Dos naciones que cambiaron al mundo
“He aquí que las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas; he aquí que hace desaparecer las islas como polvo . . . ¿A qué, pues, haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?” (Isaías 40:15-18).
Es una historia fascinante: el ascenso de los pueblos de habla inglesa a sus destacadas posiciones de poder e influencia sobre el mundo moderno.
La historia muestra que su ascenso a la grandeza se inició en medio de la confusión producida por la Reforma Protestante. Al separarse de Roma, Inglaterra se vio enfrentada a la hostilidad tanto de la iglesia continental como de la España imperial, la nación más poderosa del mundo de aquel entonces, y comenzó a mirar más allá de los mares en búsqueda de seguridad e intercambio comercial.
Durante el mandato de la reina Isabel I (1558-1603) se enviaron exploradores por todo el mundo. Esto condujo al establecimiento de colonias que luego prosperaron y formaron, entre otros, los Estados Unidos de América y las naciones de la Mancomunidad Británica (ahora llamada Mancomunidad de Naciones).
Los historiadores han llamado a estas naciones “imperios revolucionarios”, porque no fueron tiranías opresoras como otros países o imperios anteriores, en los cuales todos estaban sujetos a dictadores totalitarios.
Cada colonia tenía su propio parlamento o congreso, a los cuales los votantes enviaban representantes electos. Las personas podían poseer terrenos, practicar su religión e incluso llevar a su gobierno a la corte, en tanto que los periódicos podían criticar abiertamente a las autoridades. En estas naciones, que se convirtieron en el mejor ejemplo de estabilidad política en toda la historia moderna, había plena libertad para publicar libros y en su medio prosperaron muchas ideas innovadoras.
Estas nuevas ideas llevaron a la formación gradual de un gran conglomerado de naciones: el Imperio británico y la Mancomunidad de Naciones, y de la república más exitosa del mundo, los Estados Unidos de América.
¿Por qué ha sido tan benevolente y económicamente generosa la historia con Gran Bretaña y Estados Unidos? [Nota: Gran Bretaña comprende Escocia, Inglaterra y Gales]. ¿Por qué han sido bendecidas de manera tan favorable estas naciones, superando a otras que las precedieron en la historia? La respuesta reside en el significado y cumplimiento de la profecía bíblica.
¿Es lógico creer que al revelar los acontecimientos que conllevarían al regreso del Mesías en los últimos días, Dios simplemente pasaría por alto a los Estados Unidos y al Imperio británico?
Por asombroso que parezca, las dos estaban destinadas, según la profecía bíblica, a convertirse en superpotencias. Una precedería a la otra en su categoría de potencia mundial y ambas dominarían los asuntos internacionales, cada una en su momento. Otras naciones incluso les solicitarían ayuda para que las protegieran de regímenes despóticos pero, por sobre todo, ellas harían posible las libertades democráticas y religiosas para las naciones de habla inglesa.
En las dos guerras mundiales, la Mancomunidad Británica y los Estados Unidos salvaron virtualmente a todo el mundo civilizado de otras naciones que intentaron dominar al mundo. Sin ellos, nuestro mundo sería completamente diferente en muchos aspectos.
El mismo ambiente que alentó la libertad de expresión condujo a la Revolución Industrial, la cual transformó al mundo. En el siglo transcurrido entre el fin de las guerras napoleónicas y el comienzo de la Primera Guerra Mundial (1815-1914), la experiencia y el capital británicos hicieron prosperar las economías de sus colonias (que componían un cuarto de la población mundial) y contribuyeron al desarrollo de la incipiente nación estadounidense y de las nuevas naciones independientes de Sudamérica. Después de la Segunda Guerra Mundial, la prosperidad económica y generosidad de Estados Unidos –a través del Plan Marshall– permitieron que Europa y Japón comenzaran a andar nuevamente.
El actual debilitamiento de Gran Bretaña y Estados Unidos está dejando un vacío alrededor del orbe. La disolución del Imperio británico hizo aflorar conflictos étnicos que se habían mantenido a raya bajo el colonialismo. Las guerras en el Medio Oriente, África, Asia del Sur y el Pacífico han sido y son el resultado directo de la descolonización, y han contribuido a la complejidad e inestabilidad de nuestro mundo.
A simple vista pareciera que el poderoso país norteamericano está lidiando exitosamente con estos problemas, pero la verdad es que su estatus internacional está en franco deterioro. Gran Bretaña y Estados Unidos, que desde hace mucho han encabezado la vanguardia del progreso, se enfrentan de manera creciente a complejos dilemas que tanto en sus territorios como fuera de ellos parecen no tener solución. Mientras tanto, otras potencias en Oriente y Occidente ejercitan sus músculos y se preparan para desafiar la posición de superioridad de Estados Unidos.
Por más de cuatrocientos años, Inglaterra y las naciones que ella engendró han jugado un rol decisivo en el mundo. Gran Bretaña y Estados Unidos han dominado el escenario mundial durante dos siglos, período en el cual algunas profecías bíblicas cruciales relacionadas con el tiempo del fin se han estado cumpliendo frente a nuestros propios ojos.
Todo esto nos lleva a formularnos ciertas preguntas vitales: ¿Por qué son tan evidentes las bendiciones económicas –y los ideales democráticos– en las naciones de habla inglesa? ¿Quiénes son los pueblos británico y estadounidense? ¿Cómo encajan estas dos potencias –Estados Unidos y las naciones que conforman la mayor parte del Imperio británico– en la profecía bíblica?
¿Acaso los pueblos británico y estadounidense son ignorados en las páginas de la Biblia, mientras que naciones menos poderosas son mencionadas específicamente y con frecuencia? ¿Es lógico creer que al revelar los eventos que conllevarían al regreso del Mesías en los últimos días, Dios simplemente pasaría por alto a Estados Unidos y al Imperio británico?
¿O acaso es posible que la mayoría de la gente, incluyendo a muchos estudiantes de la Biblia, no haya logrado comprender las profecías que predijeron con precisión el ascenso a la grandeza de estas naciones y lo que les ocurriría en los últimos días?
Al leer las páginas de este folleto emprenderá un viaje increíble a través de la historia, tanto antigua como moderna. Conocerá pueblos de los que tal vez nunca haya escuchado y visitará tierras que no ha visto. Este conocimiento es una clave vital para comprender nuestro mundo y nuestra era.
Este recorrido también le recordará que el gran Dios, a quien “las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo, y como menudo polvo en las balanzas le son estimadas” (Isaías 40:15), es siempre fiel a sus promesas.