¿Fue cambiado el día de reposo en el Nuevo Testamento?
Hemos visto que Jesucristo no cambió el día de reposo de Dios. Por el contrario, durante todo su ministerio aclaró el verdadero propósito y la intención del sábado. Jesús mostró frecuentemente, por sus acciones y sus enseñanzas, que la venidera época mesiánica sería un tiempo de sanidad, restauración y libertad para todo el género humano.
Como vimos en el capítulo anterior, Jesús guardó el sábado. Cuando murió, sus seguidores más cercanos esperaron a que pasara el sábado para ir a ungir su cuerpo (Mateo 28:1; Marcos 16:1-2; Lucas 23:56; Lucas 24:1). Cincuenta días después de la resurrección sus discípulos estaban reunidos en el día de Pentecostés, una de las fiestas o días de reposo anuales que se celebraban conjuntamente con el sábado (Levítico 23:1-44); en ese día, con la venida del Espíritu Santo, la iglesia fue fundada (Hechos 2:1-4). No tenemos ninguna prueba de que haya ocurrido algún cambio a raíz de la muerte y resurrección de Jesús; sus discípulos continuaron guardando el sábado y las fiestas anuales de la misma forma en que él lo había hecho.
Los libros del Nuevo Testamento fueron escritos durante el espacio de varias décadas, siendo terminados hacia el final del primer siglo, 60 años o más después de la muerte y resurrección de Jesús. Por consiguiente, si el sábado o cualquier otra parte de la ley de Dios hubiera sido cambiado en la iglesia apostólica, tales cambios seguramente estarían descritos en alguna parte del Nuevo Testamento.
¿Abolió Pablo el sábado?
Muchos de los que afirman que el sábado fue abolido en el Nuevo Testamento se apoyan en los escritos del apóstol Pablo para respaldar su opinión. ¿Acaso tienen razón? Los tres pasajes comúnmente citados dentro de este contexto son Romanos 14:5-6, Colosenses 2:16-17 y Gálatas 4:9-10.
Un principio fundamental que debemos seguir si queremos entender lo que la Biblia nos dice, es analizar cada versículo no sólo dentro del contexto del pasaje que se lee, sino teniendo en cuenta además las circunstancias sociales e históricas en las que se desenvolvían tanto el autor como los lectores. Analicemos el contexto de estos tres pasajes para saber si Pablo realmente anuló la observancia del sábado.
Tengamos en cuenta primeramente lo que afirmó acerca de la ley de Dios. Más de 25 años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, él escribió en Romanos 7:12: “La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”. En Romanos 2:13 explicó: “No son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados”. Y en Romanos 7:22 afirmó: “Según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios”.
Algunos dan por sentado que una vez que tenemos fe en Jesucristo ya no es necesario guardar la ley de Dios. Sin embargo, en Romanos 3:31 Pablo mismo abordó el tema diciendo: “¿Luego por la fe invalidamos [de la voz griega katargeo, que significa “destruir” o “abolir”] la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos [del griego histemi, que significa “erigir” o “establecer”] la ley”. El apóstol claramente enseñó que la fe no anula la ley de Dios, sino que por el contrario la establece y la reafirma.
En Hechos 24 leemos cómo Pablo compareció delante de Félix, el gobernador romano, para defenderse contra las acusaciones de disensión y sedición que contra él habían hecho los dirigentes religiosos judíos. En su defensa Pablo arguyó: “Así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas” (v. 14). Dos años después volvió a defenderse contra las mismas acusaciones, esta vez delante del gobernador romano Festo; ante él declaró: “Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada” (Hechos 25:8). En esas ocasiones, entre 25 y 30 años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, Pablo afirmó categóricamente que ¡creía todas las cosas que estaban escritas en la ley y en los profetas (términos usados para referirse al Antiguo Testamento) y que no había desobedecido la ley!
A la luz de estos claros enunciados es lógico suponer que vamos a encontrar instrucciones igualmente claras referentes a la abolición del sábado, si es que la intención de Pablo fue abolirlo. Pero ¿acaso las encontramos?
Romanos 14:5-6: ¿Son iguales todos los días de adoración?
En Romanos 14:5-6 leemos: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios”.
Para algunos, al leer este pasaje podría parecer que lo que Pablo está diciendo es que no importa qué día se escoja para descansar y adorar a Dios, siempre y cuando uno “esté plenamente convencido en su propia mente” y “lo hace para el Señor”. ¿Acaso esto implica que no hay diferencia alguna entre el sábado y los demás días y que tenemos libertad para escoger el día que nosotros queramos guardar?
Si llegamos a esta conclusión estaremos interpretando erróneamente el pasaje, ya que en éste el sábado ni siquiera se menciona. De hecho, en toda la epístola no encontramos la palabra sábado ni ninguna referencia a la observancia del mismo.
La referencia que se hace es simplemente a “días”, y no tiene nada que ver con el sábado ni con ningún día de descanso y adoración ordenado por Dios. No olvidemos que anteriormente en esta misma epístola Pablo nos había dicho: “La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”, “los hacedores de la ley serán justificados” y “me deleito en la ley de Dios” (Romanos 7:12; Romanos 2:13; Romanos 7:22). Si él estuviera afirmando que la observancia del sábado carecía de importancia, dicha afirmación sería totalmente incongruente con otras claras aseveraciones hechas en esta misma carta.
¿A cuáles días se refería Pablo?
Analicemos el contexto para determinar a cuáles días se refería Pablo en este pasaje.
El apóstol estaba escribiendo a una congregación compuesta por judíos y gentiles que se hallaba en Roma. En los versículos 2 y 3 se refería al vegetarianismo (“otro, que es débil, come legumbres”) y continúa con el mismo tema en el versículo 6 (“el que come . . . y el que no come”).
El pasaje acerca de los días, en los versículos 5 y 6, se encuentra insertado en medio de las referencias al vegetarianismo y al consumo de carne. La Biblia no establece ninguna conexión entre la observancia del sábado y el vegetarianismo; por lo tanto, para poder afirmar que en estos versículos Pablo se refería al sábado, tenemos que sacarlos del contexto en que fueron escritos.
“El hecho de que los días mencionados por Pablo se encuentren en medio de referencias al tema de la comida sugiere que lo que Pablo tenía en mente era un día especialmente apartado como un tiempo de banquete o de ayuno” (Everett F. Harrison, The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 10:146). Resulta evidente que Pablo estaba haciendo referencia a unos días especiales de los romanos u otros días en los que la celebración, el ayuno o la abstinencia de ciertas comidas era la práctica común.
El contexto nos indica que algunos miembros de la congregación comían carne y otros no. Los vegetarianos eran los que “temían comer (sin darse cuenta) de la carne que había sido ofrecida a los ídolos o que por alguna otra razón era inmunda desde el punto de vista ceremonial (lo cual podría pasar muy fácilmente en una ciudad como Roma), y por lo tanto se abstenían completamente de carne” (W.J. Conybeare y J.S. Howson, The Life and Epistles of St. Paul [“Vida y epístolas de San Pablo”], p. 530).
En 1 Corintios 8 Pablo se refería al tema de comer carne que había sido sacrificada a los ídolos y que por lo tanto podría ser vista por algunos como impropia para el consumo. Lo que Pablo aclaró en ese capítulo era que el hecho de que alguna comida estuviera relacionada con un acto de idolatría no tenía ninguna implicación a la hora de determinar si era propia para comerse o no.
Parece probable que Pablo hubiera tratado el mismo asunto con los romanos y con los corintios, es decir, si los cristianos debían o no evitar las carnes que estaban asociadas con la idolatría; la referencia que Pablo hace a lo “inmundo” en Romanos 14:14 parece respaldar esto. En lugar de usar la palabra griega que describe los alimentos clasificadas como inmundos o prohibidos en el Antiguo Testamento, usó una palabra cuyo significado es “común” o “contaminado” y que puede aplicarse perfectamente a una carne que haya sido ofrecida a los ídolos. La exhortación de Pablo en 1 Corintios 8 coincide con la conclusión que hace en Romanos 14:15; a saber, debemos ser especialmente cuidadosos para no ofender a un hermano por causa de la carne, de tal forma que no lo hagamos caer o perder su fe.
Esto en ninguna manera podía estar relacionado con la observancia del sábado, ya que el sábado es una de las fiestas de Dios (Levítico 23:1-3) y como tal no es un día en el que uno debe abstenerse de comer carne. El sábado no se menciona en ninguna parte de la Epístola a los Romanos, simplemente porque el sábado no era el tema de la carta. Los días mencionados aquí estaban relacionados directamente con la abstinencia de carne, lo que nos da a entender que eran celebraciones romanas o de otro tipo, y que no tenían nada que ver con los días de adoración ordenados por Dios.
Gálatas 4:9-10: ¿Es el sábado una esclavitud?
Gálatas 4:9-10 es otro pasaje en el que algunos consideran que Pablo condenó la observancia del sábado. En estos versículos escribió: “Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuáles os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años”.
Aquellos que están en contra de la observancia del sábado ven en la referencia a “los días, los meses, los tiempos y los años” una alusión al sábado, las fiestas anuales y los años sabáticos y de jubileo dados en el Antiguo Testamento (Levítico 23, 25). Consideran que dichas ordenanzas de Dios eran “débiles y pobres rudimentos” a los cuales los gálatas querían volverse a “esclavizar” (Gálatas 4:9).
¿Es este realmente el significado de lo que Pablo dijo? Si queremos ver en estos versículos una crítica del sábado, tendremos una dificultad obvia. Al igual que en Romanos 14, la palabra sábado tampoco aparece aquí; de hecho, no aparece en ninguna parte de la epístola.
En su argumento en contra del sábado, algunas personas suponen que los “años” a los que se refiere Gálatas 4:10 tienen que ver con los años sabáticos y de jubileo descritos en Levítico 25. Sin embargo, en los días de Pablo el año del jubileo no se practicaba en ninguna parte y el año sabático no se cumplía en ninguna región fuera de Palestina (Encyclopedia Judaica [“Enciclopedia judaica”], 14:582; y la Jewish Encyclopedia [“Enciclopedia judía”], X:606). El hecho de que Galacia se encuentre en el Asia Menor, muy lejos de Palestina, hace ilógico concluir que Pablo se estuviera refiriendo al año sabático y de jubileo.
Las palabras griegas que Pablo utilizó para decir “días”, “meses”, “tiempos” y “años” son usadas comúnmente en el Nuevo Testamento para describir períodos civiles normales. Son completamente diferentes de los términos precisos que Pablo usó en Colosenses 2:16, en donde se habla de sábados, días de fiesta y celebraciones de luna nueva que se ordenan en las Escrituras. En Colosenses usó una terminología exacta cuando habló de observancias bíblicas, pero utilizó unas palabras griegas diferentes en Gálatas, una clara indicación de que estaba tratando temas diferentes en ambas epístolas.
Para entender lo que Pablo estaba diciendo debemos examinar tanto el contexto histórico como el contexto inmediato de estos versículos. Las congregaciones de Galacia estaban compuestas principalmente por gentiles, no judíos. Pablo hizo claro esto cuando dijo que no estaban circuncidados (Gálatas 5:2; Gálatas 6:12-13); por lo tanto, no podían ser judíos.
No podían volver a lo que no habían guardado
Para entender este controvertido pasaje es necesario tener en cuenta los antecedentes. En Gálatas 4:9-10 Pablo dijo que los gálatas se estaban volviendo “de nuevo a los débiles y pobres rudimentos” que incluían “los días, los meses, los tiempos y los años”. Si los recipientes de esta carta tenían un origen gentil, es muy difícil pensar que los días, meses, tiempos y años a los que se estaban volviendo pudieran ser el sábado y las fiestas bíblicas, ya que no podían volver a lo que nunca habían guardado anteriormente.
Esto es más claro aún en el contexto inmediato. En el versículo 8 Pablo escribió: “No conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses”. Hacía referencia “claramente a los ídolos paganos, los cuales, en lenguaje típicamente judío, él dice ‘no son dioses’” (James Montgomery Boice, The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 10:475).
No se estaba refiriendo a ordenanzas bíblicas
¿Es posible que “los débiles y pobres rudimentos” a los cuales ellos se estaban volviendo (v. 9) pudieran ser las leyes, el sábado y los días de fiesta ordenados por Dios? La palabra griega vertida como “rudimentos” es stoicheia, la misma palabra traducida como “rudimentos” anteriormente, en el versículo 3, en el cual Pablo describió a sus lectores como quienes habían estado “en esclavitud, bajo los rudimentos del mundo”. Si decimos que los “rudimentos” del versículo 9 tienen que ver con la ley de Dios, tendremos que decir que en el versículo 3 también se aplican de la misma forma, ya que se usa la misma palabra.
Afirmar que el versículo 3 se refiere a la ley bíblica es muy difícil de comprobar porque “en este caso, tropezaríamos con dos dificultades: (1) Esto no parece aplicarse a los gentiles, ya que el problema de los gentiles no era que habían estado bajo la ley en el pasado . . . y (2) esto no explicaría por qué o cómo Pablo pudo agregar la frase ‘del mundo’ al termino stoicheia, porque el pensamiento judío siempre ha resaltado el carácter espiritual de la ley de Dios, completamente alejado del mundo, debido a que tiene un origen divino.
”Parece que en los tiempos de Pablo el concepto extremadamente primitivo y antiguo se había expandido hasta el punto en el cual stoicheia se refería también al sol, la luna, las estrellas y los planetas. Todos éstos estaban asociados con dioses y deidades y, debido a que marcaban el avance del calendario, estaban asociados también con los grandes festivales paganos que honraban dichos dioses. Para Pablo, estos dioses eran demonios, de ahí que él pensara que, antes de la proclamación del evangelio, los gálatas se encontraban cautivos en una esclavitud demoníaca.
”. . . En los versículos siguientes, Pablo menciona estos tres temas en una rápida sucesión: (1) ‘Los que por naturaleza no son dioses’, probablemente dioses falsos o demonios; (2) ‘los débiles y pobres rudimentos’, otra vez, la palabra stoicheia; y (3) ‘los días, los meses, los tiempos y los años’ (vv. 9-10). No cabe duda de que, en lo que se refería a los demonios, Pablo tenía una forma de pensar totalmente diferente de la que habían tenido anteriormente los gálatas . . . Así, este tema adquiere un significado cósmico y espiritual. El contraste fundamental con la libertad en Cristo es la esclavitud a Satanás y a los espíritus malignos” (Boice, ob. cit., p. 472).
Observancias supersticiosas de los días y los tiempos
Es en este contexto que debemos entender que los gálatas estaban guardando días, meses, tiempos y años especiales. La palabra traducida aquí como “guardar” proviene de la palabra griega paratereo, que significa “guardar cuidadosamente, observar estrechamente” (W.E. Vine, Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, 2:170). Esta palabra “parece tener el sentido de ‘observancia inquieta, escrupulosa y bien informada, en busca del beneficio propio’ y para la que se buscaban puntos o espacios de tiempo que eran considerados positivos o negativos según el calendario o la astrología” (Gerhard Kittel, Theological Dictionary of the New Testament [“Diccionario teológico del Nuevo Testamento”], 3:148).
Cualesquiera que fueran “los días, los meses, los tiempos y los años” que los gálatas estuvieran guardando, lo estaban haciendo de una manera supersticiosa, de la misma forma en que lo habían hecho antes de su conversión.
Con este contexto en mente, es ilógico concluir que Pablo estaba criticando la observancia del sábado y la celebración de las fiestas bíblicas, puesto que ni siquiera los mencionó. En cambio, lo que estaba condenando eran los esfuerzos equivocados por tratar de alcanzar la salvación por medio de prácticas supersticiosas.
Colosenses 2:16-17: ¿Es obsoleto el sábado?
El tercer pasaje de los escritos de Pablo que se usa para decir que la observancia del sábado ya no es necesaria se encuentra en Colosenses 2:16-17. El apóstol escribió: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”.
Examinemos estos versículos dentro del marco histórico y en su contexto para saber si realmente pueden respaldar dicha opinión.
¿Era la intención del apóstol Pablo abolir la observancia del sábado? Si fuera así, encontraríamos ciertos problemas inmediatos con esta interpretación. Si aceptáramos esta suposición sería muy difícil explicar por qué Pablo trató el asunto en forma tan velada que ni siquiera afirmó que la práctica de estos días no era necesaria cuando, según estos versículos, era evidente que los colosenses sí estaban guardándolos. Al fin y al cabo, la congregación de Colosas era principalmente gentil (Colosenses 1:27; Colosenses 2:13), así que hubiera sido una excelente oportunidad para que Pablo hiciera claro de una vez por todas que estas prácticas ya no estaban vigentes ni para los gentiles ni para los demás cristianos.
Sin embargo, Pablo no dijo eso en ninguna parte. Con referencia a la celebración de las fiestas, lunas nuevas y sábados, dijo solamente: “Nadie os juzgue”, lo cual es bastante diferente de decir que estas prácticas eran innecesarias u obsoletas.
No se trataba de celebraciones bíblicas
Una pregunta fundamental que debemos hacernos es si en realidad Pablo se estaba refiriendo a las prácticas del Antiguo Testamento en este pasaje. ¿Estaba en verdad argumentando que los cristianos no deberían seguir las leyes relacionadas con las carnes limpias e inmundas, los días de fiesta, el sábado o algunas otras leyes del Antiguo Testamento?
Algunas personas suponen que el “acta de los decretos” que fue anulada y clavada en la cruz (v. 14) fue la ley de Dios y los requisitos que él dio en el Antiguo Testamento. Pero esto no es correcto. La palabra griega traducida como “acta” es cheirógraphon, que significa una deuda registrada por escrito; en términos modernos, sería una letra o pagaré. El único pasaje de la Biblia en que aparece esta palabra es en este versículo. En la literatura apocalíptica de aquella época esta palabra se utilizaba para designar “el libro de los pecados” y lo que quería decir era que se había llevado un registro escrito de nuestros pecados.
Pablo no estaba afirmando que la ley de Dios había sido clavada en la cruz. Lo que fue clavado allí, según lo que dijo, era el registro de todos nuestros pecados. Debido a que, según la ley, la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23), el registro de nuestros pecados era lo que “había contra nosotros, que nos era contrario”, no la ley en sí misma (Colosenses 2:14). Fue dicho registro lo que fue clavado en la cruz, y esto permitió que fuéramos perdonados.
Esto se aclara aún más a medida que leemos el resto del capítulo. Es muy evidente que se trataba de asuntos que no tenían nada que ver con las leyes dadas por Dios en el Antiguo Testamento; entre ellos estaban “principados” y “potestades” (v. 15), falsa “humildad” y “culto a los ángeles” (v. 18), preceptos como “no manejes, ni gustes, ni aun toques” (v. 21) y “duro trato del cuerpo” (v. 23).
Además, Pablo se refirió a las falsas enseñanzas que existían en Colosas como un engaño basado en “palabras persuasivas” (v. 4), “filosofías y huecas sutilezas” y “tradiciones de los hombres” (v. 8); también se refirió a someterse a “preceptos” de este mundo (v. 20) y a “mandamientos y doctrinas de hombres” (v. 22).
¿Es acaso posible que Pablo, el mismo que afirmó en Romanos 7:12 que la ley es “santa, justa y buena”, se estuviera refiriendo en estos versículos a la misma ley? ¿O estaba hablando más bien de un tema completamente diferente?
Infiltración del nosticismo
Si tenemos en cuenta el contexto histórico, la respuesta a estos interrogantes será clara. A medida que la iglesia creció y se desarrolló en el primer siglo, tuvo que enfrentarse a una infiltración progresiva del nosticismo. La influencia que alcanzó este pensamiento y práctica es particularmente evidente en los escritos de Pablo, Pedro y Juan.
El nosticismo “era principalmente una postura en parte religiosa y en parte filosófica; no fue un sistema bien definido” (Curtis Vaughan, The Expositor’s Bible Commentary [“Comentario bíblico del expositor”], 11:166). Como tal, nunca fue una religión bien establecida, sino más bien un planteamiento acerca de las creencias personales de cada uno. El tema central del nosticismo era el conocimiento secreto (el término nosticismo se deriva de la palabra griega gnosis, que significa “conocimiento”), el cual podía mejorar la religión de uno.
La enseñanza principal del nosticismo consistía en que el espíritu era totalmente bueno y la materia totalmente mala. A partir de esta dualidad, que no tenía fundamento en las Escrituras, se derivaban errores muy grandes. Entre estos errores se encontraba el concepto de que por estar compuesto de materia, el cuerpo humano era por lo tanto malo; en cambio Dios, por ser compuesto enteramente de espíritu, era por lo tanto bueno. Según el nosticismo, la salvación era una liberación del cuerpo que se alcanzaba no por medio de la fe en Jesucristo sino por medio de un conocimiento especial. Y debido a que el cuerpo se consideraba malo, se creía que debía ser tratado duramente. Esta forma ascética del nosticismo fue el motivo de una parte de la carta a los colosenses.
Además de estas creencias, “el nosticismo, en todas sus formas, se caracterizaba por la creencia . . . en seres mediadores” y “el conocimiento al cual se referían los nósticos . . . era un conocimiento adquirido mediante una experiencia mística, no por el intelecto. Este conocimiento oculto estaba impregnado de supersticiones basadas en la astrología y la magia. Además, este conocimiento esotérico estaba al alcance únicamente de aquellos que habían sido iniciados en el conocimiento de los misterios del sistema nóstico” (Vaughan, ob. cit., p. 167).
Referencias a las enseñanzas nósticas
Todos los elementos que hemos mencionado hacían sentir su influencia en la congregación de Colosas. No hay duda de que Pablo estaba combatiendo el supuesto conocimiento especial que los nósticos afirmaban tener, y estaba mostrándoles a los colosenses el conocimiento más elevado de Dios y de Jesucristo (Colosenses 1:9, Colosenses 1:25-29; Colosenses 2:2-3), el cual lleva a la salvación.
Les escribió: “Esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas” (Colosenses 2:4). Describió este conocimiento secreto como “filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (v. 8). El conocimiento más importante, según Pablo, es el conocimiento “de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (vv. 2-3).
Algunos adeptos a esta herejía sentían una profunda reverencia por los ángeles y otras potestades espirituales. Pablo advirtió a los colosenses sobre aquellos que se deleitaban en el “culto a los ángeles” (v. 18). Les dijo que a la luz de la inmensidad del sacrificio de Jesucristo, estos supuestos principados y potestades espirituales no tenían valor alguno como mediadores para tener acceso a Dios (vv. 10, 15).
Ascetismo estricto
Basados en la creencia de que el espíritu era bueno y la carne era mala, estos maestros enseñaban un ascetismo estricto en el cual se negaban completamente a sí mismos cualquier placer físico. Mediante el “duro trato del cuerpo” (v. 23), esperaban lograr un grado más alto de espiritualidad. Pablo se refería a los preceptos de “no manejes, ni gustes, ni aun toques” (v. 21) como preceptos que tenían que ver con “cosas que todas se destruyen con el uso”, porque estaban basados en “mandamientos y doctrinas de hombres” (v. 22) en lugar de estar basados en las enseñanzas de Dios.
Este ascetismo nóstico primitivo probablemente integró conceptos gentiles con elementos del judaísmo, por ejemplo la circuncisión (v. 11). Parece que la herejía de los colosenses era una mezcla de una forma radical de judaísmo con conceptos del nosticismo primitivo.
Si analizamos las enseñanzas específicas que Pablo desmintió, es evidente que una o más ramas del judaísmo estaban influidas por el nosticismo e infiltraron la congregación de los colosenses con conceptos que eran una mezcla de ascetismo judaico y creencias nósticas. El enfoque ascético de estos falsos maestros los llevaba a condenar a quienes en su práctica religiosa no estaban a la altura de las normas ascéticas que ellos enseñaban. Por lo tanto, Pablo les advirtió a los colosenses: “Nadie os juzgue en comida o en bebida . . .” (v. 16).
Juzgados no por el hecho de guardar el sábado, sino por cómo lo guardaban
Los colosenses no estaban siendo juzgados por el hecho de celebrar las fiestas, las lunas nuevas y los sábados como tales; más bien, estaban siendo juzgados por su manera de hacerlo, aparentemente una manera alegre y gozosa. Estos días fueron dados por Dios como fiestas y celebraciones, algo radicalmente diferente del enfoque ascético del nosticismo tan evidente en este capítulo.
El nosticismo también les atribuía cierta importancia a las estrellas y los planetas, y Pablo se refería a ello como “los rudimentos del mundo” (v. 8). Es probable que esta perspectiva habría influido en la manera que tenían los nósticos de guardar cualquier día especial, incluso los días de fiesta, las lunas nuevas y los sábados, debido a que el calendario que determinaba las fechas de todos ellos estaba regido por los cuerpos celestes.
Al advertir a los colosenses que no se dejaran juzgar de nadie por la forma en que estaban celebrando las fiestas, las lunas nuevas y los sábados, Pablo no estaba poniendo en tela de juicio la necesidad de guardarlos. Si analizamos la clara implicación de estos versículos, resulta obvio que los cristianos gentiles sí celebraban estos días y en ninguna manera se les dijo que dejaran de hacerlo.
El punto que Pablo estaba aclarando era que los cristianos no deberían ser criticados por celebrar estos días de una manera festiva. Les advirtió que no se dejaran juzgar por aquellas personas que se valían de los conceptos errados del ascetismo para definir qué podían comer, qué podían beber y cómo debían celebrar los sábados y las fiestas de Dios (v. 16). El contexto de Colosenses 2:16 es el ascetismo basado en el nosticismo primitivo, no un análisis de cuáles leyes bíblicas aún estaban vigentes para los cristianos.
Sombra de las cosas por venir
¿Qué debemos entender acerca de la afirmación de Pablo en Colosenses 2:17 de que las cosas que había mencionado eran “sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”? ¿Quiso decir que Jesús cumplió totalmente lo que representaban estos días, de manera que ahora carecen de importancia y son obsoletos?
En realidad, Pablo dijo que eran “sombra de lo que ha de venir”, lo que implica un cumplimiento futuro que aún no se ha dado. La palabra griega traducida como “por venir” es mello, que significa “estar a punto (de ser o hacer)” y denota “propósito, certidumbre, obligación o necesidad” (W. E. Vine, Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, 4:225).
Pablo utiliza la misma expresión en Efesios 1:21 al decir que Jesucristo tiene preeminencia “sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero”. Haciendo un contraste entre el mundo actual y el mundo “venidero”, indica claramente que habrá un cumplimiento futuro.
Este futuro cumplimiento también está claramente indicado en la afirmación de que todo aquello “es sombra de lo que ha de venir” (Colosenses 2:17). La palabra griega esti, que se traduce aquí como “es”, está en tiempo presente activo y significa “ser” o “es” (Spiros Zodhiates, The Complete Word Study Dictionary New Testament [“Diccionario analítico completo de las palabras del Nuevo Testamento”], p. 660). Si Pablo hubiera querido decir que el sábado y las fiestas se habían cumplido en Jesucristo y que por lo tanto eran obsoletos, tendría que haber usado la expresión “fueron sombra de lo que había de venir”.
La forma cuidadosa en que Pablo escogió estas palabras hace muy claro que el sábado y las fiestas son una sombra de las cosas que aún están por venir, y no que fueron una sombra de las cosas que se cumplieron y quedaron obsoletas en Jesucristo.
Actos físicos que nos enseñan lecciones espirituales
Algunos suponen que ciertos actos físicos relacionados con la adoración —debido a que son simplemente representaciones o símbolos de verdades espirituales más grandes— han sido cumplidos en Cristo en el Nuevo Testamento y que, por lo tanto, son obsoletos e innecesarios. Tales personas incluyen en esta categoría el sábado y las fiestas de Dios, basándose en el comentario de Pablo de que son “sombra de lo que ha de venir”.
Pero este razonamiento es erróneo. El solo hecho de que algo sea una sombra, una representación o un símbolo no significa que su importancia sea menor. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, Dios ordenó símbolos y acciones simbólicas para enseñarnos lecciones espirituales muy importantes.
El bautismo es un acto simbólico que representa una verdad espiritual más grande: el entierro del viejo yo para vivir una nueva vida (Romanos 6:3-4); sin embargo, se nos ordena ser bautizados (Hechos 2:38). El pan y el vino del servicio de la Pascua son símbolos de una relación espiritual fundamental que tenemos con Jesucristo, pero se nos indica claramente que debemos participar de ellos (1 Corintios 10:16; 1 Corintios 11:28).
La imposición de manos (Hebreos 6:2), la unción con aceite (Santiago 5:14), el lavado de pies (Juan 13:14), el comer pan sin levadura (1 Corintios 5:6-8) y otras acciones físicas que se nos ordenan en el Nuevo Testamento deben ser guardadas, no porque sean mayores que las cosas que simbolizan sino porque fortalecen y mejoran nuestro entendimiento espiritual a medida que las practicamos. Al fin y al cabo, somos seres humanos físicos que buscamos entendimiento espiritual. Dios nos ha dado actos y símbolos físicos para ayudarnos a captar mejor las lecciones espirituales.
Estos ejemplos nos muestran que los símbolos y las acciones simbólicas no están limitados estrictamente a la adoración física del Antiguo Testamento, sino que también están ordenados como elementos muy importantes del culto que se rinde a Dios en el Nuevo Testamento; como Pablo mismo lo reconoció, son recordatorios vitales de verdades espirituales muy importantes (1 Corintios 11:23-26). Lo mismo se aplica con relación al sábado. Jesús, por medio de lo que hizo y lo que enseñó en ese día, mostró que el descanso sabático prefigura la venidera época mesiánica de paz, descanso, libertad y sanidad.
Colosenses 2:16-17 no se refiere de ninguna manera a la permanencia o la transitoriedad del sábado. De hecho, en toda la epístola Pablo ni siquiera citó el Antiguo Testamento. Usó la palabra griega nomos, que significa “ley”, decenas de veces en otros escritos, pero ni una sola vez en la Epístola a los Colosenses. ¿Por qué? Porque ni el Antiguo Testamento ni la ley de Dios eran el tema de la carta.
Lejos de negar la observancia del sábado, las instrucciones que Pablo dio a los colosenses, escritas hacia el año 62 de la era cristiana, confirman que los cristianos gentiles estaban guardando el sábado más de 30 años después de la muerte de Cristo y que en la actualidad el sábado continúa siendo un recordatorio muy importante de verdades espirituales fundamentales.
La historia consignada en el libro de los Hechos
En lo referente a los escritos del apóstol Pablo, en este capítulo hemos analizado los tres pasajes más comúnmente citados con la intención de probar que él abolió la observancia del sábado. Como hemos visto, sin embargo, en dos de dichos pasajes ni siquiera se menciona el sábado y el tercero confirma que incluso creyentes gentiles lo estaban guardando, puesto que Pablo los exhortó a que no se dejaran juzgar de nadie por su manera de hacerlo.
Además de las palabras de Pablo, sus acciones también mostraron que nunca pretendió abolir o cambiar el sábado, y que él mismo lo guardó.
En el capítulo 13 del libro de los Hechos encontramos que 10 a 15 años después de que Pablo milagrosamente fue convertido, él y sus compañeros viajaron a Antioquía en el Asia Menor, donde “entraron en la sinagoga un sábado” (v. 14). Después de haber sido invitado a hablar delante de la congregación, Pablo se dirigió tanto a judíos como a prosélitos gentiles (v. 16), describiéndoles cómo la vida de Jesucristo había sido profetizada a todo lo largo de las Escrituras que nosotros llamamos el Antiguo Testamento.
Su mensaje fue recibido con tanto entusiasmo que “cuando salieron ellos de la sinagoga de los judíos, los gentiles les rogaron que el siguiente sábado les hablasen de estas cosas” (v. 42). Debemos tener en cuenta que los gentiles que estaban presentes le pidieron a Pablo que les enseñara más acerca de Cristo el próximo sábado. ¿Por qué? Porque esos gentiles ¡ya estaban guardando el sábado con los judíos en la sinagoga!
¿Cuál fue la respuesta de Pablo a la solicitud de los gentiles? “El siguiente sábado se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios” (v. 44). Si Pablo ya no creyera en la importancia del sábado, podría haberles respondido que podía enseñarles al día siguiente o en cualquier otro día. Pero en lugar de eso, esperó hasta el sábado siguiente, cuando “se juntó casi toda la ciudad”, tanto judíos como gentiles, para oír su mensaje.
Los gentiles de la ciudad, al oír que Pablo había sido comisionado para predicar el evangelio a los gentiles, “se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna” (v. 48). El sábado ordenado por Dios era el día normal de descanso, de reunión y de instrucción en los caminos de Dios.
Aproximadamente cinco años mas tarde, en lo que hoy conocemos como Grecia, Pablo y sus compañeros “llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo” (Hechos 17:1-3). Aquí, más de 20 años después de la muerte y resurrección de Jesús, ¡la costumbre de Pablo todavía era asistir a la sinagoga los sábados para dialogar acerca de las Escrituras y enseñar a la gente acerca de Jesucristo!
Él continuó enseñando tanto a judíos como a gentiles, “y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas” (v. 4). Pablo, designado específicamente para predicar el evangelio a los gentiles (Hechos 9:15; 13:47), ¡les enseñó a los gentiles en las sinagogas en el sábado!
Varios años más tarde, él fue a la ciudad griega de Corinto, donde “discutía en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a judíos y a griegos” (Hechos 18:4). Después, fue a Éfeso en el Asia Menor, “y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios” (Hechos 19:8).
El libro de los Hechos fue escrito hacia el año 63 de la era cristiana, poco antes de que Pablo fuera ejecutado en Roma, y relata la historia de los primeros 30 años de la iglesia del Nuevo Testamento. Nos muestra que la costumbre de Pablo durante todo ese período fue enseñar a los judíos y a los gentiles en el sábado. Aunque fue el apóstol de los gentiles, no hay indicación alguna de que les hubiera insinuado que el sábado era obsoleto o que ya no era necesario guardarlo.
Para decir que el apóstol Pablo anuló o declaró obsoleto el sábado, es necesario torcer sus palabras a tal grado que contradigan directamente varias de sus afirmaciones muy claras acerca de la ley de Dios. Además, es preciso pasar por alto o desvirtuar la historia que Lucas, un testigo ocular, escribió acerca de la iglesia en aquel tiempo. El libro de los Hechos no contiene prueba alguna de que el sábado hubiera sido cambiado o anulado en aquellos días.
En los procesos judiciales en contra suya, Pablo aseguró a todos los que le oían que él creía todas las cosas de la ley y que no había pecado en contra de ella (Hechos 24:14; Hechos 25:8). Declaró que la ley de Dios no había sido invalidada por la fe, sino que por el contrario ésta confirmaba la ley (Romanos 3:31).
Él sacó en conclusión que “la circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios” (1 Corintios 7:19). Esta es una declaración inequívoca. Es importante que obedezcamos los mandamientos de Dios; son de vital importancia en nuestra relación con él.
Al guardar el sábado, Pablo simplemente estaba haciendo lo que les había dicho a los demás que hicieran: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Él guardó el sábado de la misma manera en que lo había hecho su Maestro y Señor.
Deleitarse en la ley de Dios
Pablo dijo: “Me deleito en la ley de Dios” (Romanos 7:22), y en ningún momento declaró que la estaba aboliendo. También dijo: “La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (v. 12).
Él no tenía la perspectiva de que el Nuevo Testamento reemplazara al Antiguo, pues en ese tiempo no existía lo que ahora se conoce como el Nuevo Testamento; éste no fue compilado hasta varias décadas después de la muerte de Pablo. El apóstol citó el Antiguo Testamento en numerosas ocasiones, reconociéndolo y usándolo como su autoridad y guía para vivir (Romanos 15:4; 2 Timoteo 3:15).
La iglesia del Nuevo Testamento continuó con las prácticas del Antiguo Testamento —entre ellas la observancia del sábado— pero con un mayor entendimiento y comprensión de su significado espiritual.