#221 - Hageo
"Presente y futura obra del Templo"
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#221 - Hageo: "Presente y futura obra del Templo"
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Por esta razón, se llaman los profetas “pos-exílicos”. Veamos las fechas en que predicaron estos tres últimos profetas del Antiguo Testamento:
Sólo unos 50,000 judíos de cientos de miles escogieron volver a Judá luego del decreto del rey Ciro. Llegaron con mucho entusiasmo para reedificar el Templo y a Jerusalén. Sentían que no iba a ser difícil, al recibir el respaldo de un decreto de Ciro para reedificar a Jerusalén y al disponer de fondos para llevar a cabo esta obra (vea Esdras 1:1-4). El capítulo 3 de Esdras explica cómo los judíos pronto edificaron el altar, ofrecieron sacrificios y celebraron la Fiesta de los Tabernáculos.
Sin embargo, Satanás sabía lo importante que era impedir la reconstrucción de Jerusalén y el Templo. El plan de Dios requería que todo esto estuviera listo para la venida del Mesías y que Cristo mostraría su celo al entrar en el Templo de Dios y echar a los cambistas (Juan 2:15-17). Por eso, Satanás pronto movilizó a los enemigos contra el pueblo de Dios. “Oyendo los enemigos de Judá y de Benjamín que los venidos de la cautividad edificaban el templo del Eterno… el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara. Sobornaron además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos, todo el tiempo de Ciro rey de Persia y hasta el reinado de Darío rey de Persia. Y en el reinado de Asuero, en el principio de su reinado, escribieron acusaciones contra los habitantes de Judá y de Jerusalén… Entonces cesó la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén y quedó suspendida hasta el año segundo del reinado de Darío rey de Persia” (Esdras 4:1,4-6,24).
Hageo y luego Zacarías entran en escena en este preciso instante, tal como explica el relato de Esdras: "Profetizaron Hageo y Zacarías… ambos profetas, a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén en el nombre del Dios de Israel quien estaba sobre ellos. Entonces se levantaron Zorobabel y… Jesúa… y comenzaron a reedificar la casa de Dios que estaba en Jerusalén; y con ellos los profetas de Dios que les ayudaban… Y los ancianos de los judíos edificaban y prosperaban, conforme a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías” (Esdras 5:1-3; Esdras 6:14).
Aquí vemos que estos profetas no sólo profetizaron el altar y ofrecieron sacerdotes, sino que tomaron una parte activa en la reedificación del Templo de Dios. Era necesario, pues tras 15 años de inactividad, Dios tuvo que tomar parte en el asunto para despertar a los judíos que se habían vuelto indolentes.
Comienza Hageo: “En el año segundo del rey Darío [Dario I el Grande que reinó desde 522-489 a.C.], en el mes sexto, en el primer día del mes, vino palabra del Eterno… Este pueblo dice: No ha llegado aún el tiempo, el tiempo de que la casa del Eterno sea reedificada. Entonces vino palabra del Eterno por medio del profeta Hageo, diciendo: ¿Es para vosotros tiempo… de habitar en vuestras casas artesonadas, y esta casa [el Templo] está desierta?” (Hageo 1:1-4).
Tras las amenazas de sus enemigos y los gobernantes persas, el pueblo se había dejado intimidar durante 15 años y habían detenido la obra de construir el Templo. En vez, se habían dedicado a construir y embellecer sus propias casas. Pero las circunstancias habían cambiado. Había un nuevo gobernante, Darío, que estaba dispuesto a permitirles reconstruir el Templo (vea Esdras 5:4; Esdras 6:12), pero aún así, al principio, nadie tenía el ánimo de reanudar la obra. Por eso Dios usó a Hageo y a Zacarías para despertar al pueblo y mostrarles que él estaba muy molesto con la inacción y egoísmo.
Les cuenta que había retirado las bendiciones sobre las cosechas, pero el pueblo no se había dado cuenta de ello. Dice Hageo: “Pues así ha dicho el Eterno de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto… Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado… Buscáis mucho, y halláis poco… ¿Por qué?... Por cuanto mi casa está desierta… y cada uno corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos. Y llamé la sequía sobre esta tierra” (Hageo 1:5-11).
Como Zorobabel… y Josué… y todo el resto del pueblo, la voz del Eterno su Dios, y las palabras del profeta Hageo, como le había enviado el Eterno su Dios; y temió el pueblo delante del Eterno” (Hageo 1:12). Al ver la reacción positiva de todos, Dios envía el segundo mensaje por medio de Hageo. Son sólo siete palabras, pero ¡cuán poderosas y alentadoras son! “Entonces Hageo, enviado del Eterno, habló por mandato del Eterno al pueblo, diciendo: Yo estoy con vosotros, dice el Eterno” (Hageo 1:13)
Fue un mensaje breve, pero muy eficaz: "Y despertó el Eterno el espíritu de Zorobabel… y el espíritu de Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote [antes del exilio], y el espíritu de todo el resto del pueblo y vinieron y trabajaron en la casa del Eterno de los ejércitos, su Dios, en el día veinticuatro del mes sexto, en el segundo año del rey Darío [520 a.C.]" (Hageo 1:14-15).
Aproximadamente un mes más tarde, justo en el Último día de la Fiesta de Tabernáculos, Dios envío el tercer mensaje por medio de Hageo: "En el mes séptimo, a los veintiún días del mes, vino palabra del Eterno por medio del profeta Hageo, diciendo: ''Habla, ahora a Zorobabel… y a Josué… y al resto del pueblo, diciendo: ¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?" (Hageo 2:1-3).
¿Qué había sucedido? Pues, al edificar este modesto segundo Templo de Dios, muchos vieron que no tenía el tamaño ni las decoraciones de oro y plata del anterior que fue construido por Salomón. Había algunos que compararon los dos y estaban menospreciando este templo, más humilde. El libro de Esdras nos cuenta de esta actitud cuando pusieron los cimientos unos años atrás: "Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz..." (Esdras 3:12).
Dios sabía que esto podía desanimar y amedrentar a los que trabajaban en este segundo Templo de que no le agradaría a Dios. Por eso, Dios les envió este mensaje de aliento: ''Pues ahora, Zorobabel… y Josué… y cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice el Eterno, y trabajad, porque yo estoy con vosotros… Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis" (Hageo 2:4-5). Dios no estaba mirando cuánto esplendor tenía el Templo, sino la actitud obediente y respetuosa de su pueblo. Dios tiene un Plan de Salvación para toda la humanidad, y su Templo, pueblo y lugar tienen mucho que ver con las profecías y el Mundo de Mañana.
Por eso continúa Hageo: "Porque así dice el Eterno de los ejércitos: “De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa. Mía es la plata y mío es el oro, dice el Eterno de los ejércitos" (Hageo 2:6-8).
Unger comenta acertadamente: "La restauración del templo, en proceso de edificación en ese momento, proveyó la base para la profecía de largo alcance, sobre el templo del reino. El hacer "temblar a todas las naciones" se refiere al tiempo final de la Gran Tribulación (vea Hebreos 12:26; Daniel 12:1; Apocalipsis 16:18-20)… cuando vendrá "el Deseado de todas las naciones"... En el texto hebreo masorético es interpretado el pasaje como mesiánico [relacionado con Cristo], El Mesías es… el Deseado de todas las naciones porque por él, y solamente él, las naciones pueden ser bendecidas con la justicia y la paz que tanto anhelan" (p. 441).
Dios está mostrando que él no estima como gran cosa las riquezas del antiguo Templo de Salomón. Tiene cosas mucho más importantes que hacer con el segundo Templo. Dice: "La gloria postrera de esta casa [el segundo Templo, llamado de Zorobabel), será mayor que la primera [casa o Templo], ha dicho el Eterno de los ejércitos; y daré paz en este lugar" (Hageo 2:9).
¿Cómo podía este modesto templo tener una mayor gloria en el futuro que ese magnífico primer Templo? Veamos las razones:
- La presencia de Jesucristo fue en el segundo Templo: Dice Dios por medio de Hageo: "...y vendría el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa". En los tiempos del primer Templo, la gloria de Dios era una nube resplandeciente e inaccesible, y eran los sacerdotes los que entraban al Templo para ministrar. Sin embargo, fue en el segundo Templo que Jesucristo entró físicamente varias veces para glorificarlo con su divina presencia. Esto fue relatado por primera vez en Lucas: "Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor, y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra: porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos: luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel" (Lucas 2:25-32).
- El segundo Templo recibiría a los hombres que tendrían el Espíritu Santo dentro de ellos en vez de los sacerdotes que no lo tenían: "Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llamaba la Hermosa. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy [la sanidad por el Espíritu Santo]; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando y saltando, y alabando a Dios” (Hechos 3:1).
- Dios estaba preparando un templo espiritual, su Iglesia, que era superior a cualquier Templo físico que hizo Salomón: Leemos en Efesios 2:19-22: "Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu"
- Cuando Dios haga sacudir la tierra, Cristo vendrá a su Templo y luego establecerá un glorioso Templo en el Milenio (Ezequiel 40-45), que opacará la gloria del primer Templo: Dice Dios por medio de Malaquías: "He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis… ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida?... Y será grata al Eterno la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, y como en los años antiguos" (Malaquías 3:1-4).
Veamos ahora el cuarto mensaje que Dios le entrega a Hageo: "A los veinticuatro días del noveno mes, en el segundo año de Darío, vino palabra del Eterno por medio del profeta Hageo, diciendo...Pregunta ahora a los sacerdotes acerca de la ley, diciendo: Si alguno llevare carne santificada en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella tocare pan, o vianda, o vino, o aceite, o cualquier otra comida, ¿será santificada? Y respondieron los sacerdotes y dijeron: No. Y dijo Hageo: Si un inmundo a causa de cuerpo muerto tocare alguna cosa de estas, ¿será inmunda? Y respondieron los sacerdotes, y dijeron: Inmunda será. Y respondió Hageo y dijo: Así es este pueblo y esta gente delante de mí, dice el Eterno; y asimismo toda obra de sus manos; y todo lo que aquí ofrecen es inmundo. Ahora, pues, meditad en vuestro camino, desde este día en adelante, antes que pongan piedra sobre piedra en el templo del Eterno. Antes que sucediesen estas cosas [la reedificación del Templo], venían al montón de veinte efas, y había diez… Os herí con viento solano… mas no os convertisteis a mí, dice el Eterno… mas desde este día os bendeciré" (Hageo 2:10-19).
Al agradar a Dios y hacer su obra, Dios está complacido con sus actitudes y ahora puede bendecirlos. Pero antes, su egoísmo al dejar abandonada la obra de Dios al seguir sus propios placeres, había contaminado toda la relación espiritual con Dios. Explica Unger: ''Por una comparación ritual, el profeta demostró que el templo abandonado y en ruinas, como un insulto a Dios, santifica a otras, aquello que es sucio corrompe todo lo que toca. Así era con el pueblo. El acto de volverse limpios, por así decido, lograría el favor del Señor y constituiría una solución para los apremiantes problemas económicos entre ellos" (p. 441).
Así llegamos a la quinta y última profecía que Dios le entrega a Hageo: "Habla a Zorobabel gobernador de Judá, diciendo: Yo haré temblar los cielos y la tierra: y trastornaré el trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones; trastornaré los carros y los que en ellos suben, y vendrán abajo los caballos y sus jinetes, cada cual por la espada de su hermano " (Hageo 2:21-22). Aquí Dios revela lo que sucederá cuando reúna a las naciones en Armagedón, y Cristo las castigará duramente, antes de reinar sobre la tierra. Será el fin de "los tiempos de los gentiles" que habló Jesús. “y Jerusalén será hollada hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lucas 21:24).
La profecía de Hageo concluye: "En aquel día dice el Eterno… te tomaré, oh Zorobabel, hijo de Salatiel, siervo mío… y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí" (Hageo 2:23). Al ser Zorobabel un siervo fiel y con mucho valor y dedicación hizo la obra de Dios de reedificar el Templo, Dios le entrega unas palabras de aliento al decirle que en el reino, recibirá una gran responsabilidad. Le dijo algo parecido a Daniel: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días" (Daniel 12:13).
El anillo de sellar se usaba para oficializar importantes documentos, y es un símbolo de autoridad para actuar bajo el mando de Dios. Cuando un rey nombraba a un alto funcionario para desempeñar funciones en su reino, le entregaba ese anillo de sellar. Faraón lo hizo con José: "Entonces Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José… Y dijo Faraón a todos los egipcios: Id a José, y haced lodo lo que él os dijere" (Génesis 41:42, 55). En los tiempos de Daniel, leemos: "Y fue traída una piedra y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo y con el anillo de sus príncipes para que el acuerdo acerca de Daniel no se alterase" (Daniel 6:17). De modo que era el símbolo de autoridad.
Dios no se olvidó del esfuerzo que hizo Zorobabel para llevar a cabo su obra en sus días, y lo animó hasta que cumplió la tarea. Nosotros también tenemos una gran obra que hacer, encomendada por Jesucristo en dos escrituras: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…" y la otra: ''Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones y entonces vendrá el fin" (Mateo 28:19-20; Mateo 24:14). Tal como con Zorobabel. Dios nos dice ahora: "Así que, hermanos míos amados, estad firmes constantes, creciendo en la obra del Señor siempre sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano" (1 Corintios 15:58). Es un buen resumen del mensaje de Hageo para todos nosotros.