Dependemos completamente de nuestro Creador
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Dependemos completamente de nuestro Creador
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Nosotros no nos damos cuenta de lo frágil que es nuestra existencia, de cuánto dependemos del cuidado continuo de nuestro Creador. Si acaso Dios permitiera que la temperatura normal de la superficie de la Tierra variara sólo unos pocos grados, se destruiría el perfecto equilibrio del sistema ecológico que es necesario para nuestra existencia. Sólo unos cambios pequeños en la atmósfera terrestre le darían paso a una irradiación destructiva que causaría que todos fuéramos estériles, y pronto se extinguiría la vida humana. La vida, tal como la conocemos, no podría existir si en la atmósfera no se mantuviera constantemente el preciso equilibrio de nitrógeno, oxígeno, bióxido de carbono, ozono y otros gases y elementos esenciales.
El mismo equilibrio se manifiesta en la cantidad y distribución de agua en los océanos, mares, lagos, ríos, glaciares, reservas subterráneas y montañas nevadas con relación a la masa terrestre del planeta. La distribución eficaz del agua es imprescindible para el riego necesario de la superficie de nuestro planeta. Este asombroso ciclo hidrológico suministra el agua necesaria para las plantas que nos alimentan, para limpiar la tierra de desperdicios y para incontables necesidades más, sin mencionar el esparcimiento y la belleza que nos proporciona.
Cada día de nuestra vida dependemos de este frágil equilibrio. Dios revela que es él quien gobierna y controla todo esto: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:24-25).
Y no obstante la grandeza, la gloria, el poder y la majestad de Dios, él “no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos” (vv. 27-28).