El Reino de Dios: Una visión para su vida

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El Reino de Dios

Una visión para su vida

¿Qué lo motiva en su vida? Cuando se levanta en la mañana, ¿qué le da fuerza y energía para enfrentar los problemas que lo abruman y para seguir adelante?

Jesucristo pronunció algunas de las palabras más poderosas y reconfortantes jamás dichas. Tratando de animar a sus discípulos, les dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (Lucas 12:32, énfasis nuestro en todo este artículo).

¿Cuál es ese Reino, y qué significa para nosotros? ¿Qué significado tiene para usted?

El Reino de Dios es el eje central de la Biblia. Recibimos la gracia y la salvación mediante el sacrificio de Jesucristo, para poder ser parte de este Reino por siempre.

Los profetas y apóstoles hablaron repetida y elocuentemente acerca del establecimiento del Reino de Dios, que es la transformación espiritual de los cristianos en hijos e hijas inmortales para integrar la familia de Dios (2 Corintios 6:18), que es el principal propósito y enfoque del Eterno.

El Reino, según profetizó Daniel, “no será jamás destruido” y “permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).

En agudo contraste con las tribulaciones de este mundo y de acuerdo a la profecía, vemos que más allá del presente habrá una época maravillosa, de paz y esplendor sin precedentes (Isaías 11:6-9; 35:1-2, 5-7). Para los que estamos esperando y anticipando el Reino, éste representa una poderosa visión.

Y nuevamente le preguntamos, ¿qué significado tiene para usted esta visión?

Un cambio inesperado de planes

Cuando yo era un joven estudiante universitario, hace ya más de medio siglo, estas palabras no significaban mucho para mí. Las leía, pero como era muy inmaduro espiritualmente, no las entendía.

De a poco fui descubriendo que Dios tenía su propio plan para mí, de la misma forma que tiene un plan para usted. Tal vez usted pueda identificar elementos comunes en lo que Dios hizo por mí y en lo que él  está haciendo por usted. A continuación les contaré cómo fui adquiriendo la visión de su Reino.

Hace casi 60 años, mientras cursaba mis estudios secundarios en Michigan, Estados Unidos, descubrí que me gustaban las matemáticas. Mi entrenador me dijo que además de ser hábil con los números, era muy bueno para el fútbol, como mediocampista. Para mi sorpresa, postulé y fui aceptado en el programa de ingeniería de la Universidad de Delaware, donde pude estudiar con una beca deportiva.

Mientras me dirigía hacia allá, ni siquiera se me pasaba por la mente tener una carrera de servicio en el ministerio de Jesucristo. Quería ser ingeniero mecánico. Predicar y enseñar la verdad de Dios a diferentes personas alrededor del mundo eran cosas que nunca se me hubiesen ocurrido.

Después de llegar a la universidad, teniendo escaso conocimiento de las enseñanzas bíblicas y entendiendo muy poco sobre el Reino de Dios, pronto me interesé y me inscribí en un programa llamado U.S. Army’s Reserve Officers Training Corps —ROTC—(Programa de entrenamiento para oficiales de reserva del ejército de los Estados Unidos), que se impartía en el mismo campus. Con el paso del tiempo aprendí mucho sobre principios de ingeniería y fui ascendido al rango de capitán en el programa ROTC de la universidad.

Durante mi último año, todo parecía comenzar a adquirir sentido. Un funcionario de alto rango del ejército de los Estados Unidos se me acercó y me ofreció lo que yo consideré una gran oportunidad. La década de 1950 presenció la culminación de la Guerra Fría con la Unión Soviética. Me dijo que él y otros estaban impresionados con mi servicio en el ROTC, y que si yo me enlistaba después de la graduación, el ejército de los Estados Unidos inmediatamente me daría un nombramiento como Teniente Segundo y que esto aceleraría mi carrera en el ejército. En ese momento, aquello me sonó simplemente magnífico.

Sin embargo, Dios tenía otros planes para mí, de la misma forma que los tiene para usted.

Durante el último partido de fútbol de la temporada sufrí inesperadamente una seria lesión en la rodilla. La cirugía ortopédica y la terapia de rehabilitación de esa época estaban a años luz de los avances de hoy, por lo que quedé con una cojera temporal. No obstante, lo que vendría después sería devastador.

Cuando fui a tomarme el examen físico que el ejército me exigía para poder ser admitido como oficial, el doctor, después de revisar las radiografías de mi rodilla lesionada, declaró que estaba incapacitado para servir. Había sido clasificado como “4F”, es decir, imposibilitado de ejercer el servicio militar activo.

Un nuevo escenario provoca un cambio de vida

Quedé profundamente afectado por tan lapidario diagnóstico. Ni siquiera se me pasaba por la mente lo que Dios estaba planeando para mí en otro continente.

Después de graduarme como ingeniero mecánico, recibí varias ofertas de trabajo. No sabía cómo evaluar apropiadamente las diferentes propuestas, pero Dios sí. Se me abrieron las puertas y opté por tomar un puesto de ingeniero de tránsito aéreo, muy bien remunerado, al otro lado de Estados Unidos, en el sur de California. Yo aún no sabía que la carrera de ingeniería no era lo que Dios tenía en mente para mí. 

Poco después de comenzar a trabajar, le pregunté a uno de mis nuevos colegas en la empresa de ingeniería en Los Ángeles, a qué iglesia asistía. Como parecía una persona decente, pensé que ir a una iglesia sería una buena forma de conocer otra gente y hacer amigos. 

Este colega me invitó a un estudio bíblico en la vecina ciudad de Pasadena, al que decidí asistir. El contenido del estudio bíblico era diferente a todo lo que había visto antes. Además, participaba en él una gran cantidad de jóvenes, muchos más de los que yo estaba acostumbrado a ver en cualquier otra iglesia.

Cuando me enteré de que esta iglesia tenía un instituto educativo, decidí que sería bueno asistir y así poder aprender más acerca de Dios y de la Biblia. Ahora que lo contemplo en retrospectiva, eso era lo que Dios claramente quería que hiciera.

Durante los siguientes tres años conocí a mi esposa, con la que he estado casado casi 50 años. Y lejos de convertirme en ingeniero, fui ordenado como ministro de Jesucristo. Desde entonces he pastoreado muchas iglesias y he servido en varios puestos administrativos alrededor del mundo, incluyendo lugares tan remotos como Australia. Actualmente tengo el privilegio de servir como presidente de la Iglesia de Dios Unida, que publica la revista que está leyendo.

Desde el llamado de Dios y su intervención en mi vida hace ya más de 50 años, la visión bíblica del regreso de Cristo y el establecimiento del Reino de Dios aquí en la Tierra es lo que me mantiene motivado.

Una visión sustentadora y orientadora

Esta visión también lo puede motivar a usted.

Como saben los lectores frecuentes de la revista Las Buenas Noticias, el plan que Dios tiene para usted y toda la humanidad es revelado en las fiestas bíblicas anuales (si aún no ha leído, solicite o descargue nuestro folleto gratuito Las Fiestas Santas de Dios). 

Tal vez usted no lo haya pensado de esta manera, pero las fiestas anuales de Dios representan una profecía personal para usted y para toda la humanidad. Las primeras tres—la Pascua, la Fiesta de los Panes sin Levadura y Pentecostés—ya han sido cumplidas en gran parte durante la historia y en la vida personal de los creyentes.

Cuando Jesucristo dio su vida como sacrificio santo y supremo para borrar nuestros pecados y poder reconciliarnos con Dios, se convirtió en nuestro cordero pascual (1 Corintios 5:7). El simbolismo de la Fiesta de los Panes sin Levadura representa nuestro diario y activo deber de luchar, derrotar y evitar el pecado (vv. 6-8).

El día de Pentecostés fue cumplido parcialmente con la venida del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4), lo que nos capacita y motiva para guardar la santa ley de Dios (Romanos 7:12) y así poder derrotar al pecado habitual (Mateo 19:17) a través del perdón por la gracia, el arrepentimiento y el subsecuente desarrollo de un carácter justo y santo (1 Pedro 1:15-16), que produce buenos frutos espirituales (Mateo 7:16-20) mediante buenas obras y acciones (Santiago 2:26).

Los eventos simbolizados por las cuatro fiestas bíblicas restantes representan una visión profunda del futuro que nos espera. El celebrarlas anualmente nos ayuda a imaginar y anhelar lo que vendrá—el regreso de Jesucristo a este planeta, el encierro de Satanás para quitar su maligna influencia y el establecimiento del glorioso Reino de Dios en la Tierra. Y el broche de oro de todo esto será la oportunidad de salvación para todas las personas que logren convertirse en herederos de la familia de Dios.

Esta visión, esta esperanza, nos llena de increíble gozo y gratitud. Día tras día, nos sostiene a quienes pertenecemos a la Iglesia de Dios Unida y a nuestros demás colaboradores que apoyan y hacen posible esta revista, nuestro programa Beyond Today, nuestras docenas de folletos gratuitos, nuestro Curso bíblico por correspondencia, guías bíblicas y mucho más.

El Reino de Dios: Un tema medular de la Biblia

En 1 Corintios 2:9, la Biblia declara que nadie ha podido pintar, dibujar o crear alguna imagen que logre reflejar fielmente la magnificencia del Reino de Dios: “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”.

Muchas parábolas y enseñanzas acerca del Reino de Dios usan símiles y metáforas que ayudan a expresar la magnitud de éste. Por ejemplo, el Reino es como un tesoro, parecido a un grano de mostaza, similar a una semilla. Pero ni siquiera estos tradicionales recursos literarios, muy usados por los rabinos en la antigua Judea para explicar enseñanzas espirituales complejas, son suficientes para describir en su plenitud el Reino de Dios y lo que significa para usted.

Incluso, Jesús dijo: “¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué parábola lo compararemos? (Marcos 4:30).

Busque la perla de gran precio

Cuando Dios abre nuestras mentes para entender el verdadero significado de las palabras en la Biblia, podemos comenzar a vislumbrar el alcance de este glorioso futuro. Una vez más, valiéndose del recurso literario de la metáfora para explicar un pensamiento complejo, Jesús comparó el Reino con un mercader que se especializaba en buscar perlas de gran calidad (Mateo 13:45-46). Para poder hacer esto, la persona tenía que tener una sólida posición económica; él o ella debían ser ricos.

Jesús contó que un día, cierto mercader vio la perla. Nunca había visto algo similar. Era muy grande, espectacular y única. Su precio era altísimo, pero era tan extraordinaria que en realidad lo valía.

¿Qué sucedió? El mercader vendió todo lo que tenía para comprarla (v. 46). Esta perla era tan especial, tan escasa en su tipo, que el obtenerla muy bien merecía semejante sacrificio.

Para entender nuestro gran futuro y alcanzarlo con la misma pasión de aquel mercader, Jesús nos dice que no debemos preocuparnos por las cosas físicas. “Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis . . . Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas” (Lucas 12:22, 30).

¿De qué debemos entonces preocuparnos? Jesucristo nos ordenó: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Transformemos la meta de Dios en nuestra meta

Nuestro principal propósito es ser un reflejo de nuestro Dios: fortalecidos por el Espíritu Santo a través de la oración y el estudio de la Palabra de Dios, debemos prepararnos constantemente, derrotando con la ayuda de Dios los defectos de nuestro carácter, creciendo diariamente en la gracia y en el conocimiento de Jesucristo, luchando para obedecer todos los mandamientos de Dios, produciendo y desarrollando el amor espiritual de unos por los otros, enfocándonos en tratar de ser santos como Dios lo es, todo para recibir el don de la vida eterna y entrar a su Reino.

¿Qué significa esto para usted? Indudablemente, es una gran noticia que el plan de Dios esté intensamente enfocado “en llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10). Aprendí esto y lo experimenté en carne propia cuando mis esperanzas de convertirme en oficial del ejército se desvanecieron. Ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que el servicio militar no era lo que Dios quería para mí, ni tampoco una carrera como ingeniero mecánico, que era lo que había estudiado.

¿Qué he aprendido? Que a menos que nos sometamos con humildad a la voluntad de Dios en nuestras vidas, podemos perder el enfoque y la visión de su Reino.

Antes de que se establezca el Reino de Dios en la Tierra, Jesús enfatiza que las buenas nuevas—el evangelio—de este Reino y su significado, serán proclamadas, declaradas y predicadas a todo el mundo (Mateo 24:14). Nosotros, los miembros de la Iglesia de Dios Unida, hemos dedicado nuestras vidas a hacer nuestra parte en el cumplimiento de este objetivo, en la medida que Dios nos guíe y nos lo permita.

Jesús dijo a sus fieles seguidores: “He puesto delante de ti una puerta abierta” para predicar el evangelio (Apocalipsis 3:8), y como Dios nos acompaña, caminaremos a través de ella. El hecho de que usted esté leyendo esta revista en estos momentos es evidencia de nuestro compromiso.

Con respecto al Reino de Dios, sabemos por la Biblia que el Padre desea “que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Además, leemos en la inquebrantable Palabra de Dios que “todas las naciones” guardarán la Fiesta de los Tabernáculos durante el Reino de Dios (Zacarías 14:16). Jesús mismo guardó la Fiesta de Tabernáculos (Juan 7), que representa el futuro Reino de Dios, dándonos un ejemplo a seguir.

Le exhortamos a que se aferre a su visión personal del venidero Reino de Dios y que busque a Dios para derrotar el pecado y crecer en gracia y conocimiento (2 Pedro 3:18). Y, por sobre todas las cosas, nunca olvide el mandamiento de Jesús que leemos en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”. 

BN