¿Fueron abolidas en el Nuevo Testamento las leyes alimentarias?

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¿Fueron abolidas en el Nuevo Testamento las leyes alimentarias?

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Según algunos teólogos, con la crucifixión de Cristo se anularon las leyes que Dios había promulgado respecto a las carnes limpias y las inmundas. Para ellos, bajo el nuevo pacto los cristianos ya no tienen que guardar estas leyes. Pero ¿qué es lo que la Biblia dice realmente?

El cambio del sacerdocio levítico al ministerio de Jesucristo fue un cambio administrativo. Sin embargo, este cambio no invalidó la necesidad de que obedezcamos las leyes que Dios ha promulgado (no solamente las referentes a las carnes limpias y las inmundas) como parte de nuestra santificación y separación como pueblo suyo (Levítico 11:44-47; Levítico 19:2; Levítico 20:7, Levítico 20:22-26; Levítico 21:8). Los apóstoles Pedro y Pablo siguieron insistiendo en la necesidad de que el pueblo de Dios fuera santo (Efesios 1:4; 1 Pedro 1:14-16).

Algunos eruditos bíblicos reconocen el hecho de que los miembros de la iglesia apostólica continuaron guardando la ordenanza que prohíbe el consumo de carnes inmundas. Muchos creen, sin embargo, que en el nuevo pacto se ha abolido gran parte de la ley de Dios, y que las leyes referentes a las carnes limpias y las inmundas fueron simplemente costumbres de la cultura judía que se mantuvieron hasta que la iglesia estuvo compuesta por una mayoría de gentiles. Naturalmente, estas ideas preconcebidas han influido en la interpretación de ciertos pasajes bíblicos.

Estudiemos los pasajes del Nuevo Testamento que se refieren a los alimentos. Si analizamos objetivamente el contexto de cada uno, podremos aclarar cuál es su aplicación para nosotros.

La visión de Pedro

Un pasaje que frecuentemente se malentiende es el de la visión en la cual el apóstol Pedro “vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come” (Hechos 10:11-13).

Creyendo que se le estaba ordenando que comiera animales inmundos, la respuesta espontánea de Pedro fue: “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (v.14). Esto ocurrió tres veces (v.16).

Sin terminar el relato, muchos lectores dan por sentado que han entendido el significado de la visión: que Dios le dijo a Pedro que podemos comer de toda clase de carnes. Pero si leemos cuidadosamente, veremos que esto no es lo que Pedro entendió. De hecho, aun después de verla tres veces, “estaba perplejo dentro de sí sobre lo que significaría la visión que había visto” (v.17).

Más tarde, Pedro captó el significado de esta revelación: “A mí me ha mostrado Dios que a ningún hombrellame común o inmundo” (v.28). Dándose cuenta del verdadero significado de la visión, Pedro bautizó a los primeros gentiles (es decir, no israelitas) que Dios llamó a la iglesia (vv.45-48).

El relato nos dice claramente que la visión divina no tenía nada que ver con los alimentos; se refería más bien a personas. Para los dirigentes religiosos de la época de Jesús, los gentiles eran inmundos. Esta idea también había afectado a Pedro y otros miembros de la iglesia, pero esta dramática visión fue en contra de tal concepto. Ahora entendieron claramente que Dios estaba ofreciendo la salvación a todos, de manera que los gentiles también eran bienvenidos a la Iglesia de Dios.

En lugar de abolir las instrucciones de Dios con respecto a la alimentación, lo que estos versículos nos demuestran es que dos decenios después de la muerte y resurrección de Jesucristo, Pedro no había comido ninguna cosa común o inmunda (Hechos 10:14).

Resulta obvio que Pedro no creía que Dios había abrogado sus propias leyes alimentarias, ni que la muerte y resurrección de Cristo las hubiera hecho obsoletas. Por el testimonio propio de Pedro podemos ver que él siguió guardando estas leyes.

Tampoco existe prueba alguna de que hubiera comido carnes inmundas después de este episodio. Está claro que Pedro continuó obedeciendo las leyes de Dios respecto a las carnes limpias y las inmundas porque no había ninguna razón para cambiar. Después de reflexionar detenidamente, pudo entender que en esta visión Dios no estaba anulando lo que había ordenado acerca de las carnes limpias y las inmundas (vv.17-19, 28). Antes bien, le estaba mostrando al apóstol que ahora también los gentiles podían formar parte de la iglesia (vv.34-35, 45-48).

Una controversia en la iglesia

Al leer el Nuevo Testamento nos damos cuenta de que existió una controversia respecto a la alimentación. Si examinamos cuidadosamente las Escrituras, podemos entender cuál era en realidad el motivo del debate.

En 1Corintios 8 el apóstol Pablo da una explicación acerca de “las viandas que se sacrifican a los ídolos” (v.4). ¿Por qué se discutía acerca de esto?

“En la época de Pablo, frecuentemente la carne era sacrificada y ofrecida en los altares paganos como ofrenda a los dioses. Más tarde, esa misma carne se vendía en las carnicerías públicas. Algunos cristianos se preguntaban si para ellos era correcto comer esta clase de carne que había sido previamente ofrecida a los dioses paganos” (Nelson’s New Illustrated Bible Dictionary [“Nuevo diccionario bíblico ilustrado de Nelson”], 1995).

Es interesante notar (aunque no es una prueba concluyente) que en Hechos 14:13, el único pasaje en el que se mencionan los animales que se sacrificaban a los ídolos, el animal sacrificado era un toro, un animal limpio.

Pero lo que se debatía no era la clase de carne que se podía comer. A los judíos creyentes que seguían las instrucciones de Dios ni siquiera les pasaba por la mente considerar como alimento la carne de los animales inmundos. La controversia tenía que ver más bien con la conciencia de cada creyente.

Al decir que era permitido consumir la carne de animales que se habían ofrecido a los ídolos, Pablo explicó que “un ídolo nada es en el mundo” (1 Corintios 8:4). El hecho de que el animal hubiera sido ofrecido a un dios pagano no afectaba la carne en lo más mínimo.

Pablo continuó diciendo: “Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil, se contamina. Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos” (vv.7-8).

Según Pablo, si un creyente compraba carne en la carnicería, o si en una invitación le ofrecían carne, no era necesario que averiguara si ésta había sido ofrecida a los ídolos (1 Corintios 10:25-27). Lo que más le preocupaba era que se tuviera en cuenta y respetara a quienes tenían una creencia diferente. Según sus instrucciones, en estos casos era preferible no comer carne para no ponerle tropiezo al hermano (1 Corintios 8:13; 1 Corintios 10:28-29).

La controversia respecto a la carne sacrificada a los ídolos fue grande en la época del Nuevo Testamento. Este es el meollo de muchas de las cosas que Pablo escribió acerca de la libertad cristiana. Las Escrituras hebreas no contienen referencias acerca de carne ofrecida a los ídolos, pero sí tienen instrucciones muy claras con respecto a cuáles carnes han de comerse y cuáles no. En el Nuevo Testamento, sin embargo, el asunto de las carnes ofrecidas a los ídolos era muy importante para algunos cristianos, según su conciencia y entendimiento.

La cronología es importante

Un dato muy significativo que a menudo se pasa por alto es la relación cronológica que existe entre las cartas que Pablo escribió a los corintios y a los romanos. Algunos están convencidos de que Romanos 14 respalda la idea de que los cristianos ya no están obligados a seguir las instrucciones bíblicas que prohíben el consumo de carnes inmundas. La clave, según ellos, es el versículo 14, en donde el apóstol dice: “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es”.

Pero esta afirmación desconoce por completo la perspectiva del autor y el contexto de la epístola dirigida a la congregación en Roma. Muchos eruditos de la Biblia coinciden en ubicar la Primera Epístola a los Corintios alrededor del año 55, y la Epístola a los Romanos, que fue escrita probablemente desde Corinto, alrededor del 56 ó 57. Como lo demostramos anteriormente, la controversia en Corinto acerca de la comida tenía que ver con la carne sacrificada a los ídolos. De seguro, cuando Pablo les escribió a los romanos desde Corinto tenía muy presente este tema, y esto es lo que debemos tener en cuenta para analizar el capítulo 14 de Romanos.

Entendamos el propósito de Pablo

Aquellos que aseveran que el capítulo 14 de Romanos invalida la ley de Dios acerca de las carnes limpias y las inmundas tienen que tergiversar las Escrituras para poder justificar su posición. La enseñanza que Pablo da, como el capítulo mismo lo comprueba, se origina en la carne sacrificada a los ídolos. (Esto concuerda completamente con la enseñanza dada en 1 Corintios 8, como veremos enseguida.)

El versículo 2 establece el contraste entre el que “come legumbres” y el que “cree que se ha de comer de todo” (esto es, carne y legumbres). En el versículo 6 se menciona el comer y el no comer, y hay varias interpretaciones al respecto: que se refiere al ayuno (no comer ni beber en ciertos días), que se refiere al vegetarianismo (comer sólo legumbres, verduras y frutas), o que se refiere a comer o no comer de la carne sacrificada a los ídolos.

El versículo 21 nos comprueba que el tema fundamental de este capítulo es la carne ofrecida a los ídolos: “Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite”. En el mundo romano era muy común ofrecer a los ídolos tanto carne como vino. De estas ofrendas, más tarde se vendían porciones en los mercados.

Respecto al versículo 2, una glosa en la Life Application Bible (“Biblia del diario vivir”) anota: “El sistema antiguo de sacrificio era el centro de la vida religiosa, social y nacional del mundo romano. Después que se presentaba el sacrificio a un dios en un templo pagano, sólo se quemaba una parte de él. Lo que quedaba, a menudo se enviaba al mercado para la venta. Así fácilmente, aun sin darse cuenta, un cristiano podía comprar dicha carne en el mercado o comerla en la casa de un amigo. ¿Debía el cristiano preguntar acerca del origen de esta carne? Algunos pensaron que no había nada malo en comer carne ofrecida a los ídolos, ya que éstos eran dioses inútiles y falsos. Otros, para evitar una conciencia de culpa, con cuidado averiguaban el origen de la carne o simplemente no la consumían. El problema era particularmente serio para los cristianos que alguna vez adoraron ídolos. Para ellos, tal recuerdo firme de sus días paganos podía debilitar su nueva fe. Pablo trató este tema también en 1 Corintios 8”.

¿Cuál es la enseñanza fundamental que Pablo imparte en Romanos 14? En su diario vivir, cada creyente tenía varias opciones en lo que a este asunto se refería. Si por ningún motivo quería comer carne sacrificada a ídolos, para no correr ningún riesgo de ofender su conciencia, podía ayunar o seguir un régimen vegetariano; si no existía ningún problema de conciencia, bien podía comer la carne. Es dentro de este contexto que Pablo dice: “Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (v.5), “y todo lo que no proviene de fe, es pecado” (v.23).

En cierta forma, Romanos 14 es el capítulo de la libertad cristiana, porque respecto a la carne sacrificada a los ídolos la persona actúa dentro del marco de la ley de Dios, pero es guiada por su propia conciencia. Si lo miramos dentro de este contexto, el capítulo 14 de Romanos ni siquiera insinúa que se puede comer cerdo ni ninguna otra carne inmunda. Cuando entendemos que en el Nuevo Testamento la controversia acerca de la comida giraba en torno a la carne sacrificada a los ídolos, y que no tenía absolutamente nada que ver con las leyes bíblicas sobre las carnes limpias y las inmundas, otros pasajes también se nos aclaran.

Debate sobre los lavamientos rituales

Por otra parte, muchos consideran que en la discusión con los fariseos registrada en Marcos 7:1-23, Jesús anuló los estatutos dados en Levítico 11 y Deuteronomio 14 con respecto a los animales cuya carne es propia para el consumo humano. De hecho, en la mayoría de las traducciones del Nuevo Testamento el versículo 19 concluye con esta frase: “Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos”. Pero ¿está de acuerdo esta frase con el significado y propósito de todo el pasaje? ¿Qué fue lo que Jesús dijo, o no dijo, realmente?

Como ya hemos mencionado, uno de los principios básicos para entender un pasaje bíblico es analizar el contexto en que se encuentra. Entendamos, pues, de qué se habla aquí.

Primero debemos tener en cuenta que el vocablo griego broma, usado en el versículo 19, significa sencillamente “comida”. Cuando en el Nuevo Testamento se habla específicamente de la carne de los animales, el vocablo que se emplea es kreas (ver Romanos 14:21; 1 Corintios 8:13). Por lo tanto, el pasaje que nos ocupa está relacionado en alguna forma con la comida en general, no sólo con las carnes. Sin embargo, si lo analizamos un poco más nos daremos cuenta de que la verdadera controversia nada tenía que ver con qué alimentos se debían o no comer.

Los dos primeros versículos nos ayudan a entender el contexto: “Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén; los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban”. Entonces le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?” (v.5).

Ahora el asunto se aclara un poco más. Se refiere al comer “con manos inmundas”. ¿Por qué les preocupaba esto a los escribas y fariseos?

El pacto que Dios hizo con Israel en el monte Sinaí estaba basado en muchas leyes y otros estatutos que tenían que ver con la pureza ritual. Pero la práctica judía muchas veces se apartaba de éstos por seguir la “ley oral” o “tradición de los ancianos”, la cual consistía en muchos requisitos y prohibiciones agregados a las leyes de Dios por hombres. En los versículos 3-4 podemos ver una breve explicación de la costumbre específica a la que los fariseos y escribas se estaban refiriendo: “Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen...”

Observemos que aquí no se menciona ley alimentaria alguna. El asunto era la pureza ritual basada en las tradiciones de la ley oral. Los discípulos estaban siendo criticados por no cumplir con la ceremonia de lavado de manos ordenada por esas veneradas tradiciones religiosas.

Con respecto a los antecedentes de los versículos 3-4, una obra de consulta nos ofrece una explicación de esta costumbre: “En estos versículos Marcos da una explicación de un ... rito de lavado de manos que corresponde a los pormenores dados en el tratado Yadayimde la Misná [la Misná es una versión escrita de la tradición oral]. En el mercado uno puede tocar cosas ceremonialmente impuras; la impureza se elimina enjuagándose hasta la muñeca. Hoy en día los judíos ortodoxos practican [el lavado ritual de manos] antes de las comidas. La razón de esto no tiene nada que ver con la higiene, sino que está basada en la idea de que ‘el hogar de uno es su templo’ y la mesa es su altar, la comida es su sacrificio y uno mismo es el [sacerdote]. Debido a que el [Antiguo Testamento] exige que los [sacerdotes] estén ceremonialmente puros antes de ofrecer sacrificios en el altar, la [ley] oral exige lo mismo antes de comer” (David Stern, Jewish New Testament Commentary [“Comentario judío del Nuevo Testamento”], 1995, p. 92).

Ya en la época de Jesús, para muchos judíos eran muy importantes estos ritos agregadosy, por practicarlos, en algunas ocasiones descuidaban y hasta violaban los principios básicos de la ley de Dios (Mateo 23:1-4, Mateo 23:23-28).

La purificación espiritual

Después de censurar la hipocresía de estas y otras tradiciones religiosas de su época, Jesús llegó al meollo del asunto. Lo que les explicó demuestra que es mucho más importante cuidarse de lo que sale del corazón, que de lo que se mete en la boca (Marcos 7:15), y agregó: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (vv.21-23).

En Gálatas 5:19-21 se mencionan varias de estas características negativas como “obras de la carne”; son todo lo contrario de lo que es “el fruto del Espíritu”, que es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, [y] templanza” (vv.22-23). Todo este fruto es el producto de un corazón espiritualmente puro.

Los ritos de lavado y purificación del antiguo pacto eran representaciones físicas de la purificación espiritual que se ofrecería en el nuevo pacto (Hebreos 9:11-14). Por eso el apóstol Pablo escribió que Jesús “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14).

Una de las enseñanzas básicas de Jesucristo es: “Bienaventurados los de limpio corazón...” (Mateo 5:8).

¿Las manos o el corazón?

En Marcos 7 Jesús explicó que el lavado de manos no es necesario para la pureza o salud espirituales. Dijo que “todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina...” (vv.18-19).

En otras palabras, lo que Jesús dijo es que cualquier partícula de suciedad que no pudiera ser eliminada por medio del minucioso lavado ritual de manos, sería eliminada por medio de los aparatos digestivo y excretor, y no tendría efecto alguno sobre la verdadera pureza de la persona (su mente o corazón). Debido a que la pureza espiritual tiene que ver con el corazón, los lavados ceremoniales no son necesarios, ni pueden evitar la contaminación espiritual.

En una nota sobre el versículo 19, el citado comentario judío resume bien el significado global de este pasaje: Jesús “no abrogó, como muchos suponen, las leyes de kashrut [kosher, término que significa “adecuado, propio”], ¡haciendo así limpio el jamón! Desde el principio del capítulo, el tema ha sido la pureza ritual ... ¡y de ninguna manera las leyes alimentarias! En este versículo no existe ni la más remota insinuación de que las comidas aquí mencionadas se refieran a algo diferente de lo que la Biblia permite comer ... en otras palabras, comida kosher...

”Más bien, [Jesús] continúa su discurso acerca de la prioridad espiritual (vv.6-13). Enseña que [la pureza] no es primeramente ritual o física, sino espiritual (vv.14-23). En todo esto él no descarta completamente las ampliaciones farisaico-rabínicas de las leyes de pureza, pero las considera de menor importancia” (Stern, op.cit., p. 93).

¿Qué podemos decir, entonces, de Marcos 7:19? En la última parte del versículo leemos lo siguiente: “Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos” (Reina-Valera, revisión de 1960). Sin embargo, en la revisión de 1977 de esta Biblia el versículo 19 se tradujo de esta manera: “porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la cloaca, purificando todos los alimentos”.

Este versículo es especialmente interesante, porque hay un error de traducción y esto nos sirve para ilustrar el hecho de que es muy importante leer el contexto y, además, comparar diferentes versiones de la Biblia. En este caso, el contexto contiene la clave para entender el verdadero significado del pasaje y también para determinar cuál es la traducción más acertada.

El significado claro del versículo 19, tal como aparece en la revisión de 1977, es que mediante los aparatos digestivo y excretor el cuerpo asimila los alimentos y elimina las partículas de polvo que puede haber en ellos. Pero ¿es correcta esta traducción?

Si nos atenemos al medio cultural del pueblo judío, en el que sólo se consumían las carnes limpias (según Levítico 11 y Deuteronomio 14), y si tenemos en cuenta que lo que se estaba discutiendo en este pasaje era la necesidad de lavarse las manos de cierta manera antes de comer, resulta obvio que la versión Reina-Valera de 1977 es la que encaja perfectamente con el contexto. Conviene mencionar también que las palabras Esto decía, refiriéndose a Jesús, no aparecen en los manuscritos originales griegos, sino que fueron agregadas por los traductores, quizá en un intento por interpretar el pensamiento de Marcos.

Además de analizar el contexto, otra clave para entender correctamente un versículo de la Biblia es examinar otros pasajes relacionados con el tema que se estudia. En este caso tenemos la ventaja de que en Mateo 15 se menciona el mismo incidente y se aclara aún más el asunto. Jesús dijo: “Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias [todas estas cosas son infracciones de la ley de Dios y, por tanto, pecados]. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavarno contamina al hombre” (vv.19-20).

El hecho es que en ningún pasaje del Nuevo Testamento se encuentra el caso de algún cristiano que haya comido carne considerada inmunda; en la Biblia sencillamente no existe nada parecido. Por el contrario, encontramos pasajes en los que el apóstol Pablo nos exhorta a que guardemos todas las leyes de Dios (Hechos 24:14; Hechos 25:8; Romanos 3:31; Romanos  7:12, Romanos 7:22). Así también lo hacen Santiago, medio hermano de Jesús, y Juan (Santiago 2:8-12; Santiago 4:11; 1 Juan 3:4). Violar las leyes alimentarias de Dios habría sido simplemente inimaginable para ellos.

La controversia en Colosas

Con base en lo que Pablo escribió en Colosenses 2:16: “Nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo”, algunos afirman que los cristianos de Colosas comían cerdo y otras clases de carne que anteriormente se habían considerado inmundas. Pero la Biblia no ofrece respaldo para esta conclusión.

De hecho, este pasaje nada tiene que ver con el tema de las carnes limpias y las inmundas; Pablo no se refería a la clase de carnes que estaban consumiendo los colosenses. Según el Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, la voz griega brosis, traducida por “comida” en este versículo, denota “el acto de comer” (1984, 1:272). Por su parte, el Comentario exegético y explicativo de la Biblia, de Jamieson, Fausset y Brown, aclara que las palabras griegas traducidas como “comida” y “bebida” en este versículo significan “comer y beber” (1969, 2:520). Por consiguiente, el tema era el hechode comer o beber, no el tipo de carne que consumían los colosenses.

Aunque muchos suponen que esta advertencia de Pablo es una crítica contra quienes enseñaban la validez de algunas prácticas del Antiguo Testamento (tales como cumplir la ley y practicar la circuncisión), no tienen pruebas de ello. Sin embargo, debemos reconocer que en aquella época, tanto en el judaísmo como en la iglesia apostólica, no faltaban las tergiversaciones de las enseñanzas y prácticas bíblicas. “Estas falsas enseñanzas iban mucho más allá del judaísmo. Sus maestros creían en los intermediarios espirituales, o sea ángeles a los que ellos adoraban, e insistían en un ascetismo muy rígido” (International Standard Bible Encyclopaedia [“Enciclopedia internacional general de la Biblia”], 1956, 2:677).

La falsa enseñanza condenada por Pablo tenía muchos elementos del ascetismo (filosofía según la que era pecaminoso todo lo que produjera gozo) con el cual se pretendía hacer más espirituales a los que la seguían. Notemos lo que les escribió a los colosenses: “Si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (Colosenses 2:20-23).

Este pasaje muestra varios aspectos ascéticos del error que Pablo estaba atacando. En su intento descaminado por ser más espirituales, los falsos maestros adoptaban un “duro trato del cuerpo” (v.23). El apóstol resumió las rígidas normas ascéticas con estas frases: “No manejes, ni gustes, ni aun toques” (v.21). Estas prácticas no podían lograr nada verdadero porque estaban basadas en “mandamientos y doctrinas de hombres” (v.22), no en las instrucciones de Dios.

Pablo amonestó a los cristianos de Colosas para que no prestaran oídos a estos maestros del ascetismo. En lugar de abolir las normas alimentarias de Dios (que es lo que algunos suponen que este pasaje significa), Pablo les dijo a los colosenses que no se preocuparan por lo que decían los maestros del ascetismo, quienes los criticaban por la forma en que guardaban el sábado y las demás fiestas bíblicas. Para los ascetas, las observancias cristianas llenas de gozo y deleite eran censurables, pero a los ojos de Dios no tenían nada de malo. (Si desea estudiar más a fondo el tema de las fiestas bíblicas, le invitamos a que nos solicite dos publicaciones gratuitas: Las fiestas santas de Dios y El día de reposo cristiano.)

El capítulo 2 de Colosenses fue más bien una exhortación a la iglesia para que no abandonara la sana enseñanza y las prácticas correctas. Este pasaje no es ningún tratado acerca de cuáles son las carnes que debemos comer y cuáles son los días en que debemos adorar a Dios. Es muy importante que al estudiar este y otros pasajes, demos de lado las ideas preconcebidas.

Las instrucciones a Timoteo

Otro de los pasajes que con frecuencia se interpretan erróneamente es 1 Timoteo 4:3-5, donde el apóstol Pablo escribió acerca de las enseñanzas de cierto tipo de falsos maestros: “Prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias; porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado”.

¿Qué era lo que pretendían estos falsos maestros? ¿Acaso Pablo estaba advirtiendo a Timoteo acerca de maestros “judaizantes” que exigían la obediencia a las leyes alimentarias de Dios, o se trataba de algo muy distinto?

Tomemos nota de un detalle muy significativo. Pablo le dijo a Timoteo que “toda la Escritura” (esto es, lo que ahora se conoce como el Antiguo Testamento) era “inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). ¿Cómo puede afirmarse entonces que le estaba diciendo a Timoteo que hiciera caso omiso de las instrucciones que se encontraban en esas mismas Escrituras?

Las propias palabras de Pablo nos aclaran cuál era la situación realmente: había maestros que estaban exigiendo a las personas cosas que Dios no había ordenado. Ellos prohibían casarse, algo que en la Biblia no sólo no aparece, sino que se recomienda exactamente lo contrario; a los ojos de Dios, el matrimonio es algo muy positivo. Además, los falsos maestros mandaban “abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad”.

En la Life Application Bible (“Biblia del diario vivir”) encontramos una explicación acerca del error que Pablo estaba tratando aquí: “El peligro que Timoteo enfrentó en Éfeso parece haber venido de ciertas personas en la iglesia que seguían a algunos filósofos griegos que enseñaban que el cuerpo es malo y que sólo el [espíritu] importaba. Los falsos maestros rehusaban creer que el Dios de la creación era bueno, porque su sólo contacto con el mundo físico lo hubiera ensuciado ... [Los falsos maestros] establecían normas estrictas (como prohibir al pueblo a que se casara o que comiera ciertos alimentos). Esto los hacía aparecer muy disciplinados y justos”.

En 1 Timoteo 4:1, Pablo aclara el verdadero origen de estas herejías; en lugar de tener su origen en la Biblia, provenían de “espíritus engañadores” y eran “doctrinas de demonios”. Podemos ver que el problema que se trataba en este pasaje tenía que ver con un ascetismo mundano y pervertido, no con la obediencia a las normas alimentarias de Dios.

Cuando Pablo escribió esto, tenía en mente a aquellos “creyentes y los que han conocido la verdad” (v.3), es decir, los que tenían conocimiento de las Escrituras y, por tanto, de las leyes que Dios había dado respecto a la alimentación, y que podían identificar cuáles carnes habían sido “santificadas” para nuestra alimentación y deleite “por la palabra de Dios y por la oración” (v.5). Exhortó a Timoteo para que en lugar de dejarse llevar por lo que enseñaban estos maestros del ascetismo, tuviera las Escrituras como base y punto de referencia en todo.

Así como Pablo desenmascaró el ascetismo en Colosas, así también alertó a Timoteo acerca de la misma falsedad. En ninguno de los dos pasajes se trataba de las instrucciones de Dios respecto a los alimentos.

Miremos todo el panorama

Como hemos visto, no hay ninguna prueba bíblica para suponer que bajo el nuevo pacto los cristianos de la iglesia apostólica dejaron de obedecer las leyes de Dios respecto a las carnes limpias y las inmundas. En cambio, lo que sí encontramos son las palabras claras e inequívocas de uno de los apóstoles quien, dos décadas después de la muerte y resurrección de Jesucristo, declaró: “Ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (Hechos 10:14).

¿Podemos encontrar en la Biblia alguna referencia acerca de la vigencia y la aplicación de estas leyes? Dejemos el presente por un momento y trasladémonos hasta el momento en que Cristo regresará a la tierra para establecer el Reino de Dios. Cuando entendemos la voluntad de Dios para el futuro podemos tener más certeza sobre lo que debemos hacer en el presente.

En el último libro de la Biblia, al hacer referencia a los acontecimientos finales que nos conducirán al regreso de Cristo, se emplea esta frase: “albergue de toda ave inmunda y aborrecible” (Apocalipsis 18:2). Si los conceptos de limpio e inmundo ya no tienen ninguna validez, ¿por qué Jesús inspiró a Juan esta expresión? ¿Será porque él y Dios no cambian? (Santiago 1:17; Malaquías 3:6; Malaquías 4:4; Hebreos 13:8; Mateo 5:17-19). Los animales que Dios clasificó como inmundos hace miles de años, aún serán inmundos en el futuro.

En otro pasaje que habla acerca del tiempo del retorno de Cristo, encontramos lo siguiente: “He aquí que el Eterno vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque el Eterno juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos del Eterno serán multiplicados. Los que se santifican y los que se purifican en los huertos, unos tras otros, los que comen carne de cerdo y abominación y ratón, juntamente serán talados, dice el Eterno” (Isaías 66:15-17). Aquí vemos que al retorno de Cristo será prohibido el consumo de cosas inmundas, y quienes lo hagan recibirán castigo.

Es muy claro lo que dice la Biblia: la diferencia entre las carnes limpias y las inmundas ha existido desde mucho antes de que fuera escrito el Nuevo Testamento; los apóstoles y los primeros miembros de la Iglesia de Dios siguieron estas instrucciones y actualmente también las practican los que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17).

Como hemos visto, estas leyes seguirán vigentes hasta el regreso de Cristo, y cuando él venga las hará cumplir. En el primer siglo, muchos cristianos tuvieron que luchar con la objeción de conciencia que sentían respecto a la carne que había sido sacrificada a los ídolos, pero la Biblia nos muestra que también obedecían las leyes de Dios acerca de las carnes limpias y las inmundas. ¿No debemos obedecerlas nosotros también?

Dios formuló y reveló sus leyes para nuestro bien. “La devoción a Dios es útil para todo, porque nos trae provecho para esta vida y también para la vida futura” (1 Timoteo 4:8, Versión Popular).