De la vida a la vida
Un balde de agua fría en pleno rostro hemos sentido luego de haber regresado a nuestras vidas “normales”. El cambio de horario nos alegró el sueño por ganar una hora, pero hizo que las tardes fueran apresuradamente más oscuras, sobre todo con el equinoccio otoñal y su ángulo oblicuo sobre esta parte del mundo que dejó entrar ahora menos luz a la ciudad.
La imagen de una calavera vestida de gala llamada “La Catrina” se ha convertido en el ícono representativo al entrar en esta época del año. Pero ¿sabía usted que esta elegante pero desnutrida señora nada tiene que ver con el inframundo y los sacrificios, sino más bien, como producto icónico que ridiculizó la sociedad de México a principios del siglo XX, que ostentaba alta alcurnia, pero la dura realidad era pobreza, corrupción, y miseria? El caso es que la acompañante del catrín ha sido tomada para reforzar la cultura y espiritualidad de México para días oscuros, pero al mismo tiempo festivos y alegres de Halloween, Día de Muertos y Día de todos los Santos. Druidas, olmecas y católicos sincréticamente celebran, honran y manifiestan su deseo de acercarse, entender y ser parte de un proceso que tanto ricos como pobres vivirán algún día: de la vida a la muerte.
Y es que la muerte ha sido uno de los temas más difíciles de explicar y de enfrentar no solamente por los aztecas, mayas, e incas, sino que desde mucho antes: desde que el hombre recibió el soplo en su nariz, el aliento de vida. Muy poco después de que el hombre fuera formado, la confusión y engaño se basó en este tema: ¿morir o no morir?
La muerte entró a nuestra realidad de seres vivos, conscientes y racionales. Desde entonces hemos lidiado con ella. La Escritura nos dice que la muerte, nuestro postrer enemigo, finalmente será destruído (1 Cor 15:26, Apoc 20:14).
Muy estrecha visión espiritual sería pensar que La Catrina será lanzada al lago del fuego. No me mal interprete. Mi intención no es minar la cultura de ningún pueblo, sino más bien, reflexionar acerca del pedazo de mundo en que nos encontramos viviendo y no dejarnos absorber por él.
La emplumada dama que bebe pulque y monta caballo es sólo una caricatura que enriquece la cultura, fortalece las creencias y llena de color y luces las mentes de seres que no entienden el verdadero potencial humano. No estamos aquí para venerar ni celebrar la muerte, ni mucho menos el proceso natural hacia ella. Estamos aquí para celebrar el proceso de que habiendo sido creados, podamos recibir la vida eterna. De la vida a la vida.
Estuvimos todo el año celebrando las fiestas santas de Dios y todas ellas, teniendo como figura a Cristo, nos van encaminando hacia este mismo objetivo: alcanzar la vida eterna. ¡Qué tristeza ver las rústicas fiestas del hombre que intentan lo mismo, pero a su manera! Su esperanza es de tan poco alcance que no podemos sentir otra cosa que tristeza. Pero estimado lector, ¿no se da cuenta de las valiosas verdades que Dios nos ha entregado, que distan monumentalmente de las ideas del mundo, que cada año anunciamos en sus tiempos y que, Dios mediante, seremos parte? ¡Maravilloso!
¿Por qué entró la muerte? Cristo mencionó claramente por qué obstinadamente el hombre se aferra a morir, y no buscar la vida eterna por medio de él. “...Yo me voy, y me buscaréis, pero en vuestro pecado moriréis; a donde yo voy, vosotros no podéis venir...porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:21,24).
Pintarse el rostro de calavera, pedir dulces y fundirse en el velado pensamiento colectivo es lo que hace el mundo. Y recibir la muerte es simplemente insistir en pecar, esto es transgredir la santa, justa y perfecta ley de Dios. Esto es lo que practica el mundo cada día con mucho más ahínco.
Regresando de las maravillosas fiestas de Tabernáculos y Octavo Día no podemos dejar de impactarnos y de comprobar que el dios de este mundo está en acción (2 Cor 4:4), y vamos escuchando entre nosotros mismos (familia Dios) palabras tales como realidad, mundo, depresión, entre otras. ¿No será mejor hablarnos con palabras en contraste como esperanza, vida, alegría?
A pesar de que cada año decimos siempre lo mismo, que habrán seis meses “sin fiestas”, este año quiero pensar y comentarles algo distinto. Sí tendremos fiestas, ¡y muchas! Serán 22 fiestas semanales para ser exactos hasta Pascua, cuando comencemos nuevamente el repaso anual de nuestra salvación, proceso que aprendemos y perfeccionamos cada año para pasar de esta vida, a la vida eterna.
Celebremos y anunciemos la alegría de saber que hay vida después de la vida. Nos queda este buen reposo, que si bien es físico, es la sombra venidera de cuando ya no habrá más muerte, ni disfraces, ni calaveras, sino vida después de la vida en una celebración eterna con el Cordero y Dios Padre.