiantes normas y restricciones, no podría llevarse a cabo sin la complicidad de los medios de comunicación. Una prensa que solía ser libre y que cuestionaba agresivamente los mandatos del Gobierno, en su gran mayoría se ha sometido a estos mandatos.

En el mundo occidental, las redes sociales se han convertido prácticamente en cómplices voluntarios de los Gobiernos despóticos. Los empleados de los periódicos y de los medios de comunicación electrónicos, que en su mayoría son jóvenes con educación liberal, creen que los burócratas del Gobierno saben lo que es mejor para la gente y que es su deber servir de portavoces de quienes ejercen el control.

Y como ya se ha dicho, los gigantes de las redes sociales también desempeñan su papel. Facebook, Google y Twitter no solo promueven la retórica oficial, sino que además demonizan y silencian a quienes se atreven a expresar otras opiniones “cancelando” a quienes se atreven a desafiar la política estatal sobre el covid, los mandatos de mascarillas y vacunas, y otros decretos gubernamentales.

Europa, zona cero del control gubernamental

Como se señaló más arriba, las naciones de la Unión Europea parecen ser el centro neurálgico mundial de este movimiento que favorece un mayor control gubernamental. La UE estuvo a la vanguardia de las restricciones relacionadas con el covid, y sigue manteniendo algunas de las medidas más estrictas a pesar de la evidencia de que la enfermedad dejó de ser, en general, un factor de preocupación en gran parte del mundo.

Esta revista lleva muchos años prediciendo que las naciones europeas acabarán uniéndose en una superpotencia política, militar y económica bajo un líder muy poderoso. Su Biblia, que revela el bosquejo general de la historia para aquellos dispuestos a estudiarla con una mente abierta, revela este impresionante desarrollo en los libros de Daniel y Apocalipsis. Este Gobierno del tiempo del fin, que incluirá a los líderes de varias naciones o grupos de naciones, ejercerá un gran control sobre las vidas de sus ciudadanos. Una parte importante de este control afectará la capacidad de tener un empleo, de poseer una propiedad y de llevar a cabo negocios cotidianos como la compra de alimentos o combustible.

Al parecer estamos experimentando un anticipo de ello: los Gobiernos restringen de manera creciente a su población con regulaciones cada vez más estrictas, a lo que se añade el aumento de la vigilancia tecnológica. Sin embargo, ¡todavía están por venir restricciones y controles mucho peores!  BN