¿Cómo podemos obedecer los Diez Mandamientos?

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A veces, existe una tendencia de ver los Diez Mandamientos como una lista de cosas que no se deben hacer. ¿Podemos deleitarnos en una lista de “prohibiciones”?

Para obedecer verdaderamente los Diez Mandamientos se necesita un cambio de mentalidad.

Si, los Diez Mandamientos definen nuestra conducta. Ellos trazan una frontera entre lo aceptable y lo que no lo es. Sin embargo, si los vemos bajo esa perspectiva —como simplemente una lista de prohibiciones— ¿no estamos limitando las bendiciones de Dios para nosotros?

Dios nos ha dado su Ley para que tengamos una vida abundante (Salmos 19:8; Juan 10:10) y que no solamente vivamos, sino que luchemos (Salmos 34:8; Salmos 92:12-15). Al guardar las Leyes de Dios, podemos ver personalmente cómo trabajan.

El rey David escribió que la Ley de Dios es una delicia (Salmos 119:47) que es, además, una lámpara a nuestros pies (Salmos 119:105). Que aquellos que caminan en su ley son bendecidos (Salmos 119:1-3). El apóstol Pablo también mencionó sobre el deleite de la Ley de Dios. (Romanos 7:22) aun guardandola en forma imperfecta.

La Ley de Dios debe ser una delicia.

En la Ley se nos instruye a no adorar a otros dioses. ¡Eso es importante para utilizar este valioso tiempo para establecer una relación positiva con el Eterno! Podemos aprovechar nuestro tiempo para estudiar, orar y meditar sobre él, enfocándonos en su amor y las bendiciones en nuestras vidas. ¡En lugar de gastar nuestra energía para evitar las consecuencias y fortalecer los beneficios!

Dios nos instruye a guardar su Sábado Santo. En lugar de lamentar sobre aquellas cosas que no podemos hacer en este día, debemos enfocarnos en las cosas positivas que podemos hacer y en las maravillosas bendiciones que representa. Es un tiempo para concentrarnos en Dios y adorarle. Crear tradiciones familiares que nos ayudan a hacer de este tiempo una delicia nos ayuda a cambiar de mentalidad sobre lo que no debemos hacer y, además, comprender que el sábado fue diseñado como un tiempo especial entre usted y Dios.

Es cierto que no debemos cometer homicidio. Pero en lugar de gastar nuestra energía tratando de cuidarnos de no matar a alguien, debemos pensar en reconciliar nuestras diferencias con otros, construyendo relaciones respetuosas y fortaleciendo el amor que les debemos a los demás y nunca abrigar aquellos pensamientos.

No debemos cometer adulterio. En lugar de ponernos en esta situación, debemos enfocarnos en mejorar nuestros matrimonios lo mejor que podamos. Disfrutemos amando a nuestro conyugue, construyendo lazos que fortalezcan lo positivo y no alejarnos de ese pacto. Los solteros deben invertir su tiempo en convertirse en un buen esposo o esposa para su futura pareja.

El enfoque positivo de la aplicación de las Leyes de Dios en nuestras vidas nos puede ayudar a evitar el riesgo de quebrantar el mandamiento en forma física o espiritual. Además, tendremos un discernimiento más efectivo sobre aquello que Dios desea para su pueblo, poner su ley en primer lugar.

Jesús cumplió la ley a plenitud

Jesucristo resumió los Diez Mandamientos (incluyendo todas las leyes del Antiguo Testamento) en dos categorías, que se han llegado a conocer como los dos grandes mandamientos (Mateo 22:36-40).

1. El amor a Dios

2. Ama a tú prójimo (o tu “vecino”, como él lo dice)

Lo que Jesucristo estaba transmitiendo a sus seguidores era que la intención detrás de cada uno de estos Diez Mandamientos encaja en estas categorías. Por ejemplo, no tomar el nombre de Dios en vano muestra el amor y respeto a Dios. No cometer adulterio es una manera de mostrar amor a nuestro hermano y respetar su relación matrimonial.  

Pero, además de guardar los mandamientos en forma física, Jesús también cumplió —a plenitud—los Diez Mandamientos destacando su componente espiritual (Mateo 5:21-22). No bastaba solo evitar el asesinato y el adulterio físicamente.

Él superó las expectativas, enseñando que esto empieza en el corazón y en la mente y que dichos pensamientos deben ser llevados cautivos antes de que surja la tentación (2 Corintios 10:5). El Espíritu Santo morando en nosotros transforma nuestra vida a través de la renovación de nuestra mente (Romanos 12:2).

Eche una mirada a los Diez Mandamientos a través de un nuevo punto de vista. Vea la belleza de lo que Dios nos ha dado en su Ley. No se trata simplemente de “no hagas” sino una concesión de Dios con límites. Él desea que tengamos una vida abundante, llena de gozo y amor—y sus leyes nos proporcionan libertad para vivir una vida en santidad repleta de beneficios.