La destrucción del imperio de Satanás

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La destrucción del imperio de Satanás

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Los siervos de Dios de todas las épocas se han hecho las mismas preguntas una y otra vez: ¿Cuándo va a ponerle fin Dios a la maldad? ¿Cuándo va a quitarle a Satanás toda su influencia? ¿Cuándo va a cesar toda la crueldad del hombre para con su prójimo? Veamos las respuestas.

El apóstol Juan escribió: “Vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios . . . Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios. . .” (Apocalipsis 15:1, Apocalipsis 15:7).

Antes de examinar esta fase final del castigo de Dios a los seres humanos que se nieguen a arrepentirse (Apocalipsis 16:9, Apocalipsis 16:11), necesitamos establecer los antecedentes que forman el escenario en el cual se derramarán estas plagas.

Como ya hemos visto, aquellos que adoren a la bestia y a su imagen, y que reciban su marca, serán los que van a recibir toda la ira de Dios en estas siete plagas postreras. Además, todo esto quedará consumado “delante de los santos ángeles y del Cordero” (Apocalipsis 14:9-10). Estas palabras nos dan a entender que las siete plagas postreras ocurrirán en un período relativamente breve. Cuando Cristo descienda de las nubes “todo ojo le verá” (Apocalipsis 1:7; Hechos 1:9-11). Estos versículos implican que, a medida que estos castigos se impongan, la participación directa de Cristo será visible para todo el mundo.

Es importante recordar que estas siete plagas postreras son un aspecto final del castigo de la séptima trompeta, llamado el “tercer ay”, que incluye el regreso de Cristo (Apocalipsis 11:14-15). Uno de los propósitos de su regreso es “destruir a los que destruyen la tierra” (v. 18). En otras palabras, Jesús supervisará personalmente la fase final de la destrucción del imperio de Satanás.

Las siete plagas postreras completarán el castigo de Dios y la destrucción del sistema perverso y satánico de gobierno, cultura y religión que comenzó en la antigua Babilonia. ¿Cómo llevará a cabo Dios esta fase de su plan? ¿Qué impacto tendrá sobre las naciones cuando ya se haya completado?

El plan que Dios tiene de destruir el imperio de Satanás, especialmente Babilonia, su ciudad principal, tiene el propósito de cambiar las ideas, normas y prácticas religiosas de todo el mundo. Después de que él termine la destrucción, todas las naciones temerán a Dios y lo adorarán tal como él quiere que se le adore (Apocalipsis 15:4; ver también Juan 4:23-24; Zacarías 14:16-19).

Esto será un cambio increíble. ¿Por qué? Porque al principio de las plagas estas naciones estarán completamente entregadas a adorar “a la bestia y a su imagen” (Apocalipsis 14:11). Esto incluye la adoración “a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar” (Apocalipsis 9:20).

No sólo es necesario destruir el imperio de Satanás, sino que todas las personas de todas las naciones deben entender que Dios mismo, el que dio los Diez Mandamientos al antiguo Israel, es la causa de esta destrucción. Deben ver que los dioses y los ídolos que ellos sirven están completamente indefensos e impotentes ante Dios, a quien ellos se han negado a obedecer. En los capítulos 16 al 20 del Apocalipsis encontramos los detalles que nos permiten saber cómo es que el Dios viviente va a hacer esto.

Las siete plagas postreras

“Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios” (Apocalipsis 16:1).

Dios ha escogido cuidadosamente estos castigos. Cada uno de ellos está directamente relacionado con los pecados del malvado imperio de la bestia, que promueve un sistema dedicado a disfrutar los placeres y las riquezas sin tener en cuenta el daño que les causa a los demás.

Veamos cómo será la actitud de la gente en “los postreros días”. El apóstol Pablo dice que “habrá hombres amadores de sí mismos, avaros . . . intemperantes, crueles . . . amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Timoteo 3:1-5). Se les describe como personas que “resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe” (v. 8).

La nuestra es una sociedad engañada. Muchos de los que han entendido y practicado la verdad han sido perseguidos y muertos por estar totalmente apartados de la conducta y las actitudes erróneas de esta sociedad. Dios nos muestra que llamará la atención de los seguidores de la bestia haciendo que cosechen lo que han sembrado. Este es el propósito de las siete plagas postreras.

“Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen” (Apocalipsis 16:2). Su religión desvirtuada, con apariencia de piedad pero sin verdadera justicia, habrá sido la principal causa de todo el dolor que hayan tenido que soportar los siervos de Dios. En la primera plaga, esta angustia se vuelve contra aquellos que la han causado.

“El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar” (v. 3). Sistemáticamente, el imperio de la bestia habrá estado matando a los siervos de Dios. Ahora el mar se convierte en un mar de sangre. Las regiones costeras densamente pobladas se verán afectadas con la peste de sangre y de los peces muertos. En su venida, Cristo hará que todos aquellos que sigan y respalden la guerra de la bestia contra el pueblo de Dios se llenen de asco y repugnancia por la muerte.

“El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo merecen. También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos” (vv. 4-7). Debemos recordar que todo esto sucede muy rápidamente, “delante de los santos ángeles y del Cordero” (Apocalipsis 14:10).

“El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego. Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (Apocalipsis 16:8-9).

En gran parte, el imperio de Satanás está basado en una “apariencia de piedad” (2 Timoteo 3:5), y de una manera continua ha ido sustituyendo los mandamientos de Dios por tradiciones que tuvieron su origen en la antigua Babilonia (entre ellas el culto al sol). Su reino siempre ha estado totalmente en contra de aquellos que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Por lo tanto, Dios, quien tiene control absoluto sobre todas las cosas, volverá en contra de ese reino y de toda esa gente el mismo sol que, sin darse cuenta, han adorado.

La costumbre actual de guardar el domingo, el día que los paganos dedicaron a la adoración del sol, en lugar de guardar el sábado, el día consagrado en la Biblia para el descanso y el culto al Dios verdadero, es un claro ejemplo de esta adoración.

Otra costumbre, la celebración de la Navidad, también proviene de una tradición antiquísima que daba honor al “renacimiento” del sol en el solsticio de invierno. En casi cualquier enciclopedia se explica que el 25 de diciembre era considerado por las religiones antiguas como el día del nacimiento del sol, que después fue adoptado como el día en que supuestamente nació Jesucristo.

Jesús reprendió a la gente de su época porque sustituía los mandamientos de Dios por las tradiciones de los hombres: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres . . . Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Marcos 7:6-7, Marcos 7:9).

“El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16:10-11). Dios agregará el terror de las tinieblas al dolor de las úlceras, la peste de sangre y el extenuante calor de las plagas anteriores. Las tinieblas son una plaga muy justa por la ceguera espiritual que la bestia ha traído sobre el mundo.

Las naciones se reúnen para luchar contra Cristo

“El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso . . . Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (vv. 12-14, 16).

Debemos recordar nuevamente que las siete plagas postreras son la culminación del tercer ay, que es el castigo de la séptima trompeta. Como vimos anteriormente, la sexta trompeta (el segundo ay) representaba el comienzo del conflicto militar mundial.

Antes de que Cristo aparezca en las nubes, Dios les permitirá a Satanás y a sus demonios realizar prodigios mentirosos con el fin de motivar a los dirigentes del mundo a llevar sus ejércitos a la Tierra Santa. El objetivo de Satanás siempre ha sido luchar contra Cristo a su regreso, y va a utilizar los ejércitos del mundo para este fin. Sus ejércitos estarán reunidos en Meguido, una gran planicie situada a 90 kilómetros al norte de Jerusalén. La batalla final, que se librará en Jerusalén, estará por iniciarse (Zacarías 14).

“El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está” (Apocalipsis 16:17). Todos los intentos de Dios por razonar con los seres humanos se habrán agotado; obstinadamente, la humanidad se negará a arrepentirse.

Juan explica que “la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira” (v. 19). Esto sucederá en parte por medio de “un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra” (v. 18). A medida que la tierra se sacuda violentamente, las islas y los montes desaparecerán (v. 20).

Veamos lo que sucede en medio de esta convulsión mundial: “Cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento” (v. 21). La versión moderna del imperio “babilónico” de Satanás será sistemáticamente destruida.

Por qué es destruida la gran Babilonia

Los capítulos 17 al 19 explican por qué es destruida la malvada ciudad. También describe el destino de los ejércitos que Satanás ha persuadido para que luchen contra Cristo cuando él descienda al monte de los Olivos al oriente de la antigua ciudad de Jerusalén.

Hemos visto cómo la gran influencia que Satanás ejerce sobre la humanidad, especialmente sobre el imperio de la bestia, emana de una gran ciudad, “la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación” (Apocalipsis 17:1-2). “La gran Babilonia . . . se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo. . .” (Apocalipsis 18:2).

Esta heredera moderna de la religión de los misterios babilónicos es descrita como “ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (Apocalipsis 17:6). Influenciada por un gran sistema religioso, organiza la persecución y el martirio de aquellos que “guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12).

Representada como una ramera que cabalga sobre la bestia —el imperio de 10 reyes del cual ella es el centro espiritual y cultural— esta infame ciudad ejerce una gran influencia sobre “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (Apocalipsis 17:15). Por un tiempo ella disfruta de su posición y de la fama de ser la ciudad que “reina sobre los reyes de la tierra” (v. 18). Sin embargo, al final, esta luna de miel con los dirigentes políticos se acabará. De hecho, éstos llegarán a odiarla. Tal vez finalmente se darán cuenta de que cuando ella dice que cuenta con un respaldo divino, está mintiendo.

Cualquiera que sea la razón, querrán vengarse de ella: “Los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego; porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios” (vv. 16-17).

El capítulo 18 describe la reacción de la mayoría de los dirigentes más importantes, especialmente los del gobierno y del comercio, al ver cómo es destruida esta poderosa ciudad: “Los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio, parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio! Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella. . .” (vv. 9-11).

Las características comerciales del imperio de Satanás, tal como están descritas en el capítulo 18, reflejan la avaricia y la codicia que emanan de este sistema. Entre los que se han lucrado más están “los mercaderes . . . que se han enriquecido a costa de ella” y “todo piloto, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar” (vv. 15, 17). Un ángel declara: “Tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones” (v. 23).

Cuando caiga esa ciudad, toda la cultura de Satanás se derrumbará y su imperio se desbaratará. Dios le ha advertido a su pueblo que no se deje atrapar por este sistema perverso: “Oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades. Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble. Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto . . . y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga” (vv. 4-8).

A toda la creación se le exhorta: “Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella” (v. 20).

El tema del regocijo continúa en el capítulo siguiente: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella” (Apocalipsis 19:1-2).

La victoria de Cristo

Luego Juan describe el imponente retorno de Cristo a Jerusalén: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea . . . y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (vv. 11-16).

No olvidemos que Satanás reunirá los ejércitos de las naciones en Jerusalén con el propósito de que luchen contra Cristo (v. 19). En ese momento Dios le permitirá al diablo instigar la máxima rebelión, pero aun en esta rebelión estará cumpliendo el propósito de Dios. Dios quiere dejar muy claro que todos los ejércitos del mundo no son nada en comparación con el poder del Rey conquistador que va a regresar a la ciudad de Jerusalén.

Desde hace muchos siglos está profetizado: “Yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén . . . Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande . . . Y el Eterno será rey sobre toda la tierra. En aquel día el Eterno será uno, y uno su nombre” (Zacarías 14:2-4, 9).

Veamos lo que Cristo hará con los ejércitos que se le opongan: “Esta será la plaga con que herirá el Eterno a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: la carne de ellos se corromperá estando ellos sobre sus pies, y se consumirán en las cuencas sus ojos, y la lengua se les deshará en su boca. Y acontecerá en aquel día que habrá entre ellos gran pánico enviado por el Eterno; y trabará cada uno de la mano de su compañero, y levantará su mano contra la mano de su compañero. Y Judá también peleará en Jerusalén. Y serán reunidas las riquezas de todas las naciones de alrededor: oro y plata, y ropas de vestir, en gran abundancia” (vv. 12-14).

Un ángel convocará a las aves de rapiña para que se den un festín con las carnes de los ejércitos (Apocalipsis 19:17-18, Apocalipsis 19:21). Luego “la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (v. 20). (Al respecto, no deje de leer el recuadro de la página 64: “Satanás: El gran engañador”.)

Al ser completamente destruido el imperio de la bestia, a Satanás y sus demonios se les impedirá que sigan engañando y manipulando. “Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años. . .” (Apocalipsis 20:1-3).

El dominio que Satanás tiene sobre el “presente siglo malo” (Gálatas 1:4; 1 Juan 5:19) le será quitado por un período de mil años. La batalla por el control de la tierra habrá terminado.

Los santos gobiernan con Cristo

Comienza el pacífico reinado milenario de Jesucristo. Juan vio cómo Jesús recompensará inmediatamente a los santos por todo el sufrimiento que habrán tenido que soportar por causa de Satanás y su sistema babilónico. Vio además que los mártires “vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4; ver también 22:12).

Cuando sus fieles siervos reciban la vida eterna al momento de su resurrección, Jesucristo empezará a cumplir su promesa de que gobernarían con él. Él prometió: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” y: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 2:26; Apocalipsis 3:21).

Juan escribió: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:6). El profeta Daniel también pudo ver esta maravillosa ocasión en una visión: “Que el reino, y el dominio y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino es reino eterno, y todos los dominios le servirán y obedecerán” (Daniel 7:27).

Este será el comienzo de una época maravillosa que se llama el Milenio. Si quiere estudiar con más detalles lo que va a ocurrir durante el reinado milenario de Jesús, no vacile en solicitarnos, sin costo ni obligación de su parte, tres folletos: El evangelio del Reino de Dios, Nuestro asombroso potencial humano y Usted puede entender la profecía bíblica.

La rebelión final

Como ya leímos, Satanás estará encadenado durante el Milenio. Pero también leemos que “después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (Apocalipsis 20:3).

Las personas que nazcan durante el Milenio no tendrán que enfrentarse a la influencia de Satanás. Sólo conocerán el camino de vida de Dios. Pero las Escrituras también nos revelan que Dios prueba a las personas para saber si lo obedecen de todo corazón (Deuteronomio 8:2; Apocalipsis 2:10). Una de las formas en que nos prueba es por medio del libre albedrío: permite que escojamos entre el bien y el mal (Deuteronomio 30:19). Juan nos da a entender que esto es lo que ocurrirá al final del Milenio.

Veamos lo que va a pasar: “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió” (Apocalipsis 20:7-9).

Dios no nos revela si esta será la única prueba que va a utilizar durante el Milenio para separar a las personas que no son sinceras de aquellas que sí lo son. Pero va a ser la prueba final y más importante de esos mil años; será una parte fundamental del proceso del juicio.

Entonces llegará el momento en que Satanás será restringido para siempre: “El diablo, que los había engañado, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también habían sido arrojados el monstruo y el falso profeta. Allí serán atormentados [el diablo y sus demonios, Mateo 25:41] día y noche por todos los siglos” (v. 10, Versión Popular). A estos malvados seres espirituales nunca se les volverá a permitir que engañen a nadie.

La segunda resurrección

Sin embargo, el juicio de Dios aún no estará completo. Los que murieron sin conocer a Dios o sin arrepentirse verdaderamente, deberán ser juzgados después del Milenio. En ese período final de juicio, la misericordia y la sabiduría de Dios serán evidentes.

Es necesario tener en cuenta que los cristianos fieles son resucitados y reciben la vida eterna al momento del regreso de Cristo, al comienzo del Milenio (1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:16-17). Esta es “la primera resurrección” (Apocalipsis 20:4-5). Pero “los otros muertos”, quienes no volvieron a la vida en la primera resurrección, no resucitarán hasta que se cumplan mil años (v. 5). Esto concuerda con lo que dijo Jesús: “Viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados” (Juan 5:28-29, Nueva Versión Internacional).

Después de que “los mil años se cumplan” (Apocalipsis 20:7), los que resuciten y estén “de pie ante Dios” (v. 12) serán aquellos que nunca antes conocieron realmente a Dios ni sus caminos; en otras palabras, no entendieron lo que significaba arrepentirse de sus pecados. ¿Están destinados a sufrir la condenación eterna? ¡De ninguna manera! Veamos el propósito de esta resurrección de “los otros muertos”:

“Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (vv. 11-12). Éstos serán resucitados y juzgados según lo que está escrito en la Biblia, de acuerdo con su respuesta al entendimiento espiritual que entonces estarán recibiendo por primera vez.

La palabra griega traducida en este pasaje como “libros” es biblía, raíz de la palabra española Biblia. Cuando Dios resucite a estas personas, les explicará el significado completo de los libros de las Sagradas Escrituras. Cuando ellas respondan y se arrepientan, sus nombres también podrán ser escritos en el libro de la vida.

Desgraciadamente, algunos, a pesar de todas las oportunidades de arrepentimiento que Dios les ofrezca, se obstinarán en seguir sus propios caminos. Dios no obliga a nadie a escoger la vida eterna. Aquellos que después de recibir el claro entendimiento de lo que Dios requiere de ellos, se nieguen a arrepentirse, serán juzgados “según sus obras” (vv. 12-13) y destruidos en el “lago de fuego” (v. 15).

El castigo de los impíos incorregibles

Otros pasajes de las Escrituras nos dan más información acerca de los impíos que van a ser destruidos para siempre en el lago de fuego.

Jesús dijo que algunos rechazarán de manera deliberada y obstinada el conocimiento espiritual que Dios les da. Esta blasfemia intencional “contra el Espíritu no les será perdonada . . . ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31-32). Los que finalmente sean lanzados al lago de fuego serán aquellos que “una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo” (Hebreos 6:4), pero rechazaron intencionadamente el camino de vida de Dios. Éstos fueron perdonados alguna vez y recibieron el Espíritu Santo, pero después decidieron rechazar el gobierno de Dios en sus vidas y blasfemaron contra su Espíritu.

Según las Escrituras, al que “pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia”, ya no le “queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26-29). El profeta Malaquías también habló de esto: “He aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho el Eterno de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama” (Malaquías 4:1).

Es muy importante que entendamos que el propósito de Dios no es que los incorregibles vivan eternamente en los tormentos del infierno. Antes bien, él ha determinado que deben morir en el lago de fuego. Esta es “la muerte segunda” (Apocalipsis 20:14), de la cual no hay resurrección.

La victoria sobre la muerte

Esto nos lleva a la época del cumplimiento de lo que dijo Pablo: “Sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15:54). Cuando llegue el final del último período de juicio, todos los humanos que hayan vivido habrán tenido la oportunidad de escoger entre la vida y la muerte. Habrán podido arrepentirse y someterse a Dios para recibir la vida eterna, o negarse a arrepentirse y, al hacerlo, escoger la muerte eterna. No habrá un camino intermedio; no existe otra opción.

Desgraciadamente, algunos, a pesar de todas las oportunidades de arrepentimiento que Dios les ofrezca, se obstinarán en seguir sus propios caminos. Dios no va a obligar a nadie a escoger la vida eterna. Para los que después de conocer lo que Dios requiere de ellos no se arrepientan, serán juzgados por sus acciones y destruidos en el lago de fuego. Esto será realmente un acto de gran misericordia, puesto que una persona que obstinadamente se negara a someterse a Dios y seguir sus justos caminos, lo único que lograría sería acarrearse miseria perpetua, no sólo para sí misma sino también para los demás.

En Apocalipsis 20:14 leemos que “la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda”. El juicio de Dios habrá terminado entonces. Nunca jamás aquellos que reciban la salvación tendrán que temer la muerte, pues ésta será sorbida en victoria.

Esto es el cumplimiento de una de las profecías de Jesús: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13:41-43).

Esta inspiradora profecía acerca de la resurrección nos enseña que la recompensa del pueblo fiel de Dios no es ir al cielo después de la muerte. En lugar de esto, comienza con la primera resurrección, cuando Jesús regresa para establecer el Reino de Dios en la tierra. (Si desea una explicación más detallada de lo que sucede después de la muerte y las promesas que Dios ha hecho a todos sus fieles seguidores, no vacile en solicitarnos el folleto ¿Qué sucede después de la muerte? Se lo enviaremos gratuitamente.)