Esperanza y ayuda para los corazones quebrantados
“Estoy estresado. Odio mi vida, la odio en absoluto. No hay en ella alegría, ni felicidad, ni esperanza, ni paz, solo miseria. Quiero que Dios me diga cuáles son sus planes para mí. Lo pregunto porque estoy cansado de esto. No soy de los que se rinden, pero la vida ha encontrado una manera de golpearme hasta el tuétano. Si de esto se trata la vida, ya no quiero ser parte de ella. ¿Acaso nacemos para morir infelices?”
Este es el mensaje medular de un correo electrónico que recibimos en Las Buenas Noticias de una persona que está pidiendo ayuda desesperadamente. Tristemente, hemos recibido muchas peticiones de ayuda de personas que desean terminar con sus vidas. Abrumadas por la depresión, el desencanto y mucho dolor interno, están buscando respuestas y esperanza.
Y lo más seguro es que aunque usted no esté sufriendo personalmente de esta manera, alguien que conoce probablemente sí lo esté, ya sea entre sus familiares, amigos u otras personas en su lugar de trabajo o en la congregación de su iglesia.
Examinemos el alcance de este problema y lo que se puede hacer al respecto. Felizmente la Palabra de Dios nos proporciona orientación y socorro, que son una ayuda y un estímulo muy necesarios para los que tienen el corazón quebrantado y también en la lucha contra la ansiedad, la depresión y los pensamientos de suicidio.
Los suicidios aumentan a medida que crece la depresión
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, cerca de 800 000 personas mueren por suicidio cada año, y por cada suicidio hay muchas más personas que intentan suicidarse. Esta es la tercera causa de muerte entre las personas de 15 a 19 años. Casi el 80 % de los suicidios mundiales ocurre en países de ingresos bajos y medios.
Y ahora, con la pandemia mundial del covid-19, los índices de depresión y suicidio están empeorando. Un titular del 3 de abril de 2020 en el sitio web de la revista Scientific American informó: “Es probable que el covid-19 conduzca a un aumento de los suicidios. Las repercusiones psicosociales de esta crisis podrían empeorar aún más la tragedia”.
En 2018, más de 48 000 estadounidenses murieron por suicidio y más de 1.4 millones de adultos lo intentaron, según un informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. El mismo informe señaló que el suicidio es la décima causa de muerte en los Estados Unidos.
El año pasado, los consejeros de la Línea Nacional de Prevención del Suicidio de Estados Unidos respondieron a más de 2 millones de llamadas y más de 100 000 solicitudes de chateo en línea. Las líneas de crisis locales recibieron otros 14 millones de llamadas.
Entre los adultos estadounidenses de 18 a 65 años, el suicidio es la cuarta causa de muerte. Entre los de 18 a 24 años ocupa el tercer lugar, mientras que entre los universitarios es la segunda más alta.
Sorprendentemente, el suicidio entre los niños está aumentando a un ritmo alarmante. El Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos informa que entre los niños de 5 a 15 años, el suicidio es la sexta causa de muerte. ¡Puede que sus propios hijos y amigos estén batallando con esto!
La Comisión Federal de Comunicaciones de este país está desarrollando planes para implementar un número de solo tres dígitos que permita comunicarse con la Línea Nacional de Prevención del Suicidio, agilizando así el acceso a los servicios de crisis en todo el país.
Entonces, ¿qué hay detrás de esto?
El suicidio puede ser el resultado final de la adversidad financiera, el fracaso sentimental, la falta de hijos o el descubrimiento de una enfermedad terminal, pero la mayoría de las muertes por suicidio tienen sus raíces en una depresión debilitante y profunda.
La depresión es un estado de desánimo grave y persistente que va acompañado de sentimientos de desesperanza, es decir, no es un simple desaliento, tristeza o “melancolía”. Se calcula que uno de cada diez estadounidenses sufre de depresión crónica. Las peores manifestaciones de depresión clínica inhabilitan a sus víctimas y las vuelven incapaces de enfrentar cada nuevo día.
Y esto era antes del reciente ataque de coronavirus. Rodrigo Pérez Ortega escribió en el sitio web de la revista Science el 22 de abril de 2020: “Nuevas encuestas realizadas a médicos y enfermeras en China, Italia y Estados Unidos indican que estos están experimentando una multitud de problemas de salud mental a medida que el covid-19 continúa su expansión, incluyendo mayores índices de estrés, ansiedad, depresión e insomnio”.
En cuanto a la situación en América Latina, María Fleischman dice lo siguiente en el sitio web bancomundial.org: “Desde el exterior, la sociedad latinoamericana se ve alegre, sonriente y trabajadora, incluso durante tiempos difíciles. Sin embargo, las estadísticas sobre la salud mental en la región revelan un escenario distinto: por razones que aún requieren de más investigación, el 22.4 % de la población, o poco más de una de cada cinco personas, sufre de dolencias mentales como la depresión y la ansiedad severa. En países como Brasil y Paraguay, cerca del 10 % de los años vividos con discapacidad se debe a estas dolencias, según la Organización Mundial de la Salud”.
Lamentablemente, las actitudes sobre la depresión impiden que muchos de quienes la padecen busquen ayuda. La Asociación Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos muestra que más de la mitad de los estadounidenses piensa que la depresión es una debilidad personal, un signo de fracaso. Y a pesar de que la televisión nos ha bombardeado durante años con anuncios sobre remedios para la depresión, cuatro de cada cinco personas que la sufren no buscan tratamiento. ¿La razón principal? Están demasiado avergonzadas como para buscar ayuda.
En el caso de los hombres, su preocupación por lo general es que la gente piense que no son lo suficientemente masculinos, y por lo tanto no buscan ayuda. Las emociones son percibidas como una característica femenina, a pesar de ser comunes a todos.
La depresión cobra víctimas de todos los estratos sociales, coeficientes intelectuales y religiones. La fama y la fortuna no son antídotos para el impulso de suicidarse: los suicidios de los ricos y famosos conforman una lista muy larga, y muchas estrellas de Hollywood han muerto por su propia mano.
La depresión grave golpea en todas partes, y es una asesina muy prolífica.
Un viejo problema
Y aunque las presiones de la vida moderna han acelerado la frecuencia de la ansiedad, la depresión y el suicidio, estos también cobraban su precio en tiempos antiguos. El abrumador impulso de quitarse la vida ha afectado a personas de todas las naciones, culturas, religiones y sistemas de gobierno a lo largo de la historia.
La psicóloga clínica estadounidense Kay Redfield Jamison señala: “Nadie sabe quién fue el primero que se cortó la garganta con un trozo de piedra, ingirió un puñado de bayas venenosas, o se dejó caer intencionadamente sobre su lanza en la batalla. Tampoco sabemos quién fue el primero en saltar impulsivamente, o incluso después de meditarlo, desde un gran acantilado; ni quien caminó sin comida hacia una tormenta de hielo, o se adentró en el mar sin intención de volver” (Night Falls Fast: Understanding Suicide [La noche cae rápido: Cómo entender el suicidio], 2000, p. 11).
La Biblia relata ejemplos de personas que padecían de depresión hasta el punto de querer que sus vidas acabaran, y muestra que la depresión grave y los problemas emocionales relacionados con ella pueden afligir a cualquiera, tanto a los que no siguen a Dios como a los que sí lo hacen.
Probablemente el ejemplo más famoso de la Biblia de alguien que sufrió de depresión y quería morir es el del patriarca Job. Dios permitió que Satanás afligiera a este hombre justo mediante la pérdida de su familia y prácticamente todo lo que poseía, y que luego atacara su cuerpo con dolorosísimos furúnculos.
Job, que no sabía lo que pasaba, estaba devastado y se lamentó así: “Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido. Sea aquel día sombrío, y no cuide de él Dios desde arriba, ni claridad sobre él resplandezca . . . ¿Por qué se da luz al trabajado, y vida a los de ánimo amargado, que esperan la muerte, y ella no llega, aunque la buscan más que tesoros; que se alegran sobremanera, y se gozan cuando hallan el sepulcro?” (Job 3:3-4, 20-22, énfasis nuestro en todo este artículo).
En medio de su padecimiento, Job anhelaba la muerte. El sufrimiento prolongado y sin esperanza lleva a muchos a la desesperación y al deseo de terminar con todo. Pero hay otros que también se han enfrentado a una desesperanza similar.
Considere la historia de Ana en 1 Samuel. Ella era una de las dos esposas del mismo hombre, Elcana. La otra esposa, Penina, tenía hijos y ridiculizaba arrogantemente a Ana, que no podía concebir.
Como dice el relato, todos los años Elcana “subía de su ciudad para adorar y ofrecer sacrificio al Eterno de los ejércitos . . . Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, porque el Señor no le había concedido tener hijos. Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque el Eterno no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa del Eterno, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía” (1 Samuel 1:3-7).
Luego, cierto año en que habían ido a adorar al tabernáculo, Ana “con amargura de alma oró al Eterno, y lloró abundantemente” (v. 10). Estaba verdaderamente muy deprimida. Sabemos que esta historia tuvo un final feliz con el nacimiento de su hijo Samuel, pero este no siempre es el caso.
Más ejemplos bíblicos de depresión
Más adelante en este mismo libro vemos el triste reinado de Saúl, el primer rey de Israel. Él empezó bastante bien: era alto, atractivo y de buena familia, y parecía tenerlo todo a su favor. Sin embargo, una serie de malas decisiones arraigadas en su orgullo y una actitud equivocada le pasaron la cuenta, y en poco tiempo se sumió en las profundidades de la depresión.
En 1 Samuel 16 se nos dice: “El Espíritu del Eterno se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte del Eterno. Y los criados de Saúl le dijeron: He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta. Diga, pues, nuestro señor a tus siervos que están delante de ti, que busquen a alguno que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él te toque con su mano, y tengas alivio.
“Y Saúl respondió a sus criados: Buscadme, pues, ahora alguno que toque bien, y traédmelo [El elegido fue David, quien más tarde sería rey] . . . Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (vv. 14-17, 23).
La desobediencia de Saúl a Dios provocó que él lo rechazara. Cuando el Espíritu de Dios lo abandonó, quedó en un terrible estado espiritual, mental y emocional. El Espíritu Santo de Dios ayuda a las personas a mantener una mente sana (2 Timoteo 1:7), y sin él nuestra mente está incompleta. Desde el mismo principio Saúl exhibió flaquezas de carácter, tales como su necesidad de ser aprobado por los hombres. Y, desde luego, el alejamiento del Espíritu de Dios empeoró las cosas.
Algunos de los propios profetas de Dios pasaron por períodos de mucho desaliento, hasta el punto de desear estar muertos. Quizás el más conocido de ellos sea Elías, quien llevó a cabo los juicios y advertencias de Dios a varios reyes israelitas, incluyendo al despótico Acab y a su malvada esposa Jezabel.
Un punto culminante en la vida de Elías se produjo cuando Dios lo usó para derrocar a los 450 profetas idólatras de Baal en el monte Carmelo. Esto demostró no solo el poder de Dios, sino la absoluta falta de poder de los cientos de profetas paganos. Uno podría pensar que Elías debió haberse sentido en la cima del mundo, pero poco después de las amenazas de Jezabel se hundió en el abismo de la depresión:
“Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos.
“Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Eterno, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (1 Reyes 19:1-4).
Elías estaba física y mentalmente exhausto, pero también necesitaba aprender una lección sobre el poder y la presencia de Dios, como se revela más adelante en la historia.
La Biblia registra otros ejemplos. El profeta Jonás experimentó frustración, resentimiento y desánimo por la decisión de Dios de no destruir a Nínive, capital de los asirios, enemigos mortales de Israel, cuando se arrepintieron en respuesta a su predicación. “Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano, y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida” (Jonás 4:8).
Debemos aferrarnos a las promesas de Dios
Pero también hay ejemplos bíblicos de un enfoque diferente. El apóstol Pablo experimentó muchos episodios de gran sufrimiento, pero tenía una maravillosa forma de ayudar a la gente a enfocarse en el futuro: encauzaba a las personas a Dios Padre y a Jesucristo para que ellos les dieran fuerza durante las pruebas.
Escribió así: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado [aún no había logrado el objetivo principal de los cristianos, o sea, la perfección en el Reino de Dios]; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
Y aunque para nadie es fácil sufrir de depresión grave, Pablo muestra la importancia de permanecer siempre enfocados en Cristo y en la meta del Reino de Dios. Sus epístolas están llenas de estímulos edificantes para los demás.
He aquí otro ejemplo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8:18-19).
Nuestro destino es ser hijos glorificados (hijos divinos) en la familia de Dios, en su reino, y el apóstol Pablo se aferró a ese incentivo. Los escritos de Pablo han dado gran consuelo, estímulo e inspiración a innumerables personas a lo largo de los años, y también pueden dárselo a usted. El ejemplo de Pablo muestra que la ansiedad y la depresión no se deben tanto a lo que nos pasa como a nuestra perspectiva y actitud sobre lo que nos pasa.
Esto es fácil de decir, sin duda, pero puede ser difícil de creer si es uno el que está seriamente deprimido. Si usted es una de esas personas que lo ha perdido todo debido al covid-19, ya sea económicamente o porque uno o más de sus seres queridos han sucumbido al virus, la angustia puede ser insoportable.
La depresión claramente puede afectar también a las personas piadosas: vimos cómo afectó a Job, Ana, Elías, Jonás y otros. Y no es necesariamente un defecto de carácter o un pecado lo que la provoca; muchos de los siervos de Dios pasaron por períodos de profundo desaliento en sus vidas, y en ocasiones incluso expresaron su deseo de morir.
Sin embargo, aquí hay un punto muy importante: aunque en un momento desearon que Dios acabara con sus vidas, siguieron adelante, esforzándose por permanecer fieles. Y nosotros, como todos los siervos de Dios en las Escrituras, también debemos aprender a aguantar, incluso cuando parece que no podemos más. Pero lo hacemos mediante la confianza en Dios, quien nos ayudará.
Las enseñanzas de la Biblia son lo que nos brinda esperanza y ánimo, y lo que presentamos aquí en la revista Las Buenas Noticias destaca y explica esa esperanza.
Un lector de Irlanda nos envió la siguiente carta: “Me retiré de [un grupo religioso en particular] porque encontré muchas contradicciones en sus enseñanzas de la Biblia. Estoy viendo su programa de televisión. Vivo en Dublín, Irlanda, pero no hay una congregación de su iglesia [IDU] cerca de mí. Vivo solo. Mis dos mejores amigos murieron este año. Hace dos años mi sobrina se suicidó, y mi soledad es muy grande. Encuentro consuelo en sus enseñanzas. Muchas gracias por su ayuda”.
Señalo esto para mostrar lo que todos podemos hacer juntos como pueblo de Dios (como el apóstol Pablo y los otros seguidores de Cristo): proporcionar la comprensión, ayuda y consuelo que brindan las enseñanzas de nuestro Padre celestial por medio de Cristo. Podemos ofrecer ayuda a otros que se encuentren en un estado mental de pesadumbre y desesperación. ¡Hay un magnífico futuro por delante!
Si somos nosotros los que estamos deprimidos, debemos asegurarnos de buscar ayuda y no permitir que la vergüenza nos lo impida. Debemos orar a Dios y hablar con alguien más, ya sea un amigo o un consejero, que pueda ayudarnos o indicarnos a dónde acudir por ayuda. Y, por supuesto, la mayor ayuda es Dios. (Si es usted el afectado, por favor busque ayuda ahora mismo. Lea “¿Dónde puedo conseguir ayuda?” en la página 7).
¿Es el suicidio algo reprochable?
El sexto mandamiento nos dice “No matarás”. Dios es el único que puede dar vida, y el único que puede quitarla. Por doloroso que sea para nosotros ver a quienes están abatidos y sufriendo, ninguna escritura de la Biblia aprueba el suicidio.
Eso sí, no debemos apresurarnos a juzgar y condenar a las personas que se quitan la vida, como muchos hacen. El suicidio, aunque equivocado, con frecuencia es un asunto muy complejo y debemos evitar la tendencia a simplificar demasiado esta trágica manera de morir. Las personas que se suicidan a menudo han estado luchando contra problemas graves como los descritos anteriormente. Pero quitarse la vida en ningún caso es la forma correcta de enfrentar una prueba. Como se dice a menudo, el suicidio es una solución permanente a un problema temporal.
La realidad es que la depresión severa, a menudo agravada por otros problemas y desilusiones, puede llevar a una persona al suicidio. La agonía mental que acompaña a la depresión clínica, o a un período de desánimo prolongado, puede hacer que el suicidio parezca atractivo, porque el enfermo espera que la muerte acabe con su sufrimiento.
La esperanza de la resurrección
Pero esta no es la respuesta, porque la historia no termina aquí. Aquellos que mueran vivirán de nuevo. Aquellos que pertenecen a Dios Padre, que tengan el Espíritu Santo dentro de ellos al morir, serán resucitados a la vida eterna al regreso de Jesús (Romanos 8:11).
Y aún hay más en el futuro. Dios desea fervientemente que todas las personas que han vivido, o que vivirán, lleguen a formar parte de su familia si están dispuestas a ello (2 Pedro 3:9).
Aquellos que mueran en Cristo serán parte de la resurrección a su regreso, llamada “la primera resurrección” en Apocalipsis 20:5-6. Pero hay otra categoría, la de quienes hayan muerto sin haberse convertido verdaderamente. Algunos de ellos pueden haber estado convencidos de ser cristianos, pero en realidad no lo eran, ya que carecían de la comprensión adecuada y no habían hecho un compromiso espiritual pleno con Dios. Ellos, y todos los que hayan vivido y muerto sin tener una oportunidad genuina de ser salvos, también resucitarán posteriormente para vivir nuevamente entre “los otros muertos” (v. 5), pero ahora se les ofrecerá la oportunidad de vivir una vida justa y también la salvación.
La Biblia revela que todos los que hayan muerto sin haberse convertido verdaderamente al camino de vida de Cristo (incluidas las víctimas de suicidio) tendrán su oportunidad de salvación. Esto será después de que Jesucristo haya regresado a la Tierra y esté gobernando el mundo (para aprender más sobre esta verdad bíblica, lea nuestra guía de estudio gratuita ¿Qué sucede después de la muerte?).
Pero el suicidio no es un escape ni una solución rápida a los problemas de uno. Aquellos que se hayan quitado la vida, cuando resuciten probablemente seguirán teniendo problemas psicológicos que resolver. Todavía tendrán que lidiar con sus dificultades, pero ahora con el agravante de tener que enfrentar su terrible error y el sufrimiento que infligieron a otros por sus acciones.
Felizmente, el deseo de Dios es que se vuelvan a él y se salven. Pero las cosas que los seres humanos hacen en esta vida les acarrearán consecuencias, y tendrán que aceptarlas. Esto podría ser bastante difícil, así que nadie debiera pensar en el suicidio como una especie de boleto mágico a la buena vida del futuro porque en realidad no lo es.
Sanidad hoy y en el magnífico futuro
Jesucristo dijo haber venido a sanar a los quebrantados de corazón y a liberar a los que sufren opresión, lo que incluye el peso aplastante de la depresión.
Leemos esto sobre Jesús en Lucas 4:16-21: “Y vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, se lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.
Jesucristo hizo esto por medio de sus milagros y enseñanzas durante su ministerio en su primera venida, y hoy en día continúa esta labor por medio de quienes componen su pueblo, viviendo incluso en ellos mediante el Espíritu Santo para darles poder espiritual. Pero esta obra aún no ha sido acabada: se cumplirá finalmente después de la segunda venida de Jesús, especialmente después de la resurrección de todos los que nunca tuvieron la oportunidad de recibir la salvación de Dios en esta era.
El conocimiento de esta verdad debería ser muy reconfortante para los seres queridos de una persona que haya muerto por suicidio.
Encontramos esta promesa también en el salmo 147: “Alabado al Eterno, porque bueno es cantar salmos a nuestro Dios; porque suave y hermosa es la alabanza . . . Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas” (vv. 1, 3).
Dios el Padre y Jesucristo no se han olvidado de nadie. Los quebrantados de corazón, incluso aquellos que han contemplado el suicidio o han llegado a cometerlo, serán finalmente sanados. Y así es como termina la historia:
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron . . . Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:1, 4).
Esperamos con ansias ese momento de asombrosa sanidad y restauración. Para aquellos que están sufriendo ahora, ya sea porque están deprimidos y considerando el suicidio o porque han perdido a uno de sus seres queridos debido a esta u otra horrible tragedia, hay luz por delante. El día más luminoso de la historia aún está por llegar y ya no habrá más muerte, tristeza, llanto ni dolor.
Pero no tenemos que esperar hasta entonces para recibir la ayuda de Dios. Él bendecirá nuestras vidas enormemente hoy si le respondemos como es debido. Jesús dijo que vino a traernos vida abundante (Juan 10:10). También dijo que no hay nadie que abandone su antigua vida para seguirle “que no reciba cien veces más ahora en este tiempo [toda clase de bendiciones]; y en el siglo venidero, la vida eterna” (Marcos 10:29-30).
Sin embargo, él no dijo que todo sería fácil. De hecho, hemos visto cómo varios siervos de Dios en las Escrituras lucharon contra la depresión.
Muchos fueron perseguidos, y algunos incluso martirizados. La clave para perseverar es seguir acudiendo a Dios y a los demás en busca de ayuda y aliento, sin perder el enfoque continuo en el maravilloso futuro que se avecina.
Y siempre recuerde que no está solo. Dios lo ayudará y pondrá en su camino a otros que también lo ayudarán. Reciba esa ayuda, y sea una luz para otros en la oscuridad.
Tenga la certeza de que el mejor amanecer aún está por venir. Sí, Jesucristo fue enviado para sanar a los quebrantados de corazón, para ayudar a los deprimidos, para salvar a los suicidas. Ojalá que todos sigamos orando “¡Venga tu reino!” BN