La importancia de un carácter santo

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La importancia de un carácter santo

Muchas personas se han preguntado: ¿Por qué Dios, desde el principio, simplemente no creó a los seres humanos como seres espirituales, sin la naturaleza humana? ¿Por qué nos creó con un cuerpo físico —hecho del polvo de la tierra— para entonces ofrecernos la vida eterna únicamente si resistimos con firmeza las debilidades de la carne?

Si Dios puede hacer todas las cosas, ¿por qué no nos creó con un carácter justo desde el principio? En otras palabras, ¿cuál es el propósito de esta vida física de pruebas y dificultades? ¿No podría haberse evitado todo este dolor y sufrimiento que experimentamos?

Por supuesto que Dios pudo haber hecho todo eso, si hubiera estado dispuesto a crearnos sin el carácter personal que necesitamos para tomar nuestras propias decisiones. Tiene que ver con el libre albedrío, nuestra libertad para escoger. Dios mismo tuvo que decidir cómo iba a crear al hombre. Pudo habernos creado como autómatas, como robots programados únicamente para llevar a cabo las instrucciones del Hacedor. Pero prefirió más bien crearnos a su imagen, capaces de tomar decisiones basadas en nuestro conocimiento y nuestro carácter. Esto requiere que aprendamos a distinguir entre el bien y el mal, lo correcto y lo erróneo, y que nuestro carácter se vaya desarrollando gradualmente, como producto de nuestras decisiones y acciones bajo la guía de Dios.

¿Está Dios, en forma activa, creando un carácter justo dentro de los seres humanos?

“Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).

“. . . Renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:23-24).

Dios no ha terminado la obra que está llevando a cabo en y con nosotros. Aún está creando su carácter en nosotros “en la justicia y santidad de la verdad”. Mientras seamos seres humanos, nuestro carácter no es fijo y permanente. Aún podemos cambiar nuestra manera de pensar y de actuar. Cuando cometemos errores podemos aprender de ellos. Podemos aprender de los frutos de nuestras decisiones, sean éstas buenas o malas.

Puesto que podemos cambiar nuestra mentalidad y arrepentirnos de nuestros errores, Dios puede cambiarnos aún más y crear en nosotros la voluntad y la capacidad para escoger lo que es correcto y rechazar lo que no lo es. “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

Por supuesto, Dios requiere que, por el poder de su santo Espíritu, reconozcamos y de manera voluntaria abandonemos nuestra conducta errónea. Entonces lograremos convertirnos en una nueva persona, con un carácter justo, creado “en la justicia y santidad de la verdad”.

¿Qué aspecto de nuestro carácter es el más importante ante Dios?

“. . . El Eterno no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Eterno mira el corazón” (1 Samuel 16:7).

La Biblia utiliza la palabra corazón para describir nuestros sentimientos, actitudes y motivaciones más íntimos. Dios conoce lo que hay en nuestra mente; él discierne nuestras intenciones y motivaciones (Hebreos 4:12-13). Los aspectos internos de nuestro carácter son lo más importante para Dios. Considera nuestra conducta a la luz de lo que hay en nuestro corazón (comparar Jeremías 17:10; Deuteronomio 10:12).

¿Puede Dios modificar nuestros corazones?

“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27).

Si sometemos nuestra voluntad a Dios, él nos dará la fuerza, por medio de su Espíritu, para vivir según los principios de la rectitud tal y como la ha definido en sus leyes. Cada uno de nosotros debe ser “como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

Mediante el estudio de las Escrituras podemos estar “enteramente preparados para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). Por medio de su Espíritu, el Eterno escribe en nuestros corazones lo que vamos aprendiendo (Hebreos 8:10; 2 Corintios 3:3), por lo que viene a ser parte permanente de nuestro pensamiento y de nuestro carácter.

¿Cómo puede Dios estar seguro de lo que realmente hay en el corazón de una persona?

“¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón, y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes?” (Job 7:17-18).

Nos enfrentamos a pruebas y a dificultades a fin de que Dios pueda conocer cuán comprometidos estamos con su camino de vida. Tiene que averiguar si nuestro carácter podrá soportar las aflicciones y el sufrimiento. Sólo entonces podrá darnos ese poder que vendrá junto con la vida eterna. Esta vida no sólo sirve para que vayamos adquiriendo carácter, sino para que además ese carácter sea probado.

¿Por qué Dios probó al antiguo Israel?

“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el Eterno tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2; comparar con los vv. 15-16).

¿Prueba Dios la fidelidad aun de los que son rectos?

“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).

Aun los justos son probados para conocer cuán firme es su compromiso con Dios (Salmos 11:5). Cuando nos enfrentamos a decisiones difíciles, Dios puede ver cuán profundo es nuestro compromiso con él. Sólo cuando le obedecemos bajo presión puede apreciarse la profundidad de nuestro carácter. El apóstol Pablo nos dice que debemos gloriarnos “en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:3-5, Nueva Versión Internacional; comparar con Apocalipsis 2:10).


¿Permitirá Dios que seamos probados más allá de lo que podemos soportar?

“Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no les dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla” (1 Corintios 10:13, Versión Popular).