La promesa de Dios de una nueva era
¿Prometió Dios que un descendiente de David, lleno del Espíritu, dirigiría y juzgaría a su pueblo?
“Saldrá una vara [Jesucristo] del tronco de Isaí [padre del rey David], y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu del Eterno; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Eterno. Y le hará entender diligente en el temor del Eterno. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura” (Isaías 11:1-5).
¿Cómo cambiará Dios el corazón del hombre?
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra . . . y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios” (Ezequiel 36:26-28; comparar con Isaías 59:20-21).
El Espíritu Santo no sustituye el conocimiento del bien y del mal que proviene de los mandamientos y las leyes de Dios. En lugar de ello, por medio de su Espíritu, Dios nos da el poder que necesitamos para obedecerlo y hacer su voluntad.
¿Ha prometido Dios ofrecer su Espíritu a todos?
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne . . .” (Joel 2:28).
Dios tiene un plan a largo plazo para cambiar la naturaleza humana y abrir la puerta a fin de que toda la humanidad pueda recibir su Espíritu. La puerta fue cerrada cuando Adán y Eva lo rechazaron a él y escogieron el árbol del conocimiento del bien y del mal. Esa puerta es la clave del cambio; es también la clave de una nueva relación que las personas pueden tener con Dios. Esa relación se basa en el arrepentimiento, la sumisión a Dios, y la aceptación del sacrificio de su Hijo, Jesús el Mesías, para el perdón de los pecados.
¿Se ha comprometido Dios a lograr este cambio universal?
“He aquí que vienen días, dice el Eterno, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá . . . Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Eterno; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Eterno; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:31-34).
Dios ha decidido que su Espíritu estará disponible para todas las tribus de Israel, una nación restaurada en el futuro con todos los descendientes de Abraham por medio de su nieto Jacob. En esa época utilizará el ejemplo de su pueblo para enseñar a otras naciones cómo deben arrepentirse para que puedan recibir el Espíritu Santo.
“Por tanto, así ha dicho el Eterno el Señor: Ahora volveré la cautividad de Jacob, y tendré misericordia de toda la casa de Israel, y me mostraré celoso por mi santo nombre. Y ellos sentirán su vergüenza, y toda su rebelión con que prevaricaron contra mí, cuando habiten en su tierra con seguridad, y no haya quien los espante; cuando los saque de entre los pueblos, y los reúna de la tierra de sus enemigos, y sea santificado en ellos ante los ojos de muchas naciones. Y sabrán que yo soy el Eterno su Dios, cuando después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra, sin dejar allí a ninguno de ellos. Ni esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice el Eterno el Señor” (Ezequiel 39:25-29).
¿Qué influencia ejercerá en las demás naciones esta nueva Israel, un pueblo guiado por el Espíritu de Dios?
“Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3).
A medida que los frutos del Espíritu Santo —tales como armonía, cooperación y preocupación por otros— se multipliquen en la nueva Israel, otra vez constituida como nación, las demás naciones verán los resultados y querrán participar de ello. Vendrán a Jerusalén para buscar guía. “Así ha dicho el Eterno de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros” (Zacarías 8:23). Esto, por supuesto, sólo podrá ocurrir después del retorno de Jesús.
¿Qué tenía que suceder antes de que Dios pudiera ofrecer su Espíritu a toda la humanidad?
“Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso . . . Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:6-10).
Dios tenía que enviar primero a Jesús como su Hijo, como ser humano, para que se convirtiera en el Redentor y Salvador de la humanidad. Jesús tuvo que morir para hacer posible el perdón de los pecados a fin de que el Espíritu Santo pudiera ser dado a todos aquellos que se arrepintieran. Después, él tendría que establecer su iglesia (Mateo 16:18) para que hubiera un “real sacerdocio”(1 Pedro 2:9), capacitado y listo para ayudarle a enseñar los caminos de Dios cuando regrese a establecer su reino. Por eso es que Dios ahora, por medio del poder de su Espíritu, está convirtiendo y preparando un “pueblo adquirido”, como miembros de la iglesia que Jesús estableció.
¿Estaba relacionado el nacimiento de Jesús con los planes de Dios para los descendientes de Jacob que todavía no se han llevado a cabo?
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:30-33).
¿Tuvo el Espíritu Santo un papel fundamental en el nacimiento y la misión de Jesús?
“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
“Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida. El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano” (Juan 3:34-35).
Los cuatro relatos de la vida y obra de Jesús, los evangelios, atribuyen sus poderes divinos al poder del Espíritu Santo. Por ejemplo, “fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” y resistió exitosamente esas tentaciones (Mateo 4:1-11). “Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea . . . Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo [el sábado] entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías . . .” (Lucas 4:14-17).
¿Aplicó Jesús las profecías de Isaías a su propia misión?
“. . . Y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:17-21; comparar con Isaías 61:1-2).
Jesús anunció el comienzo de su ministerio en la sinagoga de Nazaret, donde se había criado, en un día sábado. Lo hizo al leer la profecía relativa al Mesías que se encuentra en Isaías 61:1-2. Luego, confirmó que él era aquel de quien Isaías había profetizado. Confirmó que había sido ungido por Dios con el Espíritu Santocomo el Mesías y que este Espíritu lo estaba fortaleciendo para comenzar su ministerio y proclamar el evangelio.
Sin embargo, Jesús leyó tan sólo la porción de la profecía de Isaías que se aplica a su primeravenida. La misma profecía también describe lo que hará cuando regrese: “. . . a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío del Eterno, para gloria suya. Reedificarán las ruinas antiguas . . .” (vv. 3-4).
Lo que Dios comenzó en aquella época en Jesucristo, por medio del poder del Espíritu Santo, era sólo el principio de lo que logrará por medio de su Espíritu. En Apocalipsis 22:16 leemos: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”. Juan, el autor del Apocalipsis, continúa diciendo: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (v. 17).
Este mensaje, en el último capítulo de la Biblia, invita a todas las personas a participar del Espíritu de Dios y deleitarse con sus frutos. Sólo sus frutos pueden satisfacer la sed espiritual y los deseos de los seres humanos. La obra de preparar a la humanidad para recibir el Espíritu Santo comenzó con la primera venida de Jesús.
Veamos ahora cómo Dios está utilizando su Espíritu para preparar a los pocos que está llamando ahora para ser la luz del mundo, no sólo en la actualidad sino también en el futuro, cuando serán reyes y sacerdotes que ayudarán a Jesús a convertir a todo el mundo.