Finalmente, paz verdadera

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Finalmente, paz verdadera

Thomas Bernauer, nunca se separó de su sillón afelpado. Su casa estaba en quietud, excepto por el ruido de la  máquina de oxígeno que le ayudaba a respirar. Era anciano y estaba muriendo, pero aún tenía una historia que contar.

Yo me encontraba allí para conducir una entrevista para el periódico local que festejaba el día de los Veteranos. Había aceptado la sugerencia de su familia, que deseaba compartir su historia, aunque él no estaba tan dispuesto.

Thomas había servido como electricista en la marina de los Estados Unidos, destacado en San Francisco. Fue un héroe de guerra, como lo atestiguaban sus medallas colgadas en la pared.

Yo había conducido otras entrevistas más directas el día de los veteranos, pero ellos querían hablar, así que no tuve que hacer muchas preguntas. Los entrevistados compartieron sobre sus amigos que consideraban sus hermanos; sobre los edificios y puentes destruidos, sobre la escasez de alimento y otros mostraban un gran sentido de orgullo.

Pero Thomas no.

Él no quería hablar sobre la guerra, lo demostraba en sus ojos. Todavía se sentía afectado porque sus oficiales superiores habían ordenado un ataque durante la marea alta. En esa ocasión fue cuando lo tomaron prisionero por primera vez.

Las palabras que más me afectaron fue cuando expresó su inmenso deseo de encontrar paz mental, cerrando sus ojos. “Fue horrendo, cuánto antes saque este recuerdo de mi mente me sentiré mejor”, dijo, haciendo una larga pausa antes de romper en lágrimas. “Nunca lo lograré, está grabado en mi corazón para siempre”. Antes de marcharme le dije que algún día encontraría paz, aunque no se mostró muy convencido.

Thomas murió unos días después de la entrevista y, mientras yo lloré por la familia, sentí un abrumador sentido de paz, sabiendo que aquellas imágenes que él había visto, no le atormentarían más. Ya estaba descansando y entonces supe que le había llegado la oportunidad de transformarse y vivir para siempre.

La cicatriz que pensó estaría permanentemente en su corazón, será sanada por un padre amoroso que nunca quiso que la tuviéramos de por vida.

Si usted está siendo llamado ahora y ha respondido a Dios, se puede emocionar sobre la resurrección a la vida eterna, increíble que se nos ofrezca como un regalo. Uno de los días de más reflexión en el plan de Dios está en el folleto titulado “Las fiestas santas en el plan de Dios”, conocido como el Último Gran Día.

Cada etapa del plan de Dios nos conduce a este octavo día, en donde cada persona finalmente tendrá vida abundante (Juan 10:10). Después de todo, Dios desea que todos podamos encontrar la verdad (1 Timoteo 2:4). Este día representa un tiempo en el futuro cuando aquellos que no fueron llamados en esta época, finalmente tendrán la oportunidad de tener vida eterna.

Todos, sin importar su estilo de vida, sean liberales o conservadores, ateos, veteranos, bélicos o pacificadores, tendrán la oportunidad de cambiar y vivir sujetos a un gobierno de paz, sin temor a la muerte, al dolor y al sufrimiento de este mundo.

Luego de este tiempo futuro, representado por estos días santos, veremos una maravillosa transformación. En Apocalipsis 21:4 leemos unas palabras muy reconfortantes. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”

Yo quiero estar allí en ese día para ver a Thomas Bernauer, no como lo vi cuando lo entrevisté, sino limpio, purificado, lejos de los horrores y atrocidades de este mundo con un corazón nuevo y sanado por la mano misericordiosa de Dios.

Entonces quiero verlo a los ojos con lágrimas reemplazadas por una luz pura, totalmente libre de temores.G