Cómo afrontar y vencer el miedo y la ansiedad
Una noche, ya tarde, caminaba solo por el centro de una calle iluminada por la luna. Todo estaba tranquilo y en silencio. Las casas estaban a oscuras, no había nadie afuera y no se movía ni un solo vehículo. De repente, oí un ruido extraño a mi espalda. Al mirar hacia atrás, vi a un enorme león que se abalanzaba enloquecido hacia mí, ¡a media manzana de distancia! ¡El miedo se apoderó de mí, y empecé a correr!
Mi corazón latía con fuerza, y sentí que la bestia me estaba alcanzando. Presa del pánico, atravesé corriendo la verja del patio delantero de una vieja casa y subí a toda prisa los escalones hasta el porche. Al mirar hacia atrás, vi al león atravesando a toda velocidad la verja. Abriendo de un empujón la puerta principal, subí a duras penas unas escaleras hasta el segundo piso. Al mirar hacia abajo, vi a la feroz criatura subiendo los escalones a la carrera. Corrí por un pasillo, encontré un gran baúl viejo, me zambullí en su interior y cerré rápidamente la tapa. Segundos después, la tapa se abrió. ¡Era el león! ¡Tenía la boca abierta de par en par! Y entonces . . . me desperté.
Sí, fue un sueño terrible, una pesadilla aterradora que tuve de niño. No solo sufría pesadillas ocasionales cuando era joven, sino que diversos miedos me inquietaban. Quizá usted haya experimentado lo mismo durante su niñez o juventud. El hecho es que tanto niños como adultos se ven afectados por miedos y ansiedades, reales o imaginarios.
Miedo sano versus miedo perjudicial
Hoy en día existen numerosos libros que prometen ayudar a la gente a superar sus miedos y preocupaciones. Sin embargo, ¿están justificados algunos de nuestros miedos? Sí, existe un miedo sano, adecuado y necesario que está motivado por el deseo de autoconservación. Sin él, la gente no tomaría las precauciones adecuadas para evitar peligros o lesiones.
En una escena de la película To Kill a Mockingbird (Matar a un ruiseñor), ganadora de un Oscar en 1962, un perro violento y rabioso vagaba por un barrio residencial haciendo que la gente asustada se refugiara en sus casas para protegerse. Pero Atticus Finch, interpretado por el actor Gregory Peck, optó por hacerle frente a la amenaza. Mientras estaba solo afuera con su rifle, disparó y mató al perro, acabando con la amenaza. En este caso, el miedo legítimo y sano produjo un factor crítico: la voluntad de tomar las medidas adecuadas para enfrentarse a él.
El miedo perjudicial, por el contrario, es el resultado de no tomar medidas para hacer frente a una situación inquietante y potencialmente peligrosa. Las consecuencias de no afrontar y tratar nuestros miedos son la ansiedad, la angustia, el nerviosismo y la preocupación. En realidad, el miedo sano puede transformarse en miedo dañino cuando la alarma y el pánico, en lugar del conocimiento, la lógica y la fe en Dios, gobiernan nuestros pensamientos y acciones.
Cómo afrontar nuestros miedos
Enfrentar, manejar y dominar nuestros miedos es esencial para vivir una vida feliz y exitosa. Stanley Rachman, psicólogo y profesor emérito de psicología de la Universidad de la Columbia Británica en Vancouver, Canadá, escribió en su libro Fear and Courage (Miedo y valor): “Cuando una situación se vuelve predecible, el miedo disminuye” (1990). En otras palabras, al enfrentarse a una situación temible, cuanta más información se tenga sobre ella, mejor se puede afrontar de forma precisa y racional.
Además, al enfrentarse a un acontecimiento complicado y potencialmente angustioso, hablar de las circunstancias con otras personas que no juzguen ni critiquen puede ayudar a aliviar la congoja. Es importante obtener opiniones y consejos sensatos de fuentes de confianza, porque, como escribió el Dr. Rachman, “reprimir el miedo no es una técnica muy eficaz”.
No obstante, si el miedo o la preocupación persisten, los expertos aconsejan buscar ayuda profesional para determinar si el tratamiento podría ser beneficioso.
Dios nos ofrece una ayuda poderosa
Para afrontar y vencer el miedo y la ansiedad, examinemos la herramienta más importante que podemos emplear, que es el maravilloso apoyo que nuestro Creador generosamente nos ofrece. Como él no quiere que nos atormente un miedo dañino y destructivo, nos proporciona una ayuda tremenda. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7, énfasis nuestro en todo este artículo). Un “espíritu de cobardía” no se origina en Dios, sino que surge en la mente humana, influenciada negativamente por Satanás el diablo (1 Juan 5:19). Sin embargo, con la ayuda ilimitada de Dios podemos actuar de forma racional y tranquila en situaciones que inducen al miedo (Isaías 41:10).
También podemos confiar plenamente en que ganaremos nuestras batallas contra el miedo, porque Dios se preocupa profundamente por nosotros y siempre está cerca: “Porque yo, el Eterno, soy tu Dios, quien te sostiene de la mano derecha y te dice: No temas, yo te ayudaré” (Isaías 41:13). Además, el modo de amar de Dios es impecable: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18).
Teniendo en cuenta lo que Dios está dispuesto a hacer por nosotros, no tenemos por qué sentirnos perdidos y solos, ni avergonzarnos cuando de vez en cuando sentimos y manifestamos ansiedad. El hecho es que incluso algunos de los grandes personajes de la Biblia sintieron y expresaron miedo. Por ejemplo, el apóstol Pablo mencionó algunos de sus temores personales a los cristianos de Corinto, señalando que “en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores” (2 Corintios 7:5). Sin embargo, Pablo no permaneció temeroso, sino que confió en el amor y la fuerza de Dios para que le ayudara a afrontar y superar con éxito sus miedos (Romanos 8:38-39). ¡Y nosotros podemos hacer lo mismo!
Cuando Jesucristo vivió como ser humano, comprendió plenamente cómo era la angustia humana y entendió claramente nuestros miedos y preocupaciones. Y cuando nos sentimos amenazados por el miedo y la ansiedad y nos dirigimos a Dios en oración pidiendo ayuda, podemos confiar en que la intercesión de Cristo traerá la intervención necesaria. “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).
"No se preocupen por nada"
A diferencia de los seres humanos, que a veces podemos ser volubles, Dios nunca nos defraudará si confiamos plenamente en él y le obedecemos. Él nos dará la fuerza espiritual, mental y emocional que necesitamos para afrontar y vencer nuestros miedos y ansiedades. “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará” (Deuteronomio 31:6, Nueva Versión Internacional). Además, Pablo nos amonesta: “No se preocupen por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias” (Filipenses 4:6, NVI).
¿Qué sucederá como resultado de nuestras oraciones diligentes y de la fe que Dios nos ha dado? Efesios 2:28 nos dice: “Dios los salvó por su gracia cuando creyeron” (Nueva Traducción Viviente). Filipenses 4:7 agrega: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Dios desea fervientemente que nos libremos totalmente del miedo dañino. Aun así, hay un tipo de temor que él realmente desea que tengamos. Proverbios 1:7 explica: “El principio de la sabiduría es el temor del Eterno”. El término “temor” en este contexto tiene el sentido de “profundo respeto y asombro”. Incluye una sana advertencia contra decepcionar a Dios, como hace un niño con su padre cariñoso. Pero Dios no quiere que le tengamos terror o pavor. Más bien, quiere que comprendamos la magnitud de presentarnos ante él como nuestro Creador y Sustentador y que nos sintamos motivados para honrarlo y someternos fielmente a su voluntad, lo que trae como resultado ser bendecidos con verdadera paz mental y gran alegría (véase Deuteronomio 5:29).
Con la guía firme, la fuerza y el aliento de Dios, ¡podemos afrontar y vencer el miedo y la ansiedad destructivos!