¿Qué debo hacer cuando siento temor?
Lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer mismo: mientras andábamos de excursión en Utah (Estados Unidos) con mi marido, se desató una fuerte tormenta. No había rayos y el sendero que recorríamos se estaba volviendo rápidamente resbaladizo con el barro, así que decidimos esperar a que pasara la tormenta bajo una saliente a lo largo del sendero. Yo ya estaba nerviosa por estar a la intemperie durante la tormenta, así que pueden imaginarse cómo me sentí cuando vi pequeños trozos de roca que caían sobre nosotros desde el acantilado. Le acababa de decir a mi marido que pensaba que de cualquier modo debíamos intentar descender por el sendero, ¡cuando un trozo de roca bastante grande cayó a solo unos centímetros de su cabeza!
Nos apresuramos a bajar por el camino, tratando de no mirar los bordes escarpados a lo largo del mismo mientras nuestros pies se deslizaban en el barro. Cuando llegamos al fondo de la colina estábamos empapados y embarrados. Mientras nos regocijábamos por haber llegado a salvo a un terreno llano, salió el sol y desapareció la tormenta. ¡Parecía increíble que solo unos minutos antes hubiéramos sido presa del miedo!
Cómo responder ante el temor
A menudo leemos en la Biblia cuando Dios le dice a su pueblo que no tema, o que no tenga miedo. Si usted es tímido, como yo, se preguntará si esto significa que no debe sentir nunca la emoción del miedo. Pero Dios es quien nos ha dado las emociones que sentimos, sean estas alegría, tristeza, e incluso miedo. La clave es saber cómo debemos responder a esas emociones.
Nunca me he sentido tan aterrada como cuando vi aquella roca que casi impactó la cabeza de mi marido. Ojalá pudiera decir que reaccioné a mi miedo con valentía, ¡pero en realidad solo lloré y oré en voz alta mientras corría por aquel sendero! Todavía recuerdo cómo mi corazón latía de pánico y no pensaba en nada más que no fuera huir del peligro. Y este es el problema con el miedo: si nos dejamos invadir por él, puede nublar nuestro pensamiento y hacer que nos paralicemos o actuemos desatinadamente para cambiar la situación. A menudo el miedo puede hacer que actuemos sin pensar, y podemos terminar en peores problemas que los que originalmente temíamos.
La vida nos presenta todo tipo de desafíos y obstáculos y a veces vamos a sentir miedo. ¿Qué debemos hacer en tal caso?
Haga una pausa. De vez en cuando nos enfrentamos a una situación urgente que requiere acción inmediata. La mayoría de las veces, sin embargo, tememos cosas que son menos apremiantes. Tememos por nuestras finanzas, nuestra salud, la seguridad de nuestros seres queridos . . . todo tipo de cosas. Cuando sienta ese tipo de temor haga una pausa, respire hondo e intente identificar lo que realmente teme. En 2 Timoteo 1:7, Pablo nos recuerda que Dios no nos ha dado un espíritu de temor sino más bien de poder, amor y dominio propio. Dios no quiere que reaccionemos de cualquier manera que se nos ocurra, sino que nos tomemos un tiempo para acudir a él y actuemos según nuestra comprensión de él y de sus caminos.
Háblele a Dios. En 2 Crónicas 20, el rey Josafat de Judá fue informado de que un enorme ejército venía a atacar. Lo primero que hizo fue proclamar un ayuno y reunir al pueblo ante Dios para pedirle ayuda, ¡y nosotros podemos hacer lo mismo! Dios puede ver todos los aspectos de una situación, mientras que nuestra visión es limitada. Y cuando tenemos miedo, podemos ver solo el desafío que tenemos por delante. Hablarle a Dios nos recuerda que debemos enfocarnos en él y no en nuestro pánico ante la prueba que enfrentamos. Puede que sintamos vergüenza de confesarle nuestros temores, pero no tenemos por qué. Después de todo, ¿no conoce ya él nuestros pensamientos y sentimientos?
Hable con otra persona. ¿Alguna vez ha sentido preocupación o temor por algo, pero se avergüenza de sentirse así? Tal vez no quiso confesárselo a nadie. Creo que eso nos ha pasado a todos: no estamos seguros de lo que los demás pensarán de nosotros por como nos sentimos, así que nos guardamos el asunto para nosotros mismos. Pero ¿ha notado que cuando hacemos eso, el problema a menudo parece no disminuir? En cambio, parece acrecentarse aún más. Muchas veces me he sorprendido al ver que cuando hablo con un amigo de confianza sobre una situación, esta no parece tan mala como yo pensaba. Saber que no estamos solos puede infundirnos mucho valor e incluso ayudarnos a pensar en distintas formas de abordar lo que sea que nos esté llenando de temor.
Decida si hay algo que puede hacer. Tómese un tiempo para considerar si hay algo que realmente pueda hacer con respecto al problema que lo afecta y pídale a Dios que le ayude a saber cómo proceder. En 2 Crónicas, Dios le dijo a Josafat que no tendría que pelear esa batalla . . . pero también le dijo que hiciera que el ejército tomara sus posiciones. A veces Dios elimina el desafío; otras veces nos guía a través de los problemas.
Siga adelante. Si puede adoptar medidas proactivas para lidiar con lo que le ha provocado temor, hágalo sin dudar. Pero aunque parezca que no hay nada que hacer, es importante seguir adelante. El miedo es una emoción que todos experimentamos de vez en cuando, ¡pero no es bueno que se vuelva crónica! Recuerde que hablar con Dios y pedirle ayuda y orientación es lo mejor que podemos hacer, y a veces es lo único que podemos hacer. Cuando lo haya hecho, tome la decisión de concentrarse en las tareas que tiene por delante.
Controle sus pensamientos. Filipenses 4:8 nos recuerda las cosas en las cuales Dios quiere que nos enfoquemos: aquellas que son verdaderas, honorables, justas, puras, bellas, admirables, excelentes y dignas de alabanza. Cuando uno siente temor, ¡puede ser difícil pensar siquiera en una cosa que tenga todas esas cualidades! Sin embargo, recuerde que todo lo que busque es lo que encontrará. Si se concentra en el miedo, va a encontrar más y más formas de atemorizarse. En cambio, impóngase el reto de encontrar una sola cosa buena y escríbala. Propóngase encontrar otra cosa buena, y escríbala también. Pueden ser aspectos positivos de su situación, o recordar las formas en que Dios lo ha liberado en el pasado. Podría ser algo tan simple como ver la naturaleza en plena floración, un día soleado o el mensaje de texto de un amigo. Tome el control de sus pensamientos y decida no dejar que sean secuestrados por el miedo.
El miedo es un llamado a la acción
Una forma de ayudar a controlar el miedo es recordar que este, como muchos otros sentimientos, es un llamado a la acción. Podemos decidir de antemano que lo primero que haremos cuando tengamos miedo es acudir a Dios. Si hacemos un hábito de hablar con él a diario y en todo momento, será más fácil no dejarnos abrumar por el miedo, volvernos a nuestro Padre y caminar con fe y confianza.
Mi aventura en esa montaña en Utah tuvo un final feliz, ¡pero definitivamente no quiero tener esa sensación de pánico todos los días! Fue un buen recordatorio para mí de que mis instintos naturales cuando tengo miedo no son muy útiles. Tomarse el tiempo para acudir a Dios y contemplar la situación con más calma siempre dará mejores resultados. EC