Ser un verdadero amigo

Usted está aquí

Ser un verdadero amigo

Mi esposo y yo tuvimos alguna vez un muy buen amigo. Solíamos invitarlo a comidas y pasábamos mucho tiempo haciendo cosas juntos. Estuvimos presentes cuando él se casó, compró su primera casa y le consideramos como familia. Era tan fuerte la relación que hasta compramos una propiedad cerca de su casa. Nuestra relación estaba basada en “tiempos de diversión” y actividades.

Después de algunos años, nos mudamos lejos, pero nos mantuvimos en contacto. Sin embargo, con el paso del tiempo, no escuchábamos tanto de nuestro amigo. Cuando volvimos a escuchar más de él fue porque las cosas se habían agriado en su vida. Parecía que solo escuchábamos de él cuando algo salía mal, pero nosotros estábamos felices de estar para él y ayudarle en lo que podíamos. Eventualmente él se mudó cerca de nosotros. Su vida se estaba desintegrando y le apoyamos. Él continuamente trataba de motivarnos a salir con él y cuando estábamos juntos en nuestra casa él parecía desconectado y decía que éramos aburridos. No éramos la misma gente de antes, la de al inicio de nuestra amistad. Nosotros ya éramos cristianos que vivían de manera distinta y como él no tenía ninguna relación con Dios, él no tenía interés en compartir esa parte de nuestras vidas con nosotros. Al principio lo veíamos con frecuencia, pero luego solamente cuando quería que le hiciéramos un favor y finalmente, para nada.

Cuando él se mudó lejos pocos años más tarde, él comentó a otro amigo que él no le debía nada a nadie. Nos sentimos heridos por ese comentario luego de décadas de amistad, pero nos dimos cuenta de que, aunque nosotros demostramos amistad genuina hacia él, solamente era unilateral. Él no sintió lo mismo por nosotros. Nosotros no éramos las mismas personas que él conoció. No estábamos interesados en participar en las cosas que él quería hacer. Él quería que lo siguiéramos por un camino que no podíamos andar. Eso nos aclaró la razón por la cual Dios dijo que no debemos estar en yugo desigual con incrédulos (2 Corintios 6:14).

Se nos dice en Santiago 4:4 que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios. Esto significa que no debemos involucrarnos en los pecados del mundo. Las relaciones incorrectas pueden atraernos y gradualmente las aceptamos. En vez de eso, deberíamos dirigirnos hacia un diferente camino. Mi esposo y yo habíamos tratado de mantener una amistad sin dirección alguna. Le mostramos amabilidad y amor a nuestro amigo, lo cual fue algo bueno. Nosotros queremos compartir nuestra luz todos. Sin embargo, la amistad que mantuvimos con Dios durante todo esto fue lo más importante.

Cuando Abraham fue llamado amigo de Dios no fue poca cosa (Santiago 2:23). Eso significa que su devoción y confianza en Dios eran claras. La relación era importante. De hecho, Dios quiere ese tipo de relación con todos nosotros. Por medio del estudio bíblico y la oración nosotros podemos desarrollar una verdadera relación con Dios. Nuestra relación con él es importante. Jesucristo dice que podemos ser su amigo si hacemos todo lo que él nos ordena (Juan 15:14).

Nuestras relaciones con otros también son importantes para él

Efesios 2:19 nos dice que podemos ser “conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” a través de nuestra relación con él y su hijo Jesucristo. Para tener una verdadera amistad, no solo debemos ser amigables (Proverbios 18:24) sino también mostrar amor, amabilidad y compasión hacia otros. Las Biblia repetidamente nos dice que debemos amar, motivar y edificarnos unos a otros (Juan 15:17; 1 Juan 3:11; Romanos 13:8; 1 Tesalonicenses 5:11; 1 Pedro 3:8). Imaginen si todos fueran así hoy en día. No habría guerra, terrorismo ni murmuración La gente nunca tendría que escapar de sus países ni temer a sus líderes.

Ser un verdadero amigo significa estar ahí cuando todo se derrumba, al igual que cuando todo marcha bien. No nos alejamos en tiempos difíciles. Abraham fue un verdadero amigo de Dios porque no dudó de Dios. Él siguió adelante cuando la mayoría hubiese dicho no, y debido a su confianza en la relación, nunca se alejó de Dios. Aunque no volvamos a hablar en esta vida, estoy segura de que nuestro amigo recordará que siempre fuimos verdaderos amigos para él. Después de todo, debemos amar incluso a nuestros enemigos y hacer bien a aquellos que nos odian (Lucas 6:27; Mateo 5:44).