La guerra de Satanás contra el pueblo de Dios
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La guerra de Satanás contra el pueblo de Dios
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El capítulo 12 del Apocalipsis nos lleva hasta el nacimiento de Jesús y nos muestra que él y el pueblo escogido de Dios son el blanco de la ira y el odio de Satanás. Después nos transporta hasta la época de la segunda venida de Cristo.
La guerra de Satanás contra el pueblo de Dios —es decir, contra Jesús mismo, contra los descendientes físicos del antiguo Israel y contra todos los cristianos verdaderos— es el tema principal de los capítulos 12 y 13. En ellos encontramos la explicación de sus motivos y nos dan una idea de todas las fuerzas y el poder que va a desatar en su batalla contra Cristo y sus siervos en el tiempo del fin.
El apóstol Juan comienza así: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento” (Apocalipsis 12:1-2). Esta mujer simboliza el pueblo de Dios, escogido para ser la luz del mundo, en contraste con la mujer de Apocalipsis 17, quien es la madre de las rameras.
Si usted está familiarizado con la historia de la antigua nación de Israel, podrá recordar uno de los reveladores sueños que el patriarca José le contó a su familia: “Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí. Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?” (Génesis 37:9-10).
No obstante, después de que José fue llevado a Egipto y llegó a ser el primer ministro del faraón, su familia efectivamente se postró delante de él. En verdad, el sueño fue una revelación de Dios.
Jacob, el padre de José, muy pronto captó el simbolismo que había en el sueño de su hijo. El sol representaba a Jacob, la luna era su esposa, y las estrellas sus hijos (que eran 12 en total). En otras palabras, los símbolos que aparecían en el sueño de José se referían a la familia de Jacob, quien fue el progenitor de la nación de Israel. La mujer en Apocalipsis 12, vestida con los mismos símbolos, también representa a la familia de Jacob, que más tarde se convirtió en la nación de Israel, el pueblo escogido de Dios.
Siglos después de la época de José, la nación de Judá (compuesta de descendientes de las tribus de Judá, Benjamín y Leví) y unos pocos del remanente de otras tribus de Israel, eran los únicos israelitas que permanecían todavía en la tierra que Dios les había dado. El poderoso Imperio Romano ejercía dominio sobre ellos cuando Jesús nació en la nación judía. “Ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (Apocalipsis 12:5).
Pero veamos lo que ocurrió inmediatamente después del nacimiento de Jesús. Satanás, simbolizado por el dragón, “se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese” (v. 4).
Los evangelios nos narran cómo Satanás influyó en Herodes, el rey nombrado por los romanos, para que matara a todos los niños menores de 2 años que estuvieran en Belén y sus alrededores, con el fin de eliminar cualquier amenaza a su trono (Mateo 2:16). Herodes no sabía que Dios ya había protegido a Jesús haciendo que José y María lo llevaran a Egipto, donde permanecerían hasta que el rey muriera (vv. 13-14).
Debido a la protección amorosa de Dios, Satanás no logró destruir al niño ni a la mujer (Apocalipsis 12:5-6). Sin embargo, Satanás intentará perseguir y matar al pueblo de Dios en el tiempo del fin.
La guerra sin cuartel de Satanás
Veamos el próximo acontecimiento: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:7-9).
Esto ocurrirá poco antes de que Cristo regrese para traer “la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios” (v. 10). Y entonces se anunciará: “Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (v. 12).
Cuando Satanás pierda la batalla contra los ángeles de Dios, dirigirá su furia contra el pueblo de Dios, representado simbólicamente como una mujer (v. 13). Dios promete poner a la mujer en un lugar de protección, lejos de la serpiente, “donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo [tres años y medio]” (v. 14). Dios intervendrá para ayudar a la mujer y hacer que pueda sobrevivir en ese tiempo de inenarrable sufrimiento (vv. 15-16).
La furia de Satanás no sólo estará dirigida contra la descendencia física de Israel (como lo fue en el tiempo del nacimiento de Jesús), sino más específicamente contra “el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (v. 17).
Vemos que la ira de Satanás estará dirigida especialmente contra aquellos que “guardan los mandamientos de Dios” y verdaderamente son obedientes a las enseñanzas de Cristo. Todos ellos serán odiados. Según la profecía, algunos van a sobrevivir a este furioso ataque, pero las Escrituras nos revelan que muchos otros serán martirizados. Jesús nos lo advirtió: “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre” (Mateo 24:9).
Un imperio perseguidor
La alianza de naciones (el resurgimiento del Imperio Romano en los tiempos del fin, como pronto veremos) que más activamente perseguirá al pueblo de Dios está descrita en Apocalipsis 13 con estas palabras: “Vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo” (v. 1). Esta bestia tiene ciertas características del leopardo, del oso y del león, y recibe “su poder y su trono, y grande autoridad” del dragón, Satanás (v. 2).
Unos siglos antes, el profeta Daniel había descrito estas mismas bestias para simbolizar los imperios sucesivos de Babilonia, Persia y Grecia (Daniel 7:4-6; comparar con Daniel 8:19-22). Cada uno de estos imperios habría de regir la Tierra Santa; más tarde este territorio sería gobernado por Roma. Juan escribe acerca del resurgimiento de este antiguo sistema: “Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia. . .” (Apocalipsis 13:3).
Desde una perspectiva histórica, al final parecerá que todos estos imperios dejaron de existir siglos antes. Pero gran parte de su herencia cultural y religiosa habrá sido cuidadosamente preservada. Toda esta herencia estará presente en el resurgimiento final del Imperio Romano, una poderosa alianza de 10 “reyes” o gobernantes (conocidos en nuestros días con el nombre de presidente, primer ministro, canciller, etc.) que aparecerá poco antes del regreso de Cristo.
En el capítulo 2 del libro de Daniel, la herencia de este poderoso reino o imperio del tiempo del fin es simbolizada por una estatua con una figura humana, compuesta de cuatro metales (vv. 31-33). La cabeza representaba al Imperio Babilónico de Nabucodonosor (vv. 37-38), que conquistó y destruyó a Jerusalén en el año 587 a.C. Los reinos que dominaron después de Babilonia, representados por otras partes de la imagen, fueron el Imperio Persa, el Imperio Griego establecido por Alejandro Magno y el Imperio Romano (vv. 39-40).
Luego se mencionan los pies de la estatua: “Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil. Así como viste el hierro mezclado con barro, se mezclarán por medio de alianzas humanas; pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro. Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido. . .” (vv. 42-44). En otras palabras, los 10 dedos de los pies de esta estatua existirán en el tiempo del fin y serán destrozados completamente al regreso de Jesucristo (vv. 34, 44-45).
Al parecer, los 10 dedos de los pies de la estatua de Daniel 2 representan lo mismo que los 10 cuernos de la bestia descrita en Apocalipsis 17. ¿Qué significan estos 10 cuernos?
“Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Éstos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá. . .” (Apocalipsis 17:12-14).
Esta “bestia” a la que ellos se unen es un imperio de corta duración que surgirá en el tiempo del fin y que será regido por Satanás. Como veremos más adelante, será una superpotencia comercial, política, religiosa y militar, semejante al imperio gobernado por la antigua Babilonia.
En Apocalipsis 13 Juan ve a la bestia que va a aparecer en el tiempo del fin como una combinación de los imperios representados por la estatua de Daniel 2 y por las cuatro bestias de Daniel 7. La cuarta bestia de Daniel 7 era el Imperio Romano, descrita como “muy diferente” de sus predecesores (Daniel 7:7). Esa compleja bestia de Apocalipsis 13 es el resurgimiento de aquel Imperio Romano, con todas las características de los tres imperios anteriores.
Juan se refiere claramente a los otros imperios cuando dice: “Y la bestia que vi era semejante a un leopardo [Grecia], y sus pies como de oso [Persia], y su boca como boca de león [Babilonia]. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad” (Apocalipsis 13:2).
Debemos entender cuán poderosa será esta bestia; en su manifestación del tiempo del fin tendrá las características principales de los agresivos imperios anteriores: “Se maravilló toda la tierra en pos de la bestia, y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella? También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (Apocalipsis 13:3-7)
Desde varios puntos de vista, el Apocalipsis nos revela que en el tiempo del fin surgirá un imperio que será gobernado por una gran ciudad a la que Dios llama “Babilonia la grande” (Apocalipsis 17:5, Apocalipsis 17:18). Este imperio está destinado a convertirse en la máxima potencia que dominará al mundo entero. Satanás se valdrá de ella como el instrumento principal en su lucha contra Cristo y su pueblo en el tiempo del fin.
Satanás hará que el dictador humano de ese imperio semejante a una bestia —quien también es llamado “la bestia”— sea adorado por todo el mundo. Satanás le dará el poder a este dictador venidero para que transforme sus objetivos políticos y militares (que son los mismos de Satanás) en una cruzada religiosa mundial.
Juan nos explica: “La adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8).
El aspecto religioso
Juan continúa diciendo: “Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada” (Apocalipsis 13:11-12).
¿Quién es esta segunda bestia? Es un instrumento de Satanás quien utiliza todo su poder y autoridad para convencer a la humanidad de que debe adorar a la primera bestia.
¿Cómo va a convencer a la muchedumbre de que acepte tanta soberbia? Será un talentoso engañador, directamente manipulado por Satanás y respaldado por su poder. “Hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase” (vv. 13-15).
Más adelante Juan describe a este poderoso dirigente religioso como “el falso profeta que había hecho delante de ella las señales. . .” (Apocalipsis 19:20).
Pablo también predijo la venida de un engañador muy poderoso: “Entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso. . .” (2 Tesalonicenses 2:8-11). Tristemente, la mayoría va a estar totalmente engañada y va a creer en él.
¿Se instituirá nuevamente el culto al emperador?
Para muchos de nosotros, la profecía acerca de la adoración de la bestia —muy semejante a la forma en que se rendía culto a los emperadores en la antigua Roma— puede parecer demasiado increíble y muy lejos de cumplirse en nuestro mundo actual. Pero tan reciente como en la segunda guerra mundial, a los japoneses se les exigió que rindieran culto al emperador del Japón. Sus soldados combatieron en su nombre con gran fervor y dedicación.
También debemos recordar que en vida de muchos que leerán este folleto han surgido varios dirigentes religiosos que han afirmado ser seres divinos en carne humana. Algunos han tenido mucho éxito en seducir a miles de seguidores, sin importar su herencia religiosa o cultural. En ocasiones, sus engañados discípulos no han vacilado en ofrendar sus vidas por el capricho de su caudillo.
La idea de que es imposible que las multitudes modernas puedan ser engañadas por un dirigente fanático, en especial uno con una poderosa personalidad carismática, simplemente no es cierta. La historia nos demuestra que sí es posible.
La segunda bestia de Apocalipsis 13 se presenta a sí misma como un cordero (como Cristo), pero habla como un dragón (el diablo). Va a seducir a todo el mundo para que adore a la primera bestia (v. 12). Es más, va a ejercer tanta influencia en los comerciantes internacionales que hará que ninguno pueda comprar ni vender sino el que tenga la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre (v. 17). (Si desea más información acerca de la marca y el número de la bestia, por favor no deje de leer el recuadro de la página 50.)
Ganadores y perdedores
El inevitable resultado de la guerra de Satanás contra los siervos de Dios es el tema del capítulo 14 y los cuatro primeros versículos del capítulo 15 del Apocalipsis. En el mensaje dado por los ángeles, quedan perfectamente descritos los verdaderos ganadores y los perdedores.
Cristo, representado como un cordero, se muestra en pie en el monte de Sion en Jerusalén, en medio de 144.000 personas que tienen “el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente” (Apocalipsis 14:1). Se les describe como personas que han seguido fielmente a Cristo, el Cordero, en lugar de adorar a la bestia, aun en medio de esa época de gran tribulación (v. 4).
Juan dice que estos leales y fieles siervos de Cristo están “sin mancha delante del trono de Dios” (v. 5). Luego relata: “Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero. . .” (Apocalipsis 15:2-3). En su visión, Juan los ve cantando y regocijándose; los ve completamente seguros y llenos de fe de que van a salir de este gran conflicto espiritual como los verdaderos ganadores.
También ve cómo, antes de que termine esta guerra, será proclamado “el evangelio eterno” a “toda nación, tribu, lengua y pueblo”. Se les exhortará: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apocalipsis 14:6-7). Otro ángel anuncia que es inminente la caída y la destrucción de la gran ciudad de Babilonia (v. 8).
Además, identifica claramente quiénes son los perdedores en esta guerra por el dominio espiritual de la humanidad: “Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira. . .” (vv. 9-10).
El juicio de todos aquellos que hayan seguido los caminos de Satanás, un juicio que los siervos de Dios han esperado por siglos, entonces estará muy cerca. Los santos tienen toda la razón en tener confianza en lo que va a ocurrir, pero sus tribulaciones no han terminado todavía: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (vv. 12-13). Tal parece que hasta el final mismo Satanás mandará a sus instrumentos humanos engañados para perseguir y matar a aquellos que de verdad obedezcan y sirvan a Dios.
A continuación encontramos una descripción de Cristo y un ángel que separa a los impíos y a la maldad de la tierra, así como un granjero corta las espigas de trigo con una hoz, o que “vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras” (vv. 14-18). Aquellos que son recogidos son echados en “el gran lagar de la ira de Dios” (vv. 19-20). Dios expresa su ira por medio de “las siete plagas postreras” porque en ellas se consuma “la ira de Dios” (Apocalipsis 15:1).