¿Se puede ser cristiano y aún así sufrir depresión?

Usted está aquí

¿Se puede ser cristiano y aún así sufrir depresión?

La depresión clínica es un padecimiento grave, con diversos síntomas físicos, mentales y sociales que pueden llegar a incapacitar a muchas personas. Los niveles de ciertos químicos en el cerebro, llamados neurotransmisores, pueden contribuir al problema. Por esa razón es importante que aquellos que sufren de depresión severa o crónica busquen asesoramiento especializado y orientación médica, sumados a la aplicación de las herramientas bíblicas mencionadas a continuación.

No se desanime si no puede superar la depresión o preocuparse de una vez. Como escribió el apóstol Pedro: "Crece en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo"

La depresión, en su variedad más común, generalmente se refiere a períodos de tristeza inusual, de miedo o preocupación prolongados, o de sentirse abrumado por el estrés o la angustia. A menudo lo primero que ocurre es que se olvidan los éxitos pasados, y surge la sensación de desesperación, vulnerabilidad y la de querer renunciar. Ningún cristiano es inmune.

En ocasiones, incluso algunos de los grandes hombres de la Biblia sufrieron de depresión. Después de una serie de milagros y una larga y cercana relación con Dios, el profeta Elías se convirtió en presa de la depresión cuando la reina Jezabel amenazó con matarlo.

Elías estaba cansado después de un largo período de estrés, y esto probablemente exacerbó su sensación de desánimo y desesperanza. Sin embargo, Dios no quería que él permaneciera en esta condición. De una manera tranquila y compasiva, Dios le explicó a Elías lo que no podía ver en su estado irracional: que no estaba solo y que Dios continuaría apoyándolo en el trabajo que tenía que hacer. Lea sobre la recuperación de Elías en 1 Reyes 19:1-18.

El libro de Proverbios tiene mucho que decir sobre la depresión y la preocupación y ofrece una guía muy útil (ver Proverbios 12:25; Proverbios 13:12; Proverbios 15:13; Proverbios 18:14). En Lucas 12:22-31, Jesucristo explicó la inutilidad de la preocupación, un rasgo que a menudo conduce a la depresión. En el versículo 28 destacó un aspecto del problema cuando se refirió a sus discípulos como "hombres de poca fe".

Para un cristiano, la depresión (nuevamente, la variedad más típica, no la enfermedad fisiológica) a veces puede ser consecuencia de la falta de fe en Dios. Sería más fácil para los cristianos si, después del bautismo en agua y la imposición de manos para recibir el Espíritu Santo, todos fuésemos llenados inmediatamente de fe, amor y paciencia. Pero no sucede de esa manera. De hecho, Dios espera que desarrollemos estas características a través de experiencias e incluso pruebas, igual que como aprendemos a obedecer su ley.

Los cristianos no deben permanecer en un estado depresivo. Así como Dios trató con Elías en el Antiguo Testamento, también trata con los cristianos de hoy a través de Jesucristo. Por su propio sufrimiento mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús aprendió a sentir una profunda y empática compasión por su pueblo (Hebreos 4:14-16). Él sabe que somos débiles y propensos a temores, dudas y preocupaciones que pueden conducir a la depresión. Sin embargo él siempre está allí para ayudar cuando estamos sobrecargados y promete darnos descanso (Mateo 11:28-30).

En términos prácticos, ¿hay algo que podamos hacer cuando la ansiedad, la preocupación o la depresión amenacen con devorarnos? Lo hay, pero requiere un esfuerzo mental y a menudo significa notar problemas potenciales antes de que se manifiesten tomando el control.

El apóstol Pablo nos exhorta a que estemos "llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Corintios 10:5). Cuando un pensamiento atemorizante o una preocupación comiencen a formarse en su cabeza, ore a Dios y pídale su ayuda para disiparlos. No le dé tiempo ni espacio para implantarse en su mente. Al principio, esto puede sonar más fácil de decir que de hacer, pero con la ayuda de Dios, comienza a funcionar.

La oración es una forma vital de acercarse a Dios, como lo es el estudio de las Escrituras. De hecho, la Biblia y sus promesas nos ayudarán a construir fe. Pablo señaló que la fe viene a través de escuchar la Palabra de Dios (Romanos 10:17).

Pablo también nos advierte: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.”(Filipenses 4:8).

Como cristianos, debemos estar familiarizados con las promesas que Dios nos ha hecho. Recuerde el gran amor que el Padre y Jesucristo nos han mostrado al proveernos un camino por el cual podemos ser rescatados de nuestros pecados. Meditar sobre estas cosas puede brindarnos consuelo en momentos de tristeza. Lea escrituras como Juan 3:16-17; Lucas 12:32; Romanos 8:18-39 y Apocalipsis 21:1-7.

Trate activamente de imaginar cómo será el próximo reinado milenial de Cristo, o la Nueva Jerusalén en la era eterna por venir. Escrituras como Isaías 11:6-9; Isaías 35:1-10 y Apocalipsis 21-22 pueden ayudarle con ello. Incluso podría imaginarse a sí mismo estando allí. Sin embargo, nunca debemos perder de vista la realidad actual.

Pídale siempre a Dios el Padre y a Jesucristo por su ayuda. Pero también aproveche el apoyo de otros cristianos. Tener a alguien a quien pueda llamar por teléfono, correo electrónico o mensaje de texto puede ser una ayuda valiosa. Tal vez un amigo pueda contactarlo de vez en cuando, solo para recordarle que no está solo.

Si tiene servicios de sábado en su área, vaya y reúnase y conozca más personas. Participe en algo que no agregue más estrés o ansiedad a su vida, sino que la mejore y la haga más agradable. Las actividades físicas como trotar, caminar, bailes de salón, natación y deportes de equipo también pueden ayudar. Otra gran ayuda es formar parte de actividades enfocadas en ayudar a otros. Hacerlo puede ayudarnos a desatascar nuestras mentes de nuestros propios problemas, mientras nos enfocamos en servir a los demás.

No se desanime si no puede superar la depresión o preocupación inmediata e intempestivamente. Como escribió el apóstol Pedro: "creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18).

Salir de la depresión puede compararse con tratar de salir de un pozo resbaladizo. Podemos iniciar la escalada con buenas intenciones y ánimo, y luego volver a caer. Es un viaje largo, pero debemos continuar con la ayuda de Dios. Los cristianos son aquellos que están en continuo crecimiento para ser como Cristo, y todos todavía tenemos mucho que aprender.