El quinto mandamiento
Un fundamento del éxito
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El quinto mandamiento: Un fundamento del éxito
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“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Eterno tu Dios te da” (Éxodo 20:12).
El quinto mandamiento es el primero de los seis preceptos que precisan las formas correctas de tratar con nuestros semejantes. Estos seis mandamientos, del quinto al décimo, rigen los aspectos del comportamiento humano que más profundamente afectan a los individuos, las familias, los grupos y la sociedad.
Es impresionante la forma en que abusamos y nos aprovechamos los unos de los otros. El número y la magnitud de los actos violentos entre nosotros no tienen excusa. Necesitamos con urgencia poner fin a los terribles resultados de nuestra incapacidad de llevarnos bien. Tenemos que aprender cómo estar en paz y armonía en todos los aspectos de la vida, para poder disfrutar de relaciones amorosas, estables y duraderas.
El propósito de estos seis mandamientos es establecer los principios básicos mediante los cuales es factible tener buenas relaciones interpersonales. Definen con absoluta claridad los aspectos del comportamiento en los que la naturaleza humana crea los obstáculos más grandes para la paz y la colaboración, y nos proporcionan la guía que necesitamos para derribar esos obstáculos.
El quinto mandamiento establece la pauta para esta sección del Decálogo. Tiene que ver con la importancia de aprender a tratarnos respetuosa y honorablemente unos a otros.
Aprender a respetar a los demás
El comienzo de las buenas relaciones interpersonales es aprender a ser responsables por nuestra conducta y carácter propios. Nuestro carácter, que es lo que gobierna nuestra conducta, empieza a formarse desde la infancia. Es precisamente en nuestros primeros años de vida cuando se forman las actitudes que habrán de controlar nuestros deseos personales en relación con los deseos y necesidades de los demás. Este es el aspecto principal del quinto mandamiento: la importancia de aprender a respetar a otros cuando aún somos niños.
El quinto mandamiento nos muestra cómo y de quién aprendemos más eficientemente las bases del respeto y el honor. Nos guía para que sepamos cómo someternos a otros, cómo someternos apropiadamente a la autoridad y cómo recibir la influencia de maestros y consejeros. Por eso es que el apóstol Pablo escribió: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra” (Efesios 6:2-3).
Cuando los niños obedecen este mandamiento les ayuda a establecer un patrón de respeto hacia las normas, tradiciones, leyes y principios correctos. Honrar a los demás debe ser un hábito natural aprendido durante la niñez.
La validez universal de este importantísimo principio es clara. En 1 Pedro 2:17 leemos: “Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey”. Todo esto empieza con el respeto y honra que les demostramos a nuestros padres.
El papel de los padres
Dios les encomendó directamente a los padres el importante deber de enseñar a sus hijos los principios esenciales de la vida. La capacidad del padre y de la madre para lograr el éxito en esto depende especialmente de cuánto se han sometido ellos mismos a las instrucciones y enseñanzas de Dios, amándolo y respetándolo por encima de todo (Mateo 6:33). Recordemos que los cuatro mandamientos que hacen hincapié en la importancia de nuestra relación personal con Dios preceden a este mandamiento de honrar a nuestros padres. Al fin y al cabo,
Dios es nuestro Padre por excelencia.
Observemos cómo Dios amonestó a los dirigentes espirituales del antiguo Israel: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? . . .” (Malaquías 1:6). Como nuestro Creador, Dios es el Padre de todos los seres humanos.
Los que somos padres debemos pensar primeramente en que somos hijos: los hijos de Dios. Tan importante es para nosotros honrar y obedecer a nuestro Padre celestial como es para nuestros hijos respetarnos y obedecernos. Sólo entonces podremos comprender completamente nuestro papel como los guías espirituales de nuestros hijos.
Cuando nosotros honramos y obedecemos a Dios primeramente, damos el ejemplo correcto a nuestros hijos. Entonces ellos pueden adquirir los hábitos de respeto y obediencia al observar nuestro ejemplo y aplicar por sí mismos lo que les enseñamos. La mejor forma de que un niño pueda captar y asimilar las creencias y el comportamiento correctos es cuando ve que la enseñanza de sus padres y maestros concuerda fielmente con el ejemplo que dan.
El eslabón perdido en la crianza de los hijos
Las instrucciones para los padres son muy claras: “Amarás al Eterno tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:5-7). La implicación es clara: Sólo cuando nosotros como padres creemos de corazón en los principios correctos podemos inculcarlos en nuestros hijos.
A lo largo de la Biblia, particularmente en el libro de los Proverbios, encontramos enseñanzas y principios acerca de cómo debemos tratarnos y honrarnos los unos a los otros. Debemos hablar acerca de estas cosas constantemente con nuestra familia y aplicarlas a las situaciones de la vida con que diariamente se enfrentan nuestros hijos. Estas pláticas deben ser de mutua participación; debemos permitir que ellos se sientan libres de hacer preguntas que nosotros como padres debemos ayudarles a resolver tan completa y correctamente como sea posible, de acuerdo con los principios bíblicos (Deuteronomio 6:20-21).
Al conversar abiertamente con nuestros hijos, con dignidad y respeto mutuos, tendremos muchas oportunidades no sólo de enterarnos de cómo ellos piensan y reaccionan a diferentes situaciones, sino que también podremos enseñarles cómo deben tratar a otras personas y por qué sus actitudes y comportamiento deben reflejar preocupación por ellas. Los padres que ayudan a sus hijos en el estudio de la Palabra de Dios para comprobar las bases de los principios de la vida familiar, los están enseñando cómo apoyarse en el juicio de Dios en lugar de en sus propios deseos, caprichos o emociones.
Los niños, particularmente los adolescentes, buscan su propio lugar dentro de la sociedad. Ellos necesitan guía e instrucción firmes, además de amor y comprensión. Los padres no deben ridiculizarlos. En Efesios 6:4 el apóstol Pablo nos advierte: “Vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Con firmeza, junto con mucho amor y suavidad, los padres deben insistir en que sus hijos obedezcan las normas de cortesía y respeto. Esta amorosa combinación es el eslabón que se ha perdido en la crianza de los hijos.
Ayudar a los niños a afirmar su identidad
Los niños necesitan que se les anime constantemente y que se reconozcan sus éxitos y sus logros. Sobre todo, necesitan de mucho amor y elogios para ayudarlos a desarrollar una fuerte identidad personal que refleje una perspectiva positiva y confiada hacia la vida.
Debemos tener en cuenta que no todos los niños reaccionan de la misma manera a las diferentes formas de elogio. Algunos pueden desarrollar mejor una perspectiva positiva cuando se les elogia directamente a ellos —reconociendo sus habilidades y las cosas que pueden hacer— en vez de fijarse tan sólo en los logros. Cuando hacemos hincapié sólo en los logros, como las buenas notas en la escuela, podemos ocasionar una actitud negativa e insegura porque algunos niños pueden pensar que son aceptados sólo si hacen las cosas en forma sobresaliente: que son amados sólo cuando su desempeño es perfecto. Esta clase de elogios, por bien intencionados que sean, pueden tener un efecto contrario al deseado.
Como padres, debemos compartir los triunfos de nuestros hijos y regocijarnos junto con ellos en sus éxitos. Pero debemos tener cuidado de dirigir nuestro reconocimiento específicamente hacia ellos como individuos, haciéndoles saber cuando estamos contentos con ellos. Esto refuerza su confianza de que pueden complacernos tanto a nosotros como a Dios. Así, se sienten apreciados y aceptados, y eso les da confianza en su futuro y seguridad en su propia identidad personal. Entonces estarán más dispuestos a tener confianza en nosotros sus padres y a devolvernos el honor que cumple con el quinto mandamiento. Ese es el comienzo de la relación sana y positiva que ellos podrán tener con los demás, y especialmente con Dios.
Honrar a nuestros padres como adultos
Dar honra a nuestros padres no termina cuando llegamos a la edad adulta. Es un mandamiento para toda la vida. Esto quiere decir que nosotros debemos proporcionarles los cuidados físicos y la ayuda material que en algún momento puedan llegar a necesitar por razón de su edad avanzada.
Jesús reprendió severamente a algunos que no estaban cuidando de sus padres como debían: “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido . . .” (Marcos 7:9-13).
Honrar a los abuelos
Ni nosotros ni nuestros hijos debemos olvidarnos de honrar a nuestros abuelos. Ellos han sido parte muy importante de nuestra vida, y la mayoría de los abuelos aman a sus nietos y se preocupan profundamente por ellos.
Debemos procurar ocasiones en que podamos estar con ellos para platicar y hacerles preguntas. Las conversaciones con ellos son como un tesoro porque nos ayudan a entender y apreciar mejor nuestros orígenes. Los abuelos se sienten muy felices cuando los nietos les muestran interés. Los que aman y honran a sus abuelos pueden entender y conocer mejor a la gente y la vida misma.
Cosechar los beneficios
Cuando Moisés repasó los mandamientos con el pueblo de Israel, al llegar al quinto mencionó otra bendición, además de la prolongación de la vida: “Honra a tu padre y a tu madre, como el Eterno tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que el Eterno tu Dios te da” (Deuteronomio 5:16).
Somos nosotros, los hijos, los beneficiados cuando honramos a nuestros padres. Este es el mandamiento que contiene la hermosa promesa de que tendremos una mejor vida con sólo obedecerlo.
La familia es la base de la sociedad. Las familias sanas y estrechamente unidas forman sociedades y naciones fuertes. Los periódicos informan diariamente los tristes resultados cuando en las familias no hay unidad, respeto y amor. Cualquier persona o grupo de personas —incluso una nación entera— que entiende la importancia de una familia estrechamente unida, y que se guía por firmes principios morales, mejorará su relación con Dios y recibirá grandes bendiciones.