Esperando a Dios: Apoyo y Liberación

Usted está aquí

Esperando a Dios

Apoyo y Liberación

Es muy fácil desesperarnos cuando estamos esperando el apoyo de otra persona y vemos que no está lista para hacerlo.  A veces intentaremos arreglar la situación solos, o desecharemos todo por no saber cómo arreglar las cosas. En las relaciones humanas eso puede ser muy dañino. En nuestra relación con Dios, puede ser fatal.

El ejemplo de  Saúl nos ilustra las consecuencias graves de no esperar.  Samuel era quien tenía que ofrecer los holocaustos a Dios y quedó con Saúl de llegar en cierta fecha para ofrecerlos, pero no llegó.  Saúl se desesperó y los ofreció, quebrantando la ley de Dios. Cuando Samuel llegó le dijo, “…Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de El Eterno tu Dios que él te había ordenado; pues ahora El Eterno hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14 Mas ahora tu reino no será duradero…por cuanto tú no has guardado lo que El Eterno te mandó.” (1 Samuel 13:13-14)

Como un ejemplo positivo, tenemos a Ananías, Misael y Azarías. Confiaban, aún cuando se les aventó a la muerte en el horno de fuego.  Ya no tenían ninguna posibilidad de controlar o evitar la situación. Así Dios podía demostrar su gran poder, y decidió hacerlo para salvar sus vidas físicas, como podemos ver en el relato de Daniel 3.

Su amigo Daniel también nos dio un buen ejemplo. Cuando le dijeron que nadie podía orar a ningún dios más que el rey, Daniel no cesó en su costumbre de orar a Dios tres veces al día, y por esa causa le aventaron a los leones. (Daniel 6)

Que fácil sería esconder nuestra fe diciendo: “Pues, oraré a escondidas,” o en el caso de los tres amigos, “Nos inclinaremos, pero no vamos a pensar ninguna adoración hacia el ídolo.”  Que fácil sería inventar excusas: “Pues, ¿cómo podremos servir a Dios, si nos matan?. Mejor, salvemos nuestras vidas ahora, para poder seguirle sirviendo. Los ídolos no son nada.”

Ahora, imagínense si Cristo hubiera hecho eso. Si él hubiera hecho todo menos morir, no tendríamos vida.  No tendríamos la promesa de ser rescatados de la muerte. No tendríamos nada. (Romanos 6:4)

Confiar en Dios hasta el punto de la muerte, no nos asegura que nos va a rescatar en esta vida física.  Es muy posible, pero también hay muchos ejemplos de personas que confiaron en Dios hasta la muerte, y ahora están descansando, esperando hasta que Dios les resucite a la vida eterna.  Por ejemplo a Esteban, que le apedrearon hasta que falleció (Hechos 7). Tanto con nuestra vida, como con nuestra muerte, le podemos servir a Dios. Él sabe lo que es mejor para nosotros y para su plan de salvación para todos. Si le servimos hasta la muerte, nos espera la vida eterna.

¿Cómo podemos asegurar que tendremos la fe necesaria para llegar, si es necesario, fieles hasta la muerte?  A mí me motiva mucho repasar los ejemplos buenos, y malos. También me ayuda notar los milagros “pequeños” que Dios hace en mi vida y en la vida de los demás.  Así yo sé que él está muy involucrado en mi vida, aun cuando las cosas parecen muy difíciles y no puedo ver su mano. Como Jesús dijo, “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel…” (Lucas 16:10).

Además, cuando enfrento pruebas largas, me pongo a pensar ¿qué tal si José, encerrado en la cárcel, se hubiera dado por vencido unos momentos antes de que Faraón le llamase? (Génesis 41:14). O ¿qué tal si Dios está a punto de acabar con mi pueblo, y hay 9 personas fieles, y falto yo para completar las 10, como buscaba en la ciudad de Sodoma y Gomorra? (Génesis 18:32).

Más que todo, cuando reflexiono en el gran amor que Dios nos ha comprobado, me acuerdo que servirle con todo no es más que nuestro “culto racional” (Romanos 12:1).

Mas yo a El Eterno miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá. (Miqueas 7:7)