¿Cuán importantes son nuestras decisiones?

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¿Cuán importantes son nuestras decisiones?

En la parábola del sembrador y la semilla, Jesús ilustra las diferentes decisiones que las personas toman cuando la palabra de Dios les es explicada. En esta parábola cada participante escucha “la palabra del reino”, pero cada uno reacciona de una manera diferente ante lo que oye. Podemos leer esta parábola en el capítulo 13 de Mateo. Jesús primero relata la parábola y después da el significado.

Primero explica la respuesta de alguien que todavía no ha sido llamado por Dios. “Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino” (Mateo 13:19). Esta persona nunca entiende lo que oye.

Después, Jesús explica las tres respuestas diferentes de aquellos que entienden su mensaje, aquellos que Dios ha llamado. Dios abre sus mentes al entendimiento de su mensaje. Los tres comprenden el significado del mensaje de Jesús, pero cada uno responde de una manera diferente y por razones diferentes.

“Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza” (vv. 20- 21). Su primera respuesta es de una aceptación gozosa, pero su entusiasmo se apaga pronto. ¿Por qué? Por su reacción ante la presión de otros. A éste le importa más complacer a las personas que complacer a Dios. Para él es más importante actuar conforme a las costumbres y expectativas de su familia, sus amigos y la sociedad, que servir a Dios. Se derrumba ante la presión y finalmente rechaza el llamamiento de Dios.

“El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (v. 22). Éste es diferente en ciertos aspectos. No está tan interesado en la opinión de los demás, pero al igual que el anterior, rehúsa poner a Dios primero en su vida. Se distrae con otras cosas. Satisfacer sus necesidades personales y mantener su nivel socioeconómico es algo que consume su interés, su tiempo, su energía. También está muy ocupado tratando de servirse a sí mismo. No tiene tiempo libre para Dios, y así, por simple descuido, también rechaza el llamamiento de Dios.

“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno” (v. 23). Esta persona no sólo entiende la palabra de Dios, sino que la toma en serio. La pone en práctica. ¡Cambia su vida! De todos los ejemplos de esta parábola, sólo esta persona es escogida para salvación. Pone a Dios primero que todo lo demás en su vida. Hace un compromiso con Dios y lo mantiene. ¿Seguiremos su ejemplo?