Ángeles, mensajeros y ejército espiritual de Dios - Última parte

Usted está aquí

Ángeles, mensajeros y ejército espiritual de Dios - Última parte

Siervos de Dios y de la humanidad

Dios les ha dado a sus ángeles importantes responsabilidades. Hay tareas individuales especiales, diferentes tareas para distintos tipos de ángeles, y también obligaciones que todos los ángeles deben cumplir. 

Algo que todos los ángeles tienen en común es el deber de escuchar y obedecer a Dios. Ellos fueron creados como agentes de Dios para llevar a cabo su voluntad, y los ángeles justos lo obedecen plenamente. Es por ello que oramos a Dios “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Los ángeles cumplen la voluntad de Dios a la perfección, y nosotros pedimos en oración que toda la gente en el mundo pueda seguir ese ejemplo. Salmos 103:20 dice: “Bendecid al Eterno, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto”. 

Aunque Dios puede ver todo por medio de su Espíritu, al parecer también desea recibir reportes directos y de primera mano sobre los acontecimientos en la Tierra a través de sus ángeles. Vimos esto en el caso de los ángeles que fueron enviados a Sodoma en Génesis 19. Lo vemos en los siete espíritus de Dios como “los ojos del Eterno, que recorren toda la tierra” (Zacarías 4:10; vea Apocalipsis 3:1, 4:5, 5:6; compare con Proverbios 15:3).

Dios ha utilizado a algunos ángeles como intermediarios para comunicar varias instrucciones y leyes. Hechos 7:53 dice que los israelitas “desobedecieron la ley de Dios, a pesar de que la recibieron de manos de ángeles” (NVI). Gálatas 3:19 dice que todo el sistema legal y ceremonial fue ordenado “por medio de ángeles en mano de un mediador [Moisés]”. De la misma manera, Hebreos 2:2 dice que “esta palabra dicha por medio de los ángeles fue firme”, en tanto que “toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución”. Además, Dios en ocasiones se valió de ángeles para comunicarles mensajes a los profetas y apóstoles, como vemos en Zacarías y Apocalipsis (vea también 1 Crónicas 21:18).

Al servicio del pueblo de Dios y las necesidades de la humanidad

Los ángeles frecuentemente son espectadores u observadores de lo que Dios está haciendo mediante la humanidad y, como consecuencia, aprenden más respecto al plan de salvación de Dios. Si bien los ángeles son seres espirituales, frecuentemente ministran o sirven de maneras muy físicas. Específicamente, ministran a quienes están siendo llamados hoy para ser parte del pueblo de Dios.

Leemos acerca de esto en Hebreos 1: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo? Y otra vez, cuando introduce al Primogénito [Jesucristo] en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios . . . ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Hebreos 1:5-6, 14). 

En un famoso ejemplo de servicio físico, un ángel le suministró alimento y agua al profeta Elías y lo exhortó a que comiese:

“Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel del Eterno la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb [el monte de Sinaí], el monte de Dios” (1 Reyes 19:5-8).

El ángel satisfizo las necesidades físicas de Elías, no las espirituales. Note que el ángel no le predicó ni le exhortó a arrepentirse, porque ese no era su rol en aquel momento. Solo posteriormente en el capítulo Elías oye la Palabra de Dios. 

Los ángeles típicamente no se encargan de los asuntos espirituales de Dios. Jesucristo y los ministros ordenados por Dios, como también otros miembros de la Iglesia de Dios, se encargan generalmente de ello. Los ángeles no tienen tal responsabilidad a menos que se les asigne específicamente. 

Desde luego, a veces sí se les asigna esa tarea, como comunicar las leyes de Dios que vimos anteriormente, y predicar el evangelio en todo el mundo (Apocalipsis 14:6). Pero usualmente su responsabilidad consiste en ayudar con las necesidades físicas. 

Los ángeles también nos protegen: “El ángel del Eterno acampa alrededor de los que le temen, y los defiende” (Salmos 34:7). 

¿Se acuerda de la protección física que los ángeles le proporcionaron a Daniel? Ellos cerraron la boca de los leones (Daniel 6:22). Un ángel liberó a Pedro de la cárcel en Hechos 12:7-8, ¡y luego se aseguró de que Pedro se vistiese y colocase sus zapatos correctamente! Nuevamente, vemos que los ángeles se aseguran de satisfacer las necesidades físicas de los siervos de Dios y de ayudarlos. 

Note también Salmos 91:10-11. “No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos”.

Los ángeles también nos defienden contra nuestros enemigos: “Disputa, oh Eterno, con los que contra mí contienden; pelea contra los que me combaten . . . Sean como el tamo delante del viento, y el ángel del Eterno los acose” (Salmos 35:1, 5).

Heraldos que ejecutan juicios y reúnen a los electos

Dios también utiliza a sus ángeles como heraldos para proclamar buenas noticias y emitir advertencias de juicio.

Gabriel fue utilizado para anunciar el nacimiento de Juan el Bautista y de Jesús mismo, como vimos en un capítulo anterior. Los ángeles quitaron la piedra de la tumba de Cristo y anunciaron que él no estaba ahí y que había resucitado de entre los muertos. 

En Apocalipsis 14:6, citado anteriormente, el apóstol Pablo escribió: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo”. Luego el ángel les dice a todos, “temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado” (v. 7).

Otro ángel luego anuncia la caída de Babilonia (v. 8), mientras que un tercer ángel advierte en contra de recibir la marca de la bestia a fin de no ser “atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero” (vv. 9-11). 

Además, en el libro de Apocalipsis vemos a ángeles tocando las siete trompetas que anuncian las calamidades del Día del Señor y el glorioso regreso de Jesucristo. En Apocalipsis 8:13 vemos a un ángel en forma de águila que describe las tragedias que caerán sobre los habitantes de la Tierra durante el sonido de las últimas tres trompetas. 

Y los ángeles son utilizados para emitir juicio por orden de Dios. Después que David pecara haciendo un censo del pueblo de Israel, un ángel fue enviado para provocar una plaga y mostrar donde debía construirse un nuevo altar de sacrificios (2 Samuel 24:1; 1 Crónicas 21). 

Al defender a Jerusalén de invasores, un ángel del Señor mató a 185    000 personas en el campamento del ejército asirio, lo que conllevó a que el rey Senaquerib regresara a su tierra derrotado (2 Reyes 19:32-37). 

En Ezequiel 9 vemos cómo hombres de Dios, que en realidad son ángeles, son enviados a matar a la gente de Jerusalén, empezando por el templo. 

Cuando Dios dejó caer las plagas sobre Egipto durante el éxodo, “Envió sobre ellos el ardor de su ira; enojo, indignación y angustia, un ejército de ángeles destructores” (Salmos 78:49). 

Cuando Herodes aceptó los elogios de gente que lo alababa como a un dios, “al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hechos 12:23).

En Apocalipsis 15 al 16 vemos ángeles que derraman sobre la Tierra copas que contienen las siete plagas en el tiempo del regreso de Cristo. 

Ya hemos visto en Apocalipsis 7-9 que Miguel y sus ángeles lucharán contra Satanás y sus demonios y los arrojarán a la Tierra. Poco después, durante el regreso de Cristo a la Tierra, Dios hará que un ángel ate a Satanás y luego lo encierre por mil años (Apocalipsis 20:1-3). 

Jesús habló de una cosecha de sus seguidores en el fin del siglo, cuando “los segadores” serán los ángeles (Mateo 13:39) y eliminarán todo aquello que se opone a Dios: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego” (vv. 41-42).

Pero ellos le llevarán a sus verdaderos seguidores: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”
(Mateo 24:31).

Y en el futuro lejano del nuevo cielo y la nueva Tierra, encontraremos a ángeles a las doce puertas de la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:12). 

Los ángeles justos de Dios siempre estarán ahí, porque son inmortales, al igual que lo seremos nosotros (Lucas 20:36), y servirán con devoción a Dios y a sus hijos glorificados por toda la eternidad. Nuevamente, ¡sigamos el ejemplo de su perfecta obediencia!

Testimonios personales de encuentros angelicales

Mucha gente asegura haber recibido algún tipo de ayuda que parece haber involucrado a ángeles. Algunas de estas experiencias son muy evidentes; otras, más sutiles. Desde luego, no todas estas historias son necesariamente legítimas, o puede que no hayan sido debidamente transmitidas. Sin embargo, hay tal abundancia de tales historias, que indudablemente algunas de ellas han ocurrido tal cual se han contado. 

Hemos compilado aquí varios relatos de gente que conocemos personalmente y a la cual no tenemos razón para no creerle. De hecho, es esperable que Dios provea a su pueblo ayuda angelical en variadas circunstancias. Estos encuentros fueron muy alentadores para aquellos que los experimentaron, y son relatados aquí para que usted y otros se sientan animados e inspirados. 

Automóvil salvado antes de descarrilarse de un puente

Era un día soleado y caluroso en Carolina del Norte (EE. UU.). Mi esposa y yo íbamos camino a casa después de haber pasado el día visitando a miembros de nuestra Iglesia. Teníamos poco más de un año de casados, y éramos novicios en cuanto a las experiencias de la vida y el ministerio de Dios. 

Aquel día, mientras viajábamos por la autopista interestatal, comenzamos a cruzar un largo puente que se extendía sobre un gran río. Todos sabemos lo que es manejar después de varios kilómetros — uno conduce pensando en otras cosas, mientras adelanta a otros autos y otros lo adelantan a uno. Todo conductor da por sentado que los demás conducen sus vehículos con cautela y están alerta. 

Excepto que esta vez el conductor de un gran camión no lo estaba. En la mitad del puente sentimos un impacto repentino que levantó nuestro auto y comenzó a empujarlo hacia el barandal: el camión le había pegado a la parte trasera de mi vehículo. En un instante me di cuenta de que estábamos en peligro de sobrepasar el barandal y caer al río, caída que hubiese significado una muerte segura. Pero antes de alcanzar a reaccionar siquiera, mi auto se devolvió a la vía y estabilizó. El camión nos pasó, rugiendo, a solo unos centímetros de mi puerta. 

Logré salir del puente y estacionarme en la cuneta para inspeccionar mi auto. El conductor del camión, que también se había detenido apresuradamente, vino donde yo estaba y me dijo: “¡Pensé que lo había empujado sobre el puente cuando le pegué a su parachoques trasero!” Mi esposa y yo estábamos conmocionados, pero aliviados. ¡Apenas escapamos! El conductor había estado manejando agotado y dormitó por un instante mientras conducía a alta velocidad, desviándose a mi carril, pegándole a la parte trasera de mi auto y empujándolo hacia el borde del puente. 

Él pensó que nos habíamos caído, y yo pensé que nos íbamos a caer. Pero no fue así. Mi esposa dice que sintió el vehículo virar de vuelta a la izquierda, pero yo sé que no giré el manubrio. Ambos sentimos en ese día, en ese momento, que un ángel nos había dado una mano para conducir nuestro auto de vuelta a la pista, impidiendo que se saliera y cayera del puente. 

Yo no vi a un ángel, pero hasta hoy estamos firmemente convencidos de que hubo un poco de ayuda adicional: un ángel que nos rescató del desastre. 

-D. M.

Ayuda con un cambio de neumático en 38 grados de calor

Me encontraba viajando a través del país junto a mi compañera de cuarto, que estaba en proceso de comenzar un nuevo empleo en Tejas. Recién habíamos salido de Albuquerque, Nuevo México [EE. UU.], cuando tuvimos problemas con uno de los neumáticos. Habíamos tomado la última salida y no había nada en kilómetros a la redonda, por lo que cruzamos la mediana de la carretera y nos devolvimos a la estación de servicio para conseguir ayuda. 

Estábamos en pleno verano y el sol ardía intensamente. La única sombra que había en esa área era la que proyectaban los cobertizos de las bombas de gasolina. Entré a la oficina a pedir permiso para estacionarnos bajo uno de los toldos mientras intentábamos cambiar el neumático, pero la respuesta fue “No, no puede bloquear las bombas de gasolina”.  Así, decidimos estacionarnos a la orilla del estacionamiento y comenzamos a bajar las cosas de la maletera para sacar el neumático de repuesto. Ninguna de nosotras había cambiado un neumático en mucho tiempo, y mucho menos en 38 grados de calor. 

De la nada, un hombre vestido de lo que parecía ser ropa de pintor se nos acercó. Nos preguntó si necesitábamos ayuda y procedió a sacar el neumático de repuesto y a soltar el dañado. Una vez que vio la llanta de repuesto, nos dijo que esta no era la correcta para nuestro vehículo. 

Cuando mencionamos que los hombres dentro de la estación con aire acondicionado no habían sido muy amables, solo dijo: “Sí, así son”, y luego dijo que quizás tenía algo que podía ayudar. Se fue en su vehículo y regresó a los pocos minutos con otro neumático. Cambió el dañado y volvió a cargar la maletera. Tratamos de pagarle, pero no hubo manera que aceptara y nos dijo que así estaba bien. “Me siento feliz de haber podido ayudar”, añadió, y que no necesitaba el neumático que nos había dado. 

Le agradecimos, se volvió a subir a su camioneta y se marchó. Fue tan amable, que sentimos que Dios nos había provisto la ayuda que necesitábamos cuando no teníamos otra opción. ¡Pensamos que él fue un ángel que vino a rescatarnos!

-D. B.

Cara vendada por una persona que nadie recuerda haber visto

Esta historia ocurrió a principios de los años sesenta, antes de que mi esposa naciera, y cuando sus hermanos mayores eran todavía muy pequeños. La familia iba viajando en su auto, y era de noche. Tuvieron un accidente con otro vehículo, y la madre de mi esposa estrelló su cabeza contra el parabrisas roto, sufriendo graves cortaduras. Los niños en el asiento trasero lloraban, y el papá les decía que no temieran y les citó las Escrituras: “¡Tranquilos, no tengan miedo! Ustedes no se preocupen, que van a ver cómo nuestro Dios los va a salvar” (Éxodo 14:13, Traducción en Lenguaje Actual).

Se bajaron del auto y otros conductores se detuvieron y los ayudaron. Luego, un hombre que llevaba un maletín típico de médico se acercó y les dijo a todos, “Muévanse a un lado. Yo puedo encargarme de esto”. Procedió rápidamente a vendar la cara de la madre, calmándola y conteniendo el sangrado. 

El padre se distrajo por un momento mientras hablaba con la policía, pero dice que no fue mucho tiempo, y volvió donde estaba su esposa. El hombre que la había ayudado había desaparecido. Le preguntó a la gente a dónde se había ido, pero nadie recordaba haber visto a un hombre. Sin embargo, en la sala de emergencias los doctores que la examinaron dijeron que quien fuera que la había vendado era un experto, porque ni siquiera un doctor altamente entrenado podría haber hecho un mejor trabajo. 

Ella sanó tan bien (de algo que fácilmente pudo haber sido un accidente fatal), que solo tiene una pequeña cicatriz en su rostro. Únicamente alguien que conoce lo sucedido puede notarla. La familia siempre ha estado convencida de que Dios envió a un ángel para ayudarlos cuando más lo necesitaron, pero que ese ángel (como  ocurre tantas veces en las Escrituras) se desvaneció instantáneamente después de haber hecho su tarea. 

-F. D.

Un compañero después de quedarse atrapado en el aeropuerto

Cuando tenía diecinueve años, me quedé atrapado en un aeropuerto durante veinticuatro horas, sin dinero ni tarjetas de crédito. Cuando me di cuenta de que tendría que quedarme ahí hasta que uno de mis amigos llegara el día siguiente, me senté y oré a Dios para que me cuidara porque estaba solo y con un poco de miedo. Al poco tiempo, un joven vino a sentarse a mi lado. Me dijo que me veía nervioso y que me vendría bien tener compañía. (Hasta este día no me acuerdo si me dijo su nombre. Si me lo dijo, no recuerdo, a pesar de haber pasado todo un día juntos). 

Pagó por mi cena y se sentó conmigo esa noche. A la mañana siguiente incluso me compró desayuno. Le dije que podría reembolsarle el dinero cuando mi amigo llegara, y caminó conmigo hasta la puerta por donde este iba a entrar. 

Hablamos hasta que vi a mi amigo cruzar la puerta. Lo saludé a la distancia, y me volteé para decirle al joven que este era mi amigo, pero se había ido. Había estado a mi lado literalmente hasta ese momento. Miré alrededor, pero no lo pude encontrar. Estoy muy convencido de que fue un ángel que solo se estaba asegurando de que yo estuviese a salvo esa noche, que de otra manera habría pasado solo en el aeropuerto. 

-L. V. A.

Vehículo corrige su rumbo, evitando estrellarse con una bicicleta

En los años ochenta, en el este de Texas aconteció algo poco común para esa región: cayó nieve y se formó hielo. Mi esposo y yo íbamos camino a casa en el auto, cuando pasamos sobre un tramo resbaloso y perdimos el control desviándonos directamente hacia el carril de vehículos en dirección contraria. Cerré los ojos anticipando el impacto, pero este nunca ocurrió. Cuando los abrí, mi esposo dijo que no sabía cómo el auto había corregido su dirección por sí solo, pero que estábamos de vuelta en nuestro carril, viajando como si nada hubiera pasado. 

Cuando estuve en Jerusalén durante el verano de 1973 trabajando en un proyecto universitario, otro estudiante y yo íbamos caminando cuesta abajo por una calle de la antigua ciudad. De repente oímos a alguien que gritaba y vimos a un hombre en bicicleta que venía directo hacia nosotros. Quizás estaba gritando porque sus frenos no funcionaban. De cualquier forma, estaba casi encima de nosotros cuando de repente su bicicleta pareció haberse estrellado con una pared invisible y se cayó. Él continuó gritando (en árabe o hebreo), y le preguntamos si estaba bien. Como no pudimos comunicarnos bien, se fue. Yo me maravillé por el hecho de que ni él ni la bicicleta nos alcanzaron a tocar en lo más mínimo. No sentimos ningún impacto. Después, no en ese momento, me vine a dar cuenta de quizás un ángel lo detuvo. 

Probablemente haya más ocasiones en las que yo no me he percatado que ha habido intervención divina a través de ángeles, pero por ahora estas son las que se me vienen a la mente. 

-J. M.

Atrapado en un vehículo y rescatado de alguna manera

Veníamos de los establos de caballos en el suroeste de Ohio y llegamos a la intersección de una carretera principal. En ese momento, otro vehículo viró a la izquierda frente a nosotros, haciendo que nos estrelláramos. Yo estaba sentado en el asiento delantero del pasajero. La puerta en el lado del conductor se podía abrir, pero la mía estaba atascada y solo se abría unos pocos centímetros. Estaba atrapada. Era imposible para mí salir por ese lado del vehículo. 

Estaba sentada ahí en profundo shock, impotente, sin poder salir del vehículo. Pero la siguiente cosa que recuerdo es estar parada en la carretera al lado del auto. Vi una sombra oscura al frente de este; parecía ser el perfil de un hombre. 

Un rato después el esposo del conductor me dijo: “No sé cómo saliste del auto”. Meditando un poco más al respecto me di cuenta de que debí haber sido transportada a través de la puerta del auto con algún tipo de ayuda sobrenatural. 

Ahora puedo entender más claramente cómo es posible que tres hombres sean arrojados al fuego y escapen sin evidencia de quemaduras, como fue el caso de los amigos de Daniel en Babilonia. Esto me ha brindado una nueva perspectiva en cuanto a muchas cosas, incluyendo la protección angelical. 

-L. R.

Ayuda para dos mujeres y seis niños atrapados

Una amiga y yo íbamos camino a casa después de haber llevado a seis niños a nadar, cuando se reventó uno de los neumáticos. Fue durante una hora de mucho tráfico, pero mi amiga logró maniobrar el vehículo hasta un área de difícil acceso a un lado de la carretera. ¿Qué podíamos hacer? Uno de los niños comenzó a orar. 

Lo siguiente que supimos fue que un hombre vino y nos ofreció cambiar el neumático. Curiosamente, se disculpó por haberse demorado tanto. Comenzó a poner el repuesto, pero notó que estaba desinflado. Se fue y regresó al poco rato y lo instaló, pero dijo que la parte interior del neumático tenía un tajo, por lo que no debíamos manejar lejos. Le ofrecimos dinero pero se rehusó. 

Cuando nos fuimos, miramos hacia atrás pero el hombre ya no estaba ahí. Nos detuvimos tan pronto encontramos un lugar para reemplazar el neumático y, tal como él dijo, el interior estaba dañado. Hasta este día estamos seguras de que este amable señor fue un ángel enviado para ayudarnos en esa difícil situación. 

-V. W.

Quizás usted haya oído historias similares, o tal vez usted o alguno de sus conocidos haya experimentado algo parecido. El hecho es que Dios es real, y sus ángeles son reales. Y ellos son verdaderamente enviados para intervenir y ayudar a la gente cuando los necesitan. A veces Dios actúa directamente por medio del poder de su Espíritu Santo, y en otras utiliza a sus agentes espirituales, sus ángeles justos, para que actúen de su parte. Sin duda que ellos han intervenido muchas veces en nuestras vidas sin que nosotros nos demos cuenta. ¡Qué increíble será el día en que nos enteremos de toda la ayuda sobrenatural que hemos recibido en esta vida!

Conclusión

Dios creó a los ángeles como espíritus ministradores, pero algunos se rebelaron y escogieron seguir a Satanás. Sin embargo, dos tercios permanecieron leales a Dios. Los ángeles de Dios realmente otorgan protección, anuncian grandes acontecimientos y advierten antes de que se desate la furia de Dios. Son seres poderosos que hacen la voluntad de Dios. 

La verdad acerca de los ángeles ha sido malentendida y distorsionada, convirtiéndose en una confusa mezcla de fábulas y mitos. A la gente le gusta estimular sus sentidos y oír cosas agradables que carecen de verdadera sustancia espiritual (Isaías 30:10). Por tanto, hay un bombardeo constante de falsedades, y los verdaderos cristianos deben tener cuidado de proteger sus pensamientos, acciones y creencias frente a ellas. ¡Solo Dios es digno de ser adorado! (Isaías 37:16).

Debemos pedirle a Dios su ayuda y protección, incluyendo la que él nos proporciona por medio de sus ángeles. Hay tantas cosas que pueden salir mal en un solo instante, tantos eventos que pueden cambiar nuestra vida para siempre. ¡La intervención de los ángeles probablemente nos ha salvado de la muerte o lesiones trágicas en más de una ocasión! 

A través de los años hemos experimentado hechos milagrosos o escuchado a otros que también han sido testigos de milagros, sean estos la intervención física directa que evitó un accidente trágico, ¡o una poderosa fuerza que nos impidió hacer algo insensato!

Las Escrituras están colmadas de relatos de intervención angelical. Los ángeles están ocupados en ayudar a Dios a llevar a cabo su plan, y protegen a quienes han sido llamados según su propósito. 

Cada día debemos pedirle a nuestro Padre en el cielo que nos permita recibir la ayuda y protección que sus ángeles pueden proveer. Ellos son elementos muy importantes en la creación de Dios, invisibles, ¡pero más permanentes y reales que nosotros mismos en la actualidad!  EC