Sólo lo justo
Los humanos tendemos a reunirnos en grupos y entablar amistad con quienes creemos que son personas de provecho para nuestra vida. De hecho, la Biblia nos dice que andemos con sabios para que seamos sabios (Proverbios 13:20). No hay nada de malo en pasar tiempo con amigos y personas con las que disfrutamos estar, a menos que los tratemos mal porque pensamos que no tenemos mucho en común o porque no son dignos de nuestro tiempo. Si fuera el caso, nuestra actitud sería equivocada y estamos en peligro.
Jesús explicó que debemos ser como nuestro Padre que está en los cielos, que “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45-48). Si amamos y tratamos bien solamente a los que nos aman, estamos lejos de la actitud que Dios busca. Así como Dios ama al mundo y entregó a su hijo por todos (Juan 3:16), nosotros también debemos considerar a todas las personas con las que tengamos contacto como potenciales hijos de Dios. Esto no quiere decir que no tendremos enemigos o personas a las que sea mejor evitar, pero pone en perspectiva que nuestras actitudes cuentan mucho en cómo nos comportamos con nuestro prójimo. Debemos esforzarnos mucho para llegar a ser como Dios.