¿Qué tiene de malo el pecado?

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¿Qué tiene de malo el pecado?

Uno de los principios fundamentales de la Biblia nos ayuda a entender por qué Dios quiere que dejemos de pecar y que nos volvamos a él. Ese principio es: ¡Cosechamos lo que sembramos!

El apóstol Pablo lo explica así: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra” (Gálatas 6:7-8; todos los pasajes citados en este recuadro son de la Nueva Versión Internacional). En otra epístola, y refiriéndose a la humanidad en general, dice: “Dejan ruina y miseria en sus caminos, y no conocen la senda de la paz” (Romanos 3:16-17; ver Isaías 59:7-8).

El pecado, la desobediencia a Dios, trae como resultado sufrimiento y dolor. Dios aborrece las actitudes y obras pecaminosas (Proverbios 8:13) debido a sus terribles consecuencias. El pecado conduce al rompimiento de relaciones, a la violencia y al sufrimiento, y nos separa de Dios (Isaías 59:1-2).

En el libro de los Proverbios se describe vívidamente el absoluto egoísmo que encierran los pecados en que no se tiene consideración hacia el prójimo, y que en ocasiones llegan a ser inhumanos: “Hijo mío, si los pecadores quieren engañarte, no vayas con ellos. Éstos te dirán: ‘¡Ven con nosotros! Acechemos a algún inocente y démonos el gusto de matar a algún incauto; traguémonos a alguien vivo, como se traga el sepulcro a la gente; devorémoslo entero, como devora la fosa a los muertos. Obtendremos toda clase de riquezas; con el botín llenaremos nuestras casas. Comparte tu suerte con nosotros, y compartiremos contigo lo que obtengamos’.

“¡Pero no te dejes llevar por ellos, hijo mío! ¡Apártate de sus senderos! Pues corren presurosos a hacer lo malo; ¡tienen prisa por derramar sangre! De nada sirve tender la red a la vista de todos los pájaros, pero aquéllos acechan su propia vida y acabarán por destruirse a sí mismos. Así terminan los que van tras ganancias mal habidas; por éstas perderán la vida” (Proverbios 1:10-19).

El pecado es como una trampa y la iniquidad como una red. Pueden parecer inofensivos hasta que empiezan a verse los resultados. Entonces el pecador es atrapado, engañado por su propia insensatez. El pecado no sólo daña a otros; también destruye el carácter del pecador y en ocasiones pone en peligro su vida.

No existe ningún pecado inofensivo; al final, el pecado hace que todos pierdan. Para recibir una clara enseñanza sobre los frutos de vivir conforme a los caminos de Dios, en contraste con los resultados de vivir de manera pecaminosa, por favor lea todo el primer salmo.

Con frecuencia el pecado resulta atrayente debido a que brinda oportunidades para obtener satisfacciones y placeres inmediatos. Así, nosotros constantemente tenemos que tomar decisiones. Por lo tanto, es de suma importancia que pensemos en cuáles serán las consecuencias de tales decisiones.

Veamos un ejemplo: “Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa [que Dios le dará]” (Hebreos 11:24-26).

Muchas veces resulta difícil ver el resultado final del pecado. Debido a que el diablo es el dios de este mundo (2 Corintios 4:4), y ayuda a los que deciden pecar (Mateo 4:8-10), la inmoralidad puede parecer una forma pronta y segura de obtener placer y cosas agradables.

Pero tales cosas obtenidas inmoralmente cobran un precio muy alto, como claramente se muestra en este salmo:

“Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados . . . Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan. Con la boca increpan al cielo, con la lengua dominan la tierra. Por eso la gente acude a ellos y cree todo lo que afirman . . . Así son los impíos; sin afanarse, aumentan sus riquezas. En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la inocencia, si todo el día me golpean y de mañana me castigan? . . .

“Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable, hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados: En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, y los empujas a su propia destrucción. ¡En un instante serán destruidos, totalmente consumidos por el terror! Como quien despierta de un sueño, así, Señor, cuando tú te levantes, desecharás su falsa apariencia . . .

“Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles. Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras” (Salmos 73:3-28).

No importa cuántos placeres o beneficios efímeros se puedan tener, ¡todo eso no compensa las consecuencias presentes y futuras del pecado!.