¿Podemos creerle a la Biblia?

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¿Podemos creerle a la Biblia?

Muchos críticos de la Biblia desprecian a quienes creen en ella y los tildan de fanáticos, ignorantes y detractores de la ciencia. Pero ellos mismos ignoran el hecho de que los cimientos de la ciencia moderna fueron echados en gran medida por hombres que creían en Dios y en la Biblia.

Por ejemplo, Sir Isaac Newton, el brillante matemático y físico británico del siglo xvii, escribió: “Este hermoso sistema de soles, planetas y cometas solo podría proceder del consejo y dominio de un Ser inteligente y poderoso”.

También declaró: “En la Biblia hay más indicadores confiables de autenticidad que en cualquier historia profana”, y “Tengo una creencia fundamental en la Biblia como la Palabra de Dios, que fue escrita por hombres que fueron inspirados, y la estudio a diario”.

Muchos grandes pioneros de la ciencia examinaron la evidencia y concluyeron que demostraba la existencia de Dios y que la Biblia era su Palabra inspirada. Para muchos, la motivación detrás de sus investigaciones científicas se basaba en la creencia de un universo ordenado establecido por el poder y el genio de un Creador todopoderoso.

Por ejemplo, el astrónomo británico de origen alemán Sir William Herschel (1738-1822), descubridor del planeta Urano, dijo: “Todos los descubrimientos humanos parecen hacerse con el solo propósito de confirmar más fehacientemente la verdad contenida en las Sagradas Escrituras”.

El gran astrónomo polaco Nicolás Copérnico (1473-1543), cuya idea de que la Tierra gira alrededor del Sol sentó las bases para entender nuestro sistema solar, escribió: “¿Porque quién, después de aplicarse a las cosas que ve establecidas en el mejor orden y dirigidas por el gobierno divino, no admiraría a través de la contemplación de las mismas al Artífice de todas las cosas, en quien está toda felicidad y todo bien?”

El famoso astrónomo, matemático y físico italiano Galileo Galilei (1564-1642), cuyas observaciones astronómicas revolucionaron nuestra visión del universo, señaló: “Cuando reflexiono sobre tantas cosas profundamente maravillosas que las personas han captado, buscado y hecho, reconozco aún más claramente que la inteligencia humana es una obra de Dios, y una de las más excelentes”.

El astrónomo y matemático alemán Johann Kepler (1571-1630), que estableció las bases para comprender las leyes del movimiento planetario, vio un orden divino en los movimientos de los cuerpos celestes que reflejaba la existencia de un Creador. Observó: “La geometría . . . [es] coeterna con Dios . . . y reflejándose en la mente divina ha suministrado a Dios los ejemplos . . . para darle forma al mundo, de modo que se convirtiera en el mejor y más bello, y también en el más parecido al Creador”.

El médico, anatomista y fisiólogo inglés William Harvey (1578-1657) descubrió el funcionamiento del sistema circulatorio del cuerpo humano. Su trabajo fue pionero en el método científico e impactó la investigación científica durante siglos. Sus estudios de la anatomía humana y animal le llevaron a concluir: “Reconocemos que Dios, el Creador Supremo y Omnipotente, está presente en la producción de todos los animales . . . En efecto, todas las cosas están ideadas y ordenadas con singular providencia, divina sabiduría y la más admirable e incomprensible habilidad”.

Más recientemente, el ingeniero astronáutico y padre del programa espacial estadounidense, Werner von Braun (1912-1977), dijo: “En esta era de vuelos espaciales, en la que utilizamos las herramientas modernas de la ciencia para avanzar hacia nuevas áreas de la actividad humana, la Biblia . . . esta grandiosa y conmovedora historia de la revelación y desarrollo progresivos de la ley moral . . . sigue siendo en todos los sentidos un libro aún vigente”.

La comprensión de nuestro planeta, el sistema solar, el universo y el cuerpo humano se apoya en la obra fundamental de gigantes científicos como estos, que no veían ningún conflicto entre Dios, la ciencia y la Biblia. Citemos nuevamente a Sir Isaac Newton: “Estudio la Biblia a diario”. ¡Y nosotros también debiéramos hacerlo! Los artículos de este número le ayudarán a comprender el Salmo 119:105, que dice: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. ¡Ojalá usted le permita a la Palabra de Dios iluminar el camino de su vida!  BN