Amar cuando es difícil hacerlo
Un año, mientras me hallaba en un campamento de jóvenes, uno de mis campistas me dijo que no podía sentarse al lado de la joven que le habían asignado como pareja en el banquete de fin de campamento.
“Simplemente no nos llevamos bien”, me dijo.
“Ven, sentémonos a hablar de esto”, le contesté, y pasé a relatarle una historia personal.
Una noche de invierno, hace muchos años, después de pasar un rato con un compañero de colegio al que llamaremos Ed, me volví hacia mi padre mientras nos dirigíamos a su camión y le dije: “No hay mucha gente con la que no me lleve bien, pero Ed es el tipo más desagradable que he conocido. ¡Simplemente no lo soporto!”
Mi padre y yo ayudábamos al equipo de robótica de mi instituto. Por las tardes, los estudiantes del equipo cortaban armazones de metal, ponían ruedas en los ejes, cableaban placas de circuitos y motores, y trabajaban juntos para construir un robot.
Pero este chico, Ed, a menudo no estaba de acuerdo con el consenso del grupo y hacía lo que le daba la gana.
“No, Ed, no podemos poner bordes afilados en el marco aunque se vea bien. Es muy peligroso”. Y de todos modos después encontrábamos bordes afilados.
Una vez estaba usando una herramienta, miré hacia otro lado, luego volví a mirar y la herramienta había desaparecido.
“Ed, ¿puedes devolverme esa herramienta? Estaba en medio de algo”.
“No. ¡La estoy usando!”
“Yo también”, pensé.
Así que mi comentario a mi padre sobre que Ed era desagradable no era del todo injustificado. Sin embargo, mi otro Padre en el cielo debe haber estado escuchando y decidió actuar.
El verano siguiente nos tocó a Ed y a mí trabajar juntos en una pequeña oficina. El proyecto requería que trabajáramos los dos solos, cinco días a la semana, durante diez semanas.
Debemos amar a nuestros enemigos
“Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis demás? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mateo 5:47).
Jesús nos dijo que amáramos a nuestros enemigos. Tal vez ello no parezca tan relevante hoy como lo fue en el pasado, pues no tenemos fariseos que estén conspirando para matarnos como sucedió con Jesús. Pero tal vez conozcamos personas que nos hacen la vida difícil en la escuela, en el trabajo o en la iglesia. La idea de amar a gente así puede parecer una meta que alcanzaremos con el tiempo, pero que por ahora simplemente no es realista.
A lo largo de la pandemia me topé con personas con diferentes puntos de vista e ideas sobre cómo lidiar con este tiempo sin precedentes. Algunas de estas conversaciones me aceleraban el ritmo cardíaco, ya que nuestras opiniones eran muy dispares. A veces los comentarios de la gente parecían tan insensibles o necios que me hacían enojar. No obstante, a pesar de sentirme así, intenté ser comprensivo sin importar los que pasara, y en ese proceso aprendí algunas lecciones.
Haga un esfuerzo
Imagine que está en la cocina y uno de los tarros se encuentra en un estante superior, fuera de su alcance. Se encoge de hombros y dice: “No merece la pena; ni siquiera sé lo que hay dentro de ese tarro”, y dirige su atención a los tarros más accesibles. ¿Es así como vemos las cosas en nuestra vida? ¿Es así como manejamos nuestras relaciones?
A veces hay que hacer el esfuerzo de acercarse a otra persona y entender su manera de pensar. Puede que no sepamos lo que hay dentro de ese tarro en la estantería superior, pero nunca lo sabremos si no lo alcanzamos. ¿Y si contuviera el ingrediente que falta para la mejor receta que jamás hayamos hecho? Puede que al fin y al cabo no contenga nada que necesitemos, pero al esforzarnos por conseguirlo nos estamos preparando para el día en que nos encontremos con un tarro casi imposible de alcanzar. Tal vez ese tarro, que realmente contiene una idea que cambiará nuestra vida para mejor, sea accesible porque estamos habituados a esforzarnos por obtenerlo, en lugar de limitarnos a tomar los que exigen menos esfuerzo en los estantes inferiores.
¿Pediremos a Dios que nos ayude a llegar a las personas que podrían cambiar nuestra vida, en lugar de encerrarnos en el espacio de nuestra propia cabeza? A veces el punto de vista de otra persona puede ser difícil de entender. Si uno no está de acuerdo con ella, debe hacer el esfuerzo de entender por qué piensa como lo hace.
Debemos reconocer al necio
Si nos centramos únicamente en nuestro punto de vista (evitando los tarros fuera de alcance), es fácil interactuar eficazmente con quienes están de acuerdo con nosotros. Sin embargo, tendremos problemas con quienes no lo están.
Si nuestra visión del mundo es estrecha, los que quedan fuera de nuestro punto de vista parecerán tontos irracionales. La ironía es que ver a los demás como tontos y equivocados puede ser una buena señal de que los tontos somos nosotros: “El necio no se deleita en el entendimiento, sino en expresar su propio corazón” (Proverbios 18:2). Los que tienen sabiduría advierten: “No pongas tu mente en cosas elevadas, sino asóciate con los humildes. No seas sabio en tu propia opinión” (Romanos 12:16); “Ciertamente soy más estúpido que cualquier hombre, y no tengo el entendimiento de un hombre” (Proverbios 30:2).
Es bueno reconocer que no lo entendemos todo, porque puede ayudarnos a comprender un mundo enorme, demasiado grande para conocerlo plenamente.
Pensemos con amplitud de criterio
“Siempre he pensado que la inteligencia de una persona se refleja directamente en la cantidad de puntos de vista contradictorios sobre un mismo tema que puede mantener simultáneamente”.-Abigail Adams.
“Hay también diversidad de ministerios; pero el Espíritu es el mismo. Hay también diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos. Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo. Porque a uno se le da la palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu” (1 Corintios 12:5-8).
Nuestra habilidad para comprender a los demás e interactuar con ellos en forma pacífica depende de nuestra capacidad para crear un modelo mental preciso del mundo y de los múltiples puntos de vista de las personas. Cuanto más hagamos esto, más veremos la complejidad del plan de Dios y la belleza de la diversidad dentro de un cuerpo. Veremos tal como Dios lo hace. Todas las perspectivas con las que entramos en contacto tienen algún valor y, si estamos dispuestos a escuchar, encontraremos las piezas que nunca antes habíamos tomado en cuenta: piezas de una verdad completa y absoluta.
La segunda parte de Proverbios 11:14 dice: “Mas en la multitud de consejeros hay seguridad”. Alguien que tiene un punto de vista diferente al suyo también puede tener sabiduría en áreas que usted aún no ha desarrollado. Es importante estar dispuesto a pensar con amplitud de criterio y tratar de entender por qué la gente piensa de cierta manera, y al mismo tiempo examinar y comparar todo a la luz de la verdad bíblica, permitiendo siempre que el Espíritu nos guíe.
Juntos en un espacio reducido
El verano después de haberle comentado a mi padre que Ed no me caía bien, empecé a trabajar como aprendiz en la empresa paterna. Yo trabajaba en otra división de la empresa, pero todos los días iba con él al trabajo y nos dirigíamos a una pequeña oficina con dos escritorios: uno para mí y otro para Ed.
Había sucedido algo increíble: de todas las personas que postularon a ese programa de aprendizaje, y de las aproximadamente 50 empresas que eligieron entre los solicitantes, la empresa de mi padre nos eligió a Ed y a mí, y solamente a Ed y a mí.
Nuestros mentores, los que nos guiaron en el aprendizaje ese verano, comentaban lo diametralmente distintos que Ed y yo éramos. Yo era mucho más metódico y quería aprender sobre lo que debía hacer antes de comenzar, mientras que Ed se lanzaba a trabajar sin pensarlo. Sin embargo, durante las semanas que trabajé con él me di cuenta de que en algunas situaciones su enfoque era eficaz y, para mi sorpresa, poco a poco nos hicimos amigos.
Teníamos un interés común por la fotografía y me impresionaron algunas de sus fotos. Los días que no teníamos nada que hacer, dábamos largos paseos juntos por el recinto donde trabajábamos, simplemente charlando y explorando. Al final de las diez semanas, la persona más desagradable que había conocido se había convertido en un amigo.
Esta es la historia que le conté a mi campista. Luego le di a escoger: podía echar pie atrás y no sentarse junto a esa joven con la que no se llevaba bien. Pero si seguía adelante, yo me aseguraría de que también estuviera su mejor amigo en la mesa. Lo animé a que lo pensara y orara por ello. Después de alejarse un poco del resto de los campistas para orar, volvió para decirme que lo haría.
El cambio empieza por uno mismo
“Antes quería arreglar a las personas, pero ahora solo quiero estar con ellas”. -Bob Goff
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo”. Que cada uno de vosotros mire no sólo por sus propios intereses, sino también por los de los demás”. -Filipenses 2:3.
No podemos esperar que todo el mundo cambie por nosotros, ni siquiera que nos entienda. Lo único que podemos hacer es intentar comprender a los demás y, con la ayuda de Dios, cambiar nosotros. Cuando los demás vean que nos esforzamos por llegar a ellos, puede que a cambio hagan lo mismo. Esto es lo que hizo Jesús: él dio el ejemplo supremo cuando se humilló hasta la muerte y vino a encontrarse con nosotros en nuestro nivel, con la esperanza de que nosotros nos encontrásemos con él en el suyo. Por lo tanto, como cristianos, debemos vivir una vida de crecimiento, aprendiendo a llegar a los demás como Jesús lo hizo por nosotros.
Si usted se siente aislado y como si nadie lo entendiera, en lugar de frustrarse, intente recordar que otros pueden sentirse igual. Acérquese a ellos, cruce el puente y dígales: “Entiendo por qué piensas o actúas así”.
A veces debemos dejar que la gente se vaya
“Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos” (Romanos 12:18, Nueva Versión Internacional).Pablo nos dice que en la medida en que dependa de nosotros, tratemos de vivir en paz con todos. En esta afirmación vemos dónde empieza nuestra responsabilidad (con nosotros mismos) y dónde termina: con la otra persona. A veces, por mucho que lo intentemos, nunca podremos relacionarnos bien con ciertas personas. He tenido que aprender a perdonar a la gente pero también, a veces, a dejarla en paz.
Uno de mis compañeros de trabajo me dijo una vez que le encantaba llamar a la gente y hablar con ella por teléfono. Tiene muchas personas en su lista de llamadas, más de las que puede contactar con frecuencia, así que cuando alguien no muestra reciprocidad, o al menos aprecio, pone su nombre más abajo en la lista y habla más con otros.
Tenemos un tiempo limitado en esta Tierra. Es importante ejercitar nuestro músculo del amor, pero también es importante reconocer cuándo se debe permitir que alguien se aleje. A veces, la manera de conservar la paz es dejar a una persona en paz. Una vez que tenemos la certeza de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos para lograr la armonía, puede ser mejor dejarlos solos. Invertir demasiado tiempo en una relación que no tiene futuro puede significar invertir muy poco tiempo en otra relación que sí lo tiene.
Jesús, que era perfecto, caminó con Judas durante años, pero finalmente llegó al punto de despedirlo: “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto” (Juan 13:27). Judas no fue forzado a salir, pero salió por la puerta. Ame mucho, pero sepa cuándo dejar que la gente se vaya. No podemos controlar a las personas, pero sí podemos amarlas.
Conclusión
Después del banquete, el campista volvió y me dijo que le había ido bien. Ya no había ninguna animosidad entre él y aquella joven y se alegraba de su decisión.
Cuando uno hace las paces con alguien con quien estaba en desacuerdo, no solamente encuentra paz sino que logra comprender mejor el mundo y las personas que lo componen. Desde aquel verano con Ed, me parece aún más valioso el hecho de esforzarse por desarrollar amistades cuando estas son difíciles. En mi experiencia personal, a medida que sigo alcanzando los tarros, las recetas (las mezclas de amigos y personas que viven a mi alrededor) aumentan, y también mi entendimiento de la grandeza del Reino de Dios y de lo que él está construyendo al tender puentes entre estas variadas personalidades y personas.
Mediante la comprensión de los demás, podemos aprender a reconocer humildemente lo pequeño que es cada uno de nosotros en un vasto mar de personas, ideas y perspectivas, incluso entre aquellos que tienen el Espíritu de Dios. Este tipo de perspectiva es la que nos permite aprender el valor práctico de amar a nuestros enemigos. EC