¿Por qué debemos ser reconciliados con Dios?
Cómo ha afectado el pecado nuestra relación con Dios?
“He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2).
¿Cómo se resuelve el problema de nuestra separación de Dios?
“Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).
¿Cómo podemos ser reconciliados con Dios?
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:9-11; comparar con 2 Corintios 5:18-20).
¿Espera Dios que después de nuestra reconciliación con él nos esforcemos para ser irreprensibles?
“Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído . . .”(Colosenses 1:21-23).
Aquellos que han sido reconciliados con Dios mediante la fe en el sacrificio de Cristo deben continuar viviendo “en la fe”, esto es, en armonía con las creencias fundamentales que nos enseña todapalabra de Dios (Mateo 4:4).
¿Qué pecados son cubiertos por la sangre de Cristo?
“Siendo [los creyentes] justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados” (Romanos 3:24-25).
Cuando somos bautizados Dios perdona nuestros pecados pasados —pecados cometidos anteriormente— de los cuales nos hemos arrepentimos y hemos dejado de practicar. Pero su gracia y misericordia no nos dan permiso para seguir pecando. Veamos cómo Pablo comienza su explicación acerca del bautismo: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2).
Jesús murió para pagar por nuestros pecados y conducirnos al arrepentimiento. Él nunca quiso que tergiversáramos la gracia y misericordia creyendo que podíamos rechazar las enseñanzas fundamentales que Dios reveló en las Escrituras aun antes de que él naciera. En lugar de ello enseñó, como lo hemos leído ya, que “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4).
¿Por qué necesitamos la gracia de Dios?
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:8-10).
Nada podemos hacer para ganarnos el perdón y la salvación. Ambos son dones de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:16-18).
¿Es necesario creer en la gracia de Dios, representada en el sacrificio de Cristo, para recibir el perdón?
“. . . Fuisteis . . . sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:11-13).
“Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder, para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:11-12).
Nuestra fe en el perdón de Dios, ¿debe afectar nuestra conciencia?
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:19-22).
Cuando nuestro “viejo hombre” es sepultado por medio del bautismo, Dios quiere que dejemos los sentimientos de culpa por los pecados pasados. Quiere que encaremos el futuro con la confianza de que nuestros pecados han sido perdonados por él. Debemos comenzar una nueva vida sin torturarnos por el pasado.
Pablo describe la actitud que Dios quiere que tengamos, la de una conciencia limpia. “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos . . .” (Filipenses 3:13-15).