El cuarto mandamiento: Clave para la relación con nuestro Creador

Usted está aquí

El cuarto mandamiento

Clave para la relación con nuestro Creador

Descargar

Descargar

El cuarto mandamiento: Clave para la relación con nuestro Creador

×

“Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para el Eterno tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:8-11).

¿Por qué el apartar un día de la semana es tan importante que Dios lo ha incluido como uno de los Diez Mandamientos?

El cuarto mandamiento, santificar el sábado, completa la sección del Decálogo que especifica los principios fundamentales que rigen nuestra relación con Dios: cómo debemos amarlo, adorarlo y relacionarnos con él. Nos explica por qué y cuándo necesitamos apartar un tiempo especial para acercarnos más a nuestro Creador.

El sábado, el séptimo día de la semana, fue apartado por Dios como un tiempo para el descanso y el fortalecimiento espiritual. En nuestro calendario el período que Dios ha santificado empieza a la puesta del sol del viernes y termina a la puesta del sol del sábado.

Desde luego, alguno de inmediato preguntará: ¿Por qué el séptimo día? ¿En qué puede mejorar nuestra relación con Dios el que observemos ese día en particular y no cualquier otro día? Al fin y al cabo, la noche del viernes y el sábado abundan las actividades y diversiones, sin mencionar el trabajo y los negocios. ¿Por qué hemos de ser diferentes de los demás? ¿No es este solamente un mandamiento simbólico? ¿Acaso no lo quebrantó Jesucristo mismo, liberándonos así de la carga de observarlo?

Este tipo de preguntas refleja algunas de las muchas creencias que por siglos se han tenido con respecto al cuarto mandamiento. Pero el precepto de Dios es sencillo y fácil de entender. ¿Por qué, pues, tantos lo omiten, lo atacan y tratan de evadirlo? ¿No será porque los obstáculos para obedecer el mandamiento acerca del sábado provienen del dios de este mundo? Este malvado ser quiere que aceptemos tales puntos de vista porque él detesta la ley de Dios. Ejerce toda la influencia que puede a fin de que tengamos excusas para hacer caso omiso de este mandamiento.

Muy pocos se dan cuenta de la gran influencia que Satanás tiene en nuestra sociedad. Como el verdadero “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4), él engaña al mundo entero y lo tiene bajo su influencia (Apocalipsis 12:9; 1 Juan 5:19). Su propósito siempre ha sido destruir la relación entre el Dios verdadero y los hombres. Lo que más desea es evitar que los seres humanos tengan una amorosa relación personal con su Creador, la cual, en sí, es la razón del cuarto mandamiento. ¡Él quiere impedir que realicemos nuestro asombroso potencial de llegar a nacer como miembros de la familia de Dios!

Jesús y los apóstoles guardaron el sábado

¿Qué podemos aprender del ejemplo de Cristo con relación al sábado? “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga conforme a su costumbre, y se levantó a leer” (Lucas 4:16). Jesús guardaba el sábado con el propósito para el cual fue creado: para ayudar a la gente a tener una relación personal con Dios.

Después de la muerte de Cristo, vemos que los apóstoles siguieron su ejemplo en la observancia del sábado: “Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos” (Hechos 17:2). Pablo “discutía en la sinagoga todos los días de reposo, y persuadía a judíos y a griegos” (Hechos 18:4).

No obstante, en la actualidad casi toda la gente que dice seguir a Cristo rechaza la vigencia de este ejemplo que él y los apóstoles nos dejaron, y no lo imita. Al parecer, pocos se dan cuenta de que ese rechazo masivo del sábado como el día de adoración para los cristianos no empezó hasta 300 años después del ministerio de Cristo en la tierra.

El cambio oficial del día de reposo de sábado a domingo fue perpetrado por el emperador romano Constantino, quien declaró el cristianismo como la religión oficial del Estado. Pudo darse cuenta de que al aceptar y apoyar el cristianismo se aseguraría una gran ventaja política sobre su rival, quien apoyaba la persecución y muerte de los cristianos. Pero esa aceptación tenía un precio: el control del Estado sobre todos los asuntos de la religión.

La Biblia en ninguna parte menciona que el Padre o Jesucristo hayan concedido permiso para cambiar el día de reposo del séptimo día de la semana al primero, el domingo. Ningún ser humano, institución o gobierno ha tenido jamás el derecho o la facultad de cambiar lo que Dios ha santificado.

El sábado y nuestra relación con Dios

El sábado es de vital importancia en nuestra relación con Dios porque determina la manera en que lo comprendemos y adoramos. Debemos “santificar” el sábado adorando a Dios como es debido en ese día. Si no lo hacemos, entonces renunciamos a ese entendimiento especial que él quiere inculcar en nosotros al adorarlo en ese día.

La suspensión de nuestras actividades normales cada semana nos recuerda una lección básica. Después de trabajar seis días “componiendo” y embelleciendo este planeta, Dios suspendió la parte física de su creación y reposó el séptimo día (Isaías 45:18; Génesis 2:1-3).

El sábado es un día especial para cultivar nuestra relación espiritual con Dios. Aunque es un día en que debemos suspender nuestras labores cotidianas a fin de que podamos descansar lo necesario para nuestra recuperación física, no es un día de indolencia, como algunos suponen. Todo lo contrario, el sábado es un día especial en el cual cambiamos radicalmente la perspectiva de nuestra actividad. El propósito de Dios es que este sea un tiempo en el cual nos acerquemos más a él con gozo y entusiasmo.

Por medio de uno de sus profetas, Dios nos dice: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso del Eterno; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Eterno; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Eterno lo ha hablado” (Isaías 58:13-14).

Ciertamente, deleitarnos en el Eterno es la razón por la que durante las 24 horas del sábado debemos cesar nuestras actividades cotidianas de los otros seis días de la semana.

Establecer y cultivar las relaciones interpersonales lleva tiempo. Toda asociación provechosa requiere tiempo. Ninguna relación buena puede tener éxito si no se cultiva por algún tiempo: ninguna amistad, ningún noviazgo, ningún matrimonio, y así lo requiere también nuestra relación con Dios y con Jesucristo. Dios quiere que dediquemos un tiempo especial para adorarlo. Ese tiempo especial sólo puede dárnoslo el sábado: el séptimo día de la semana.

El vocablo hebreo traducido como sábado es shabbath, el cual quiere decir “cesar, hacer una pausa o tomarse un descanso”. El sábado nosotros debemos descansar de nuestras actividades cotidianas y dedicar nuestro tiempo y atención a nuestro Creador. ¿Por qué? “Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó” (Éxodo 20:11). De una manera diferente de cualquier otro mandamiento, el sábado nos mantiene en contacto con la realidad de que Dios es nuestro Creador.

El mundo no conoce al Dios verdadero

Observemos el mundo en que vivimos. La teoría de la evolución —que el mundo y todo lo que hay en él surgió de la nada— es el concepto predominante entre la gente educada. La mayoría de los eruditos se mofan de la idea de que la creación exige un Creador capaz de pensar y planear y que tuviera un propósito al crearnos. Incluso muchos científicos que profesan ser cristianos están de acuerdo con tal teoría. Sin embargo, para los que obedecen fielmente los Diez Mandamientos, la observancia del reposo del séptimo día les recuerda constantemente que su fe se basa en la existencia de un Creador muy real.

En Hebreos 11:3 leemos: “Por la fe [es decir, al creer lo que Dios nos dice en la Biblia] entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Esta fe es la confianza absoluta de que la Biblia fue inspirada por Dios y que nos revela precisamente cómo llegaron a existir el mundo y el hombre. (Para más información al respecto, puede solicitar nuestro folleto gratuito ¿Se puede confiar en la Biblia?)

Dios no nos revela muchos detalles sobre cómo creó el universo; sólo nos dice que lo creó. El observar el sábado cada semana nos mantiene siempre conscientes de este hecho fundamental. Dios sabe que todo aquel que descuida este conocimiento olvida qué y quién es él. Así de importante es este conocimiento.

Es por esto mismo que la observancia del sábado resulta ser tan importante en la relación con nuestro Hacedor. Nos recuerda constantemente que el ser a quien adoramos es ni más ni menos el Creador de “los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay”.

La creación continúa

El sábado no sólo es un recordatorio de una creación pasada. Es cierto que Dios terminó la parte física de su creación en seis días; no obstante, la parte espiritual aún prosigue. El sábado es el día en el cual se enfoca esa creación espiritual —la creación de la nueva persona en Cristo— de manera muy especial. Como se nos dice en 2 Corintios 5:17: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

La nueva creación espiritual es interna, por cuanto se realiza en el corazón y carácter de cada persona. Empieza cuando, tomando en cuenta nuestro comportamiento anterior, nos despojamos “del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y [nos renovamos] en el espíritu de [nuestra] mente, y [nos vestimos] del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24). Este nuevo hombre o mujer es aquel que “conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno” (Colosenses 3:10).

El carácter espiritual no puede desarrollarse sólo con base en nuestra propia voluntad. El “viejo hombre” inevitablemente cederá a las debilidades y deseos de la naturaleza humana. El apóstol Pablo resume esta situación así: “Yo sé que en mí, esto es en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Romanos 7:18-19).

Es Dios mismo quien crea espiritualmente en nosotros ese carácter justo y santo. Es él quien renueva nuestra manera de pensar y nos da la voluntad y la fortaleza necesarias para poder resistir las tendencias de la naturaleza humana. “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

Un día de renovación

¿Nos damos cuenta de la importancia de esto? Si estamos en Cristo, nuestro Padre celestial está creando en nosotros su propio carácter, su naturaleza divina (2 Pedro 1:4). El período semanal que él apartó para siempre a fin de recordarnos que él es el Creador, es el mismo período semanal durante el cual nos instruye, y esto tiene como fin el hacernos una nueva creación.

El apóstol Pedro nos dice que, “como niños recién nacidos”, debemos desear “la leche espiritual no adulterada, para que por ella [crezcamos] para salvación” (1 Pedro 2:2). El sábado es el día que Dios apartó para que nos acerquemos más a él por medio del estudio de su Palabra, la oración personal y la instrucción en grupo. Dios bendijo y santificó —apartó— ese período de 24 horas (Génesis 2:1-3). Nosotros debemos utilizarlo para deleitarnos en nuestro Creador y buscar diligentemente su participación en nuestro crecimiento espiritual (Isaías 58:13-14).

El sábado es el día en que los seguidores de Cristo deben acercarse más los unos a los otros: “Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:24-25).

El sábado es el único día en el cual Dios ordena una convocación semanal: “Seis días se trabajará, mas el séptimo día será de reposo, santa convocación; ningún trabajo haréis; día de reposo es del Eterno en dondequiera que habitéis” (Levítico 23:3).

En el Nuevo Testamento hay pruebas de que tanto los apóstoles de Cristo como los nuevos conversos continuaron congregándose en el séptimo día, el sábado. Ellos lo observaban poniendo énfasis especial en la “nueva” persona que Dios está creando ahora. La importancia del séptimo día con relación a sus vidas aumentó para ellos. La Epístola a los Hebreos confirma que los seguidores de Cristo y los apóstoles guardaron el sábado, y nos afirma que “queda todavía un reposo sabático para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9, Reina-Valera Actualizada).

En conformidad con el ejemplo de Jesús, sus discípulos continuaron obedeciendo el mandamiento de Dios de santificar el sábado. Observaron el séptimo día como el día de reposo. El mandamiento de Dios para nosotros hoy día sigue siendo el mismo: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo” (Éxodo 20:8).

Necesitamos desesperadamente apartar un tiempo para acercarnos a nuestro Creador. Él nos dice cuánto tiempo especial necesitamos para nuestra relación con él y cuándo apartarlo. A nosotros nos corresponde decidir si confiamos en su sabiduría y si estamos dispuestos a obedecer su mandamiento de santificar el sábado.

(Para obtener un estudio mucho más amplio de este tema, no vacile en solicitar nuestro folleto gratuito El día de reposo cristiano.)