¡Ukakachira!
Una historia de fe
¿Cuánto tiempo ha estado esperando este momento?” Mi esposa le hizo esta pregunta a un hombre (aún mojado) al que yo había bautizado en la piscina de un hotel en Lusaka, Zambia. Con una tímida sonrisa, él le contestó humildemente: “25 años”.
Joseph Kaputula y otras personas que lo acompañaban habían viajado desde Mufumbwe, a 426 kilómetros de Lusaka, ubicada en el remoto noroeste de Zambia. Ellos protagonizan una de las historias más increíbles de fe, perseverancia y creencia en las promesas de Dios de esta era moderna. Su convicción es comparable a la de los héroes de la fe mencionados en Hebreos 11. En esta historia, que abarca décadas, he descubierto el inspirador y convincente ejemplo de fortaleza frente a lo que significa vivir con paciencia en un mundo lleno de dificultades, obstáculos y pruebas agobiantes.
Jesucristo, quizá exasperado por la falta de fe de la gente, preguntó: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).
Pero antes de esta declaración relató la parábola de una viuda perseverante: “Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (Lucas 18:2-5).
¿Cuál es la moraleja de esta parábola? Que si la perseverancia rinde frutos en el caso de un ser humano corrupto, cuyo poder es limitado, ¿cuánto más valdrá la pena cuando se trata de un Dios justo que tiene poder infinito?
El propósito de esta parábola es animar a los cristianos a perseverar cuando se enfrentan a grandes dificultades. Dios sí nos escucha y en su momento responde, actúa y arregla las cosas. ¡Así que no se rinda!
Encuentro sorprendente que transforma una vida
Esta historia comienza en 1981 en Mufumbwe, cuando Horasi Siyono, un mecánico, se lesionó en un accidente. Acudió al hospital y tuvo que pernoctar ahí. En este lugar conoció a un hombre que leía una revista y folletos que respondían fielmente, desde la perspectiva bíblica, ciertas preguntas sobre el propósito de la vida y las creencias cristianas que él mismo se había formulado.
Horasi se interesó en el contenido y se hizo suscriptor, y a medida que estudiaba, se convencía cada vez más de lo que leía. El poder de la verdad de Dios estaba actuando en él en la remota y empobrecida África. En 1982 escribió a la dirección que encontró en la revista y preguntó si podía visitar a alguien de la iglesia que la publicaba. Pasaron cuatro años antes de que pudiera viajar a Lusaka para reunirse con un ministro y finalmente ser bautizado.
Pero la historia no termina aquí. Horasi compartió sus nuevos conocimientos con otros en Mufumbwe. Decidieron reunirse semanalmente en el Club de Huérfanos de Chilemo que uno de los miembros del grupo, Joseph Kaputula, fundó y dirige. Estas reuniones se llevaban a cabo en sábado, el día de reposo ordenado en la Biblia.
El lugar de reunión solía estar ubicado “bajo el árbol de mango” del orfanato. Este enorme árbol proporcionaba una buena sombra para las reuniones. Siguieron estudiando la Biblia y repasando el material impreso que recibían regularmente de la iglesia, pero en 1993 la literatura y las comunicaciones de la iglesia cesaron abruptamente. Sin embargo, esto no les impidió seguir reuniéndose semanalmente.
Tiempos confusos mientras la verdad desaparecía
En 2004, Horasi intentó nuevamente establecer contacto y escribió a todas las direcciones que pudo encontrar en el material de lectura que le habían enviado. Esta vez obtuvo respuesta y empezó a recibir una nueva publicación; pero cuando el grupo la leyó, se dio cuenta de que sus enseñanzas ahora diferían notablemente de sus estudios anteriores. ¿Qué había ocurrido? De inmediato decidieron que no querían seguir en contacto con esa iglesia.
Habían estado leyendo la Biblia por su cuenta durante casi dos décadas y estaban plenamente convencidos de las doctrinas que habían aprendido acerca de Dios el Padre y Jesucristo. Sabían lo que era el Espíritu Santo y cómo actuaba en sus vidas. Comprendían el propósito de Dios para crear al hombre. El Reino de Dios era algo muy real para ellos, y la Palabra de Dios estaba transformando sus vidas.
Como sus creencias estaban arraigadas en la verdad bíblica, podían detectar fácilmente lo que era falso. Sabían lo que habían encontrado y lo que creían, y nadie se los iba a quitar. Ya habían encontrado lo que se describe en dos parábolas bíblicas: el tesoro escondido en el campo y la perla de gran precio (Mateo 13:44-46). Pero la Iglesia que les había dado tanto alimento espiritual aparentemente había desaparecido.
El grupo de Mufumbwe tenía un calendario de la Iglesia que indicaba los días santos anuales de la Biblia y las fechas en que debían observarse. Celebraban estos días fielmente, pero esa lista de fechas expiró en 2008, y ahora no sabían las fechas exactas de los futuros días santos. ¿Qué podían hacer?
Un encuentro milagroso
Así, en febrero de 2009 Joseph Kaputula decidió salir a buscar la Iglesia que le había enseñado a él y a otros las preciosas verdades de la Biblia. Con solo 25 dólares en el bolsillo y un número de teléfono de Wilson Nkhoma (uno de los nombres que figuraban en la revista que tenían), se dirigió a Lusaka. Encontró a un conductor que iba en esa dirección y le pagó ocho dólares por el viaje de 426 kilómetros.
El conductor dejó a Joseph en la estación central de autobuses de Lusaka. Allí, Joseph intentó reiteradamente llamar a Wilson Nkhoma, pero fue en vano.
¡Y fue en este momento, en la estación de autobuses, que ocurrió un milagro! ¡Dios intervino, pues aquello fue mucho más que una coincidencia!
Joseph le pidió al caballero que estaba sentado a su lado en la estación de autobuses que vigilara sus pertenencias mientras él iba al baño. Cuando regresó, este hombre se fijó en el folleto sobre la salvación que Joseph estaba leyendo. ¿Por qué lo tenía y de dónde lo había sacado? Esto desembocó en una conversación acerca de la Iglesia.
Aquel hombre sentado a su lado en la estación de buses era Jonathan Litaba, quien iba rumbo a su casa, a 354 kilómetros de distancia. Jonathan era diácono de la congregación de la Iglesia de Dios Unida en Mufulira y estaba bien familiarizado con las guías de estudio de la Iglesia.
Durante la conversación, empezó a salir a la luz parte del misterio de lo que le había sucedido a la Iglesia. La Iglesia de la cual habían recibido literatura inicialmente había cambiado drásticamente sus doctrinas y ahora era algo muy diferente. Sin embargo, muchos de los que rechazaron este cambio y se aferraron a las enseñanzas anteriores, continuaron como la Iglesia de Dios Unida (que ahora publica la revista Las Buenas Noticias).
Joseph preguntó entonces por Wilson Nkhoma, a quien, por supuesto, Jonathan conocía bien. Jonathan le explicó que Wilson Nkhoma también estaba ahora en la Iglesia de Dios Unida. Jonathan le dijo dónde ir a los servicios religiosos en Lusaka dentro de tres días. Sin duda, Joseph se pondría en contacto con todas las personas que necesitaba para cumplir su misión.
Joseph siempre supo que la Iglesia seguía ahí, “en alguna parte”. Mientras tanto, fue a quedarse con unos refugiados ruandeses que vivían cerca y a quienes él había ayudado en el pasado.
La esperanza es aplazada una vez más
Aquel sábado, Joseph fue a la dirección que le había dado Jonathan. Se trataba de una sala de reuniones en un cuartel militar. El uso de este salón había sido gestionado por un oficial jubilado del ejército que ahora era miembro de la Iglesia.
Pero cuando Joseph entró en la zona de barracas, fue detenido inmediatamente por un guardia que le preguntó quién era y qué hacía allí. Joseph le dijo que venía de fuera de la ciudad y que buscaba a la Iglesia de Dios Unida y a Wilson Nkhoma. El guardia le dijo que no sabía nada de una reunión en esa zona restringida y lo hizo salir a la calle.
Joseph no llegó al servicio religioso de las tres de la tarde. Sin embargo, Jonathan llamó a Wilson Nkhoma para informarle sobre Joseph, y Wilson llamó a Joseph el sábado por la noche. Los dos quedaron en reunirse en casa de Wilson en Lusaka al día siguiente.
Wilson informó a Joseph sobre lo que estaba ocurriendo con la Iglesia en Zambia y en otros lugares. Wilson le dio a Joseph muchas revistas, folletos y algo de dinero. Después, los amigos ruandeses de Joseph lo ayudaron a emprender el camino de vuelta a la lejana Mufumbwe, dándole dinero para el viaje, libros de texto para sus hijos y ropa para la esposa de Joseph, Agnes. Joseph se sintió abrumado por tanta amabilidad.
Cuando Joseph regresó a Mufumbwe fue recibido por sus amigos, su hermana y sus sobrinos, que estaban encantados con el éxito de su misión. Joseph dijo que la alegría del grupo podía compararse al júbilo provocado por el triunfo de Zambia en la Copa de África, cuando toda la nación se levantó en celebración. Así de contentos estaban al saber que “la Iglesia seguía ahí”.
¡El fin de una espera de 25 años!
En Mufumbwe, el grupo siguió reuniéndose semanalmente el día sábado como siempre lo había hecho desde 1985, pero ahora estaba vinculado a la Iglesia de Dios Unida.
A principios de 2010, el grupo de Mufumbwe fue invitado a celebrar la Fiesta de los Tabernáculos en Lusaka. Joseph y sus dos amigos, Christopher y Samuel, fueron. Los tres llevaban esperando desde 1985 para ser bautizados por un ministro y esperaban que eso ocurriera aquí. Lamentablemente, algunas circunstancias difíciles impidieron que así fuese. No obstante, no se quejaron ni rezongaron, sino que con calma y paciencia hicieron el largo viaje de vuelta a Mufumbwe, sin dudar nunca de que serían bautizados a su debido tiempo. Ese año yo también celebré la fiesta en Lusaka, y fue allí donde conocí a estos hombres de Mufumbwe.
A principios de 2011 se pusieron en contacto con Wilson Nkhoma, quien les dijo que yo iría a Zambia en abril y los bautizaría. Eso ocurrió finalmente el 24 de abril de 2011, durante la fiesta bíblica de los Panes sin Levadura. Fue entonces cuando escuché por primera vez su asombrosa e inspiradora historia de valor espiritual y paciencia. Estaban prácticamente abandonados, pero Dios siempre estuvo con ellos y les ayudó a superar todos los obstáculos.
Desde ese entonces cuentan con el pastor Derrick Pringle y su esposa Cherry, que los visitan en Mufumbwe varias veces al año, viajando 322 kilómetros desde el oriente. Mi esposa y yo hemos tenido la oportunidad de viajar hasta allá en tres ocasiones, y también nos hemos reunido con ellos “bajo el árbol de mango” en el orfanato.
Ahora tienen un edificio de la Iglesia y han recibido ayuda para el orfanato. Hemos proporcionado ayuda de diverso tipo para hacer pozos de agua y entregado becas a algunos de sus hijos, varios de los cuales se han convertido en enfermeros y profesores.
Perseverancia en tiempos difíciles
Mientras escuchábamos a Joseph contar cómo habían creído y prevalecido, mi esposa le pidió que describiera su historia en una palabra. Su respuesta fue “¡Ukakachira!”, que en idioma kaonde significa “¡Perseverancia!”.
Esta es la perseverancia de la viuda de la parábola de Lucas 18. Esta es la cualidad común a todos héroes mencionados en Hebreos 11, que pusieron su confianza absoluta en Dios.
En Hebreos 11 leemos que Abraham, el padre de los fieles, sabía que las promesas de Dios eran tan ciertas como si ya se hubiesen cumplido. Dios le prometió un hijo a través del cual vendrían más promesas para una nación, y también la salvación de la raza humana.
Él confió y obedeció: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (vv. 8-10).
Abraham tuvo que esperar 25 años para que naciera su hijo Isaac. Joseph Kaputula y las demás personas de Mufumbwe tuvieron que esperar 25 años para ser bautizadas, pero lo hicieron pacientemente hasta que llegó el día.
En Santiago 1:2-3 leemos: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. En otras versiones de la Biblia la palabra “paciencia” se traduce como firmeza, resistencia o perseverancia. La prueba no es instantánea. La autenticidad del carácter se refina en el crisol del tiempo y a veces en el dolor; pero el resultado final es gozo, como declara el apóstol.
En Mufumbwe vemos a personas que perseveran a pesar de la distancia, la pobreza, el abandono e incluso la traición. Pero estas personas, al igual que Abraham, siempre tuvieron una visión de quiénes eran, qué tenían y a dónde iban. Para ellos, su fe consistía en “la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve” (Hebreos 11:1, Nueva Versión Internacional).
El justo vivirá por fe
La fe es una forma de vida. En cuatro lugares la Biblia afirma que “el justo por su fe vivirá” (Habacuc 2:4; Romanos 1:17; Gálatas 3:11; Hebreos 10:38) La fe no facilita las cosas, sino que las hace posibles. En última instancia, es a través del don de la fe de Dios que nos salvamos: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
Mi fe personal se ha acrecentado y enriquecido por los relatos bíblicos de personas fieles. Ejemplos vivos como los de Zambia me han inspirado a prestar más atención a pasajes de la fe como 2 Pedro 1:5-8:
“Poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.
¡Ojalá que todos aprendamos y nos inspiremos por medio de estos ejemplos de fe! BN