¿Está usted durmiendo una siesta espiritual?

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¿Está usted durmiendo una siesta espiritual?

Hace algunos años me costaba mucho despertar en las mañanas. Cada vez que sonaba el despertador, oprimía el botón repetidor de alarma para poder dormir diez minutos más. Pero no me bastaba con recurrir a dicha estrategia una sola vez; a menudo oprimía el botón dos, tres y hasta cuatro veces. Felizmente, aquellos días han quedado atrás. Sin embargo, yo no soy el único que ha debido lidiar con este problema, ya que parece aquejar también a muchas personas.

Con frecuencia nuestras vidas están saturadas de obligaciones y deberes, y al final del día nos abruma el solo pensar en todo lo que hicimos y lo que aún nos queda por hacer. Pareciera que nunca logramos irnos a dormir a una hora apropiada, lo que a su vez dificulta el poder despertarse por la mañana. Cuando por fin logramos levantarnos, nos sentimos exhaustos y necesitamos tomar café o bebidas energéticas para ponernos en marcha. Este proceso se repite casi a diario, y cada vez volvemos a oprimir el botón repetidor de alarma una última vez antes de arrastrarnos fuera de la cama.

Esto era precisamente lo que me estaba sucediendo, pero ello no era todo. Si bien estaba logrando mucho en el aspecto físico, no sucedía lo mismo en el área espiritual. Aunque físicamente me despertaba cada mañana, en la realidad todavía estaba espiritualmente dormido.

¿Y usted? ¿Está descuidando su vida espiritual, aun cuando en lo físico sus logros sean abundantes? ¿Está su vida tan colmada de preocupaciones cotidianas que le queda poco o nada de tiempo para la parte más importante de la vida? ¿Está usted, en sentido figurado, presionando una y otra vez el botón espiritual de repetición de alarma?

Sabemos que el sueño físico es esencial para poder desempeñarnos eficazmente, pero ¿sabía usted que la Biblia dice que el sueño espiritual puede ser sumamente peligroso (Mateo 25:5-13)? El apóstol Pablo escribió: “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por lo tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios” (1 Tesalonicenses 5:5-6, énfasis agregado en todo este artículo).

Así es: espiritualmente hablando, todos debemos evitar presionar el botón repetidor de alarma, y en su lugar, tenemos que despertar y ponernos en marcha.

Somos vigilantes espirituales

En varios pasajes de la Biblia se usa el ejemplo de los vigilantes en la antigüedad. Ellos cuidaban los campos agrícolas para que los animales o los ladrones no dañaran o robaran los suministros de alimentos de la ciudad. También había un centinela en la parte superior de los muros que rodeaban pueblos y ciudades, para detectar cualquier posible amenaza. Si había algún peligro, él rápidamente tocaba la trompeta de advertencia, las puertas de la ciudad se cerraban y los residentes se preparaban para defenderse (Ezequiel 33:3-6).

Era fundamental que el vigilante no se durmiera durante su turno. Tenía que permanecer despierto y alerta en todo momento, porque si dormitaba aunque fuera unos minutos, los enemigos podían aprovecharse de la situación con resultados devastadores.

En términos espirituales, podemos compararnos a esos vigilantes. No solo debemos velar atentamente por nuestra propia condición espiritual, sino que además tenemos la misión de predicar el evangelio y exhortar a otros a que despierten de su letargo espiritual y se alisten para defenderse de un peligro inminente (Marcos 16:15, Mateo 25:1-5).

Aprovechando bien el tiempo

En su carta a los cristianos de Éfeso, Pablo los amonestó a despertar de su sueño espiritual: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos” (Efesios 5:14-16, NVI).

Del mismo modo, el apóstol Pedro instó encarecidamente a los hermanos: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).

El mensaje de ambos apóstoles indica que el sueño espiritual puede ser peligroso y hay que evitarlo a toda costa. ¿Podría usted estar espiritualmente dormido, anteponiendo otros objetivos e intereses a su llamamiento santo? (ver Mateo 6:33; 1 Pedro 2:21). Consideremos por un momento la extraordinaria importancia del maravilloso llamado de nuestro Creador.

Cumplamos con nuestro magnífico llamado

Dios el Padre nos invita a participar en la obra más importante de toda la historia de la humanidad (Mateo 22:4; Juan 6:44). Además de haber sido llamados a proclamar su grandeza, debemos colaborar enseñando a otros acerca de la venida del Reino de Dios (1 Pedro 2:9, Romanos 10:15).

Por otra parte, tenemos la extraordinaria oportunidad de heredar la vida eterna y servir como reyes y sacerdotes con Cristo por mil años y aún más (1 Timoteo 6:12, Apocalipsis 20:6).

Para quienes hemos sido llamados por Dios en estos tiempos, ¡esta es nuestra única oportunidad! ¡Este es nuestro momento especial! ¿Qué estamos haciendo al respecto?

Winston Churchill, el célebre primer ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial, escribió: “A todos los seres humanos les llega un momento especial en la vida cuando, en sentido figurado, reciben una palmadita en el hombro para ofrecerles la oportunidad de llevar a cabo una misión única, especialmente hecha a la medida de sus habilidades. ¡Qué trágico si ese momento llega y los sorprende sin la preparación ni capacitación necesarias para lo que pudiera haber sido su momento de gloria!”

¿Será éste su momento de gloria? ¿Está usted plenamente consciente del maravilloso llamado divino? ¿Está preparado para llevar a cabo la misión que se le ha encomendado? (ver Mateo 25:1-10).

Estar preparado y listo para esa misión significa seguir al pie de la letra el ejemplo de Jesucristo, sometiéndonos incondicionalmente a nuestro Padre Celestial. Debemos vivir llenos de fidelidad, obediencia, paciencia, sacrificio y perseverancia, tal como vivió Jesús (Mateo 7:21, Lucas 22:42; 1 Pedro 2:21).

Como depositarios de tan extraordinaria responsabilidad, no podemos permitirnos tomar una siesta espiritual. Debemos mantenernos espiritualmente dispuestos, alertas y vigilantes. Como escribió el apóstol Santiago, necesitamos ser “hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Santiago 1:22).

El trabajo que había que hacer

Evitemos ser como ciertas personas de antaño, que ignoraron el llamado de Dios para hacer su obra. Un elocuente ejemplo de esto se encuentra en el libro de Esdras.

Varias décadas después de que la nación de Judá fuera llevada cautiva, Dios rescató a un remanente de judíos y los trajo de vuelta a su tierra natal. Él quería que ellos participaran en la importantísima obra de reconstruir su centro de adoración, es decir, el templo en Jerusalén (Esdras 1:1-2). El esfuerzo comenzó con la renovación de los cimientos del templo e iba muy bien, pero no pasó mucho tiempo antes de que sus vecinos comenzaran a perseguirlos (Esdras 4:1-5, 23).

¿Cuál fue el resultado? En vez de luchar valientemente contra sus enemigos, estas personas abandonaron sus herramientas. Dejaron de hacer la obra de Dios y rápidamente desviaron su atención a sus propios intereses, como construir viviendas, emprender negocios y casarse.

Desde luego, no había nada intrínsecamente malo en hacer tales cosas, pero no debían convertirse en su principal objetivo. Al abandonar su meta más importante, la gente prácticamente había olvidado la razón principal de su regreso a Jerusalén. ¡Pero Dios no olvida, y no iba a permitir que su obra se marchitara y fracasara!

Dios asignó a los profetas Hageo y Zacarías la responsabilidad de exhortar a la gente a retomar el proyecto (Esdras 5:1). Hageo reprendió a los ex cautivos por abandonar la misión encomendada por Dios. “También vino esta palabra del SEÑOR por medio del profeta Hageo: ‘¿Acaso es el momento apropiado para que ustedes residan en casas techadas mientras que esta casa está en ruinas?’ Así dice ahora el SEÑOR Todopoderoso: ‘¡Reflexionen sobre su proceder!’” (Hageo 1:3-5, NVI).

 Despiertos, alertas y vigilantes

Afortunadamente, el pueblo se arrepintió y Dios despejó el camino para que terminaran la obra (Esdras 6:1-14). Pero hay una pregunta aún vigente para usted y para mí: ¿podríamos ser culpables del mismo error cometido por aquellas personas en tiempos de Hageo? ¿Estamos verdaderamente conscientes de nuestro llamado divino, o estamos tan ocupados en nuestras labores cotidianas, que al igual que los judíos en Hageo 1:2, decimos: “No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa del Eterno sea reedificada”?

Asegúrese de no apagar el botón de alarma espiritual y de no autoconvencerse de que comenzará a hacer la obra de Dios a partir de mañana, pasado mañana, o incluso después. Si nos dejamos absorber excesivamente por los quehaceres y ocupaciones físicas, ese día nunca llegará.

Así como Dios llamó al pueblo en la época de Hageo a desempeñar fielmente su obra, alentó también a la Iglesia en los tiempos del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo exhortó a los hermanos en Roma a despertar de su letargo espiritual. Él dijo: “Es hora de levantarnos del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos” (Romanos 13:11). Pablo reprendió a algunos hermanos de Corinto que se habían vuelto espiritualmente perezosos, rogándoles: “Velad debidamente, y no pequéis” (1 Corintios 15:34).

¿Está usted despierto? ¿Están sus sentidos alertas y expectantes? ¿Está vigilando y escuchando receptivamente la Palabra de Dios? ¿Está usted luchando —con la ayuda de Dios— para vencer el pecado? En los capítulos 2 y 3 del libro profético de Apocalipsis, Jesucristo hace un enérgico llamado de atención a quienes se han vuelto somnolientos y apáticos. Veamos los siguientes versículos:

¡Despierta! Fortalece lo poco que te queda, porque hasta lo que queda está a punto de morir. Veo que tus acciones no cumplen con los requisitos de mi Dios. Vuelve a lo que escuchaste y creíste al principio, y retenlo con firmeza. Arrepiéntete y regresa a mí. Si no despiertas, vendré a ti de repente, cuando menos lo esperes, como lo hace un ladrón” (Apocalipsis 3:2-3, Nueva Traducción Viviente).

La alarma está sonando

¿Se aplica a nosotros la exhortación que hace Cristo, o no? ¿Estamos espiritualmente dormidos? ¿Estamos continuamente apagando el botón de alarma espiritual? Si es así, ¿qué quiere nuestro Salvador que hagamos para eliminar esas telarañas mentales y despertar de nuestro letargo?

“Esto es lo que quiero que hagas: Por eso te aconsejo que compres de mí lo que de veras te hará rico. Porque lo que yo doy es de mucho valor, como el oro que se refina en el fuego. Si no quieres pasar la vergüenza de estar desnudo, acepta la ropa blanca que yo te doy, para que te cubras con ella, y las gotas medicinales para tus ojos. Sólo así podrás ver” (Apocalipsis 3:18, Traducción en Lenguaje Actual).

El pasaje continúa: “Yo reprendo y corrijo a los que amo. Por eso, vuélvete a Dios y obedécelo completamente. Yo estoy a tu puerta, y llamo; si oyes mi voz y me abres, entraré en tu casa y cenaré contigo” (Apocalipsis 3:19-20, NVI).

La alarma está sonando. ¿Puede oírla? No oprimamos el botón de repetición para posponer la alarma espiritual. ¡Es hora de despertar! ¡Hagamos de esta oportunidad nuestro momento de gloria, mientras trabajamos en la obra que Dios nos ha llamado a completar! BN