Tendencias que afectaron el futuro de la Iglesia
En los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis podemos ver que Jesucristo envió un mensaje diferente a cada una de las siete iglesias que había en la provincia romana de Asia (Asia Menor, actualmente parte de Turquía).
El número siete simboliza totalidad, y así como siete días hacen una semana completa, los siete mensajes del Apocalipsis nos presentan un cuadro completo de las tendencias que ya habían empezado y que continuarían a lo largo de la historia de la Iglesia, tendencias que la afectarían profundamente. Los siete mensajes nos dan varias indicaciones de por qué se produjeron las profundas divisiones entre los cristianos y por qué esta separación continuó atormentando a las generaciones subsecuentes.
En Apocalipsis 1 las siete congregaciones están representadas por siete candeleros. Juntas representan la Iglesia y su misión de ser la luz del mundo (Mateo 5:14).
Jesús se encuentra en medio de las siete congregaciones como la fuente de su luz. Él siempre está presente y accesible, y siempre cumplirá su promesa de estar con su Iglesia hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Pero, como resulta obvio por los mensajes a las siete congregaciones, no todos los que vienen a formar parte de la Iglesia permaneceránfieles a Cristo.
Los siete mensajes muestran exactamente las condiciones que existían en la Iglesia durante el primer siglo. Pero estas condiciones también son proféticas, porque revelan algunas de las causas de las divisiones posteriores.
Cada una de las siete congregaciones recibe la misma advertencia: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 2:7, Apocalipsis 2:11, Apocalipsis 2:17, Apocalipsis 2:29; Apocalipsis 3:6, Apocalipsis 3:13, Apocalipsis 3:22). Por cuanto podrían presentarse condiciones semejantes en cualquiera de las iglesias, el mensaje a cada una de ellas es también una advertencia para las otras seis.
En cada mensaje Cristo menciona ejemplos de obediencia y desobediencia entre sus seguidores, y muestra a quiénes bendecirá y a quiénes rechazará. Prodiga elogios donde son merecidos y reprende por las faltas que amenazan la relación con él, mandando a los que se han desviado que se arrepientan.
Cuando se escribieron los mensajes, la Iglesia estaba pasando por algunas pruebas y sufriendo persecución y encarcelamiento. Antipas, residente de Pérgamo, ya había sido muerto. Cristo anima a las congregaciones para que no se amedrenten, que no se den por vencidas, que no descuiden sus creencias y, si es necesario, que estén dispuestas a morir por él. Les recuerda que deben tener siempre presente la esperanza del tiempo en que el Reino de Dios será establecido, cuando los que permanezcan fieles hasta el fin le ayudarán a gobernar el mundo con justicia y equidad.
Jesús elogia a los cristianos fieles por su servicio, trabajo, paciencia, perseverancia, aguante y fe. Sin embargo, sus reproches y algunos de sus otros elogios son reveladores. Muestran que la amenaza dentro de la Iglesia era, y siempre será, motivo de preocupación.
Muchos de los miembros de estas congregaciones habían permanecido fieles a pesar de los muchos peligros y dificultades, pero otros habían perdido su primer amor. Algunos eran tibios y ciegos espiritualmente; necesitaban colirio para sus ojos de manera que pudieran ver cómo su condición espiritual iba de mal en peor. Cristo les advierte: “Yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras” (Apocalipsis 2:23).
Además del problema del debilitamiento espiritual de los miembros, algunos falsos profetas se habían infiltrado en las congregaciones. Se estaban manifestando errores doctrinales; entre ellos se mencionan la doctrina de Balaam, las enseñanzas de los nicolaítas y la influencia seductora de Jezabel. A la iglesia en Tiatira, Jesús le dice: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos” (v. 20).
También se estaba agravando la discordia dentro de la Iglesia, lo que constituía la verdadera amenaza. En estas congregaciones estaban reuniéndose dos tipos de personas: los cristianos fieles que no podían “soportar a los malos” y que no habían conocido “las profundidades de Satanás” (vv. 2, 24); y los que, como claramente se implica, estaban “soportando a los malos”, entre quienes había algunos que estaban empezando a sondear “las profundidades de Satanás”.
Podemos ver que al final de la era apostólica, Satanás había logrado infiltrarse en varias de las congregaciones que los apóstoles habían formado. Él se vale de falsos profetas que introducen sus actitudes y enseñanzas para apartar a la gente de la fe de Cristo.
Pero a pesar de los esfuerzos del diablo, algunos de los hermanos permanecieron fieles y se mantuvieron firmes en las enseñanzas de los apóstoles. El elogio de Cristo para ellos fue: “Has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos” (v. 2).
Otros, que habían perdido interés, fueron engañados por las herejías de Satanás, el ser maligno que engaña al mundo entero (Apocalipsis 12:9). Casi toda una congregación ya había muerto espiritualmente, y sólo contaba con unos pocos miembros que no habían sido completamente engañados. Satanás había tenido éxito en desviar a gran parte de los cristianos.
Por estos mensajes de Jesucristo a su Iglesia podemos ver que desde la época de los apóstoles se manifestaron dos tipos de cristianos. Unos eran fieles; los otros eran gente que, por muchas razones, se estaban alejando cada vez más de la verdadera fe de Jesucristo.
Finalmente, muchos se apartaron de la verdad de Dios. “Salieron de nosotros —dijo uno de los apóstoles—, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Juan 2:19).
Desde el tiempo de los apóstoles se formaron dos tipos distintos de cristianismo: uno fiel a Cristo, el otro engañado por Satanás.