Cómo Pablo confirmó la ley

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Un comentario de Pablo que muchos toman fuera de contexto y malinterpretan es el que se halla en Romanos 3:28: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley”.

¿Qué significa esto de “sin las obras de la ley”? ¿Está acaso dando a entender con esto que aquel que vive una forma de vida aparte de o contraria a las enseñanzas de la ley, puede agradar a Dios?

Analicemos cuidadosamente este razonamiento. Sólo unos pocos versículos después él mismo pregunta y responde algo crucial: “¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley” (v. 31). La Versión Popular vierte este versículo así: “Entonces, ¿con la fe quitamos el valor a la ley? ¡Claro que no! Más bien afirmamos el valor de la ley”.

El erudito bíblico Dr. Brad Young explica: “La expresión ‘afirmar la posición de la ley’ es una traducción más acertada de las palabras griegas. El término griego histemi, ‘estar o poner en un sitio más firme’ es el equivalente de la palabra hebrea kiyem, ‘establecer por medio de la interpretación adecuada’. Por la fe, Pablo deseaba poner la Torá [la ley] en una posición más firme” (Paul the Jewish Theologian [“Pablo el teólogo judío”], 1997, p. 97).

Pablo está completamente de acuerdo con la definición que la Biblia da del pecado, que es la desobediencia a la ley de Dios (1 Juan 3:4). Él explica que “por medio de la ley es el conocimiento del pecado”; es decir, ella nos dice lo que es el pecado (Romanos 3:20). Luego resume todo esto con estas palabras: “De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12). Esto demuestra que la ley sigue siendo válida.

La validez de la ley, sin embargo, no resuelve el problema de que las personas no la obedezcan. Dios se lamentaba por la antigua Israel: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!” (Deuteronomio 5:29). Sin embargo, con el nuevo pacto podemos tener una nueva mente y un nuevo corazón (por la fe de Cristo viviendo en nosotros por medio del Espíritu Santo), y esto es lo que hace posible la verdadera obediencia (Jeremías 31:31-34; Hebreos 8:7-13; Gálatas 2:20).