Introducción
“Hemos llegado a un punto crítico en la historia. Las fuerzas generadas por la economía científico-tecnológica son lo suficientemente poderosas como para destruir el medio ambiente, es decir, el fundamento físico de la vida humana”. —Eric Hobsbawm, historiador
Desde tiempos remotos el clima y las condiciones atmosféricas han sido un tema fascinante. Cuando observamos el cielo —con su constante cambio de sombras, colores y formas de las nubes— podemos prever ciertos cambios que se avecinan.
Hace casi 2.000 años Jesucristo comentó acerca de esto: “Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, mas ¡las señales de los tiempos no podéis!” (Mateo 16:2-3).
Jesús puntualizó que esa fascinación que sentimos por observar y analizar el aspecto que suele presentar el cielo, debería llevarnos a observar y analizar las señales de los tiempos también.
Quienquiera que observe las condiciones atmosféricas reconoce que su aspecto puede cambiar rápidamente. De repente pueden surgir tempestades destructivas, y luego se disipan tan rápido como surgieron. En ocasiones pueden presentarse condiciones bastante amenazadoras, con ventarrones y nubes oscuras, pero la tormenta no llega. El peligro se aleja.
Lo mismo puede suceder cuando consideramos las profecías bíblicas. Algunas personas bien intencionadas han relacionado las profecías con ciertos sucesos y tendencias geopolíticos específicos y han llegado a pensar que las profecías bíblicas se están cumpliendo ante sus ojos. Pero luego entran en acción factores ocultos que alteran el curso de los acontecimientos, y el supuesto peligro se desvanece.
Ya en el pasado han sonado estas falsas alarmas, e indudablemente volverán a sonar. Pero un día la tormenta profetizada nos sobrevendrá con toda su devastadora fuerza, y esas espeluznantes profecías bíblicas finalmente se cumplirán. Cuando suceda, ¿estará usted preparado?